sábado, 28 de junio de 2014

Para ti, ¿QUIÉN SOY YO?


Solemnidad de San Pedro y San Pablo

De la segunda carta a Timoteo 4, 6 - 8. 17 - 18.
Querido hermano:
Yo estoy a punto de ser sacrificado, y el momento de mi partida es inminente. He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a su venida.
El Señor me ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el mensaje, de modo que lo oyeran todos los gentiles. Él me libró de la boca del león. El Señor seguirá librándome de todo mal, me salvará y me llevará a su reino del cielo. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.
Evangelio según san Mateo, 16, 13 - 19.
En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos:
— ¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?
Ellos contestaron:
— Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o    uno de los profetas.
Él les preguntó:
— Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» 
Simón Pedro tomó la palabra y dijo:
—Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.
 Jesús le respondió:
— ¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará.
Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo.»
 

Muy temprano estaba ya el discípulo junto a la gruta de ermitaño para compartir con él la oración de la mañana.

- ¿Es que no duermes por las noches? ¿A qué hora te levantas?, dijo el anciano a guisa de saludo.

- Buenos días, Maestro. En verano los domingos, y solo los domingos, me levanto a las cuatro o un poco antes, y en invierno alrededor de las cinco, pero como amanece más tarde me cuesta mucho más.
- ¡Ya tiene mérito, ya! ¡Que Dios te bendiga. Y, si te parece entramos ya en materia, porque el tema que nos ofrece la liturgia de hoy es fascinante.

- ¿Te refieres a la solemnidad de San Pedro y San Pablo? preguntó el discípulo.
- Son los dos grandes pilares de la Iglesia, Pedro y Pablo, Probablemente también los demás apóstoles hicieron una ingente labor de evangelización, pero al no dejar testimonio escrito, quedan un poco más en la penumbra. Hay documentos y testimonios de otros apóstoles pero, aunque importantes como las cartas apostólicas de Juan y de Santiago con grande contenido teológico, sus figuras tienen menos impacto que las de Pedro, quién recibió la primacía "primus inter pares" del mismo Jesús y Pablo que convertido del judaísmo más integrista se proclamó "apóstol de los gentiles" llevando la verdad del evangelio a todo el mundo entonces conocido. Estos dos, juntamente con Santiago el Mayor en Compostela, permanecen vivos en la memoria al estar enterrados en sendas basílicas que ofrecen a los cristianos la posibilidad de recodarlos y venerarlos. De los demás apenas quedan leyendas más o menos piadosas pero carentes de fundamento histórico. San Juan fue enterrado en la grandiosa basílica a él dedicada en Éfeso, pero hoy tan solo quedan ruinas y el lugar donde estuvo, y ya no está, su cuerpo.

Se decía que el apóstol Felipe fue enterrado en Hierápolis, hoy Pamukkale; parece ser que hace unos dos años aproximadamente localizaron sus restos, - sesudos arqueólogos y científicos así lo aseguran - pero al encontrarse en territorios de fe exclusivamente musulmana, aunque bastante tolerante, es difícil rendirles "in situ" el culto que se merecen.
- Maestro, ¿tú has estado por allí?

- Si, he estado en Santiago de Compostela, y el Roma he visitado las basílicas de San Pedro en el Vaticano y de San Pablo "extra-muros" en la via Ostiense, ...

- Me refería sobre todo a Éfeso y a Hierápolis.
- Sí, también he estado varias veces en dichas ciudades y en otras muchas de las actuales Turquía, Siria y Jordania, además de Israel y parte de Egipto, y se te estalla de dolor el corazón al contemplar a qué han quedado reducidos tantos siglos de presencia cristiana; lugares e iglesias  donde se configuró realmente la Iglesia de Jesucristo  en los primeros siglos de su historia. Quedan algunos montones de escombros y nada más.

Hemos divagado demasiado. Volvamos a los personajes - santos - que hoy nos convocan: Pedro y Pablo. Proceden de lugares, estamentos y hasta culturas diferentes:
* Pedro, era galileo, pescador, se supone que de origen humilde, bregaba día y noche para llevar el sustento a su familia. Probablemente nunca había salido de Cafarnaun y alrededores, salvo, quizás, alguna escapada a Jerusalén para la fiesta de pascua o la de los tabernáculos. Llegó a Jesús por seducción: estaba pescando con su hermano Andrés cuando pasó Jesús por allí y les propuso que le siguieran. Quedaron tan impactados con aquella invitación que lo dejaron todo y lo siguieron.

* Pablo, procedía de la diáspora, de Tarso en la Asia Menor. Su padre, rico comerciante, había conseguido para sí y para su familia el honor de la ciudadanía romana que era todo un privilegio. De joven se trasladó a Jerusalén para estudiar en la prestigiosa escuela de Gamaliel. No fue seducido por Jesús, sino vencido por él. Joven inquieto e impetuoso declaró la guerra a Jesús y a sus seguidores, y fue vencido por Jesús cuando se dirigía a Damasco para martirizar a los discípulos del Señor como ya había hecho en Jerusalén con el diácono Esteban. Derribado del caballo, mordió el polvo, y honrado como era, reconociendo su derrota, se puso totalmente y sin ambages al servicio de su nuevo Señor que le había vencido en tan singular batalla.
De distintas procedencias, por caminos diferentes, a veces enfrentados como nos cuenta el mismo Pablo: "Ahora bien, cuando llegó Cefas a Antioquía, tuve que encararme con él, porque era reprensible. En efecto, antes de que llegaran algunos de parte de Santiago, comía con los gentiles; pero cuando llegaron aquellos, se fue retirando y apartando por miedo a los de la circuncisión" (Gal. 2, 11 - 12), los dos convergían en un mismo punto: servir al Señor Jesús y anunciar su verdad asumiendo todas las  consecuencias.

Pedro lo manifiesta en el evangelio que se proclama hoy. Tengo no obstante la impresión, y que me perdonen los que saben, que esa confesión por parte de Pedro de la divinidad de Jesús está reelaborada a partir de la experiencia de la resurrección; en aquel momento era prematura. Así que voy a tomarme la licencia, llevado más por la fantasía que por la razón de reescribir este párrafo:
Les pregunta Jesús:

- Y para vosotros, al margen de dimes y diretes, de definiciones profundas y sesudas, para vosotros, ¿quién soy?
- Para nosotros - contesta Pedro - para nosotros tú lo eres todo, eres como Moisés para  Josué y para el pueblo de Israel, eres como el profeta Elías para Eliseo, para nosotros tu eres como un dios, ¿no ves que lo hemos dejado todo y te hemos seguido? (Mt. 19, 27). Y lo han seguido hasta la muerte y, en el caso de Pedro, muerte en cruz.

Pablo lo describe con todo realismo en la carta a Timoteo que la liturgia proclama hoy: "Yo estoy a punto de ser sacrificado, y el momento de mi partida es inminente. He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe. Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a su venida"; lo cierto es que los dos, después de haber desgastado sus vidas en anunciar el evangelio, derramaron su sangre - según la tradición el mismo día - en testimonio de su fe en Jesucristo Resucitado.
Para terminar, quisiera formular dos preguntas:

1ª - ¿Qué contestaría yo si Jesús me preguntara - de hecho me lo pregunta cada día - ¿quién soy yo para ti? ¿qué experiencia tienes de mi persona, de mi amor, de mi ternura? ¿qué espacio ocupo yo en tu vida, en tu corazón, en tu persona?
2ª - ¿Cuando llegue el momento podré yo decir abiertamente como Pablo: "He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe"?

- ¡Ojalá! dijo el discípulo.

- ¡Dios lo quiera! respondió el ermitaño.

 

sábado, 21 de junio de 2014

CORPUS, FIESTA DE LA EUCARISTÍA



Solemnidad del Corpus Christi. A


 
Evangelio según san Juan, 6, 51 - 58.

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos:
 
- Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre.  Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.
 
Disputaban los judíos entre sí:
 
- ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?
 
Entonces Jesús les dijo:
 
- Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.  El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.

Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.  El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.  El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí.
 
Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre.»
 

Mañana del Corpus. Mañana del Corpus en aquella región, pues en otras y en muchas partes del mundo el Corpus se había celebrado el jueves anterior, como sería de precepto si los calendarios políticos y laborales no lo impidieran. Pero las cosas son como son y hay que aceptarlas como vienen.
Como sucedía últimamente en las fiestas con grande raigambre popular, el discípulo no subió a encontrarse con el anacoreta, porque cada vez se hacía más imprescindible su presencia al lado de su anciano párroco - que atendía, además a varios pueblos - para atender a los feligreses, organizar y dirigir la procesión del Corpus.
El ermitaño salió afuera, colocó una maceta - de hecho se trataba de un pequeño tronco de árbol, que él había ahuecado y llenado del humus que abundaba por aquellos parajes  - con un geranio totalmente florecido en el poyo del discípulo y, como de este se tratara, empezó su reflexión.
- Como sabes, parte de la Iglesia celebra hoy la Solemnidad del Corpus Christi. Es un día dedicado especialmente a la Santísima Eucaristía.
Estás pensando que, además de celebrarlo cada domingo y hasta cada día, lo hemos vivido con especial intensidad el jueves santo, y es verdad, pero la fiesta de hoy tiene un matiz propio y diferencial. Me explicaré.
El jueves santo hemos recordado y revivido lo sucedido en el cenáculo de Jerusalén. El apóstol Pablo lo narra de la siguiente manera: "Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó un pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía». Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía». Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva (1ªCor. 11, 23 - 26). Se trataba de una cena, un banquete de comunión, una celebración de amigos, pero era también preludio y anticipo de lo que sucedería los días siguientes: pasión, muerte y resurrección; por lo que Eucaristía es, a la vez, banquete, sacrificio y gloria.
Aquel día celebrábamos la Eucaristía como don, como regalo; quedábamos extasiados ante tanta generosidad, solo posible en el corazón y en la mente de Dios, un Dios que se sacrifica para rescatar al hombre y al mismo tiempo se entrega en alimento para que, a partir de entonces, no desfallezca, no muera de inanición, como dice Pablo: "Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?" (Rom. 8, 31) o, dicho de otra manera, "Si Dios está con nosotros ¿quién nos podrá? ¿quién nos derribará?". Pero Jesús va más - mucho más - lejos todavía: no le parecía suficiente aquel banquete/sacrificio/gloria de aquellos días, sino que nos mandó que lo reviviéramos cada día a lo largo de los tiempos: "haced esto en conmemoración mía".
Si aquel día celebrábamos la Eucaristía como don, como regalo, hoy lo celebramos como respuesta, como agradecimiento, como adoración, como alabanza. Hoy los cristianos rendimos culto, agradecemos y adoramos al Señor Jesús que ha quedado permanentemente con nosotros como oculto bajo las apariencias de pan y de vino. Hoy lo procesionamos por nuestras calles y caminos, por nuestras ciudades, villas, pueblos y aldeas para aclamarlo, para manifestarle nuestra devoción, cariño y gratitud y para sintonizar nuestra vida con su Amor. Entonces era una acción descendiente: Dios 6 hombre, hoy es ascendiente: hombre 6 Dios. Entonces celebrábamos el regalo de Dios, hoy miramos a Dios y agradecemos su entrega total y definitiva en el cenáculo en la cruz y en la resurrección.
Pero la Iglesia hoy nos pide algo más: que manifestemos nuestro agradecimiento con gestos. Sobre esto, amigo mío, no voy a alargarme demasiado, porque conoces muy bien la situación. Siempre, y hoy más que nunca, hay pobres entre nosotros, hay pobres en el mundo, y no podemos quedar de brazos cruzados contemplando el panorama. El amor de Cristo nos impele a amar - y socorrer - al hermano necesitado. Jesús nos lo dejó muy claro: "os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros" (Jn. 13, 34). Tengamos presente el parámetro que el Señor utilizará para acogernos - o no - en su reino: tuve hambre y me diste de comer, sed y me diste de beber, fui forastero, inmigrante, transeúnte y me atendiste, etc., porque cuando lo hiciste con ese pobre hombre que se cruzó en tu camino, conmigo lo hiciste. (cfr. Mt. 25, 31 - 46).
En definitiva, amigo mío, vacía y estéril sería hoy nuestra acción de gracias y nuestra alabanza a Jesús Eucaristía si no va acompañada de gestos de compasión y solidaridad hacia nuestros hermanos necesitados.
Hoy, día del Corpus, es el Día de Caridad.
De rodillas y mirando al horizonte el ermitaño recitó a media voz y muy pausadamente la oración de Santo Tomás de Aquino:


 Adóro te, devóte, latens déitas,
quæ sub his figúris vere latitas.
Tibi se cor meum totum súbiicit,
quia te contémplans totum déficit.
Te adoro con devoción, Dios escondido,
oculto verdaderamente bajo estas apariencias.
A ti se somete mi corazón por completo,
y se rinde totalmente al contemplarte.
 
Visus, tactus, gustus in te fállitur,
sed audítu solo tuto créditur;
credo quidquid dixit Dei Fílius:
nil hoc verbo veritátis vérius.
 
 
Al juzgar de ti se equivocan
la vista, el tacto, el gusto,
pero basta con el oído para creer con firmeza;
creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios;
nada es más verdadero que esta palabra de verdad.
 
In Cruce latébat sola déitas,
at hic latet simul et humánitas;
ambo tamen credens atque cónfitens,
peto quod petívit latro poenitens
En la cruz se escondía sólo la divinidad,
pero aquí también se esconde la humanidad;
creo y confieso ambas cosas,
y pido lo que pidió el ladrón arrepentido.
 
Plagas, sicut Thómas, non intúeor,
Deum tamen meum te confíteor;
fac me tibi semper magis crédere,
in te spem habére, te dilígere.
No veo las llagas como las vio Tomás,
pero confieso que eres mi Dios;
haz que yo crea más y más en ti,
que en ti espere, que te ame.
 
O memoriále mortis Dómini!
Panis vivus, vitam præstans hómini;
præsta meæ menti de te vívere,
et te illi semper dulce sápere.
¡Oh memorial de la muerte del Señor!
Pan vivo que da la vida al hombre;
concédele a mi alma que de ti viva,
y que siempre saboree tu dulzura.
 
Pie pellicáne, Iesu Dómine,
me immúndum munda tuo sánguine:
cuius una stilla salvum fácere
totum mundum quit ab omni sælere.
Señor Jesús, bondadoso pelícano,
límpiame, a mí, inmundo, con tu sangre,
de la que una sola gota puede liberar
de todos los crímenes al mundo entero.
 
Iesu, quem velátum nunc aspício,
oro, fiat illud quod tam sítio;
ut te reveláta cernens fácie,
visu sim beátus tuæ gloriæ.
 Amen.
Jesús, a quien ahora veo escondido,
te ruego que se cumpla lo que tanto ansío:
que al mirar tu rostro ya no oculto,
 sea yo feliz viendo tu gloria.
Amén.

 

sábado, 14 de junio de 2014

TRINIDAD = AMOR



Solemnidad de la Santísima Trinidad - A

 


Evangelio según san Juan, 3, 16 - 18.

 Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
 El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.   
 
 Era muy temprano cuando el ermitaño salió de su cueva para desentumecer con algunos ejercicios sus extremidades. La temperatura era agradable tirando; se presagiaba, no obstante, una jornada calurosa.
 En seguida llegó el discípulo, ágil y jovial como casi siempre. Después de los saludos y de una breve oración en común se sentaron en el lugar de costumbre.
 
- Maestro, con la solemnidad de este día y el dogma que celebramos estamos tocando el alma de nuestra fe, ¿verdad?
- Pues sí, estamos tocando la esencia de Dios: Dios Uno y Dios Trino, tres personas y un solo Dios. Debo confesar que es el dogma que más me turba ...
- ¿Te turba, Maestro?
 
- Si, me turba; justamente porque toca el alma de nuestra fe, toca también sus fibras más sensibles. Ha sido uno de los temas que más concilios ha convocado a lo largo de la historia, y que más cismas ha provocado en la Iglesia de Jesucristo. Precisamente por la importancia del contenido se ha intentado definir con la mayor precisión posible, y esto, tratándose de las cosas de Dios, no siempre resulta posible. Recordemos el término "filioque", hoy en vías de solución, que, con algunos otros que se han ido acumulando a lo largo de los siglos, han separado a la Iglesia Católica de las Iglesias Ortodoxas.
- ¿Filioque?
- Si. filioque. Hay que matizar que detrás de este término hay mucho contenido. Intentaré explicártelo brevemente. Desde hace muchos siglos la iglesia latina proclama en el Credo: "(credo) in Spiritum Sanctum, Dominum et vivificantem: qui ex Patre Filioque procedit. Qui cum Patre et Filio simul adoratur et conglorificatur"; "Creo en el Espíritu Santo,  Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo  recibe una misma adoración y gloria". mientras que los orientales proclaman: "Credo in Spiritum Sanctum qui ex Patre per Filium procedit" (Creo en el Espíritu Santo, que procede del Padre a través de Hijo).
Como puedes ver la diferencia es de una sola palabra, pero el contenido es de grande calado: mientras nosotros afirmamos que el Espíritu Santo procede igualmente del Padre y del Hijo, los orientales confiesan que el Espíritu procede solo del Padre y nos llega a través del Hijo. De esta manera el Hijo es tan solo un medio, un instrumento del que se sirve el Padre para darnos su Espíritu.
Pero como no soy teólogo todas estas disquisiciones, que reconozco como muy importantes, me turban. Como no nos oye ningún teólogo y espero que no lo cuentes a la Santa Inquisición, yo me pondría al lado de Guillermo de Occam y diría que ante la imposibilidad de comprender intelectualmente la naturaleza divina, postulo que la  aceptemos simplemente a través de la fe, sin más especulaciones.
Como reflexión personal yo veo la Trinidad como las varias manifestaciones de Dios a los hombres. Manifestaciones que hace no por juego, pues no juega al escondite con nosotros, sino por amor.
* Dios Padre Creador. Por Amor al hombre, fin último y primario de toda la creación, creó Dios el universo entero, como el pajarillo que cuidadosamente prepara el nido donde nacerán y crecerán sus polluelos.

* Dios, Hijo, Jesucristo. Por amor, "cuando llegó la plenitud del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos la adopción filial" (Gal. 4, 4 - 5).
* Dios Espíritu Santo. Estando los apóstoles encerrados en el cenáculo por miedo a los judíos, sin saber qué hacer y sin perspectivas de futuro, acompañados por la tierna presencia de María, la Madre de Jesús, entra el Espíritu Santo, como fuego, como fuerza, como viento recio (cfr. Hech. 2, 1 - 4), y los impulsa a abrir las puertas, a proclamar a todos que ha empezado un nuevo tiempo, una nueva era y a ponerse en marcha por caminos y senderos, cruzar mares y montañas para llevar la buena nueva a todo el mundo entonces conocido.
Pero esto es mucho más que historia: es realidad,  es presencia, es cotidianidad:
Dios Padre sigue creando. ¿Cuántas estrellas nuevas surgen cada día? ¿Cuántas constelaciones se configuran en el macrocosmos? ¿Cuántas pequeñas moléculas aparecen en el mundo? ¿Cuántos hombres nacen y cuántos mueren? Nada de esto es ajeno a la mano creadora del Padre.
Dios Hijo sigue salvando. ¿Cuántos de nosotros sentimos que Jesús nos salva cada día? ¿Cuántos hombres y mujeres descubren de manera fortuita e inesperada la persona de Jesús, y sus vidas sufren un cambio de 180 grados, alcanzando una felicidad que desconocían?

El Espíritu sigue actuando. ¿Cuántos hombres y mujeres, hoy día, impelidos por el Espíritu, han puesto sus vidas al servicio de Dios y de los hombres, para anunciar, atender, cuidar y santificar a los hermanos?
Sí, amigo mío, creemos en un Dios Único e indivisible, pero que a lo largo de la historia y de la eternidad se ha manifestado de muchas maneras para hacer reconocible y eficaz su amor para con nosotros.
Después de unos minutos de reflexión y de rezar laudes dijo el ermitaño:
- Te voy a dar un dibujo que de manera esquemática resume las tres personas de la Santísima Trinidad y la relación entre ellas. Me pareció simpático.