Primer Domingo de Cuaresma B
Evangelio según san Marcos 1, 12 - 15.
En aquel
tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto.
Se quedó en
el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre
alimañas, y los ángeles le servían.
Cuando
arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de
Dios. Decía:
— Se ha
cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios:
convertíos
y creed en él Evangelio.
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- Estamos en el primer
domingo de Cuaresma, y todos los años la liturgia nos presenta el mismo tema:
las tentaciones de Jesús.
- Pero, Maestro, - interpeló
el discípulo – ¿de verdad que fue
tentado? Porque si Él, siendo Dios, fue tentado, nosotros lo tenemos claro.
-
Claro que fue tentado. Otra cosa es la narración concreta de dichas
tentaciones. San Marcos, cuyo evangelio estamos proclamando este año, es muy
parco y se limita a decir: “se quedó en
el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás; vivía con las fieras y
los ángeles lo servían”. Los demás sinópticos han desarrollado esta
catequesis describiendo tanto los lugares como el contenido de las tentaciones.
Sinceramente creo que se trata de un ropaje literario para dar más vida a
dichos relatos. Como curiosidad te diré que, sin numerarlas, Mateo coloca en
segundo lugar la tentación del pináculo del templo y en tercer lugar la de la
montaña desértica de Jericó donde lo
recuerda un interesante monasterio ortodoxo, mientras que Lucas pone en segundo
lugar la de Jericó y en último la del alero del templo. Pero esto no tiene
mayor importancia.
Creo
que las tentaciones de Jesús siempre han tenido una gran importancia en la
ascesis cristiana, pero hoy puede tener una lectura añadida: la corrupción. Si
tengo el poder en mis manos, ¿por qué no utilizarlo para sacar algo en
beneficio propio? Si me dedico a la
ingeniería y malabarismos económicos, ¿por qué no sacar de todo esto algo de
provecho personal?, si casi todos lo hacen, ¿por qué yo no?, ¿por qué no servir
unos cuantos cafés, invitar a unas cuántas – y buenas – comidas, por qué no
proporcionar unos cuántos halagos si con ello consigo un buen puesto en el
trabajo?
Es
cierto que Jesús tenía poderes. No consta que a lo largo de su vida
transformara piedras en pan, pero multiplicó cinco panes y dos peces de manera
tan generosa que después de haberse saciado muchísima gente se recogieron doce
canastos de sobras. Juan (6, 4 – 13)
habla de unos cinco mil hombres; si añadimos mujeres y niños que probablemente
no tenían colegio, el número resulta sensiblemente mayor –. Tampoco consta que
volara desde el pináculo del templo, pero, sí, caminó sobre las aguas (Jn. 6,
16 – 21), superando igualmente las leyes de la física. Es cierto que nunca se
arrodilló ante ningún poder de este mundo para conseguir beneficio alguno, y
así le fue.
En
definitiva teniendo todo el poder y privilegios (Mt. 28,18) cumplió a rajatabla
su misión aceptando inclusive la muerte – una muerte de cruz (Fl. 2, 8) - para
dar pleno cumplimiento al guión que el Padre había escrito.
-
¿Entonces Jesús fue tentado porque el Padre así lo determinó?
-
Podemos aceptar, como te he dicho antes, que estaba en el guión, pero no fue un
capricho. Jesús, vino para ser nuestro modelo de vida, y muy poco ejemplo daría
si caminaba en un plano diferente, por eso escribe Pablo: “el cual siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual
a Dios; al contrario, se despojó de si mismo tomando la condición de esclavo,
hecho semejante a los hombres. Y así, reconocido como hombre por su presencia,
se humilló a si mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz
(Fl. 2, 6 – 8).
-
Para terminar, Maestro, ¿qué tenemos que hacer para convertirnos como se nos
dice en el evangelio de hoy?
-
Muchas cosas, pero si queremos ser reflejo de Jesús debemos encarnarnos – hoy
decimos de una manera muy eufemística “sentir empatía” - en los esclavos de hoy
que los hay de todas razas y de diversas calañas. Si todos nos convirtiéramos
un poco en este sentido, y no nos limitáramos solo a predicar desde nuestro
púlpitos cada vez más adornados, en nuestros palacios, humildemente suntuosos,
con un trabajo seguro y a veces hasta cómodo y con el estómago lleno, otro
gallo cantaría. Acuérdate que lo que nos pide el Señor por medio del profeta
Jeremías (58, 6 – 7) que ya te cité el viernes pasado.
-
De acuerdo, Maestro, lo leeré de nuevo.
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