FIESTA DE LA PRESENTACIÓN DEL
SEÑOR
2 de Febrero
- Es
la fiesta de la
Presentación de Jesús en el Templo a los cuarenta días de su
nacimiento y también el memorial de la
liturgia de la
Purificación de la Virgen
María.
-
Pero, ¿eran verdaderamente necesarios, en el caso de Jesús y de María, la
celebración de estos rituales? Preguntó el discípulo.
-
Has tirado directamente a puerta o, si prefieres, has ido directamente al
grano, y si tengo que ser igual de escueto en la respuesta te diré, “no era en
absoluto necesario ni el uno ni el otro de los ritos: Jesús era – y es – el
Hijo de Dios y no existe mayor consagración que esta y la Virgen María no conoció ninguna
impureza ni siquiera en su propia concepción y mucho menos al concebir y al
alumbrar al Hijo ünico de Dios, por lo que, repito ni Jesús debía ser consagrado
al Señor ni María necesitaba ninguna purificación.
-
¿Entonces, Maestro?
- ¿Acaso
puedes encontrar algúna respuesta lógica en el misterio de la salvación? ¿Acaso
tiene lógica que el Verbo que habitaba en seno del Padre desde el principios de
los tiempos un día se hiciera carne y viniera a habitar entre nosotros y que,
además, viniendo a su casa, los suyos no le recibieran? (cfr. Jn. 1, 1 – 18).
Todo
esto hay que verlo desde dos perspectivas: perspectiva general y perspectiva
particular.
Perpectiva
general. Desde el
inicio de su existencia como ser libre e independiente el hombre andaba perdido
y Dios, por iniciativa suya – pura gratuidad – salió a su encuentro no para
reconducirlo a Dios, sino para enseñarle el camino del regreso. Y, como todos
sabemos, le costó muy caro pues “
presentándose como simple hombre, se abajó, obedeciendo hasta la muerte, y
muerte en cruz” (Fil. 2, 7 – 8) ¿y todo esto, por qué? Por Amor, y el amor
no entiende de lógicas ni de intereses, de ganancias ni de pérdidas, o como
dice San Pablo : “el amor … disculpa sin
límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites” (1Cor.
13, 7).
Perspectiva
particular. ¿Por qué se
sometieron Jesús y María a estos rituales? Hay que tener en cuenta la
afirmación de Jesús: “No creáis que he
venido a abolir a Ley y los Profetas: no he venido a abolir, sino a dar
plenitud” (Mt. 5, 17). Por eso Jesús era un judío observante y cumplidor de
la Ley de Moisés:
iba a la sinagoga los sábados (Cfr. Lc.
4, 16), subía a Jerusalén a celebrar la Pascua (Cfr., p. ej. Jn. 2, 13), y hasta pagaba
el impuesto de las dos dracmas al templo, aunque esto lo hiciera con cierta
sorna y para que no se escandalizaran los demás (cfr. Mt. 17, 24 – 27).
Obedecía a la Ley
cuando era positiva o indiferente. No obstante la sacó de su literalidad – cosa
que todavía hoy anima a muchos judíos – y la llevó a otro nivel en el sermón de
la montaña cuanto enseñó: ”habéis oído
que se dijo … pero yo os digo…” (Cfr. Mt. 5, 21 – 48) y la elevó a su
plenitud en la última cena cuando “sabiendo
que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los
suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo” (Jn. 13, 1) y
después de haber lavado los pies a sus discípulos en un gesto de humilde servicio
les manifestó: “os doy un mandamiento
nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también unos a
otros. En esto conocerán todos que sois discípulos míos: si os amáis unos a
otros” (Jn. 13, 34 – 35).
-
Resumiendo, Maestro …
-
Resumiendo yo diría que, si bien Jesús y María no estaban necesitados de estos
ritos que hoy celebramos lo hicieron por obediencia a la voluntad misteriosa
del Padre; en el programa del Mesías no estaba una ruptura o enfrentamiento con
el pueblo judío y su Ley, sino, desde dentro, llevar esa Ley, anquilosada por
los años y por las muchas y no siempre desinteresadas interpretaciones, a la
plenitud del Amor en la
Libertad.
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