sábado, 14 de junio de 2014

TRINIDAD = AMOR



Solemnidad de la Santísima Trinidad - A

 


Evangelio según san Juan, 3, 16 - 18.

 Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
 El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.   
 
 Era muy temprano cuando el ermitaño salió de su cueva para desentumecer con algunos ejercicios sus extremidades. La temperatura era agradable tirando; se presagiaba, no obstante, una jornada calurosa.
 En seguida llegó el discípulo, ágil y jovial como casi siempre. Después de los saludos y de una breve oración en común se sentaron en el lugar de costumbre.
 
- Maestro, con la solemnidad de este día y el dogma que celebramos estamos tocando el alma de nuestra fe, ¿verdad?
- Pues sí, estamos tocando la esencia de Dios: Dios Uno y Dios Trino, tres personas y un solo Dios. Debo confesar que es el dogma que más me turba ...
- ¿Te turba, Maestro?
 
- Si, me turba; justamente porque toca el alma de nuestra fe, toca también sus fibras más sensibles. Ha sido uno de los temas que más concilios ha convocado a lo largo de la historia, y que más cismas ha provocado en la Iglesia de Jesucristo. Precisamente por la importancia del contenido se ha intentado definir con la mayor precisión posible, y esto, tratándose de las cosas de Dios, no siempre resulta posible. Recordemos el término "filioque", hoy en vías de solución, que, con algunos otros que se han ido acumulando a lo largo de los siglos, han separado a la Iglesia Católica de las Iglesias Ortodoxas.
- ¿Filioque?
- Si. filioque. Hay que matizar que detrás de este término hay mucho contenido. Intentaré explicártelo brevemente. Desde hace muchos siglos la iglesia latina proclama en el Credo: "(credo) in Spiritum Sanctum, Dominum et vivificantem: qui ex Patre Filioque procedit. Qui cum Patre et Filio simul adoratur et conglorificatur"; "Creo en el Espíritu Santo,  Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo  recibe una misma adoración y gloria". mientras que los orientales proclaman: "Credo in Spiritum Sanctum qui ex Patre per Filium procedit" (Creo en el Espíritu Santo, que procede del Padre a través de Hijo).
Como puedes ver la diferencia es de una sola palabra, pero el contenido es de grande calado: mientras nosotros afirmamos que el Espíritu Santo procede igualmente del Padre y del Hijo, los orientales confiesan que el Espíritu procede solo del Padre y nos llega a través del Hijo. De esta manera el Hijo es tan solo un medio, un instrumento del que se sirve el Padre para darnos su Espíritu.
Pero como no soy teólogo todas estas disquisiciones, que reconozco como muy importantes, me turban. Como no nos oye ningún teólogo y espero que no lo cuentes a la Santa Inquisición, yo me pondría al lado de Guillermo de Occam y diría que ante la imposibilidad de comprender intelectualmente la naturaleza divina, postulo que la  aceptemos simplemente a través de la fe, sin más especulaciones.
Como reflexión personal yo veo la Trinidad como las varias manifestaciones de Dios a los hombres. Manifestaciones que hace no por juego, pues no juega al escondite con nosotros, sino por amor.
* Dios Padre Creador. Por Amor al hombre, fin último y primario de toda la creación, creó Dios el universo entero, como el pajarillo que cuidadosamente prepara el nido donde nacerán y crecerán sus polluelos.

* Dios, Hijo, Jesucristo. Por amor, "cuando llegó la plenitud del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, para rescatar a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos la adopción filial" (Gal. 4, 4 - 5).
* Dios Espíritu Santo. Estando los apóstoles encerrados en el cenáculo por miedo a los judíos, sin saber qué hacer y sin perspectivas de futuro, acompañados por la tierna presencia de María, la Madre de Jesús, entra el Espíritu Santo, como fuego, como fuerza, como viento recio (cfr. Hech. 2, 1 - 4), y los impulsa a abrir las puertas, a proclamar a todos que ha empezado un nuevo tiempo, una nueva era y a ponerse en marcha por caminos y senderos, cruzar mares y montañas para llevar la buena nueva a todo el mundo entonces conocido.
Pero esto es mucho más que historia: es realidad,  es presencia, es cotidianidad:
Dios Padre sigue creando. ¿Cuántas estrellas nuevas surgen cada día? ¿Cuántas constelaciones se configuran en el macrocosmos? ¿Cuántas pequeñas moléculas aparecen en el mundo? ¿Cuántos hombres nacen y cuántos mueren? Nada de esto es ajeno a la mano creadora del Padre.
Dios Hijo sigue salvando. ¿Cuántos de nosotros sentimos que Jesús nos salva cada día? ¿Cuántos hombres y mujeres descubren de manera fortuita e inesperada la persona de Jesús, y sus vidas sufren un cambio de 180 grados, alcanzando una felicidad que desconocían?

El Espíritu sigue actuando. ¿Cuántos hombres y mujeres, hoy día, impelidos por el Espíritu, han puesto sus vidas al servicio de Dios y de los hombres, para anunciar, atender, cuidar y santificar a los hermanos?
Sí, amigo mío, creemos en un Dios Único e indivisible, pero que a lo largo de la historia y de la eternidad se ha manifestado de muchas maneras para hacer reconocible y eficaz su amor para con nosotros.
Después de unos minutos de reflexión y de rezar laudes dijo el ermitaño:
- Te voy a dar un dibujo que de manera esquemática resume las tres personas de la Santísima Trinidad y la relación entre ellas. Me pareció simpático.
 

 

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