Segundo Domingo del tiempo ordinario, B
Evangelio según san Juan 1, 31 - 42.
En aquel tiempo, estaba
Juan con dos de sus discípulos y, fijándose en Jesús que pasaba, dice:
—Este es el Cordero de
Dios.Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al ver que lo seguían, les pregunta: —¿Qué buscáis? Ellos le contestaron: —Rabí (que significa Maestro), ¿dónde vives?
Él les dijo:
- Venid y lo veréis.Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día; serían las cuatro de la tarde.
Andrés, hermano de Simón
Pedro, era uno de los ¿os que oyeron a Juan y siguieron a Jesús; encuentra
primero a su hermano Simón y le dice:
- Hemos encontrado al
Mesías (que significa Cristo).Y lo llevé a Jesús. Jesús se le quedó mirando y le dijo: - Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas (que se traduce Pedro). |
- Buenos días, Maestro, dijo el discípulo asomando la cabeza en la cueva.
- Buenos
días, amigo mío, entra y cierra la puerta, porque hace mucho frío.
- No sé qué elegir, si el frío de fuera o el
humo de dentro.
- No te
preocupes, la leña está mojada y hace mucho humo, pero te irás habituando y te
aseguro que cerca junto a la hoguera se está calentito y el humo es
desinfectante.
Se sentó el
discípulo al otro lado del fuego y notó lo agradable que resultaba el chispear
de la leña y, de verdad, que cuanto más cerca estaba de la hoguera menos humo
había; este iba hacia arriba y daba un par de vueltas por la celda hasta
encontrar un agujero que en su día el ermitaño había practicado en el techo de
su “casa”.
- Maestro,
siguió el discípulo, el evangelio de hoy va de maestros, uno que termina su
misión, Juan el Bautista, y otro que inicia la suya, Jesús, y los discípulos
que pasan del uno al otro.
- Has
resumido muy bien su contenido. Efectivamente es así. Pero permíteme que te
analice este traspaso de poderes – este sí que fue un traspaso modélico y no
otros – desde mi punto de vista. - ¡Adelante, Maestro!
- Creo que
cuando uno es joven como tú no lo entiende. Tú estás creciendo, cada día
significa una nueva experiencia, vas abriendo capítulos, pero llegas a un
momento en la vida en que empiezas a descender, a cerrar capítulos y a dejar
paso a los demás y hay que ser muy equilibrado y muy generoso para afrontar
este momento con madurez y Juan Bautista lo vivió de una manera admirable. A él
se le había confiado una misión concreta: ser el Precursor, es decir, ir por
delante, preparar el camino para que cuando llegara el Señor encontrara el
terreno preparado, por lo menos algunos corazones asequibles.
Este
encuentro con Jesús es el momento cumbre de su historia, la entrega de la
antorcha, el momento del relevo. “Este es el cordero de Dios”, este es Él. Esto puede parecer fácil pero no lo es. Sus
discípulos tienen que seguir creciendo y lógicamente siguen a Jesús. Hagamos un
ejercicio de empatía. Miremos a Juan sentado en una piedra viendo como Jesús se
aleja, como sus propios discípulos le siguen y como, poco a poco, sus siluetas
se pierden en el horizonte y, mirando alrededor, se topa con su soledad. Se
levanta y, cabizbajo, se dirige hacia el desierto.
- Maestro, no
lo había visto así, y me da mucha pena, pues veo que la vejez es muy triste.
- No
necesariamente, depende de cómo lo vivas. Si quieres mantener las mismas
actividades, el mismo poder, que tenías cuando eras joven, en definitiva, si
permaneces agarrado al sillón, sufrirás mucho, pero si disfrutas de los dones
que la vida te da en cada situación concreta, serás feliz, y sobre todo cuando
puedes exclamar como Juan: “misión cumplida”. Y Juan, más allá del desgarro
emotivo inmediato, tenía motivos sobrados para sentirse plenamente satisfecho.
¿Acaso existió alguien en la historia
que haya cumplido con mayor esmero y generosidad su misión? NO. No sé por qué pero en este momento me
viene a la mente un canto de Cesáreo
Gabaráin: “Al atardecer de la vida
me examinarán el amor”. ¿Qué nota pondríamos a Juan al atardecer de su
vida?.
¡Ojalá, llegando
a la madurez, pudiéramos decir parafraseando al profeta Simeón : “Ahora, Señor,
según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque me hiciste, me
preparaste para una tarea y la he realizado con toda la dignidad de que soy
capaz y ahora me pongo en tus manos de Padre”
Pero el
evangelio de hoy tiene una segunda parte; si por un lado contemplamos el ocaso
de Juan el Bautista, por otro vemos el surgir de una nueva – y definitiva -
comunidad: la de Jesús de Nazaret. Quisiera analizar solamente dos detalles de las actitudes de los discípulos y lo haré de manera telegráfica:
1 - la rapidez con que siguen al nuevo Maestro. Cabe pensar que también a ellos se les rompió el corazón tener que abandonar a Juan, pero la sequela Christi (seguimiento de Cristo) supone siempre la ruptura de muchas ataduras;
2 – la
inmediata evangelización. Han tenido la gran suerte de encontrar al Mesías, al
que todos de una manera o de otra esperaban, y no pueden callárselo, sino comunicarlo a los demás, empezando,
tenlo en cuenta, por los suyos, por los miembros de su familia. Seguro que esto
es algo más que una casualidad.
- Si,
Maestro, lo tendré en cuenta.- ¡Ale! Recemos Laudes. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
. Amén.
Dios mío, ven
en mi auxilio.- Señor, date presa en socorrerme. …
No hay comentarios:
Publicar un comentario