Fiesta del Bautismo del Señor B
Evangelio según san Marcos, 1, 7 -
11.
En aquel tiempo, proclamaba Juan:
— Detrás de
mi viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle
las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu
Santo.
Por
entonces llegó Jesús desde Nazaret de Galilea a que Juan lo bautizara en el
Jordán. Apenas salió del agua, vio rasgarse el cielo y al Espíritu bajar
hacia él como una paloma. Se oyó una voz del cielo:
— Tú eres
mi Hijo amado, mi predilecto.
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- Buenos días, amigo mío,
En seguida se percató el Maestro
que uno de los compromisos de año nuevo de su discípulo era “guardar las
formas”. ¿cuánto le duraría?, tampoco importaba mucho; lo verdaderamente
importante era que su joven discípulo seguía creciendo y, con ocasión de nuevo
año, se había fijado nuevas metas, hecho nuevos propósitos.
- ¿Maestro, por qué la liturgia
coloca a continuación de la Epifanía la celebración del Bautismo del Señor? ¿No
es demasiado rápido?
- Hay muchas razones. Ante todo
piensa que toda la vida, milagros y enseñanzas de Jesús viene condensada en un
año o ciclo litúrgico, así que hay que abreviar necesariamente, pero creo que
hay otra razón de carácter psicológico. El ciclo Navideño es muy importante,
¿qué duda cabe?: el Dios Eterno y Omnipotente se hace hombre y se presenta ante
los hombres, sean esos pastores, nómadas, pobres y analfabetos, o magos,
hombres ricos y de ciencia, capaces de leer el cosmos, como un niño pequeño,
aparentemente indefenso, necesitado de cariño y de protección.
Esta imagen despierta en nuestro
corazón sentimientos de ternura y hasta
de conmiseración. Pero tenemos que despertarnos y darnos cuenta que Jesús no es
solo el niño de Belén, sino el adulto que predica, que realiza milagros, que
ama, que sufre, que muere y que resucita. En definitiva que nos salva.
Debemos mantener en nuestra
memoria la imagen de Belén como dulce recuerdo, pero nuestra atención debe de
estar en lo que dice y en lo que hace, como estaban las multitudes que lo
seguían o como estaba María, sentada a sus pies en el hogar de Betania.
- ¿Entonces esta fiesta del
Bautismo del Señor no tiene nada que ver con el tiempo navideño que acabamos de
vivir?
- Es una fiesta puente entre la
Navidad y el resto del año. Intentaré explicarme: Jesús había sido acogido y
objeto de admiración por parte de muchas personas: sus padres, los ángeles, los
pastores, los magos, los profetas Simeón y Ana, etc. pero faltaba la
confirmación del Padre. El Padre era el notario encargado de validar la persona
de Jesús, como Hijo de Dios, y por consiguiente autentificar todo su
ministerio: “Tú eres mi Hijo amado, en ti
me complazco”, aunque a mí me gusta más la versión de Mateo. “Este es mi Hijo amado, en quién me
complazco” (Mt. 3, 17).
- ¿Por qué le gusta más la
versión de Mateo?
- Es evidente que en las
versiones de Marcos y de Lucas todos los
presentes perciben el milagro y oyen la voz, pero esta se manifiesta como un
diálogo personal e intimo entre el Padre y Jesús: “Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco”, Es como una
confirmación personal, como si Jesús no supiera hasta entonces, o dudara, de
quién era. Por el contrario en la versión de Mateo la voz se dirige a los presentes
– y a todos nosotros –: "escuchad bien todos los que buscáis la verdad: “este es mi Hijo amado, en quién me
complazco”. Más allá de un diálogo personal en el Bautismo de Jesús en el
Jordán el Padre lo presenta a la humanidad como lo que es: el Hijo de Dios.
Y de aquí el segundo apoyo de
este puente: contemplad con cariño y veneración la imagen del Niño Jesús en
Belén, pero sobre todo seguid, escuchad y venerad al Jesús de Nazaré, al
predicador incansable, al fustigador de los poderosos, fueran políticos o
religiosos, de los cobardes y usureros, de los aprovechados y engreídos, al
amigo de los pobres, cercano a los enfermos y pecadores y que no tenía reparo
en ensuciarse la manos con barro hecho con la propia saliva si con ello
devolvía la vista a un ciego.
Este es el Jesús que vamos a seguir
a partir y este domingo y durante el resto del año litúrgico.
- Amén, dijo el discípulo.
El Maestro lo miró y sonrió.
Cierto que tenía que cuidar un poco sus modales, pero ahora se estaba pasando …
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