Decimocuarto Domingo del tiempo ordinario
B
Evangelio según san Marcos, 6, 1 - 6.
En aquel tiempo, fue Jesús a su pueblo en compañía
de sus
discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada:
— ¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa
que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el
carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y
sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?
Y esto les resultaba escandaloso.
Jesús les decía:
— No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes
y en su casa.
No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó
algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe.
Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.
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- Maestro,
Maestro, ¿Jesús tenía hermanos? ¿No decimos que es el Hijo Unigénito?
- Cada vez me haces preguntas más complicadas. Ante
todo cuando hablamos que Jesús es el Unigénito, decimos que es el Unigénito del
Padre, es decir que el tema de la encarnación es una aventura única e
irrepetible. Pero no excluye que el matrimonio de José y María tuvieran otros
hijos.
Ahora bien podemos afirmar que Jesús es el Unigénito
del Padre e hijo único de María. Ante todo, y hay que mencionarlo, está el
dogma de la virginidad de María “ante partum, in partu et post partum”. Sin
entrar en disquisiciones muy profundas vamos a proponer algunas reflexiones más
sencillas:
1º - Es de todos conocido que en muchas
civilizaciones y muy especialmente en Medio Oriente el término “hermano” tiene
todavía hoy dos acepciones:
A – lo que entendemos todos, dos personas hijas de
unos mismos padres;
B – también se llaman entre sí hermanos los miembros
de un mismo clan, lo que en nuestro lenguaje definimos como primos, parientes y
familiares, con la particularidad de que en estos casos no solo tienen un vínculo
sanguíneo, sino que tienen una misma religión, ideales y visión política.
2
– La virginidad de María sobrevoló el ánimo de los creyentes desde el principio
del cristianismo, aunque no fue definido como dogma, - verdad indiscutible –
hasta el Concilio o Sínodo de Letrán convocado por el Papa San Martín I en 649.
Es
cierto que en los primeros tiempos la comunidad de creyentes estaba centrada en
la figura de Jesús, el Resucitado, pero si
Jesús hubiera formado parte de una familia numerosa como se puede interpretar
del texto de San Marcos, algún rastro de sus hermanos y hermanas hubiera
quedado en la historia y en los escritos de los Padres de la Iglesia. Como
anécdota, recuérdese que los musulmanes – cuya historia empieza en el siglo VII
– veneran con gran devoción la familia del Profeta, su hija Fátima, su yerno y
sobrino Alí, sus nietos Hasán y Huseín, etc. a los cuales han dedicado hermosas
mezquitas a lo largo del mundo islámico.
Con
todo esto pretendo decir que más allá del dogma – que ya sería suficiente – no hay
ningún motivo convincente para pensar que Jesús tuviera hermanos carnales.
-
Pero el evangelio de hoy tiene otros detalles interesantes.
-
Efectivamente hay algunos detalles interesantes y, si me permites, voy a
subrayar dos.
-
Adelante, Maestro, te escucho.
-
En primer lugar está la soberbia del hombre incapaz de reconocer los valores de
los demás. Les resultaba evidente a los vecinos de Nazaret que Jesús tenía
sabiduría: “¿de dónde saca todo esto?
¿qué sabiduría es esa que le ha sido dada” y poderes extraordinarios :”¿y esos milagros que realizan sus manos?”, pero no pueden permitir que uno de ellos “el carpintero, el hijo de María, hermano de
Santiago y José y Judas” los supere, por lo que se escandalizan achacando
todo a algún poder maligno. ¡Si viniera de lejos, si fuera un desconocido o un
extraterrestre le harían caso, pero no
permitirían jamás que uno de los suyos les enseñara.
En
segundo lugar está el tema de la fe. Se dice que la fe mueve montañas, aunque es
una mala interpretación de Mt. 21, 21 – 22
“ … si tuviereis fe no vacilaseis
… diríais a ese monte ‘quítate y arrójate al mar’ y así se realizaría. Todo lo
que pidáis orando con fe, lo recibiréis”. El acento va puesto en la última
frase. La fe en sí no cura, no salva, pero toca de manera efectiva el corazón
del Padre, y el milagro se realiza. Curó a la hemorroisa porque tenía fe,
resucitó a la hija de Jairo porque este, en su angustia, tenía fe, no hizo allí ningún milagro porque no tenían
fe.
Una
curiosidad…
-
¿Cuál, Maestro?
-
Se supone que alguno tendría fe porque “curó algunos enfermos imponiéndoles las
manos”. Personalmente me resulta curiosa esta forma de redactar de San Marcos:
primero afirma rotundamente: “no pudo
hacer allí ningún milagro” para añadir a continuación: “solo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos”. Da la
sensación que Marcos vive tan extasiado ante los grandes milagros de Jesús que
curar enfermos es una minucia que no merece calificarlo como tal.
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