sábado, 26 de julio de 2014

ELEGIR significa RENUNCIAR


Decimoséptimo Domingo del Tiempo Ordinario A.

 
Evangelio según san Mateo, 13, 44 - 52.
 

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:
- El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo.
El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra.
El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran.
Lo mismo sucederá al final del tiempo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de los buenos y los echarán al horno encendido. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.
¿Entendéis bien todo esto?
Ellos le contestaron:
- Sí.
Él les dijo:
- Ya veis, un escriba que entiende del reino de los cielos es como un padre de familia que va sacando del arca lo nuevo y lo antiguo.
 
 
 
 
Mañana de verano, ya hace calor antes de aparecer el sol en horizonte, aunque en el lugar donde vive el ermitaño, hace fresco en el verano y frío, mucho frío, en el invierno.
Sentados los dos, Maestro y discípulo, en el lugar de costumbre fuera de la cueva del anacoreta, dice el joven discípulo:
- Seguimos, Maestro con las parábolas catequéticas de Mateo; son bonitas pero un poco irreales, ¿quién encuentra un tesoro enterrado?, ¿quién entierra un tesoro?
- Ciertamente que se trata de parábolas, pero no carecen de verosimilitud; te cuento: en aquellos tiempos - y por desgracia también hoy en muchas regiones del mundo - los pueblos vivían en una situación de perenne enemistad y en guerra continua con frecuentes incursiones en territorios ajenos, lo que provocaba huídas precipitadas y desorganizadas. Cuando esto sucedía o en previsión de sucediera con frecuencia enterraban sus sus tesoros en los campos u otros lugares que estimaban seguros ...
- Eran las cajafuertes o los paraísos fiscales de entonces, añadió el joven.
- Algo así, pero mucho menos sofisticados. El caso es que con frecuencia no volvían de su destierro y las tierras o lugares pasaban a otras manos, y de ahí la posibilidad del descubrimiento de dochos tesoros. Si me permites abro aqui un paréntesis para explicar algo parecido. Europa y España, muy particularmente, está sembrada de santuarios y ermitas dedicadas a imágenes de la Virgen halladas o encontradas de manera más o menos sobrenatural. Al margen de leyendas piadosas y hasta probablemente de algún fraude intencionado lo cierto es que hay mucho de verdad en estos hallazgos. Los cristianos perseguidos por bárbaros, iconoclastas y musulmanes huían de sus tierras escondiendo las imágenes comunitarias o familiares más queridas en las montañas, entre rocas y hasta en los troncos huecos de los árboles. La mayoría murieron en la escaramuza o en el destierro, por lo que se perdió la memoria de dichos escondrijos, dando así ocasión al hallazgo milagroso de dichas imágenes años, décadas o siglos más tarde. Siguiendo con el paréntesis ¿cuántas imágenes con arraigada devoción popular fueron escondidas y así salvadas de la quema durante la guerra civil española de triste recuerdo?
Dejando a un lado esta explicación previa, entremos en el meollo de la cuestión. Creo que existe una gran diferencia entre las dos primeras parábolas y la tercera. Esta última habla de buenos y malos, de cosas útiles y aprovechables y de cosas inútiles o desechables; aqui la elección no resulta complicada; el pescador se sienta a la orilla del lago, va cogiendo los peces enganchados en la red: los buenos los pone en un recipiente para su comercio y consumo y los malos los devuelve al lago para que sirvan de alimento a otros peces. Solo se le exige al pescador un poco de pericia y que sepa distinguir los buenos de los malos.
Como la primera, el tesoro escondido, y la segunda, la perla preciosa, son paralelas, te comentaré esta última: "El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra". Aqui no se trata de elegir entre buenos y malos, sino entre buenos y mejores. Este hombre era comerciante, cabe suponer que tenía mucho género y de buena calidad, pero cuando encuentra esa perla sus pupilas se dilatan, su boca queda entreabierta, su corazón se acelera: esa es la perla que, quizás inconscientemente, andaba buscando desde siempre. Las otras eran bonitas, muy valiosas, pero aquella era especial. No puede y no quiere tenerlas todas, porque esa sola colma todas sus aspiraciones y exigencias, por eso va y vende las demás. ¿Por qué?
* porque la encontrada llena su corazón y ya no queda espacio para ninguna otra;
* porque son incompatibles. Aunque buenas, pierden su esplendor al lado de la nueva. San Pablo lo expone de manera radical. "Si alguno piensa que tiene de qué confiar en la carne, yo más: circuncidado al octavo día, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, hebreo de pura cepa; en cuanto a la ley, fariseo; en cuanto a celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible. Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor de Cristo. Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe" (Fl. 3, 4 - 9).
Por eso, amigo mío, hay que ser conscientes que ELEGIR significa al mismo tiempo RENUNCIAR. Cuando encuentras tu tesoro o tu perla no te asustes si tienes que desprenderte de todo lo demás, porque lo hallado saciará plenamente tu corazón y te hará feliz, plenamente  feliz, y una vez iniciado el camino no llores por la leche derramada, no mires atrás como la mujer de Lot que, por hacerlo, se convirtió en estatua de sal (Gn. 19, 26) o como dice Jesús en otra ocasión: "El que echa la mano al arado y sigue mirando atrás, no vale para el Reino de Dios" (Lc. 9, 62).
- Me estás diciendo, Maestro, - intervino el joven discípulo - que seguir a Jesucristo supone renunciar a muchas cosas, pero que lo que encuentras es mucho más valioso.
- Y lo único que puede llenar tu vida de sentido y de felicidad.
Como había sucedido en alguna otra ocasión el joven sacó del bolsillo en folio doblado y dijo:
- Maestro, he encontrado en internet una poesía de Patxi Loidi que me gustó mucho y que me gustaría leertela. Tiene el sabor de despedida o de un "hasta luego", pues como en años anteriores aprovecho este tiempo de verano para hacer alguna experiencia; este año me voy a África, a una misión de los padres combonianos. Leo:

Dichoso el que tropieza contigo.
Dichoso el que te encuentra y te descubre.
En cualquier recodo, en cualquier encrucijada,
en los lugares más insospechados,
te haces el encontradizo con él y le das la gran sorpresa.

Tú le seduces, y él lo vende todo para poseerte.
¡Dichoso ese hombre!. ¡Dichosa esa mujer!
Dichoso el que no se acomoda, y te sigue encontrando más veces.
Todos los días, a cualquier hora...
Te ve y te reconoce, siente un sobresalto como la primera vez.
Dichoso el que tropieza contigo y te descubre.
La mayor ganancia eres Tú. La perla más preciosa eres Tú.
El tesoro más deseado eres Tú.

Todo lo que buscamos lo llevas Tú:
verdad, justicia, amor, paz, alegría, fiesta,
revolución, fraternidad, solidaridad,

vida nueva, nueva sociedad, nueva humanidad.
Tú no te pierdes ni te gastas, no te apolillas ni pasas de moda.
Vale la pena venderlo todo para tenerte y gozarte.
¡Ojalá me busques y me seduzcas!
¡Ojalá te encuentre!
Pensándolo me alegro y proclamo en todos los sitios:
¡Tú eres el tesoro de mi vida!

 
 
 


 

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