XXIX
Domingo del Tiempo Ordinario A
Evangelio según san Mateo, 22, 15 - 21.
En aquel tiempo, se retiraron los fariseos y
llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una pregunta. Le enviaron
unos discípulos, con unos partidarios de Herodes, y le dijeron:
- Maestro, sabemos que eres sincero y que enseñas
el camino de Dios conforme a la verdad; sin que te importe nadie, porque no
miras lo que la gente sea. Dinos,
pues, qué opinas: ¿es lícito pagar impuesto al César o no?
Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús:
Le presentaron un denario. Él les preguntó:
- ¿De quién son esta cara y esta inscripción?
Le respondieron:
- Del César.
Entonces les replicó:
- Pues pagadle al César lo que es del César y a
Dios lo que es de Dios.
|
Pero,
repito, me parece demasiado sencillo; seguro, Maestro, que tú me dirás mucho
más.
Pero
empecemos por el principio: “entonces se
retiraron los fariseos y llegaron a un acuerdo para comprometer a Jesús con una
pregunta” (Mt. 22, 15). Es evidente que es una pregunta estudiada, capciosa. Jesús ya se encontraba en Jerusalén para la
fiesta de Pascua, y los poderes de la capital habían decidido acabar con Él. La
pregunta no busca la información o el conocimiento de la verdad; buscaban
simplemente causas para condenarlo tanto en los tribunales religiosos como en
los tribunales civiles, y lo consiguieron:
* ante el tribunal religioso lo acusaron de “haber dicho: ‘puedo destruir el templo de Dios y reconstruirlo en tres días” (Mt. 26, 61), aunque el motivo de la condena se produjo en el mismo tribunal al proclamar Jesús: “… yo os digo: desde ahora veréis al Hijo del hombre sentado a la derecha del Poder y que viene sobre las nubes del cielo” (Mt. 26, 64);
-
Si, se me ocurre …
-
Déjalo, no hagamos enemigos. Sigamos con el evangelio. La sentencia pronunciada
es intelectualmente clara y rotunda: “dad
al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”. Este mismo
principio lo encontraremos después en el Derecho Romano “suum cuique tribuere”, dar a cada cual lo suyo,
frase reelaborada en “unicuique suum” que todos conocemos y utilizamos con
frecuencia. Lo difícil es determinar qué es verdaderamente lo de Dios y
verdaderamente lo del César. ¿Esto parece un partido de fútbol, en situación de
empate: César 1 – Dios 1? Pues no, si aceptáramos el símil diríamos que Dios
gana por goleada, pues desde el momento en que Dios se hizo hombre, todo lo
humano fue asumido por Dios, de tal manera no diré que todo lo humano es
divino, para que no me acuses de panteísmo, pero, sí, diré que todo lo humano
está tocado por el dedo de Dios.
Resumiendo:
* el Amor (con mayúscula) es de Dios;
* la oración es de Dios;
* etc.; pero también:
* el amor (con minúscula) es de Dios;
* el sexo es de Dios;
* la mayoría de la actividad humana es de Dios.
En definitiva lo más importante no es exactamente lo que se hace sino por qué y cómo se hace. De todas maneras sigamos afirmando: “demos al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios” y quedaremos bien.
No hay comentarios:
Publicar un comentario