Primer Domingo de Cuaresma C
Evangelio
según san Lucas, 4, 1 - 13.
En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo,
volvió del Jordán y, durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por
el desierto, mientras era tentado por el diablo. Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió
hambre.
Entonces el diablo le dijo:
- Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan. Jesús le contestó: - Está escrito: “No sólo de pan vive el hombre”. Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo: - Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo. Jesús le contestó: — Está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”. Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo: - Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: “Encargará a los ángeles que cuiden de ti”, y también: “Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras”. Jesús le contestó: —Está mandado: “No tentarás al Señor, tu Dios”. Completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión. |
- Maestro, ya estamos otra vez en cuaresma.
- Ya estamos otra vez en
cuaresma. Tú todavía no lo percibes porque eres muy joven, pero el tiempo pasa
rápidamente.
Hubo unos momentos de
silencio, pero el discípulo había empezado y no estaba dispuesto a perder la
iniciativa.
- Maestro, ¿te puedo
preguntar?
- De acuerdo, tu pregunta y
yo, si lo sé, te contestaré, y si no lo sé, pues te diré que no lo sé. ¿Vale?
- Vale. ¿De verdad Jesús fue
tentado?
- Sin duda fue tentado, pero
con tu permiso hago una breve introducción técnica. Las tentaciones de Jesús
vienen relatadas detalladamente por los evangelistas Mateo y Lucas – Marcos se
refiere a ellas sin describirlas – pero en diferente orden: la primera
tentación es la misma para los dos, mientras que las otras dos están
intercambiadas: la segunda según Mateo sería la tercera de Lucas y viceversa la
segunda de Lucas sería la tercera de Mateo. Como hoy, y durante este año
proclamamos el evangelio de Lucas seguiremos, como es obvio, el orden de este
autor.
Como te decía antes, sin
duda Jesús fue tentado. En cuánto hombre Jesús era débil, y se preguntaba por
qué tenía que padecer, por qué pasar hambre. En cuanto Dios – “Hijo de Dios” le
llamaba el tentador - ¿por qué no iba a convertir las piedras en pan para
satisfacer sus necesidades? Es cierto
que Jesús podía hacerlo; nunca convirtió piedras en panes pero con cinco panes
y dos peces sació a unos cinco mil hombres y aún sobraron doce cestos de trozos
(Cfr. Lc. 9, 12 – 17), pero no se trataba si tenía o no poderes, sino a quién
obedecía.
Aquí se manifiesta la
necesidad del discernimiento. Con frecuencia la tentación se nos presenta con
piel de cordero, pero debemos averiguar si efectivamente dentro no está un lobo
feroz.
La segunda tentación también
tiene su lógica: Si eres Hijo de Dios tienes derecho a poseer y a disponer de
todos los reinos de la tierra, ¿por qué vivir como un andrajoso indigente
perdido en este desierto?
El tentador tenía razón;
Jesús era – y es – el Señor del cielo y de la tierra y el día de su ascensión “subió al
cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para
juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin” (Credo Nicenoconstantinopolitano); se trataba tan solo
de adelantar un poco los tiempos, de saltarse un ‘pequeño’ capítulo: los tres
años de la vida pública, su pasión, muerte y resurrección, es decir, renunciar
a cumplir la misión que le había encomendado el Padre, precisamente liberar al
hombre rescatándolo del poder del maligno.
Por último también la tercera tentación tiene su
ardid. El tentador cita las Escrituras para convencerle a abdicar de sus
principios. De hecho le recuerda el Salmo 91, 10 – 13, que dice:
“No se acercará la desgracia,
ni la plaga llegará hasta tu tienda,
porque a sus ángeles ha dado órdenes
para que te guarden en tus caminos.
Te llevará en sus palmas,
para que tu pie no tropiece en la
piedra;
caminarás sobre áspides y víboras,
pisotearás
leones y dragones”.
Es cierto que la Biblia, en una lectura
superficial y/o interesada sirve tanto
para un roto como para un descosido, es decir que afirma tanto una cosa como su
contraria. Por eso Jesús le contesta con otra frase bíblica: “No tentaréis al
Señor, vuestro Dios …” (Deut. 6, 16). La Biblia no es un libro de enigmas que
hay que leer e interpretar, sino la palabra de Dios que hay que escuchar y
meditar. Hay que “rezarla” y así encontrarás en cada momento la respuesta
adecuada a tus dudas, preguntas y hasta a tus sufrimientos.
- Maestro, ¿las tentaciones sucedieron tal como nos
las narran los evangelios, el diablo llevando a Jesús, subiéndolo a una montaña
alta, al pináculo del templo … etc.?
- Esa es la pregunta del millón y que yo deseaba que
no me hubieras hecho, pero te daré mi parecer. Vaya por delante mi respeto a
los textos bíblicos y la aceptación de la posibilidad de que las cosas
sucedieran exactamente como las narran los evangelistas, pero también pudieron
ocurrir de otra manera. Te propongo una alternativa: Jesús recibe el bautismo
en el Jordán y a continuación se retira al desierto para dar inicio a su
misión. Ve, como en una película, la tarea ingente que se le viene encima:
asechanzas, incomprensiones, traiciones,
… y siente la tentación de escabullirse, de escurrir el bulto. ¿Por qué
sufrir? ¿Por qué no presentarse como lo que realmente es, el Hijo de Dios, el
Rey del Universo, hacer unas cuántas virguerías y así zafarse de todo lo
demás? Y esta experiencia de rebeldía –
de tentación – los evangelistas las describen con una magnífica literatura, es,
si me permites la comparación, el vestido que resalta la belleza de un cuerpo
ya, de por sí, hermoso.
- He entendido. Gracias, Maestro.
- Quisiera añadir algo más, un apéndice o epílogo.
- ¡Si!
- Fíjate en la última frase: “acabada toda tentación, el demonio se marchó hasta otra ocasión”. Esto
me hace suponer que las tentaciones no fueron unos hechos puntuales al
principio del ministerio y a partir de ahí todo fue ‘coser y cantar’. El
demonio volvió muchas veces a lo largo de su camino; cabe suponer que estuvo
siempre al acecho intentando frustrar su obra.
¿Acaso no estaba clavando su daga cuando Jesús exclamó: “Padre, si quieres, aparta de mi este cáliz”?
pero, como en las tentaciones, también aquí rectifica: “pero que no se haga mi voluntad, sino la tuya” (Lc. 22, 42); o
cuando en el momento cumbre de su pasión, sintiendo una tremenda soledad grita:
“Eloí, Eloí, lemá sebactani, es decir,
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mc. 15, 34), aunque a
continuación recuperando la plena confianza “clamando
con voz potente dijo: “Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu”” (Lc. 23,
46).
-
Cierto, no le resultó nada fácil.
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