sábado, 21 de junio de 2014

CORPUS, FIESTA DE LA EUCARISTÍA



Solemnidad del Corpus Christi. A


 
Evangelio según san Juan, 6, 51 - 58.

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos:
 
- Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre.  Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.
 
Disputaban los judíos entre sí:
 
- ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?
 
Entonces Jesús les dijo:
 
- Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.  El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.

Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.  El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.  El Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come vivirá por mí.
 
Éste es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre.»
 

Mañana del Corpus. Mañana del Corpus en aquella región, pues en otras y en muchas partes del mundo el Corpus se había celebrado el jueves anterior, como sería de precepto si los calendarios políticos y laborales no lo impidieran. Pero las cosas son como son y hay que aceptarlas como vienen.
Como sucedía últimamente en las fiestas con grande raigambre popular, el discípulo no subió a encontrarse con el anacoreta, porque cada vez se hacía más imprescindible su presencia al lado de su anciano párroco - que atendía, además a varios pueblos - para atender a los feligreses, organizar y dirigir la procesión del Corpus.
El ermitaño salió afuera, colocó una maceta - de hecho se trataba de un pequeño tronco de árbol, que él había ahuecado y llenado del humus que abundaba por aquellos parajes  - con un geranio totalmente florecido en el poyo del discípulo y, como de este se tratara, empezó su reflexión.
- Como sabes, parte de la Iglesia celebra hoy la Solemnidad del Corpus Christi. Es un día dedicado especialmente a la Santísima Eucaristía.
Estás pensando que, además de celebrarlo cada domingo y hasta cada día, lo hemos vivido con especial intensidad el jueves santo, y es verdad, pero la fiesta de hoy tiene un matiz propio y diferencial. Me explicaré.
El jueves santo hemos recordado y revivido lo sucedido en el cenáculo de Jerusalén. El apóstol Pablo lo narra de la siguiente manera: "Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó un pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía». Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: «Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía». Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva (1ªCor. 11, 23 - 26). Se trataba de una cena, un banquete de comunión, una celebración de amigos, pero era también preludio y anticipo de lo que sucedería los días siguientes: pasión, muerte y resurrección; por lo que Eucaristía es, a la vez, banquete, sacrificio y gloria.
Aquel día celebrábamos la Eucaristía como don, como regalo; quedábamos extasiados ante tanta generosidad, solo posible en el corazón y en la mente de Dios, un Dios que se sacrifica para rescatar al hombre y al mismo tiempo se entrega en alimento para que, a partir de entonces, no desfallezca, no muera de inanición, como dice Pablo: "Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?" (Rom. 8, 31) o, dicho de otra manera, "Si Dios está con nosotros ¿quién nos podrá? ¿quién nos derribará?". Pero Jesús va más - mucho más - lejos todavía: no le parecía suficiente aquel banquete/sacrificio/gloria de aquellos días, sino que nos mandó que lo reviviéramos cada día a lo largo de los tiempos: "haced esto en conmemoración mía".
Si aquel día celebrábamos la Eucaristía como don, como regalo, hoy lo celebramos como respuesta, como agradecimiento, como adoración, como alabanza. Hoy los cristianos rendimos culto, agradecemos y adoramos al Señor Jesús que ha quedado permanentemente con nosotros como oculto bajo las apariencias de pan y de vino. Hoy lo procesionamos por nuestras calles y caminos, por nuestras ciudades, villas, pueblos y aldeas para aclamarlo, para manifestarle nuestra devoción, cariño y gratitud y para sintonizar nuestra vida con su Amor. Entonces era una acción descendiente: Dios 6 hombre, hoy es ascendiente: hombre 6 Dios. Entonces celebrábamos el regalo de Dios, hoy miramos a Dios y agradecemos su entrega total y definitiva en el cenáculo en la cruz y en la resurrección.
Pero la Iglesia hoy nos pide algo más: que manifestemos nuestro agradecimiento con gestos. Sobre esto, amigo mío, no voy a alargarme demasiado, porque conoces muy bien la situación. Siempre, y hoy más que nunca, hay pobres entre nosotros, hay pobres en el mundo, y no podemos quedar de brazos cruzados contemplando el panorama. El amor de Cristo nos impele a amar - y socorrer - al hermano necesitado. Jesús nos lo dejó muy claro: "os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a otros" (Jn. 13, 34). Tengamos presente el parámetro que el Señor utilizará para acogernos - o no - en su reino: tuve hambre y me diste de comer, sed y me diste de beber, fui forastero, inmigrante, transeúnte y me atendiste, etc., porque cuando lo hiciste con ese pobre hombre que se cruzó en tu camino, conmigo lo hiciste. (cfr. Mt. 25, 31 - 46).
En definitiva, amigo mío, vacía y estéril sería hoy nuestra acción de gracias y nuestra alabanza a Jesús Eucaristía si no va acompañada de gestos de compasión y solidaridad hacia nuestros hermanos necesitados.
Hoy, día del Corpus, es el Día de Caridad.
De rodillas y mirando al horizonte el ermitaño recitó a media voz y muy pausadamente la oración de Santo Tomás de Aquino:


 Adóro te, devóte, latens déitas,
quæ sub his figúris vere latitas.
Tibi se cor meum totum súbiicit,
quia te contémplans totum déficit.
Te adoro con devoción, Dios escondido,
oculto verdaderamente bajo estas apariencias.
A ti se somete mi corazón por completo,
y se rinde totalmente al contemplarte.
 
Visus, tactus, gustus in te fállitur,
sed audítu solo tuto créditur;
credo quidquid dixit Dei Fílius:
nil hoc verbo veritátis vérius.
 
 
Al juzgar de ti se equivocan
la vista, el tacto, el gusto,
pero basta con el oído para creer con firmeza;
creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios;
nada es más verdadero que esta palabra de verdad.
 
In Cruce latébat sola déitas,
at hic latet simul et humánitas;
ambo tamen credens atque cónfitens,
peto quod petívit latro poenitens
En la cruz se escondía sólo la divinidad,
pero aquí también se esconde la humanidad;
creo y confieso ambas cosas,
y pido lo que pidió el ladrón arrepentido.
 
Plagas, sicut Thómas, non intúeor,
Deum tamen meum te confíteor;
fac me tibi semper magis crédere,
in te spem habére, te dilígere.
No veo las llagas como las vio Tomás,
pero confieso que eres mi Dios;
haz que yo crea más y más en ti,
que en ti espere, que te ame.
 
O memoriále mortis Dómini!
Panis vivus, vitam præstans hómini;
præsta meæ menti de te vívere,
et te illi semper dulce sápere.
¡Oh memorial de la muerte del Señor!
Pan vivo que da la vida al hombre;
concédele a mi alma que de ti viva,
y que siempre saboree tu dulzura.
 
Pie pellicáne, Iesu Dómine,
me immúndum munda tuo sánguine:
cuius una stilla salvum fácere
totum mundum quit ab omni sælere.
Señor Jesús, bondadoso pelícano,
límpiame, a mí, inmundo, con tu sangre,
de la que una sola gota puede liberar
de todos los crímenes al mundo entero.
 
Iesu, quem velátum nunc aspício,
oro, fiat illud quod tam sítio;
ut te reveláta cernens fácie,
visu sim beátus tuæ gloriæ.
 Amen.
Jesús, a quien ahora veo escondido,
te ruego que se cumpla lo que tanto ansío:
que al mirar tu rostro ya no oculto,
 sea yo feliz viendo tu gloria.
Amén.

 

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