viernes, 18 de julio de 2014

La buena y la mala semilla.


Decimosexto Domingo del Tiempo Ordinario A

 
Evangelio según san Mateo, 13, 24 - 43.
 
En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola a la gente:
- El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras la gente dormía, su enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó.  Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña.  Entonces fueron los criados a decirle al amo:
- Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?
Él les dijo:
- Un enemigo lo ha hecho.
Los criados le preguntaron:
- ¿Quieres que vayamos a arrancarla?
Pero él les respondió:
- No, que, al arrancar la cizaña, podríais arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega y, cuando llegue la siega, diré a los segadores:"Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero".
Les propuso esta otra parábola:
- El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un arbusto más alto que las hortalizas, y vienen los pájaros a anidar en sus ramas.
Les dijo otra parábola:
- El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, y basta para que todo fermente.
Jesús expuso todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les exponía nada.
Así se cumplió el oráculo del profeta:
«Abriré mi boca diciendo parábolas,
anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo.»
Luego dejó a la gente y se fue a casa.  Los discípulos se le acercaron a decirle:
- Acláranos la parábola de la cizaña en el campo.
Él les contestó:
- El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles. Lo mismo que se arranca la cizaña y se quema, así será al fin del tiempo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y arrancarán de su reino a todos los corruptores y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes.  Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre.  El que tenga oídos, que oiga.
 

 

Sentados ya cada cual en su lugar, comentó el discípulo:

- Maestro, seguimos con las parábolas catequéticas de Mateo.

- Seguimos con las parábolas catequéticas de Mateo, asintió el ermitaño, y por ser catequéticas están proferidas con tanta claridad, que sobra cualquier explicación. Además la primera, la de la cizaña, ya está explicada por el mismo evangelista. Si nos atenemos a la literalidad la explicación es del mismo Jesús, y, según algunos exégetas, de la primitiva comunidad apostólica; pero de esto ya te he hablado la semana pasada y no cabe repetir.

Partiendo, no obstante, de las parábolas yo quisiera hoy tocar algunos temas un tanto tangenciales:

1º - El Mal existe, y como el bien o la gracia de Dios también el Mal es gratuito. Está ahí y punto; no lo has llamado, no lo has pedido, no lo has deseado y, ni mucho menos, lo has merecido, por eso definimos el Mal como un misterio. El Mal es enemigo del Bien y los dos conviven en el mismo espacio en guerra continua. Nosotros, seguidores del Bien, debemos de estar al acecho y vigilar nuestras fronteras para que el Mal no nos aplaste, pero debemos ser conscientes que el Mal también tiene muchos seguidores generalmente muy preparados, muy poderosos y con muchos medios para los cuales nosotros somos enemigos, porque con nuestro estilo de vida, con nuestra palabra y con nuestros escasos medios impedimos la realización total de sus proyectos.

- Prudencia, y mucha prudencia. Cuando los criados proponen arrancar la cizaña para que quede un campo "puro", incontaminado, Jesús contesta: "No, que, al arrancar la cizaña, podríais arrancar también el trigo". Jesús es prudente y entiende mucho de daños colaterales. A veces en la política y en la Iglesia se hacen campañas - hablo del pasado y del presente - de arranque de algún tipo concreto y específico de cizaña y entonces hay aplausos, vítores a los promotores y ejecutores de tales campañas, pero ¿quién se para a valorar todo el trigo arrancado y todo el sufrimiento infligido?

Decía Confucio: "No son las malas hierbas las que ahogan la buena semilla, sino la negligencia del campesino". Puede ser que en algún caso tenga razón el Sr. Confucio, pero tanto daño puede causar la excesiva negligencia como el excesivo celo.

Siguiendo con el tema de la prudencia debemos desterrar el buenismo, pensando que todo mundo es bueno, que aquí no pasa nada, que el mundo es una balsa de aceite o el Mar Mediterráneo en verano, cálido y sereno; ¡no!, el enemigo anda suelto y siempre lleva cizaña en el zurrón y debemos estar alerta y ser precavidos; por otra parte tampoco debemos desconfiar de todo mundo, hacer juicios rápidos y, sobre todo, percibir al "diferente" como el malo o el enemigo. En el fondo todos somos diferentes. Tengamos presente aquellas palabras de Jesús: "Mirad que yo os envío como ovejas en medio de lobos. Sed, pues, sagaces como las serpientes, y sencillos como las palomas" (Mt. 10, 16).

- ¿Y qué me dices, Maestro, de las otros dos parábolas de hoy, la del grano de mostaza y la del puñado de levadura?

- Pues es evidente que el Reino de Dios necesita esas cosas muy pequeñas, aparentemente insignificantes, pero imprescindibles para su eficacia. La Iglesia, como institución humana que es, está trabajando usando todos los medios a su alcance, que son muchos, y es justo que así sea, pero sinceramente te lo digo, solo consigue mantener viva en la artesa esa enorme masa; en este momento falta ese puñado de fermento que la transforme en vida y en eficacia. Espero y deseo que en este siglo XXI surja en alguna parte un Francisco de Asís, una Teresa de Jesús o una Teresa de Calcuta que desde su pequeñez despierte las conciencias y transforme la masa de la artesa. De no ser así, el campo quedará baldío y la masa, inerte y estéril.

Después de un largo silencio de reflexión los dos cantaron, a modo de himno:

1. Sois la semilla que ha de crecer,
sois la estrella que ha de brillar, 
sois levadura, sois granos de sal,
antorcha que debe alumbrar. 
Sois la mañana que vuelve a nacer,
sois la espiga que empieza a granar, 
sois aguijón y caricia a la vez,
testigos que voy a

Id amigos por el mundo anunciando el amor 
mensajeros de la vida, de la paz y el perdón
sed amigos los testigos de mi resurrección, 
id llevando mi presencia, con vosotros estoy.

 2. Sois una llama que ha de encender
resplandores de fe y caridad,
sois los pastores que han de guiar
al mundo por sendas de paz. 
Sois los amigos que quise escoger,
sois palabras que intento gritar, 
sois Reino nuevo que empieza a engendrar
justicia, amor y verdad.

3. Sois savia y fuego que vine a traer,
sois la ola que agita la mar,
la levadura pequeña de ayer
fermenta la masa del pan. 
Una ciudad no se puede esconder
ni los montes se han de ocultar, 
en vuestras obras que buscan el bien,
los hombres al Padre verán.

 

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