martes, 29 de noviembre de 2016

EL LIDERAZGO DE JUAN.


Segundo Domingo de Adviento  A.
Evangelio según san Mateo, 3, 1 - 12.
Por aquel tiempo, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea, predicando:
  «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.» Éste es el que anunció el profeta Isaías, diciendo: “Una voz grita en el desierto: "Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos."”
Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y del valle del Jordán; confesaban sus pecados; y él los bautizaba en el Jordán.
Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara, les dijo:
 -  «¡Camada de víboras!, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente? Dad el fruto que pide la conversión. Y no os hagáis ilusiones, pensando: "Abrahán es nuestro padre", pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras. Ya toca el hacha la base de los árboles, y el árbol que no da buen fruto será talado y echado al fuego.
Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí puede más que yo, y no merezco ni llevarle las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. Él tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga.»

Como cada domingo de invierno, el discípulo llegó, llamó y entró. El ermitaño tenía la lumbre encendida.  ¡Buen fuego, mejores brasas! Durante la semana se calentaba con ramas secas, arbustos, hojarasca, piñas y demás elementos que recogía de la montaña, pero para los domingos se reservaba los mejores tarugos de madera, aquellos con mayor cerne para calentar el ambiente y agasajar de esta manera a su huésped.
Después de saludar al Maestro, el joven acercó las manos al fuego, las frotó, dio una vuelta girando lentamente sobre di mismo para calentarse por los cuatro costados, se sentó y dijo:
- ¿Maestro, Juan el Bautista a orillas del Jordán tendría el mismo frío que nosotros aquí?
- En absoluto. El valle del Jordán por dónde predicaba Juan es como una gran hoya a unos 300 metros bajo el nivel del mar (212 metros, al norte, cuando sale del lago de Tiberíades y unos 415 aproximadamente, al sur, cuando entronca con el Mar Muerto). Ahora sí, es una zona muy húmeda. El río Jordán desemboca en el Mar Muerto, que es como un lago muy salado y sin salida; sus aguas se evaporan, aportando a toda la región un alto grado de humedad. No me compadezco de Juan en invierno pues el clima es muy llevadero y hasta agradable, pero sí en verano, donde se puede alcanzar una temperatura de 41 grados centígrados. Teniendo en cuenta la enorme humedad y que su vestimenta era una piel de camello, no transpirable, debería significar una auténtica tortura.
- Vale, Maestro, pero háblame del evangelio de hoy.
- Bueno, pues  la liturgia de adviento nos va presentado una serie de personajes que históricamente han preparado  la primera venida de Jesús: Juan, el Bautista, María y José, cuyos ejemplos hoy nos ayudan en nuestro doble encuentro con el Señor: en la celebración de la próxima Navidad y sobre todo en el día gozoso de la Parusía.
Hoy, y también el próximo domingo, contemplamos la persona de Juan el Bautista. Sin menoscabar sus enseñanzas  que son de hondo calado y que todos conocemos, quisiera que nos detuviéramos en su persona. Juan tenía una evidente autoridad. ¿De dónde le venía?
¿De su saber?, No. Juan era hijo de un sacerdote del templo de Jerusalén, como algunos centenares más. Cabe suponer que conocía bien las Escrituras y todas las tradiciones judías, pero no consta que participara en ninguna escuela famosa de las que había en Jerusalén;
¿De su poder físico o militar? No. No conocemos su configuración física, pero de su dieta podemos deducir que no era ningún coloso. Es cierto que tenía un grupo de discípulos, algunos de los cuales lo dejaron para seguir a Jesús (cfr. Jn. 1, 37);  no parece que estuvieran muy entrenados para la defensa personal.
¿De sus riquezas? No. Del texto que hoy proclamamos resulta evidente cuanto fuese sobrio en el vestido y en la alimentación. Esta afirmación viene  validado por el mismo Jesús que – como veremos el próximo domingo – dice: “¿Qué salisteis a contemplar en el desierto … un hombre vestido con lujo? Los que visten con lujo habitan en los palacios” (Mt. 11, 7 – 8).
- Entonces de dónde le venía tanta autoridad? – preguntó el discípulo.
- Pues le venía de la verdad, de la coherencia, y de una auténtica libertad de espíritu. Conocedor de la verdad de su mensaje, reflejado en su persona y en su vida, se dirigía a sus interlocutores, con cierta dureza pero con mucha claridad, indicándoles el camino a seguir; se enfrentó a Herodes Antipas, por su mala conducta al repudiar a su legítima esposa para casarse con Herodías, mujer de su hermano Filipo, a sabiendas que arriesgaba su vida, como así fue, y aunque le causara desgarro y soledad, cuando ve pasar a Jesús dice a los discípulos que le acompañaban: “”Este es el cordero de Dios”. Los discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús” (Jn. 1, 36 – 37) dejándolo sólo.
Amigo mío, el auténtico liderazgo no procede de una amplia cultura – aunque en sí sea buena – ni del linaje, pensando como Abrahán es nuestro padre ya estamos salvados, ni de la riqueza, ni de otros pseudovalores, hoy muy en boga, como la fama y la belleza.
El auténtico liderazgo – el único que puede salvar – se basa en la tenencia de nobles ideales, en una vida intachable, sin ningún tipo de corrupción o de componendas y de un verdadero compromiso de servicio a la colectividad. Si así somos, si así vivimos, estamos preparados para salir al encuentro del Señor, tanto en las próximas Navidades, como, de una manera definitiva, al final de los tiempos.
- Amén, dijo el discípulo.
Los dos levantaron la cabeza, se miraron y sonrieron.
El Maestro recitó el famoso himno “Ut queant laxis” dedicado a San Juan Bautista.
Ut queant laxis resonare fibris
Mira gestorum famuli tuorum,
Solve polluti labii reatum,
          Sancte Joannes.
Nuntius celso veniens Olympo,
Te patri magnum fore nasciturum,
Nomen, et vitae seriem gerendae
          Ordine promit.
Ille promissi dubius superni,
Perdidit promptae modulos loquelae:
Sed reformasti genitus peremptae
          Organa vocis.
Ventris obstruso recubans cubili
Senseras Regem thalamo manentem:
Hinc parens nati meritis uterque
          Abdita pandit.
Sic decus Patri, genitaeque Proli,
Et tibi compar utriusque virtus,
Spiritus semper, Deus unus, omni
          Temporis aevo.


domingo, 20 de noviembre de 2016

ADVIENTO

Primer Domingo de Adviento  A

Evangelio según san Mateo, 24, 37 – 44.
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
- Cuando venga el Hijo del hombre, pasará como en tiempo de Noé. Antes del diluvio, la gente comía y bebía y se casaba hasta el día en que Noé entró en el arca; y cuando menos lo esperaban llegó el diluvio y se los llevó a todos; lo mismo sucederá cuando venga el Hijo del hombre: Dos hombres estarán en el campo: a uno se lo llevarán y a otro lo dejarán; dos mujeres estarán moliendo: a una se la llevarán y a otra la dejarán.
 Por lo tanto, estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón estaría en vela y no dejaría abrir un boquete en su casa.
Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.»


Hacía frío, mucho frío aquella mañana. Las montañas estaban nevadas, pero el Maestro estaba tranquilo, porque el sendero que venía desde el pueblo estaba despejado, y el discípulo al que esperaba como cada domingo conocía de sobra el camino y en peores condiciones había llegado sin problemas.

Mientras lo esperaba el anacoreta atizaba el fuego para que la cueva estuviera templada y fuera más acogedora.

Con puntualidad británica, y antes de que se intuyera el inicio del alba, llegó el  discípulo; llamó, entró y saludó.

- Buenos días, amigo mío; bienvenido seas a esta tu casa, respondió el ermitaño. Acércate al fuego y caliéntate un poco porque debes estar helado.

- No demasiado, salvo las manos y las piernas.

Se acercó al fuego se calentó las manos, se frotó un poco los muslos, y como si no quisiera perder tiempo, añadió:

- Empezamos un nuevo año y lo empezamos muy apocalíptico y tenebroso.

-Yo especificaría un poco más: empezamos un nuevo año o ciclo litúrgico. Sobre el estilo y significado del evangelio de hoy hay muchos detalles a subrayar:

* Indudablemente el pasaje de este domingo, igual que el de hace dos semanas aunque  escritos por autores diferentes, tiene un estilo apocalíptico.

- ¿Qué es el estilo apocalíptico?

- Pues es un estilo expresivo, vigoroso y rotundo para despertar las conciencias, utilizando con frecuencia, como simbolismos, imágenes catastróficas, a veces históricas, como el diluvio, a veces míticas.

- ¿Es como cuando decimos a un niño que viene el coco?

- No, salvo que una madre diga a su hijo que esté en silencio porque viene el coco, cuando en verdad supone que alguien está al acecho para robar y agredir. En ese caso usaría un lenguaje mítico para avisar al niño que existe un peligro real.

En el lenguaje apocalíptico, tanto clásico como moderno, hay que saber diferenciar y separar el grano de la paja, teniendo en cuenta que la paja también tiene su razón de ser. ¿Existiría el grano si no hubiera la paja?. En nuestros tiempos hay muchos mensajes tremendamente apocalípticos y demoledores, como lo de algunos políticos, medios de comunicación, organizaciones comerciales y ecológicas, que nos quieren convencer que la catástrofe está a la vuelta de la esquina. Hay que atenderles de manera muy crítica, pero “cuando el río suena, agua lleva”, por lo que detrás de tanto alarmismo, a menudo  interesado, puede haber algo que merezca nuestra atención, estudio y, en la medida de lo posible, solución.

* A nosotros, frutos de una cultura científica, o pseudocientífica, este lenguaje puede sorprendernos, pero para los oyentes de Jesús resultaba familiar. Lo conocían del Antiguo Testamento (v. gr. Daniel, capítulos 9 – 12), y de la literatura judía de la periferia o de la diáspora, por lo que al Apocalipsis de San Juan, que para muchos resulta anacrónico y terrorífico, es, en verdad, un magnifico tratado de teología y de eclesiología.

- Dejando pues a un lado el estilo literario, los mitos, en una palabra la paja a la que te referías, ¿cuál es el mensaje del evangelio de hoy?

- Te voy a ofrecer algunos puntos:

*  La liturgia de este domingo, cuyos textos bíblicos parecen estar fuera de contexto pretende ser como el prólogo del ciclo litúrgico y, a su vez, de la vida del creyente. El prólogo de un libro es el escalón previo que sirve para expresar o mostrar algunas circunstancias importantes sobre la obra, que el autor quiere destacar o desea enfatizar; así este domingo quiere indicarnos cuál es el fin último de todo el ciclo: acercarnos al fin último de nuestra existencia que es el encuentro con Cristo, Nuestro Señor, en la parusía.  Los próximos domingos ya entraremos en la parte histórica: veremos a Juan preparando los caminos del Señor, predicando a los fariseos y saduceos y bautizando en el río Jordán, asistiremos a las dudas de José y como Dios, a través de un ángel en sueños, lo tranquiliza.

*  Sutilmente nos invita a que cada cual espere ese momento cumpliendo su misión: “dos hombres estarán en el campo, dos mujeres estarán moliendo”, cada cual en su sitio. Hoy diría: unos estarán en el campo, otros en la oficina; unos estarán en la escuela, otros en los hospitales; unos estarán en la economía otros en la empresa; unos estarán en los partidos, otros en los sindicatos; unos en la iglesia, otros en la sociedad civil, pero todos, absolutamente todos, comunicando con su palabra y su vida la Alegría del Evangelio.

*  Por último este evangelio, por ser un texto apocalíptico, es un canto a la esperanza. La literatura apocalíptica es un aldabonazo a las conciencias para se tome conciencia de destino de todo ser humano es el encuentro con el Hijo del Hombre en el reino del Mesías. De ahí la insistencia a la vigilancia. Existe un tipo de vigilancia, que llamaría, y solo para ponerle un nombre, ”defensiva” y es la más frecuente y que aparece en el texto de hoy: evitar los ladrones, pero hay otra vigilancia que yo llamaría “creativa” cuyo ejemplo puede ser la de la mujer en estado; ella, su entorno y el tocólogo vigilan el embarazo en aras al feliz alumbramiento de una nueva vida, regalo de Dios, sana y  venturosa.

Sea así nuestra vigilancia, no con miedo a que nos asalten, nos roben, o sabe Dios qué, sino en espera del día gozoso del encuentro con nuestro Señor en la gloria de su reino.
Y aunque ambos tenían la voz un tanto maltrecha por el frio de la mañana, pero como un compromiso  que voluntariamente aceptaban cantaron;
Vamos a preparar
el camino del Señor.
Vamos a construir
la ciudad de nuestro Dios.
Vendrá el Señor con la aurora,
Él brillará en la mañana,
pregonará la verdad.
Vendrá el Señor con su fuerza,
Él romperá las cadenas,
Él nos dará la libertad.
Él estará a nuestro lado,
Él guiará nuestros pasos,
Él nos dará la salvación.
Nos limpiará del pecado,
ya no seremos esclavos,
Él nos dará la libertad.
Vamos a preparar
el camino del Señor.
Vamos a construir
la ciudad de nuestro Dios.
Vendrá el Señor con la aurora,
Él brillará en la mañana,
pregonará la verdad.
Vendrá el Señor con su fuerza,
Él romperá las cadenas,
Él nos dará la libertad.
Visitará nuestras casas,
nos llenará de esperanza,
Él nos dará la salvación.
Compartirá nuestros cantos,
todos seremos hermanos,
Él nos dará la libertad.
Vamos a preparar
el camino del Señor.
Vamos a construir
la ciudad de nuestro Dios.
Vendrá el Señor con la aurora,
Él brillará en la mañana,
pregonará la verdad.
Vendrá el Señor con su fuerza,
Él romperá las cadenas,
Él nos dará la libertad.
Caminará con nosotros,
nunca estaremos ya solos,
Él nos dará la salvación.
Él cumplirá la promesa
y llevará nuestras penas,
Él nos dará la libertad.
Vamos a preparar
el camino del Señor.
Vamos a construir
la ciudad de nuestro Dios.
Vendrá el Señor con la aurora,
Él brillará en la mañana,
pregonará la verdad.
Vendrá el Señor con su fuerza,
Él romperá las cadenas,
Él nos dará la libertad.


domingo, 13 de noviembre de 2016

JESUCRISTO, REY DE LA MISERICORDIA Y DE LA TERNURA.


Solemnidad de nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo  C

Evangelio según san Lucas, 23, 35 – 43.
En aquel tiempo, las autoridades hacían muecas a Jesús, diciendo:
— A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido.
Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo:
— Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.
Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: “Éste es el rey de los judíos”.
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo:
— ¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.
Pero el otro lo increpaba:
— ¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado en nada.
Y decía:
— Jesús, acuérdate de mi cuando llegues a tu reino.
Jesús le respondió:
— Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso.

- Maestro, hoy celebramos la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, que generalmente abreviamos como “Cristo Rey”.
- Efectivamente la Iglesia en su liturgia  coloca esta festividad en el último domingo del año, como colofón de todo un camino. ¿Hacia dónde vamos, cuál es nuestra meta? Podríamos contestar a esta hipotética pregunta diciendo que la meta de nuestra vida es encontrarnos con las postrimerías o novísimos: es decir, muerte, juicio, infierno o gloria.
Sin negar estas verdades,  yo lo formularía de otra manera: la meta última de cada hombre y de cada mujer es el encuentro gozoso y definitivo con Jesús, el Señor, para vivir una nueva y eterna experiencia en su compañía. Ahora bien, como gozamos de una ineludible libertad que ni el propio Dios puede derogar sin contradecirse, podemos desviarnos de esa senda, seguir otra ruta y llegar a otra meta: una eternidad sin Dios.
- Creo recordar, Maestro, que en alguna ocasión me dijiste que no te satisfacía demasiado este título aplicado a Jesucristo.
- Es un tema delicado; ¿cómo definir con categorías humanas la esencia de la divinidad? Por eso el Señor en el monte Horeb cuándo Moisés le dice: “Si ellos me preguntan: “¿cuál es tu nombre?”, ¿qué les respondo? Dios dijo a Moisés: “Yo soy el que soy”; esto dirás a los hijos de Israel: “Yo soy” me envía a vosotros”” (Ex.3, 14). Me imagino que el Señor quiso decir: “Yo soy único, irrepetible e indefinible. Por favor, no me  pongáis  nombre, porque me encasillaréis, mermaréis sensiblemente el reflejo de mi esencia”. Tenemos, no obstante, que comunicarnos y para ello usamos nuestro lenguaje, aunque eso signifique que para hablar de Dios sea siempre insuficiente e imperfecto. Pienso que todo fiel musulmán cuando acabe de recitar el misbaha, alabando a Alá con sus 99 nombres o atributos estará convencido que Alá, su Dios, es mucho más grande que todas esas definiciones;  hacemos lo que podemos.
- ¿Entonces es inadecuado llamar a Cristo “Rey”?
- No, en absoluto. Pero las palabras son fruto de una cultura y de una época. ¿Son apologéticas las dinastías hoy día? ¿Cuándo hablamos de Cristo Rey, hay cualquier paragón  con algún rey contemporáneo o histórico?
En tiempo de Jesús las cosas eran diferentes. Las referencias no eran Herodes el Grande, Herodes Antipas u otros reyezuelos de la época, sino los míticos David y Salomón, pero aún así parece que Jesús tiene un cierto pudor en definirse como rey; lo encontramos de una manera clara solo en Juan, 18, 37, cuando Pilato le repregunta, con insistencia: “Entonces, ¿tú eres rey?” él contesta ya sin ambages: “Tú lo dices: soy rey”, pero a continuación explica en que consiste su reinado: “Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad”. Y antes, para que Pilato comprendiera que no le hacía la competencia, había afirmado: “Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en mano de los judíos. Pero mi reino no es de aquí” (Jn. 18, 36). Quisiera subrayar que sólo Juan nos ofrece esta repregunta, mientras que los sinópticos nos hablan exclusivamente de la primera, es decir: “¿eres el rey de los judíos?” a la que Jesús contesta con evasivas, como intentando no entrar en materia:
* “Tú lo dices” (Mt. 27, 11;  Mc. 15, 2  y Lc. 23, 3):
*  “¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí? (Jn. 18, 34).
Para cerrar este apartado destaco  que fue precisamente Pilato, quién, sin quererlo pero acertando de pleno, lo presentó como rey a todo el mundo al escribir como causa de la condena: “Jesús Nazareno, el rey de los judíos” Jn.19, 19)  y para que lo supiera el entero universo lo escribió en “hebreo, latín y griego” (v.20).
- ¿Qué título o que término – no sé cómo decirlo exactamente – te gusta más de los que generalmente se dedican a Jesús?
- Hay muchos y muy entrañables como “Salvador”, “Redentor”, etc. Pero a mí me resulta muy familiar el de “Señor”. Es cierto que también este es un concepto humano y, por consiguiente, sujeto a experiencias personales y a interpretaciones, pero, como te decía me resulta familiar y cercano. Es además un título muy bíblico; ya en el Antiguo Testamento el Dios que se define como el “Yo soy” acaba presentándose como el Señor, así en Deut. 5, 6, dice: “Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de esclavitud”.
Jesús no se atribuyó con frecuencia este título. En este momento recuerdo una sola vez, cuando después de lavar los pies a los apóstoles les dijo: “Comprendéis lo que he hecho con vosotros?. Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros” (Jn. 13, 13 – 14).
Por su parte los apóstoles – y otros personajes - al dirigirse a Él le llamaban Señor:
* “Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: “¡Lejos de ti tal cosa, Señor! Eso no puede pasarte”” (Mt. 16, 22);
* “Felipe le dice: “Señor, muéstranos al Padre y nos basta” (Jn. 14, 8);
* Llegó a Simón Pedro este le dice: “Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?”
Y toda referencia a Jesús después de la resurrección es: “el Señor”:
* “Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo: “Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón”” (Lc. 24, 33 – 34);
* “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”(Jn 20. 3);
* “Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto” (v. 13):
* “He visto al Señor y me ha dicho esto” (v. 18);
* “Y los otros discípulos le decían: “Hemos visto al Señor”” (v.24);
* “Contestó Tomás: “Señor mío y Dios mío”” (v. 28);
* “Y aquel discípulo a quién Jesús amaba dice a Pedro: “Es el Señor”” (Jn. 21. 7);
* Ya antes, a las tres preguntas de Jesús sobre la consistencia de su amor por el Maestro y su causa, Pedro contesta respectivamente: “Sí, Señor, tú sabes que te quiero” v. 15 y 16 y Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero” (v. 17);
* Y las últimas palabras de Jesús, según el evangelista Juan fue, como era de esperar, una discusión con Pedro: “Pedro, volviéndose, vio que les seguía el discípulo a quién Jesús amaba, el mismo que en la cena se había apoyado en su pecho y le había preguntado: “”Señor, quién es el que te va a entregar?”. Al verlo, Pedro dice a Jesús. “Señor, y este, ¿qué?”. Jesús le contesta: “Si quiero que se quede hasta que yo venga, ¿a ti qué? Tú sígueme” (vs. 20 – 22).
Para terminar este apartado debo decirte, amigo mío, que el término “Señor” aparece reiteradamente en los demás escritos neotestamentarios y es el que más hondamente ha calado en el sentimiento de los cristianos a lo largo de todos los siglos.
- Una pregunta más, Maestro, ¿cuál era el epíteto que más le agradaba a Jesús?
- Jesús se presenta a sí mismo como “el Hijo del hombre”. Resumiendo te diré que en los sinópticos este término aparece unas 66 veces y unas 88 en todo el Nuevo Testamento.
- Y ¿qué significa esta expresión?
-Parece ser que Jesús – y voy a sintetizar todo lo que pueda – une dos conceptos veterotestamentarios:

* Por un lado subraya su humanidad. En el libro de Ezequiel Dios llama al profeta “hijo de hombre” unas 93 veces, para que no se crea que se trata de un extraterrestre o de un ser sobrenatural, sino que es un hijo de hombre, es decir, un hombre;

* por otro lado asume el texto de Daniel 7, 13 -14 “Seguí mirando. y en mi visión nocturna vi venir una especie de hijo de hombre entre las nubes del cielo. Avanzó hacia el anciano y llegó hasta su presencia. A él se le dio poder, honor y reino. Y todos los pueblos, naciones y lenguas lo sirvieron. Su poder es un poder eterno, no cesará. Su reino no acabará”.
Resumiendo: afirma que Él, en sí mismo es un hombre, como Ezequiel, y al mismo tiempo es el Mesías, el Señor de un reino eterno como el personaje del sueño de Daniel.
Volviendo a la Solemnidad de hoy, Cristo Rey, podríamos decir que nos invita a vivir en su reino, obedeciendo sus leyes y respetando su voluntad, pero a mí me gusta más pensar que participar en el Reino de Cristo es sintonizar mi corazón receptor con su corazón emisor y hacer que todos los que están a mi lado  perciban nítidamente  la música de su amor, de su misericordia y de su ternura.


domingo, 6 de noviembre de 2016

DESTRUID ESTE TEMPLO, Y YO …


Trigésimo tercer Domingo del tiempo ordinario C

Evangelio según san Lucas, 21, 5 - 19.
En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y los exvotos. Jesús les dijo:
— Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra:
todo será destruido.
Ellos le preguntaron:
— Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?
Él contestó:
— Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usurpando mi nombre, diciendo: “Yo soy”, o bien: “El momento está cerca”; no vayáis tras ellos.
Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá en seguida.
Luego les dijo:
— Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre. Habrá también espantos y grandes signos en el cielo. Pero antes de todo eso os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores, por causa mía. Así tendréis ocasión de dar testimonio.
Haced propósito de no preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro.
Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa mía.
Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.

- Maestro, dijo el discípulo al llegar y después de los saludos de costumbre, el evangelio de hoy es un tanto complicado.
- Este último domingo del tiempo ordinario tiene en los tres ciclos un sabor escatológico y, por consiguiente, bastante confuso.
- ¿Éste es el último domingo del tiempo ordinario?
- No es el último según el calendario, pero sí el último en que hacemos las lecturas continuadas, pues el próximo, el trigésimo cuarto, está dedicado a la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo. De alguna manera es la meta a la que nos conduce todo el año litúrgico: nuestro encuentro total y definitivo con Jesucristo y nuestra participación en su Reino.
Pero vayamos al texto que hoy nos convoca. Tiene, según creo, varias lecturas o perspectivas:
1 - Dimensión histórica y profética. “Algunos hablaban del templo, de lo bellamente adornado que estaba con piedra de calidad y exvotos”;  tanta admiración era lógica, pues en el tiempo de Jesús el templo de Jerusalén estaba recién construido. Sigue llamándose “Segundo Templo o Templo de Herodes”, pero de hecho podría llamarse “tercer templo”, pues este mandatario, megalómano y cruel, para granjearse la benevolencia del pueblo hebreo derribó el segundo templo construido por el pueblo judío y sufragado por donativos  populares a la vuelta del destierro de Babilonia, entre los años 535 y 516 a. C. e hizo construir uno nuevo similar al anterior, pero rodeándolo de una gran plaza porticada de 500 metros de largo por 300  de ancho. Se trataba, sin lugar a dudas, de una gran obra arquitectónica; todavía hoy se pueden contemplar sillares gigantescos de unos once metros de largo.
“Esto que contempláis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea destruida”. Esta profecía se cumplió el año 70, cuando las tropas romanas al mando de Tito, hijo del emperador Vespasiano no solo destruyó sino que arrasó totalmente el templo de Herodes, por lo que esta maravillosa obra apenas permaneció unos de 80 años.
Las consecuencias para el pueblo de Israel han sido nefastas. La conquista de Judea y la destrucción del templo significó la dispersión – la diáspora – de los hebreos. Desde entonces y durante casi diecinueve siglos  fue un pueblo apátrida, con frecuencia expulsado de las naciones y en ocasiones ferozmente perseguido. En 1948 se constituye el nuevo Estado de Israel, alcanzando así su meta política, pero no la religiosa. Tienen un estado, pero carecen de templo y del culto mosaico. Como el joven Azarías en el horno encendido caminando entre las llamas, también hoy los creyentes judíos pueden proclamar:
“En este momento no tenemos príncipes,
ni profetas, ni jefes;
ni holocausto, ni sacrificios,
ni ofrendas, ni incienso;
ni un sitio donde ofrecerte primicias,
para alcanzar misericordia” (Dn. 3, 38).
2 - Dimensión escatológica. En la cultura judía se vinculaba el fin del templo al fin del mundo, por eso asustados los apóstoles le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿cuál será la señal de que todo eso está  para suceder?
Entiendo que Jesús da una doble respuesta: por un lado habla de la parusía, es decir, del fin de los tiempos y de la vuelta del Hijo del hombre, versículos 8 – 19 y 25 – 36, (permíteme un inciso: en la liturgia de  hoy se lee solo hasta el versículo 20, pero conviene leer todo el capítulo para comprender toda la respuesta de Jesús a la pregunta de sus discípulos), haciendo hincapié en los puntos:
* el fin del mundo no es inmediato: “es necesario que esto ocurra primero, pero el fin no será enseguida”,
* tampoco podemos esperar pasivamente que esto llegue, error que cometieron algunos discípulos de la primitiva iglesia de Jerusalén, sino que tenemos una misión que cumplir: “Esto os servirá de ocasión para dar testimonio”; es decir, nuestro caminar en este mundo debe ser un continuo testimonio de lo que creemos y de lo que esperamos;
por otro lado habla de la conquista de Jerusalén y la destrucción del templo, versículos 20 – 24: “Y cuando veáis a Jerusalén sitiada por los ejércitos, sabed que entonces está cerca su destrucción. Entonces los que estén en Judea, que huyan a los montes; los que estén en medio de Jerusalén, que se alejen; los que estén en los campos, que no entren en ella; porque son días de venganza … “
Creo, amigo mío, que Jesús, en su discurso, distingue con claridad los dos momentos: por un lado la conquista de Jerusalén por las tropas romanas, y por otro el fin del mundo y el encuentro definitivo de la humanidad con Cristo Salvador.
Pero percibo otra enseñanza y la más importante …
- ¿Cuál es, Maestro?
- Jesús respetaba enormemente el templo de Jerusalén. Allí fue presentado al Señor a los cuarenta días de su nacimiento (Cfr. Lc. 2, 21 – 38), y allí lo encontramos, cuando tenía doce años, “sentado entre los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas” (Lc. 2, 46); sube a Jerusalén cada año para las fiestas y acude al templo a orar y a enseñar. Llega inclusive a identificarse con el Padre llamando al templo su casa: “mi casa será casa de oración, pero vosotros la habéis hecho una cueva de bandidos” (Lc. 19, 46); pero es consciente que la misión del templo está llegando a su fin; ya no será imprescindible, ya no será el centro del culto: “Créeme, mujer: - dijo Jesús a la samaritana - se acerca la hora en que ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre, …. Se acerca la hora, ya está aquí, en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad, porque el Padre desea que lo adoren así. Dios es espíritu, y los que adoren deben hacerlo en espíritu y verdad” (Jn. 4, 21 – 24). En otra ocasión, estando en el templo, Jesús  proclamó proféticamente: “Destruid este templo, y en tres días lo levantaré” (Jn. 2, 19) y el evangelista, por si acaso, acude a explicárnoslo: “Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y creyeron a la Escritura y a la Palabra que había dicho Jesús” (Jn. 2, 21 – 22).
- Si me permites resumir, yo diría, Maestro, que en la nueva economía de la salvación el centro de nuestro culto, no es el templo, ningún templo, por muy rico y hermoso que sea, sino la persona de Jesucristo Resucitado y por Él, con Él y en Él, animados por el Espíritu, adoramos al Padre por siempre.
- Amén, contestó el ermitaño.
Y a continuación añadió:
- Recitemos el Salmo 14, y preguntémonos si de verdad estamos en el único templo del Señor Dios.
Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda
y habitar en tu monte santo?
El que procede honradamente 
y practica la justicia,
el que tiene intenciones leales
y no calumnia con su lengua,
el que no hace mal a su prójimo 
ni difama al vecino;
el que considera despreciable al impío
y honra a los que temen al Señor,
el que no retracta lo que juró
aun en daño propio,
el que no presta dinero a usura
ni acepta soborno contra el inocente.
El que así obra nunca fallará.