Undécimo Domingo del tiempo ordinario B
Evangelio según san Marcos, 4, 26 - 34.
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:
— El reino de Dios se parece a un hombre que echa
simiente en la tierra.
Él duerme de noche y se levanta de mañana; la
semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va
produciendo la cosecha ella sola: primero los tallos, luego la espiga,
después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha
llegado la siega.
Dijo también:
— ¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué
parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la
semilla más pequeña, pero después brota, se hace más alta que las demás
hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros pueden cobijarse y anidar
en ellas.
Con muchas parábolas parecidas les exponía la
palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a
sus discípulos se lo explicaba todo en privado.
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-
Buenos días, Maestro, ya se acabaron las fiestas, dijo el discípulo cuando
llegó aquella mañana.
-
Buenos días, amigo mío. Efectivamente se acabaron por una temporada, las
grandes solemnidades litúrgicas. Son momentos muy fuertes, pero cansan.
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¿Cansan, Maestro?
-
Es un decir, pero me atrevo a afirmarlo.
Cuaresma, Pascua, tiempo Pascual, Pentecostés, Santísima Trinidad, Corpus
Christi, Sagrado Corazón de Jesús, son todos platos fuertes, pero cuando ingieres
muchos platos fuertes de manera tan continuada puedes coger un empacho de padre
y muy señor mío. Ahora recuperamos el tiempo ordinario, tiempo de serenidad y
de relax. No es que la liturgia de este tiempo esté vacía de contenido, todo lo
contrario, es como esa lluvia suave que cayendo incesantemente va calando y empapando
la tierra, haciéndola rica y fértil.
-
Maestro, por el camino venía pensando en el evangelio de hoy, y me pareció muy
sencillo; no necesita grandes explicaciones.
Como
el Maestro callara el joven continuó:
-
Quiere decir que nuestra fuerza está en Dios, Él es quién toma la iniciativa y
nos salva; su fuerza es – para
explicarlo de alguna manera - explosiva;
como ese diminuto grano de mostaza que se transforma por su fuerza intrínseca
en un hermoso arbusto. ¿Es así?
-
Es así, pero con algunos matices.
-
Adelante, Maestro.
-
Estas dos parábolas tanto en Marcos como en Mateo (Mt. 13, 31 – 32), se
refieren no al individuo, sino a la comunidad, es decir al reino de los cielos.
Solo tiene valor para el individuo en la medida en que este se adhiera libre y
plenamente al plan de Dios. Es cierto que Dios toma la iniciativa y que la
semilla va germinando y dará fruto sin la intervención del hombre, y si nos
quedamos solo en el texto que se proclama en este domingo disfrutaríamos de una gran quietud y
tranquilidad: todo está en manos de Dios y ya se encargará Él de llevar la
barca a puerto seguro. Te invito, no obstante, a leer estas parábolas en su
contexto.
Mateo
la hace preceder de otras parábolas, pero voy a subrayar fundamentalmente dos:
la
parábola del sembrador (Mt. 13, 3 –
23) en la que resulta evidente, que sí, la semilla crece y se reproduce, pero
solo una mínima parte, otra mucha y por múltiples circunstancias se pierde por
el camino, haciendo que resulten
inútiles los esfuerzos aplicados, y la parábola
de la cizaña (Mt. 13, 24 – 43) en la
que se manifiesta que no siempre el crecimiento es tan quieto, ya que otras
fuerzas interfieren para alterar los resultados.
Cuanto
a Marco cuyo evangelio estamos proclamando este año también coloca esta
parábola en el contexto de otras muchas, entre ellas la del sembrador (Mc. 4, 2
– 20).
Es
segura la presencia de Jesús y su asistencia en medio de nosotros, y son
múltiples las referencias evangélicas de las que solo citaré dos: “y sabed que yo estoy con vosotros todos los
días, hasta el final de los tiempos” (Mt. 28, 20), y “… edificaré mi Iglesia y el poder del infierno no la derrotará”
(Mt. 16, 18); por lo que debemos confiar pues Dios lleva la iniciativa, pero al
mismo tiempo nos invita a que participemos en su tarea – me atrevo a decir que
nos necesita – para seguir sembrando, cuidando y mimando la sementera, de
manera que la Palabra de fruto y este sea abundante. Concluyo con aquel refrán
español: “a Dios rogando y con el mazo dando”.
-
Maestro, tu crees que actualmente se está cuidando como se merecen los campos
sembrados?
-
¡Uff!, pregunta difícil de contestar pero, y solo como impresión personal, te
diré que tengo la sensación que en este momento de la historia, se están
haciendo esfuerzos ímprobos para mimar a los que han crecido en campos cercanos,
llámense anglicanos, lefebvrianos, etc., mientras se descuidan, se dejan morir
o se expulsan a muchos que han nacido y crecido en nuestro propio jardín.
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