Solemnidad de San Pedro y San
Pablo
De la segunda
carta a Timoteo 4, 6 - 8. 17 - 18.
Querido
hermano:
Yo estoy a
punto de ser sacrificado, y el momento de mi partida es inminente. He
combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe.
Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me
premiará en aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a su
venida.
El Señor me
ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje, de modo que lo
oyeran todos los gentiles. Él me libró de la boca del león. El Señor seguirá
librándome de todo mal, me salvará y me llevará a su reino del cielo. A él la
gloria por los siglos de los siglos. Amén.
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Evangelio según san Mateo, 16, 13 - 19.
— ¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?
Ellos contestaron:
— Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.
Él les preguntó:
— Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
Simón Pedro tomó la palabra y dijo:
—Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.
Jesús le respondió:
— ¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado
nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo:
Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del
infierno no la derrotará.
Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra
quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en
el cielo.»
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Muy temprano estaba ya el discípulo junto a la gruta
de ermitaño para compartir con él la oración de la mañana.
- ¿Es que no duermes por las noches? ¿A qué hora te levantas?, dijo el anciano a guisa de saludo.
- Buenos días, Maestro. En verano los domingos, y solo
los domingos, me levanto a las cuatro o un poco antes, y en invierno alrededor
de las cinco, pero como amanece más tarde me cuesta mucho más.
- ¡Ya tiene mérito, ya! ¡Que Dios te bendiga. Y, si te
parece entramos ya en materia, porque el tema que nos ofrece la liturgia de hoy
es fascinante.
- ¿Te refieres a la solemnidad de San Pedro y San
Pablo? preguntó el discípulo.
- Son los dos grandes pilares de la Iglesia, Pedro y
Pablo, Probablemente también los demás apóstoles hicieron una ingente labor de
evangelización, pero al no dejar testimonio escrito, quedan un poco más en la
penumbra. Hay documentos y testimonios de otros apóstoles pero, aunque
importantes como las cartas apostólicas de Juan y de Santiago con grande
contenido teológico, sus figuras tienen menos impacto que las de Pedro, quién
recibió la primacía "primus inter pares" del mismo Jesús y Pablo que
convertido del judaísmo más integrista se proclamó "apóstol de los
gentiles" llevando la verdad del evangelio a todo el mundo entonces
conocido. Estos dos, juntamente con Santiago el Mayor en Compostela, permanecen
vivos en la memoria al estar enterrados en sendas basílicas que ofrecen a los
cristianos la posibilidad de recodarlos y venerarlos. De los demás apenas
quedan leyendas más o menos piadosas pero carentes de fundamento histórico. San
Juan fue enterrado en la grandiosa basílica a él dedicada en Éfeso, pero hoy
tan solo quedan ruinas y el lugar donde estuvo, y ya no está, su cuerpo.
Se decía que el apóstol Felipe fue enterrado en
Hierápolis, hoy Pamukkale; parece ser que hace unos dos años aproximadamente localizaron
sus restos, - sesudos arqueólogos y científicos así lo aseguran - pero al
encontrarse en territorios de fe exclusivamente musulmana, aunque bastante
tolerante, es difícil rendirles "in situ" el culto que se merecen.
- Maestro, ¿tú has estado por allí?- Si, he estado en Santiago de Compostela, y el Roma he visitado las basílicas de San Pedro en el Vaticano y de San Pablo "extra-muros" en la via Ostiense, ...
- Me refería sobre todo a Éfeso y a Hierápolis.
- Sí, también he estado varias veces en dichas ciudades
y en otras muchas de las actuales Turquía, Siria y Jordania, además de Israel y
parte de Egipto, y se te estalla de dolor el corazón al contemplar a qué han
quedado reducidos tantos siglos de presencia cristiana; lugares e iglesias donde se configuró realmente la Iglesia de Jesucristo en los primeros siglos de su historia. Quedan
algunos montones de escombros y nada más.
Hemos divagado demasiado. Volvamos a los personajes -
santos - que hoy nos convocan: Pedro y Pablo. Proceden de lugares, estamentos y
hasta culturas diferentes:
* Pedro,
era galileo, pescador, se supone que de origen humilde, bregaba día y noche
para llevar el sustento a su familia. Probablemente nunca había salido de
Cafarnaun y alrededores, salvo, quizás, alguna escapada a Jerusalén para la
fiesta de pascua o la de los tabernáculos. Llegó a Jesús por seducción: estaba
pescando con su hermano Andrés cuando pasó Jesús por allí y les propuso que le
siguieran. Quedaron tan impactados con aquella invitación que lo dejaron todo y
lo siguieron.* Pablo, procedía de la diáspora, de Tarso en la Asia Menor. Su padre, rico comerciante, había conseguido para sí y para su familia el honor de la ciudadanía romana que era todo un privilegio. De joven se trasladó a Jerusalén para estudiar en la prestigiosa escuela de Gamaliel. No fue seducido por Jesús, sino vencido por él. Joven inquieto e impetuoso declaró la guerra a Jesús y a sus seguidores, y fue vencido por Jesús cuando se dirigía a Damasco para martirizar a los discípulos del Señor como ya había hecho en Jerusalén con el diácono Esteban. Derribado del caballo, mordió el polvo, y honrado como era, reconociendo su derrota, se puso totalmente y sin ambages al servicio de su nuevo Señor que le había vencido en tan singular batalla.
De distintas procedencias, por caminos diferentes, a veces enfrentados como nos cuenta el mismo Pablo: "Ahora bien, cuando llegó Cefas a Antioquía, tuve que encararme con él, porque era reprensible. En efecto, antes de que llegaran algunos de parte de Santiago, comía con los gentiles; pero cuando llegaron aquellos, se fue retirando y apartando por miedo a los de la circuncisión" (Gal. 2, 11 - 12), los dos convergían en un mismo punto: servir al Señor Jesús y anunciar su verdad asumiendo todas las consecuencias.
Pedro lo manifiesta en el evangelio que se proclama hoy. Tengo
no obstante la impresión, y que me perdonen los que saben, que esa confesión
por parte de Pedro de la divinidad de Jesús está reelaborada a partir de la
experiencia de la resurrección; en aquel momento era prematura. Así que voy a
tomarme la licencia, llevado más por la fantasía que por la razón de reescribir
este párrafo:
Les pregunta Jesús:
- Y para vosotros, al margen de dimes y diretes, de
definiciones profundas y sesudas, para vosotros, ¿quién soy?
- Para nosotros - contesta Pedro - para nosotros tú lo
eres todo, eres como Moisés para Josué y
para el pueblo de Israel, eres como el profeta Elías para Eliseo, para nosotros
tu eres como un dios, ¿no ves que lo
hemos dejado todo y te hemos seguido? (Mt. 19, 27). Y lo han seguido hasta
la muerte y, en el caso de Pedro, muerte en cruz.
Pablo lo describe con todo realismo en la carta a Timoteo
que la liturgia proclama hoy: "Yo
estoy a punto de ser sacrificado, y el momento de mi partida es inminente. He
combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora
me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en
aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a su venida";
lo cierto es que los dos, después de haber desgastado sus vidas en anunciar el evangelio,
derramaron su sangre - según la tradición el mismo día - en testimonio de su fe
en Jesucristo Resucitado.
Para terminar, quisiera formular dos preguntas:
1ª - ¿Qué contestaría yo si Jesús me preguntara - de
hecho me lo pregunta cada día - ¿quién soy yo para ti? ¿qué experiencia tienes
de mi persona, de mi amor, de mi ternura? ¿qué espacio ocupo yo en tu vida, en
tu corazón, en tu persona?
2ª - ¿Cuando llegue el momento podré yo decir
abiertamente como Pablo: "He
combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe"?- ¡Ojalá! dijo el discípulo.
- ¡Dios lo quiera! respondió el ermitaño.
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