sábado, 5 de julio de 2014

¿Un mundo idílico?



Decimocuarto Domingo del Tiempo Ordinario. A

 
 Evangelio según san Mateo, 11, 25 - 30.
En aquel tiempo, exclamó Jesús:
 
- Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor.
 
Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
 
Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.
 

 Después de los saludos de costumbre y algún comentario sobre el tiempo, ya sentados cada uno en su poyo como solían hacer en verano, dijo el discípulo al Maestro:
- Maestro, el evangelio que proclamamos este domingo es muy interesante. ¡Perdona! Sé que todo el evangelio es muy interesante, es profundo, es, como sueles decir tú, un manantial inagotable, pero cada frase, cada versículo, cada capítulo tiene un cariz propio y diferente. Desde este punto de vista yo calificaría el evangelio de hoy de "especial". Creo además, y ya termino, que no forma un cuerpo unitario, sino que son sentencias sueltas, como perlas preciosas, que el evangelista se esfuerza por engarzar formando con todas ellas un precioso collar.

- Me gusta tu explicación y me parece muy ajustada;  para continuar con tu símil, te diré que estás perlas que encontramos en Mateo y también en Lucas (Lc. 10, 21), parecen proceder de la granja de Juan. Para ser más explícito: estos textos parecen más haber salido de la pluma de Juan que de los citados evangelistas. Pero esto es papel de los exegetas, y vamos dejar que sean ellos quienes diluciden estos extremos.
El texto de hoy tiene, pues, tres partes bien diferenciadas:

1ª Parte: "Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos y se las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, así te ha parecido mejor". Ante todo debemos fijarnos en el lenguaje; de él trasluce un enorme respeto, intimidad y ternura de Jesús hacia el Padre Dios, ...

- Si, pero a mí lo que me choca es lo del "sabios y entendidos"  y lo de "la gente sencilla". ¿Entonces los sabios no saben o saben menos que los no ilustrados?
- Es un poco difícil de explicar, pero lo intentaré, empezando por la segunda parte. La gente sencilla, (pero con fe profunda) a lo mejor carece de grandes conocimientos científicos, pero se fía de Dios, por lo que su ciencia es la ciencia de Dios. Es como cuando un niño pequeño te cuenta una historia y tu le preguntas: "¿cómo lo sabes" y él te contesta: "me lo dijo me papá", no se te ocurra contradecirle porque él está totalmente convencido de la verdad de su padre. Sólo hay una diferencia a tener en cuenta: que el padre de la criatura puede equivocarse y nuestro Padre Dios no se equivoca nunca. Por el contrario entre los sabios y entendidos hay cuanto menos dos grupos:

* los humildes, que buscan, investigan, prueban, analizan, conscientes de que su saber alcanza tan solo una mínima parte de todo el saber, que es exclusivo de Dios, y, como la gente sencilla, confían en Él en todo el amplio espacio que su inteligencia no cubre, por lo que son absolutamente equiparables a la gente sencilla que menciona Jesús, y

* los engreídos o ateos,  que tienen un talante soberbio, afirman que lo que ellos desconocen no existe, y poniéndose a sí mismos en la cumbre sentados en el sillón de Dios. Estos tales no son sabios en el Reino porque no se abren a la gratuidad, misericordia y enseñanzas del Padre.
2ª Parte: "Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar". Creo, amigo mío, que esto lo sabemos bien y lo tenemos asumido: Jesús es el único mediador entre Dios y el hombre y también entre el hombre y Dios. Lo vemos muy claro en el capítulo 14 de San Juan: "quién me ha visto a mí ha visto al Padre" (v. 9), "yo estoy en el Padre y el Padre en mí" (v. 11), "lo que pidáis (al Padre) en mi nombre, yo lo haré para que el Padre sea glorificado" (v. 13). No sé puede llegar al Padre si no es por medio de Jesucristo; Él es el camino.

3ª Parte: "Venid a mi todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera". Aquí se saborea toda la ternura del Señor y el realismo de la experiencia cristiana. Como dice el autor de la carta a Diogneto: "Los cristianos, en efecto, no se distinguen de los demás hombres ni por su tierra ni por su habla ni por sus costumbres. Porque ni habitan ciudades exclusivas suyas, ni hablan una lengua extraña, ni llevan un género de vida aparte de los demás"; y podríamos añadir: sufren enfermedades como los demás, violencias quizás más que los demás, crisis de todo tipo como todos los demás. Ser cristiano no significa refugiarse en un mundo idílico, maravilloso lleno de luz y exento de dificultades, ¡ni mucho menos! Dios no te exime de tus problemas, pero te da fuerza para superarlos, y además las dificultades contempladas a través del prisma de la fe, adquieren colores muy diferentes y, a veces, hasta embriagantes.  
- "Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso", musitó el discípulo como colofón a todo lo dicho.

 

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