Cuarto Domingo de Cuaresma B
Evangelio
según san Juan 3, 14 - 2 1.
En aquel
tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:
— Lo
mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado
el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.
Tanto
amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de
los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su
Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que
cree en él no será juzgado; el que no cree ya esta juzgado, porque no ha
creído en el nombre del Hijo único de Dios.
El
juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron
la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra
perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado
por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para
que se vea que sus obras están hechas según Dios.
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El Maestro había salido de su cueva y hecho los ejercicios físicos de
costumbre se sentó en su poyo de siempre y mientras daba gracias a Dios por el
nuevo día, esperaba, como cada mañana de
domingo, la llegada del discípulo.
Este llegó puntualmente, y sin mediar cualquier otra palabra pregunta a
bocajarro:
- Maestro, ¿conoces Monte Nebo, dónde según tradición murió Moisés?
El Maestro miró a su amigo, le sonrió y calló durante un rato. Le
disgustaba que fuera tan impetuoso, no respetara las formas y no le saludara
correctamente a su llegada. Pensó en la posibilidad de corregirlo, pero sabía
sobradamente cuanto sufría el discípulo cada vez que le llamaba la atención por
este hecho, y decidió proseguir como si nada …
- La muerte de Moisés en el
Monte Nebo es algo más que una tradición, es un hecho descrito en la
Biblia. En el último capítulo del
Deuteronomio dice: “ Moisés subió de la
estepa de Moab al monte Nebo, a la cima del Pisgá, frente a Jericó; y el Señor
le mostró toda la tierra: Galaad hasta Dan, todo Neptalí, el territorio de
Efraín y Manasés, y todo el territorio de Judá hasta el mar occidental, el
Negueb y la comarca del valle de Jericó (la ciudad de las palmeras) hasta Soar;
y le dijo: <>. Y allí murió
Moisés, siervo del Señor, en el
territorio de Moab, como había dicho el Señor” (Dt. 34, 1 – 5).
Sí, estuve alguna vez en el Monte Nebo, y te puedo asegurar que la
descripción del Deuteronomio es exacta. A los pies de la montaña, el valle del
mar Muerto, un poco a la derecha la ciudad de Jericó con su historia y su verde
llanura, y en el fondo a la izquierda, la ciudad Santa de Jerusalén. El único
inconveniente es que estas vistas generalmente más que contemplarlas hay que
imaginarlas, pues la evaporación de las aguas del mar Muerto produce una
neblina casi permanente que impide una visión clara de lo descrito. ¿Pero a qué
viene esta pregunta?
- Es que he leído en algún lugar que allí hay un monumento a la
serpiente de bronce que, por mandato del Señor, hizo Moisés y colocó en un
estandarte (cfr. Num. 21, 4 – 9)?
- Has leído bien. Efectivamente en el lugar más elevado del monte hay
una escultura moderna, elaborada en hierro, que representa un estandarte con
una serpiente enroscada, pero que vista a cierta distancia te recuerda un
crucifijo, en clara alusión al evangelio que proclamamos este domingo.
- He visto alguna ilustración, pero, Maestro, háblame del evangelio de
hoy.
- En primer lugar insisto en lo que te vengo contando en estos domingos
de cuaresma: Jesús está muy preocupado por la pasión que se avecina. Por
supuesto que está preocupado por si mismo, pues como llegará a decir en algún
momento “el espíritu está pronto, pero la
carne es débil (Mt. 26, 41), pero sobre todo le inquieta la fe de sus
discípulos y como reaccionarán ante su pasión y muerte. Intenta por todos los
medios que no lo vivan como un fracaso y como el final de algo que pudo ser y
no fue. Hay que decir que a pesar de sus esfuerzos no tuvo mucho éxito; los
discípulos solo comprendieron todo el misterio con la efusión del Espíritu
Santo el día de Pentecostés.
En segundo lugar, quisiera subrayar la imagen que tu has propuesto: la
serpiente elevada en un mástil. La Biblia nos dice que: “cuando una serpiente mordía a alguien, este miraba a la serpiente de
bronce y salvaba la vida” (Num. 21, 9). No había más gestos, más mediadores
o intermediarios; la sanación era inmediata. Y Jesús dice: “así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que
cree en Él tenga vida eterna”. Reformulando el paralelismo podríamos decir:
el que herido por el pecado, fije sus ojos con fe en el crucificado, quedará
sanado y alcanzará la vida eterna. ¿No hemos colocado demasiadas trabas,
barreras y condiciones para alcanzar la sanación que de manera tan gratuita nos
ofrece Jesús?
El Maestro calló, dando por terminada su explicación dominical. Se hizo
un largo silencio. El discípulo bajó la cabeza y meditó. Al ver que el Maestro
cogía el libro de la Liturgia de las Horas, intervino:
-¡Maestro!
-¿Qué? contestó mientras pasaba las páginas y organizaba con las cintas
el rezo de la oración matinal.
- Yo esperaba algo
más, por ejemplo que me explicaras aquello de: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Unigénito para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el
mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya
esta juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios”.
- Tienes razón, se
me había pasado. Se ve que el Alzheimer me está afectando . La primera parte de esta afirmación, vista
desde nuestra perspectiva resulta evidente, y solo podemos manifestar nuestro
agradecimiento por tanta gratuidad. La segunda parte sí que puede requerir
alguna reflexión. Quizás tengamos que desterrar de nuestra memoria la imagen de
Cristo Juez, o aún peor, Justiciero, tantas veces proclamada en algunas
oraciones presentes en la Iglesia, como por ejemplo, el acto de contrición, “también me arrepiento porque puedes
castigarme con las penas de infierno” o el famoso himno medieval “dies
irae, dies illa” que se cantó durante siglos en la mayoría de los funerales,
que resulta ser de una singular belleza pero un tanto terrorífico. Y no
hablemos de los “novísimos del hombre”: muerte, juicio, infierno o paraíso.
Creo que nos hemos pasado un poco en el tema del “juicio”.
- Pero. Maestro,
Mateo nos dice en su evangelio que Jesús vendrá en el día del Juicio final a juzgar a todas las naciones, y al final
añade: “y estos irán al castigo eterno y
los justos a la vida eterna”(Cfr. Mt. 25, 31 – 46).
- Antes que
me taches como hereje, diré que recito todos los días el Credo de la Iglesia
Católica y en las dos formulaciones dice “vendrá
a juzgar a vivos y muertos”; lo que pretendo exponer es que será un juicio
“sui generis”. Cuando dice que “separará a unos de otros como el pastor
separa las ovejas de las cabras”, no determinará quién es oveja y quién es
cabra. Cada cual se habrá mirado al espejo y sabrá que aspecto tiene. En este
momento cumbre no valdrán ni mentiras,
ni máscaras, ni engaños. Cada cual conocerá perfectamente quien es –
oveja o cabra - e irá a ocupar el lugar
que le corresponda. Jesús no te condenará, te condenará tu propia conciencia y
el Juez apenas rubricará, como si de un notario se tratara, tu propio destino,
por eso dice el evangelio de hoy: “Porque
Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo
se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya esta
juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios”.
- Maestro, no
conozco el himno que mencionaste “dies irae, dies illa”.
- Vale, te lo
pasaré por escrito, pero recemos laudes, porque se está haciendo tarde.
Dies irae, dies illa,
Solvet saeclum in favilla
Teste David cum Sibylla.
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Aquel día, día de ira,
reducirá este mundo a cenizas,
como profetizaron David y la Sibila.
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Quantus tremor est futurus,
Quando iudex est venturus,
Cuncta stricte discussurus!
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¡Cuánto terror sobrevendrá
cuando venga el Juez
a pormenorizar todas las cosas con estricto rigor!
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Tuba mirum spargens sonum
Per sepulchra regionum
Coget omnes ante thronum.
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La trompeta, esparciendo un maravilloso sonido
por todos los sepulcros del mundo,
reunirá a todos ante el trono.
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Mors stupebit et natura,
Cum resurget creatura
Iudicanti responsura.
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La muerte y la naturaleza quedarán estupefactas
cuando resuciten las criaturas
para responder a su Juez.
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Liber scriptus proferetur,
In quo totum continetur,
Unde mundus iudicetur.
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Saldrá a la luz el libro escrito
que todo lo contiene,
por el que el mundo será juzgado.
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Iudex ergo cum censebit,
Quidquid latet apparebit:
Nil inultum remanebit.
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Cuando al Juez le parezca oportuno,
todo lo oculto saldrá a la luz;
nada quedará impune.
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Quid sum miser tunc dicturus,
Quem patronum rogaturus,
Cum vix iustus sit securus?
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¿Qué podré yo, desdichado, decir entonces?
¿A qué protector invocaré,
cuando apenas los justos están seguros?
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Rex tremendae maiestatis,
Qui salvandos salvas gratis,
Salva me, fons pietatis.
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Rey de tremenda majestad,
que salvas gratis a quienes van a ser salvados,
sálvame, fuente de piedad.
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Recordare, Jesu pie,
Quod sum causa tuae viae,
Ne me perdas illa die.
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Recuerda, piadoso Jesús,
que soy la causa de tu camino,
no me pierdas aquel día.
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Quaerens me sedisti lassus,
Redemisti crucem passus,
Tantus labor non sit cassus.
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Buscándome, te sentaste cansado;
me redimiste padeciendo muerte de cruz;
no sea vano tanto esfuerzo.
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Iuste iudex ultionis,
Donum fac remissionis
Ante diem rationis.
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Juez que castigas justamente,
hazme el regalo del perdón
antes del día del juicio.
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Qui Mariam absolvisti
Et latronem exaudisti,
Mihi quoque spem dedisti.
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Tú, que absolviste a María
y escuchaste al ladrón,
también a mí me diste esperanza.
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Preces meae non sunt dignae,
Sed tu, bonus, fac benigne,
Ne perenni cremer igne.
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Mis ruegos de nada valen,
pero tú que eres bueno, haz misericordioso,
que no me queme en el fuego eterno.
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Inter oves locum praesta
Et ab haedis me sequestra
Statuens in parte dextra.
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Dame un lugar entre las ovejas
y separándome de los cabritos
colócame a tu diestra.
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Confutatis maledictis,
Flammis acribus addictis,
Voca me cum benedictis.
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Rechazados ya los condenados,
y entregados a las duras llamas,
llámame con los bienaventurados.
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Oro supplex et acclinis,
Cor contritum quasi cinis,
Gere curam mei finis.
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Suplicante y humilde te ruego,
con el corazón casi hecho ceniza:
toma a tu cuidado mi destino.
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Lacrimosa dies illa,
Qua resurget ex favilla,
Iudicandus homo reus;
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Día de lágrimas será aquel
en que resurja del polvo
el hombre culpable para ser juzgado.
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huic ergo parce, Deus.
Pie Iesu Domine,
Dona eis requiem.
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¡Perdónale pues, oh Dios,
Piadoso Señor Jesús
¡Dales el descanso!
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