martes, 26 de abril de 2016

MI PAZ OS DOY

Sexto Domingo de Pascua C


Evangelio según san Juan 14, 23-29.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
— El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él.
El que no me ama no guardará mis palabras. Y la palabra que estáis oyendo no es mía, sino del Padre que me envió.
Os he hablado de esto ahora que estoy a vuestro lado, pero el Defensor, el Espíritu Santo, que enviará el Padre en mi nombre, será quien os lo enseñe todo y os vaya recordando todo lo que os he dicho.
La paz os dejo, mi paz os doy; no os la doy yo como la da el mundo. Que no tiemble vuestro corazón ni se acobarde. Me habéis oído decir: “Me voy y vuelvo a vuestro lado.” Si me amarais, os alegraríais de que vaya al Padre, porque el Padre es más que yo. Os lo he dicho ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda, sigáis creyendo.

- La paz del Señor esté contigo, Maestro, dijo, como saludo, el discípulo al llegar.
- Y con tu espíritu, respondió el ermitaño. Veo que vienes “muy litúrgico” esta mañana. Es cierto, continuó diciendo, que el evangelio de hoy, previo ya a la Ascensión, es una auténtica despedida en la que Jesús usa, como era y sigue siendo tradición entre el pueblo judío, el saludo: SHALOM, pero que en los labios de Jesús adquiere una muy especial trascendencia.
- Maestro, ¿por qué no se ha puesto hoy la Jornada Mundial por la Paz en vez del día 1 de Enero?
- Sí, podría haber sido hoy o cualquier otro domingo que se nos hable de paz, pero como escribí en mi reflexión del día 1 de Enero – ese día tú no estabas – cuando el papa Pablo VI el 8 de Diciembre de 1967 estableció esa Jornada, celebrándose por primera vez el 1 de Enero del año siguiente, pidió la adhesión de todos los hombres de buena voluntad y amigos de la paz, más allá de su credo religioso y político, por lo que no había que conectarlo a la liturgia católica y pensó que si toda la humanidad, empezase el año – la mayoría de las culturas tienen directamente o indirectamente el día 1 de Enero como inicio de año – bajo el signo de la Paz sería un gran logro, cosa que no sucedió.
Pero vamos al evangelio de hoy. Estamos en el gran discurso de despedida, y Jesús tiene que alentar a sus discípulos, siempre un tanto pusilánimes, y les promete el Espíritu Paráclito que animará su vida y su ministerio, cosa que ellos no comprendieron hasta que sucedió, y un  poco de refilón les dice: “la paz os dejo, mi paz os doy”. Soy consciente que los sabios y entendidos no estarán de acuerdo conmigo, pero yo veo aquí dos mensajes muy diferentes pero complementarios.
1º - La paz os dejo (como misión). El cristiano debe ser un hombre de paz, constructor no solo de paz, sino también de los cimientos que la sustentan, como son la justicia, el respeto a la vida y a la persona, etc. La Iglesia Universal, las iglesias particulares y las comunidades de mayor o menor envergadura tienen el derecho y el deber de pronunciarse y de actuar en este sentido, aunque no guste a los poderosos del mundo. ¡Qué bella es la oración de San Francisco que aquí hemos recitado en alguna ocasión:
“Señor, haz de mí un instrumento de tu paz:
donde haya odio, ponga yo amor,
donde haya ofensa, ponga yo perdón,
donde haya discordia, ponga yo unión,
donde haya error, ponga yo verdad,
donde haya duda, ponga yo la fe,
donde haya desesperación, ponga yo esperanza,
donde haya tinieblas, ponga yo luz,
donde haya tristeza, ponga yo alegría.
Oh Maestro, que yo no busque tanto
ser consolado como consolar,
ser comprendido como comprender,
ser amado como amar.
Porque dando se recibe,
olvidando se encuentra,
perdonando se es perdonado,
y muriendo se resucita a la vida eterna.
2º - Mi paz os doy. Esta paz es un regalo del Señor y es una paz interior que trasciende cualquier situación y desidia humana. Es esa paz interior capaz de superar cualquier adversidad y cualquier obstáculo por muy grande que este sea.
* es la paz que han sentido tantos y tantos mártires a través de los siglos al sufrir los más atroces y humillantes tormentos;
* es la paz que sienten hoy en muchas partes del mundo miles de cristianos perseguidos, humillados y asesinados a causa de su fe;
* es la paz que alienta a muchos cristianos que se ven señalados,  ridiculizados y hasta marginados en los países que se definen “libres y progresistas”;
* es la paz que nos ayuda a navegar en calma en medio de un mundo tormentoso. Esa paz no significa ausencia de guerras o de problemas sino la valentía de enfrentarlos. Es la paz de la que nos habla Pablo: “y la paz de Dios, que supera todo juicio, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Fil. 4, 7); es, en definitiva esta paz que hace que no tengamos miedo ni a las tormentas ni al futuro, aunque muchos nubarrones cubran el firmamento.
Quisiera terminar, amigo mío, con una historia. Tras la segunda guerra mundial, se publicó un libro titulado “Las últimas cartas de Stalingrado” (Letzte Briefe aus Stalingrad). Eran cartas de soldados alemanes cercados en la bolsa de Estalingrado, despachadas en el último envío antes del ataque final del ejército ruso en el que todos perecieron. En una de estas cartas, reencontradas acabada la guerra, un joven soldado escribía a una persona conocida (¿su novia?) lo siguiente: “si alguna vez echo una mirada a mi vida, me doy cuenta de que puedo mirar atrás con profunda gratitud. Ha sido bella, maravillosamente bella. …  Debes decir a mis padres que no deben estar tristes, que deben conservar mi recuerdo con el corazón alegre. Y nada de resplandores de gloria, pues yo nunca he sido un ángel. Por lo demás, tampoco voy a presentarme nunca como tal ante el Señor mi Dios; podré hacerlo en calidad de soldado con un alma de caballero, libre y orgullosa como un señor. No temo la muerte en absoluto; la fe me confiere esta hermosa seguridad. Al darme cuenta de ello, experimento también un profundo sentimiento de gratitud” (Las últimas  cartas de Stalingrado, Ediciones Península, S.A.,  Barcelona 2007. Carta nº 14, página 19).
Nota – Algunos críticos afirman que estas cartas no son auténticas, sino una creación literaria. Yo no lo sé, no soy crítico, pero como dicen los italianos: “se non è vero è bene trovato”


lunes, 18 de abril de 2016

VIVIR LA CARIDAD, HACER CARIDAD

Quinto Domingo de Pascua C

Evangelio según san Juan 13, 31-33a. 34-35.
Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús:
— Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará.
Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros.

Aquella mañana de domingo llegó el discípulo adonde estaba el Maestro le saludó y le preguntó:
- ¿Maestro repetimos hoy el evangelio del Jueves Santo?
- Pues sí y no.
- ¿Sí y no?
- Me explico: el texto que la liturgia proclama hoy está dentro de la Gran – y maravillosa -  Catequesis que el evangelista Juan sitúa el Jueves Santo en el Cenáculo (capítulos 13, 14, 15, 16 y 17); es más, hace parte del mismo capítulo 13 que se lee el Jueves Santo, pero que termina en el versículo 15, mientras que hoy empezamos con el versículo 31.
Ahora bien es cierto que el mandamiento del amor subyace en toda la liturgia del Jueves Santo; aparece, por ejemplo, en el versículo antes del evangelio y como la Conferencia Episcopal Española – y muchas otras conferencias episcopales – decidió celebrar ese día la Jornada del Amor Fraterno, estas palabras de Jesús impregnan toda la celebración: homilías, cantos, etc. ¿Está claro porque te he dicho que “sí y no”?
Pero vamos a ceñirnos al texto de hoy. Hace dos domingos – tercero de pascua – vimos como Jesús confiaba su rebaño a Pedro para que lo apacentara. El Papa Francisco utiliza otro término: custodiar, y creo que con mucho acierto, ya que el vocablo griego que utiliza el evangelista Juan, βόσκω, significa: “cuidar de”, “alimentar”. Para que tengas claro lo que te digo te leo un texto del papa: “el Papa, para ejercer el poder, debe entrar cada vez más en ese servicio que tiene su culmen luminoso en la cruz; debe poner sus ojos en el servicio humilde, concreto, rico de fe, de san José y, como él, abrir los brazos para custodiar a todo el Pueblo de Dios y acoger con afecto y ternura a toda la humanidad, especialmente los más pobres, los más débiles, los más pequeños”. (Homilía de inicio de Pontificado, 19 de Marzo de 2013).
El domingo pasado – cuarto de pascua – nos indicaba la relación personal entre el Buen Pastor y su rebaño y, por ende, entre los pastores de la iglesia y el pueblo a ellos confiado, Te acordarás que yo hablaba de simbiosis. “mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco, ellas me siguen, yo les doy la vida eterna” (Jn. 10, 27 – 28).
Hoy Jesús ya no habla de pastores y de rebaño, habla al Pueblo de Dios en su conjunto.
Si me permites abro aquí un pequeño paréntesis. Dice el evangelista: “cuando Judas salió del cenáculo dijo Jesús: Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que cono­cerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros.»
 Puede ser que Juan se limite a describir los hechos tal como sucedieron, pero yo, que no soy ni teólogo ni exegeta, creo que Juan no da punto sin hilo, y que aquí hay un mensaje subliminal. Cuando Judas se marchó se quedaron en el cenáculo los discípulos de verdad, humanos, débiles, pecadores, pero entregados, sin requiebros, sin segundas intenciones o ánimo de sacar provecho, y es precisamente a estos que les revela lo más genuino de su doctrina: “amaos”. Está convencido que solo ellos lo pueden comprender. Cuando alguien se acerca a Jesús con el corazón dividido, con segundas y escondidas intenciones, nunca entenderá el Mandamiento del Amor.
Debemos diferenciar en español el “vivir en caridad” y “hacer caridad”. Vaya por delante que no pretendo criticar el que se haga caridad, que se den limosnas, mucho o poco, lo que buenamente se quiera o pueda, como la pobre viuda (Cfr. Lc. 21, 1 – 4). Siempre, pero muy especialmente en momentos y lugares de crisis, bienvenidas sean las limosnas, pero el Amor al que se refiere Jesús es mucho más amplio; es lo que los italianos llaman un “atteggiamento” ante la vida. En español podríamos decir que es una actitud o postura, una forma de ser, de sentir y de actuar. Me atrevo a decir – y que me perdonen los científicos - que ese Amor del que nos habla Jesús debe estar en el centro de nuestro propio genoma.
- ¿Maestro, pretendes decir que en este mandamiento están excluidos los pastores?
- No. No están excluidos, pero están colocados a la misma altura, en el mismo escalón que el resto del Pueblo de Dios. Cada creyente, cada bautizado, por su ADN, debe vivir el Mandamiento Nuevo, sin esperar el ejemplo, instrucciones o iniciativas de sus pastores – jerarquía – porque no siempre están a la altura; algunas veces porque no pueden, otras porque no saben y muchas otras porque no quieren.
El discípulo quedó mirando al Maestro, mientras éste, con la cabeza inclinada miraba al suelo. Después de un lar silencio los dos cantaron:
Cuando el pobre nada tiene y aún reparte,
cuando alguien pasa sed y agua nos da,
cuando el débil a su hermano fortalece.
va Dios mismo en nuestro mismo caminar.
Cuando alguien sufre y logra la esperanza,
cuando espera y no se cansa de esperar,
cuando amamos, aunque el odio nos rodee:
va Dios mismo en nuestro mismo caminar.
Cuando crece la alegría y nos inunda,
cuando dicen nuestros labios la verdad,
cuando amamos el sentir de los sencillos:
va Dios mismo en nuestro mismo caminar.
Cuando abunda el bien y todos lo comparten,
cuando alguien donde hay guerra pone paz,
cuando "hermano" le llamamos al extraño:
va Dios mismo en nuestro mismo caminar.




domingo, 10 de abril de 2016

OLOR A OVEJA


Cuarto Domingo de Pascua C



Evangelio según san Juan, 10, 27 - 30.




En aquel tiempo, dijo Jesús:
 Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano.
Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre.
Yo y el Padre somos uno.



El cielo estaba despejado; aun brillaban las estrellas cuando el ermitaño salió de su cueva, y después de un corto paseo realizó los acostumbrados ejercicios físicos de cada mañana. Se presagiaba un bonito día de primavera, pero por el momento hacía un frío que pelaba.  Vislumbró a lo lejos al discípulo que, corriendo, se acercaba y se fue a la vera del sendero para esperarle.
- Buenos días, Maestro, dijo el discípulo al llegar, ¿cómo estás? Sé que no duermes mucho, pero ¿has descansado bien?
¡Caramba! pensó el ermitaño, este chico está cambiando las formas, pero no dijo nada al respeto.
- Muy bien, gracias, amigo, ¿y tú, cómo estás? ¿Cansado?
- Estoy bien. Esta última cuesta me altera un poco el resuello, pero enseguida recuperaré la normalidad.
Quedaron un rato de pie uno enfrente al otro hablando del tiempo y del camino, hasta que los inundó, aunque muy tenuemente, los primeros rayos del sol. El astro rey tenía por costumbre dedicar la primera visita, al asomarse por encima de las montañas que estaban al otro lado del valle, a la cueva del ermitaño, a su pequeño huerto y a su explanada. Este solía decir que era la caricia que el Creador le hacía cada mañana.
Después de sentarse en sus respectivos poyos dijo el discípulo:
- Maestro, hoy es el domingo del Buen Pastor.
- Sí. El cuarto domingo de pascua está dedicado a la bellísima imagen del Buen Pastor en los tres ciclos litúrgicos. Siempre se proclama el capítulo 10 del Evangelio de Juan, pero versículos diferentes cada año. Este, Ciclo C, nos presenta como el epílogo o resumen de todo lo explicado a lo largo del entero capítulo. Indica además una profunda interacción, como una simbiosis,  entre el pastor y sus ovejas:
mis ovejas escuchan mi voz,
yo las conozco,
ellas me siguen,
yo les doy la vida eterna.

Hubo un largo silencio. El Maestro callaba y el discípulo lo miraba un tanto sorprendido. Era imposible haber terminado la reflexión. Al final se atrevió a decir:
- ¡¿Maestro?!
- Perdona, estaba pensando. Pensando lo difícil que lo tiene la iglesia jerárquica para conducir al rebaño del Señor. Es cierto que tiene que gobernar, enseñar y santificar, pero ¿dónde está la ternura? ¿Dónde las caricias? Y no obstante las escrituras insisten precisamente en este detalle. El Profeta Ezequiel decía: “Yo mismo apacentaré mis ovejas y las haré reposar – oráculo del Señor Dios - . Buscaré la oveja perdida, recogeré a la descarriada; vendaré a las heridas; fortaleceré a las enfermas; pero a la que está fuerte y robusta la guardaré; la apacentaré con justicia” (Ez. 34, 15 – 16).. ¿Puede, acaso, haber mayor dedicación, mayor ternura que este comportamiento? Y ya en el Nuevo Testamento el mismo Jesús al hablar de la oveja terca y descarriada afirmaba: “va tras la descarriada hasta que la encuentra. Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento”.(Lc. 15, 4 – 5); ¿puede, acaso, haber mayor querencia y misericordia que esta? Juan, no obstante, da un paso adelante cualitativo: “Yo soy el Buen Pastor, … yo doy mi vida por las ovejas” (Jn. 10, 14 – 15). Ya no solo se trata de buscar a las perdidas y cargarlas cariñosamente sobre los hombros, vendar las heridas, curar las enfermas, sino dar la propia vida para salvarlas. ¡Cuánto amor!, ¡cuánta misericordia!, ¡cuánta ternura!
Te decía antes que estaba pensando. Estaba pensando cómo hemos fundamentado casi exclusivamente el cristianismo – y especialmente la Iglesia Católica – en los mandamientos, en las leyes, en las obligaciones y en las prohibiciones, dejando de lado el Mandamiento del Amor. Es cierto que a nivel individual o de pequeñas comunidades, ha habido siempre magníficas excepciones, pero da la sensación de que estas experiencias están en la periferia, no en el núcleo mismo de la Iglesia.
- Maestro, parece que el Papa Francisco, está en esta línea pastoral.
- Las palabras del Papa suenan a música celestial o casi celestial, pero las palabras no bastan. Tiene por delante todo un pontificado para poner en obra lo que dice, si no, provocará grandes frustraciones.
Es muy bonito decir: “el preocuparse, el custodiar, requiere bondad, pide ser vivido con ternura… no debemos tener miedo de la bondad, de la ternura”. (Homilía de inicio de Pontificado, 19 de Marzo de 2013), pero querrá impregnar todas las estructuras de la Iglesia de este principio, inclusive, la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, ex Santo Oficio, ex Santa Inquisición?
Es muy bello escuchar: “esto os pido: que seáis pastores con «olor a oveja», que esto se perciba” (Homilía en la Misa Crismal del Jueves Santo de 2013), pero me temo que cuando alguno de estos se acerque, oirá algo así como:
- ¡Vete, que hueles a choto! 
… y seguirán en el candelero los mismos de siempre: los perfumados, los perfectos (¿?), los serviles, los que no tienen ni rasguños ni cicatrices sencillamente porque no se han lanzado a la aventura de ir y, a lo mejor, conducir su rebaño por cañadas oscuras en búsqueda de verdes praderas.
- Maestro, debemos rezar por el Papa.
- Si, debemos rezar por el Papa para que sea ante todo y sobre todo un buen pastor que cuide todas y cada una de las ovejas y de los corderos a él confiados.


lunes, 4 de abril de 2016

CUIDA, MIMA MIS CORDEROS.


Tercer Domingo de Pascua C

Evangelio según san Juan, 21, 1 - 19.
En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Y se apareció de esta manera:
Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos.
Simón Pedro les dice:
— Me voy a pescar.
Ellos contestan:
— Vamos también nosotros contigo.
Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús.
Jesús les dice:
— Muchachos, ¿tenéis pescado?
Ellos contestaron:
- No.
Él les dice:
— Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis.
La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería le dice a Pedro:
— Es el Señor.
Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces.
Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice:
- Traed de los peces que acabáis de coger.
Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.
Jesús les dice:
— Vamos, almorzad.
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor.
Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.
Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.
Después de comer, dice Jesús a Simón Pedro:
 Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos?
Él le contestó:
— Sí, Señor, tú sabes que te quiero.
Jesús le dice:
— Apacienta mis corderos.
Por segunda vez le pregunta:
 Simón, hijo de Juan, ¿me amas?
Él le contesta:
— Sí, Señor, tú sabes que te quiero.
Él le dice:
 Pastorea mis ovejas.
Por tercera vez le pregunta:
 Simón, hijo de Juan, ¿me quieres?
Se entristeció Pedro de que le preguntara por tercera vez si lo quería y le contestó:
 Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero.
Jesús le dice:
 Apacienta mis ovejas. Te lo aseguro: cuando eras joven, tú mismo te ceñías e ibas adonde querías; pero, cuando seas viejo, extenderás las manos, otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras.
Esto dijo aludiendo a la muerte con que iba a dar gloria a Dios. Dicho esto, añadió:
 Sígueme.





- Maestro, dijo el discípulo al llegar, el evangelio de hoy es muy largo.
- Si me permites te diré que el texto no es excesivamente largo, pero el contenido es extensísimo; es uno de aquellos días en que los sacerdotes que tienen que hacer una homilía no saben por dónde empezar. Se escucharas  varias homilías hoy tendrías la sensación de que cada predicador habría leído un texto diferente, aunque, conociéndome el percal, yo diría que predominará por el primado de Pedro,  la figura del Papa, del Santo Padre, del Sumo Pontífice, etc.
- ¿Y esto no es importante, Maestro?,  dijo el joven un tanto escandalizado por el tono un tanto irónico del ermitaño.
- Claro que sí, contestó intentando corregir su actitud anterior y evitar un desasosiego innecesario. Las palabras del Resucitado tienen una importancia capital: confirma un perdón total al apóstol Pedro, le restituye toda su dignidad y lo confirma a la cabeza de la Iglesia.

- ¿Me puedes explicar un poco todo esto?
- Ahí va mi interpretación de los hechos: en cierta ocasión Jesús había designado a Pedro para que gobernara su Iglesia. Fue en la región de Cesarea de Filipo, después de una original catequesis a sus discípulos, cuando Jesús dice a Pedro: “ … tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos; y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos” (Mt. 16, 18 – 19). Pero al negar Pedro a Jesús durante la Pasión, y su posterior huida así como la de los demás apóstoles, salvo uno, todo queda en entredicho. De hecho cuando Jesús en la cruz quiere dar a la Iglesia el don de su madre, se dirige al apóstol Juan, único representante “oficial” de esa comunidad naciente. El Señor, después de su resurrección, dedica un tiempo – cuarenta días – a recomponer todo lo que, por el escándalo de la cruz se había derribado; por eso,  esta vez a orillas del lago de Tiberíades con menos llaves y más amor, Jesús confirma a Pedro para que apaciente sus ovejas y sus corderitos.
Pero, al margen de lo ya dicho, a mi este texto me sugiere otros elementos de reflexión.
- Te escucho, Maestro, dijo el discípulo.
-. Habían bregado toda la noche sin éxito, pero se fiaron de la palabra del Señor y echaron la red con el resultado de todos conocido. Fiarse del Señor es el barómetro para medir nuestra fe. Nuestro modelo es Abraham el cual “apoyado en la esperanza, creyó contra toda esperanza que llegaría a ser padre de muchos pueblos, de acuerdo con lo que se le había dicho: Así será tu descendencia. Y aunque se daba cuenta de que su cuerpo estaba ya medio muerto – tenía unos cien años – y que el seno de Sara era estéril, no vaciló en su fe. Todo lo contrario, ante la promesa divina no cedió a la incredulidad,  sino que se fortaleció en la fe, dando gloria a Dios,  pues estaba persuadido  de que Dios es capaz de hacer lo que promete; por lo cual le fue computado como justicia” (Rom. 4, 18 – 22). Hay que añadir que efectivamente Abraham físicamente fue el padre de muchos pueblos que aún perduran en la historia, por desgracia enfrentados entre sí, y espiritualmente es el padre de una muchedumbre de creyentes.

2º – “Echad la red – ahí mismo – a la derecha de la barca y encontraréis”. Es curioso, no les envió a otro lugar donde hubiera un banco de peces, sino allí dónde ellos no habían pescado nada, y al atender a la invitación de Jesús la red se llenó de tal manera “que no podían sacarla por la multitud de peces”. Por fiarse del Señor Abraham, siendo muy mayor, engendró en Sara, sobradamente estéril, un hijo; por fiarse del Señor los discípulos cosecharon una enorme redada de peces, donde toda la noche no había pasado ni uno sólo  por equivocación. Allí donde el hombre con su inteligencia, con sus medios técnicos, fracasa, allí mismo Dios, por su poder, realiza maravillas.
“Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan … Jesús les dice: “vamos almorzad” . Jesús estaba resucitado, había entrado en la otra dimensión, pero su corazón sigue lleno de ternura, y, como si nada, prepara en esta dimensión, un opíparo almuerzo para los suyos.
En estos tiempos se habla de reformas en la Iglesia. De nada servirán, no serán creíbles si no sale de su dimensión “perfecta” y se coloca codo con codo con los que caminan por este mundo con las sandalias llenas de barro: el barro de la pobreza material, pero también la pobreza del pecado, de la incredulidad, la pobreza de ser diferentes, etc..
 Una vez más acudimos a Pablo para encontrar pistas de solución: “Porque siendo libre como soy, me he hecho esclavo de todos para ganar a los más posibles. Me he hecho judío con los judíos, para ganar a los judíos; con los que están bajo ley me he hecho como bajo ley, no estando yo bajo ley, para ganar a los que están bajo ley; con los que no tienen ley me he hecho como quién no tiene ley, no siendo yo alguien que no tiene ley de Dios, sino alguien que vive en la ley de Cristo, para ganar a los que no tienen ley. Me he hecho débil con los débiles, para ganar a los débiles, me he hecho todo para todos, para ganar, sea como sea, a algunos” 1Cor. 9, 19 – 22).
Sé que me estoy alargando demasiado esta mañana, pero me gustaría añadir una pincelada más.
- Adelante, Maestro, tengo tiempo y te escucho.
- Gracias, amigo mío, quisiera añadir un cuarto punto: las preguntas de Jesús y las respuestas de Pedro. A mí – y es evidente que a Pedro también -  me ha impactado el hecho de que Jesús le hiciera tres veces la misma pregunta. Si nos fijamos en las respuestas de Pedro, que son afirmativas en las tres ocasiones, no obstante parece que van perdiendo  seguridad en la medida en que van siendo proferidas. No es cierto, solo que cada vez van alcanzando mayor profundidad, hasta que la última tiene tanto de voluntad propia como de confianza en Aquel que todo lo puedo: “Señor tú conoces todo – conoces mi voluntad, mis fuerzas y mis debilidades, mi carácter y mis miedos, mi capacidad de amar y mi capacidad de traicionar – tú sabes que te quiero”.
Resulta fácil dar una respuesta inmediata, irreflexiva,  superficial, pero para las cosas determinantes en nuestra vida, hay que hacer discernimiento, hacerse varias veces la misma pregunta, hurgar en profundidad, conocerse a sí mismo y después confiar. “Señor este es mi barro, haz de mí un vaso nuevo”.
Y a continuación el Maestro, sin tener la voz de Martín Valverde, se puso a cantar el estribillo, recitando las estrofas, seguido inmediatamente por el discípulo, la canción del alfarero.
Señor yo quiero abandonarme
como el barro en manos del alfarero
toma mi vida y hazla de nuevo
yo quiero ser, yo quiero ser
un vaso nuevo
Gracias quiero darte por amarme
gracias quiero darte yo a ti señor
hoy soy feliz porque te conocí
gracias por amarme a mi también
Señor yo quiero abandonarme
como el barro en manos del alfarero
toma mi vida y hazla de nuevo
yo quiero ser, yo quiero ser
un vaso nuevo
Te conocí y te amé
te pedí perdón y me escuchaste
si te ofendí, perdóname, Señor,
pues te amo y a tu lado
me quedaré
Señor yo quiero abandonarme
como el barro en manos del alfarero
toma mi vida y hazla de nuevo
yo quiero ser, yo quiero ser
un vaso nuevo.
Después de un largo silencio intervino el discípulo:
- Maestro, conozco otras versiones de este canto.
- Hay muchas. Suele suceder cuando una canción se hace popular, cada intérprete, cada grupo, cada parroquia la adapta a su propio gusto e idiosincrasia. Hay una versión en que cambia una sola palabra. Martín Valverde no la utiliza, quizás, porque resulta muy fuerte, pero que en muchos casos es muy real; en vez de “toma mi vida y hazla de nuevo” dice: “rompe mi vida y hazla de nuevo”.
- “Rompe mi vida y hazla de nuevo” repetía el discípulo con cara de susto y con lágrimas en los ojos.