miércoles, 25 de marzo de 2015

Pueri Hebraeorum



 

Evangelio según san Marcos, 11, 1 - 10.
Se acercaban a Jerusalén, por Betfagé y Betania, junto al monte de los Olivos, y Jesús mandó a dos de sus discípulos, diciéndoles:

- Id a la aldea de enfrente y, en cuanto entréis, encontraréis un borrico atado, que nadie ha montado todavía. Desatadlo y traedlo. Y si alguien os pregunta por qué lo hacéis, contestadle: “El Señor lo necesita y lo devolverá pronto:”

Fueron y encontraron el borrico en la calle, atado a una puerta, y lo soltaron. Algunos de los presentes les preguntaron:

— ¿Por qué tenéis que desatar el borrico?

Ellos les contestaron como había dicho Jesús; y se lo permitieron.

Llevaron el borrico, le echaron encima sus mantos, y Jesús se montó. Muchos alfombraron el camino con sus mantos, otros con ramas cortadas en el campo. Los que iban delante y detrás gritaban:

"Hosanna, bendito el que viene en nombre del Señor.

Bendito el reino que llega, el de nuestro padre David.

¡Hosanna en el cielo!"
 
Nota: - En la Misa de hoy se proclama la Pasión según San Marcos, 14, 1 - 72, 15, 1 – 47.
 
El domingo anterior Maestro y discípulo habían llegado al acuerdo – sin ninguna dificultad, por cierto – de que el encuentro dominical de hoy fuera una hora antes, pues el joven pensaba participar activamente en la procesión de ramos y en toda la liturgia de Semana Santa en su parroquia, pequeño pueblo de montaña, el más cercano al lugar dónde vivía el ermitaño aunque distara de allí una buena legua española.

 En la madrugada el Maestro se había levantado de su catre para rezar el oficio de lecturas y no había vuelto a acostarse. Intentaba meditar sobre este día litúrgico, domingo de ramos, pero la mente se fue a su niñez y adolescencia cuando era monaguillo en su parroquia y, al mismo tiempo miembro, como tiple, de la coral parroquial, e instintivamente se puso a cantar con música gregoriana:
 Colocado de cuclillas con la cabeza apoyada en las manos entrelazadas y estas, a su vez, en la losa que le servía de mesa, seguía reviviendo recuerdos de su juventud: domingo de ramos, con sus ramos de olivo y palmas blancas, el Via Crucis por el calvario del pueblo, las procesiones y sobre todo, el oficio de tinieblas que se rezaba en la iglesia de los frailes del pueblo vecino a la que acudía para escuchar el canto solemne de los salmos, al final de cada cual se apagaba una vela del tenebrario, candelabro de forma triangular con quince velas,  y de las profecías, pero sobre todo por el ruido final que se hacía dando puñetazos en los bancos y patadas en el suelo de madera. Resulta curioso  como en estas fechas, sobre todo los chiquillos hacían unos cuantos quilómetros, regresando de noche, a veces con lluvia y siempre con frío, para escuchar unos cantos bellos, pero en una lengua que no entendían, solo para disfrutar de un minuto de alboroto y de ruido. Todo resultaba un poco aburrido, pero el fin era apoteósico.

En estas estaba cuando escuchó la voz del discípulo que desde fuera decía a media voz, como si quisiera no despertar:
 - ¡Maestro!
 - ¡Voy! Dijo el Maestro levantándose y dirigiéndose a la salida.
 
 - Buenos días, amigo mío, ¿cómo estás? ¿No te has perdido por el camino?
- Buenos días, Maestro,  no me perderé nunca, conozco el camino de memoria, ni la oscuridad ni la nieve me desorientarán; podría hacerlo con los ojos cerrados.
 
- ¡Eres un exagerado! Pero de todas maneras no se te ocurra hacerlo, a ver si tenemos que rescatarte del fondo de un precipicio.
 - De acuerdo, no lo haré. Yo, por el camino, venía reflexionando sobre la liturgia de hoy y sobre la Pasión que este año se lee en la versión de San Marcos. Pero hay tantos detalles, tantas enseñanzas, que al final me agobio.
 -  Es que esta semana es santa de verdad, es muy densa. Si me permites daré solo unas pinceladas; de ninguna manera pretendo agotar el tema, que es por si inagotable. Es más: lo que pueda decirte no es, ni siquiera, lo más importante.

La liturgia de hoy nos ofrece dos “evangelios”: uno que se proclama en la bendición de los ramos, y que enmarca la espiritualidad del día: la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, y otro, en la celebración eucarística, que es la Pasión según San Marcos, que enmarca todo el contenido de la semana Santa.
 La entrada triunfal de Jesús en Jerusalén marca la auténtica personalidad de Jesús: “¡Hosanna!, bendito el que viene en el nombre del Señor, bendito el reino que llega, el de nuestro padre David. Hosanna en las alturas”.  Tanto para seguidores como para detractores, Jesús no es un personaje de medio pelo, un ladronzuelo o un criminal de poca monta. Para unos es, y para otros pretende ser, nada más y nada menos que el restaurador de la dinastía de David, ya extinta, y como David, elegido directamente por Yavé, después de la traición y decadencia del establishment reinante. Se trataba, o cuanto menos podría tratarse de un magnicidio, aunque de hecho fue el único deicidio de la historia.
 - ¿Me permites una pregunta, antes de pasar a la segunda parte?
 - Por supuesto, Maestro.
 - ¿Dónde estaba María, la madre de Jesús, en medio de todo esto?
 - No lo sé, Maestro, pero me imagino que estaría cerca.
 - Tampoco yo lo sé y como tú me imagino que estaría cerca. En la Pasión de San Marcos María no viene citada ni al pié de la cruz: “había también unas mujeres que miraban desde lejos; entre ellas María la Magdalena , María la madre de Santiago el Menor y de Joset y Salomé, las cuales, cuando estaba en Galilea, lo seguían y servían; y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén”.  ¿Por qué no la cita?  Muy probablemente porque es tan obvia su presencia, que no hay que mencionarla. Pero sabemos que sí, estaba, por lo menos en el calvario, porque San Juan lo explicita “junto a la cruz de Jesús estaban su madre, María, la de Cleofás y María, la Magdalena” (Jn. 19, 25).
 María, como la mayoría de las madres, no quiere apoderarse de la gloria de su hijo, - chupar cámara, diríamos hoy – pero está presente cuando todos lo abandonan, cuando la necesita. ¡Así es María, así son las madres!
 La lectura de la Pasión, nos introduce en  el misterio de toda la semana. Tengo que terminar porque tienes prisa, así que voy a hacer una comparación. Es como los pórticos de las iglesias románicas y góticas. Te presentan con sus imágenes y bajorrelieves una síntesis de la historia de la salvación de manera, que al entrar, te pares un momento, te concentres y te prepares para entrar en el lugar sagrado. Así, la lectura de la Pasión en el domingo de ramos, nos prepara para vivir paso a paso y en los próximos días  la entrega total de Jesús, por voluntad del Padre, para la plena salvación de la humanidad.
 
 

miércoles, 18 de marzo de 2015

COLLAGE


Quinto Domingo de Cuaresma B

Evangelio según san Juan 12, 20 - 33.
En aquel tiempo, entre los que habían venido a celebrar la fiesta había algunos griegos; éstos, acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban:
— Señor, quisiéramos ver a Jesús.
Felipe fue a decírselo a Andrés; y Andrés y Felipe fueron a decírselo a Jesús.
Jesús les contesto:
— Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a si mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este mundo se guardará para la vida eterna. El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor; a quien me sirva, el Padre lo premiará.
Ahora mi alma está agitada, y ¿qué diré?: Padre, líbrame de esta hora. Pero si por esto he venido, para esta hora. Padre, glorifica tu nombre.
Entonces vino una voz del cielo:
— Lo he glorificado y volveré a glorificarlo.
La gente que estaba allí y lo oyó decía que había sido un trueno; otros decían que le había hablado un ángel.
Jesús tomó la palabra y dijo:
— Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora va a ser juzgado el mundo; ahora el Príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí.
Esto lo decía dando a entender la muerte de que iba a morir.

 Aquella mañana, como todas las mañanas en que la climatología lo permitía, el Maestro había salido de su habitáculo y se disponía a hacer su doble ejercicio. Físicamente, unos cuantos movimientos gimnásticos para entrar en calor y mantener la movilidad de sus miembros y articulaciones, y espiritualmente daba gracias a Dios por el nuevo día. Aquella mañana, como otras muchas recitaba mentalmente el “Cántico de las Criaturas” de San Francisco de Asís, adhiriéndose espiritualmente  a cada estrofa, a cada verso, a cada palabra:

 Omnipotente, altísimo, bondadoso Señor,
tuyas son la alabanza, la gloria y el honor.
Tan sólo tú eres digno de toda bendición,
y nunca es digno el hombre de hacer de ti mención.

 Loado seas por toda criatura, mi Señor,
y en especial loado por el hermano sol;
que alumbra y abre el día y es bello en su esplendor
y lleva por los cielos noticia de su autor.

 Y por la hermana luna, de blanca luz menor,
y las estrellas claras que tu poder creó,
tan limpias, tan hermosas, tan vivas como son,
y brillan en los cielos: ¡loado, mi Señor!

 Y por la hermana agua, preciosa en su candor,
que es útil, casta, humilde: ¡loado, mi Señor!
Por el hermano fuego, que alumbra al irse el sol,
y es fuerte, hermoso, alegre: ¡loado, mi Señor!

 Y por la hermana tierra, que es toda bendición,
la hermana madre tierra que da en toda ocasión
las hierbas y los frutos, y flores de color,
y nos sustenta y rige: ¡loado, mi Señor!

 Y por los que perdonan y aguantan por tu amor
los males corporales y la tribulación;
¡felices los que sufren en paz con el dolor,
porque les llega el tiempo de la consolación!

 Y por la hermana muerte: ¡loado, mi Señor!
Ningún viviente escapa de su persecución.
¡Ay si en pecado grave sorprende al pecador!
¡ Dichosos los que cumplen la voluntad de Dios!

 ¡No probarán la muerte de la condenación!
Servidle con ternura y humilde corazón.
Agradeced sus dones, cantad su creación.
Las criaturas todas: ¡load a mi Señor!

 Al acabar, levantó la mirada y vio con sorpresa que, estático junto a la entrada y con una sonrisa que iba de oreja a oreja estaba el discípulo. Al verse descubierto, dio unos pasos hacía el Maestro y sin borrar su sonrisa pero con un poco de sorna,  exclama:

- Buenos días, Maestro, ¡te mantienes en forma!

- Buenos días, amigo mío, ya sabes lo que escribía  Juvenal: “mens sana in corpore sano” (Sátira, X, 356), aunque para ser sinceros el sentido que le daba su autor está muy lejos del que le damos hoy, yo inclusive, pero no entremos en mayores disquisiciones. En seguida estoy contigo.

- Maestro, no tengo prisa. Empezaremos cuando lo estimes oportuno.

 - Gracias. Me preparo un poco y en seguida estoy contigo.

Entró en su cueva, se aseó un poco, se vistió con su ropa normal y se puso uno de los ponchos de lana – tenía dos – que él mismo se había confeccionado con la lana que le regalaba su amigo el pastor. A los pocos minutos salió con la Biblia  y con el correspondiente tomo de la “Liturgia de las Horas”, se sentó en el lugar de siempre y buscó el evangelio propio del día, Jn. 12, 20 – 32.

 - ¿Has leído el evangelio de hoy?

 - Si, Maestro. Lo leo siempre antes de venir, y más de una vez.

 - Lo sé, lo sé. Era una pregunta retórica. ¿Y qué me dices?

 -  Maestro, vengo a escucharte a ti y a aprender de tu sabiduría. De todas maneras, y ya que me lo preguntas, te diré que el contenido está bastante claro, pero la forma no la entiendo. Me da la sensación de que se tratan de frases deshilachadas sin una trama conductora.

- Me parece que tus sensaciones son acertadas. Jesús no llevaba consigo un equipo de periodistas, o cronistas que fueran anotando todas las palabras que iba pronunciando. Todo funcionaba de memoria y esas enseñanzas fueron puestas por escrito muchos años después de la resurrección del Señor; veces de manera muy resumida o proponiendo frases y enseñanzas que, siendo ciertas, fueron proclamadas en momentos, lugares y contextos diferentes, como se montaran un collage literario, pero que, en sí, mantienen toda su fuerza.  Si te parece…

- me parece, interrumpió el discípulo.

 El Maestro respiró profundamente y prosiguió:

 - Si te parece comentaré brevemente dos de las frases propuestas y que a mi me sugieren una reflexión;

 1 - “Entre los que habían venido a celebrar la fiesta había algunos griegos; estos, acercándose a Felipe, el de Betsaida de Galilea, le rogaban: “Señor, queremos ver a Jesús”.  Creo que se circunscribe en el contexto de aquella otra que ya te he comentado en alguna ocasión: “todo el mundo te busca” (Mc. 1, 17).

 Jesús está en Jerusalén  y se acerca la hora de la pasión. Como hemos visto a lo largo de toda la cuaresma está preocupado por la fe de sus discípulos; sabe que la van a vivir como un fracaso, como algo que pudo ser y no fue. De hecho, después de su muerte, unos se encierran por miedo a los judíos, otros se vuelven cabizbajos a sus aldeas, etc… Por eso insiste en que será glorificado y que los que permanezcan con él serán honrado por el Padre. Aunque Jesús sea condenado, escarnecido y crucificado, aunque sea ante muchos un fracasado, para la entera humanidad será la luz que ilumina el camino que a su vez nos lleva a la felicidad; es la estrella  polar que conduce al navegante a puerto de salvación, por lo que todo el mundo le busca – aunque de manera inconsciente - y también los griegos, que encarnaban el máximo saber de la época querían conocer a Jesús porque solo él puede dar plenitud a la sabiduría.

Desde este punto de vista se podría elucubrar que en su respuesta Jesús  está indicando a los griegos que la auténtica sabiduría consiste en contemplar al Hijo del hombre glorificado a la diestra del Padre. Pablo escribe: “los judíos exigen signos, los griegos buscan sabiduría, pero nosotros predicamos a Cristo crucificado: escándalo para los judíos, necesidad para los gentiles; pero para los llamados – judíos o griegos -  un Cristo que es fuerza de Dios y sabiduría de Dios” (1Cor. 1, 22 – 24). Muy probablemente esta era la enseñanza de Juan al organizar así su evangelio, yo pienso que Jesús acogió a los griegos y los invitó a escuchar su palabra.

2 – “Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto”. 

 - Querido amigo mío – dijo el Maestro dirigiéndose al discípulo – esta enseñanza está clara; el ejemplo muy adecuado, pero ¡qué difícil es su aplicación! ¿por qué no poder disfrutar yo mismo del fruto de mis sufrimientos? ¿ por qué no resucitar yo de mi pasión y muerte?  Pero haciendo eco de las palabras de Jesús en Getsemaní debo decir: “ no se haga como yo quiero, sino como quieres tú” (Mt. 26, 39).  Reclamo, no obstante, mi derecho al pataleo y digo: “Si tengo que morir para poder dar fruto, vale  siempre que recojas tu la cosecha”

 Discípulo y Maestro se miraron y los dos quedaron en silencio. Bien sabían a que se refería el ermitaño.

 

 

jueves, 12 de marzo de 2015

LA SERPIENTE DE BRONCE


Cuarto Domingo de Cuaresma B
Evangelio según san Juan 3, 14 - 2 1.
 
En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:

— Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.

El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya esta juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.

El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.
 
El Maestro había salido de su cueva y hecho los ejercicios físicos de costumbre se sentó en su poyo de siempre y mientras daba gracias a Dios por el nuevo día, esperaba, como cada  mañana de domingo, la llegada del discípulo.
 Este llegó puntualmente, y sin mediar cualquier otra palabra pregunta a bocajarro:
 - Maestro, ¿conoces Monte Nebo, dónde según tradición murió Moisés?
 El Maestro miró a su amigo, le sonrió y calló durante un rato. Le disgustaba que fuera tan impetuoso, no respetara las formas y no le saludara correctamente a su llegada. Pensó en la posibilidad de corregirlo, pero sabía sobradamente cuanto sufría el discípulo cada vez que le llamaba la atención por este hecho, y decidió proseguir como si nada …
 - La muerte de Moisés en el Monte Nebo es algo más que una tradición, es un hecho descrito en la Biblia.  En el último capítulo del Deuteronomio dice: “ Moisés subió de la estepa de Moab al monte Nebo, a la cima del Pisgá, frente a Jericó; y el Señor le mostró toda la tierra: Galaad hasta Dan, todo Neptalí, el territorio de Efraín y Manasés, y todo el territorio de Judá hasta el mar occidental, el Negueb y la comarca del valle de Jericó (la ciudad de las palmeras) hasta Soar; y le dijo: <>. Y allí murió Moisés,  siervo del Señor, en el territorio de Moab, como había dicho el Señor” (Dt. 34, 1 – 5).
 Sí, estuve alguna vez en el Monte Nebo, y te puedo asegurar que la descripción del Deuteronomio es exacta. A los pies de la montaña, el valle del mar Muerto, un poco a la derecha la ciudad de Jericó con su historia y su verde llanura, y en el fondo a la izquierda, la ciudad Santa de Jerusalén. El único inconveniente es que estas vistas generalmente más que contemplarlas hay que imaginarlas, pues la evaporación de las aguas del mar Muerto produce una neblina casi permanente que impide una visión clara de lo descrito. ¿Pero a qué viene esta pregunta?
 - Es que he leído en algún lugar que allí hay un monumento a la serpiente de bronce que, por mandato del Señor, hizo Moisés y colocó en un estandarte (cfr. Num. 21, 4 – 9)?
 - Has leído bien. Efectivamente en el lugar más elevado del monte hay una escultura moderna, elaborada en hierro, que representa un estandarte con una serpiente enroscada, pero que vista a cierta distancia te recuerda un crucifijo, en clara alusión al evangelio que proclamamos este domingo.
 - He visto alguna ilustración, pero, Maestro, háblame del evangelio de hoy.
 - En primer lugar insisto en lo que te vengo contando en estos domingos de cuaresma: Jesús está muy preocupado por la pasión que se avecina. Por supuesto que está preocupado por si mismo, pues como llegará a decir en algún momento “el espíritu está pronto, pero la carne es débil (Mt. 26, 41), pero sobre todo le inquieta la fe de sus discípulos y como reaccionarán ante su pasión y muerte. Intenta por todos los medios que no lo vivan como un fracaso y como el final de algo que pudo ser y no fue. Hay que decir que a pesar de sus esfuerzos no tuvo mucho éxito; los discípulos solo comprendieron todo el misterio con la efusión del Espíritu Santo el día de Pentecostés.
 En segundo lugar, quisiera subrayar la imagen que tu has propuesto: la serpiente elevada en un mástil. La Biblia nos dice que: “cuando una serpiente mordía a alguien, este miraba a la serpiente de bronce y salvaba la vida” (Num. 21, 9). No había más gestos, más mediadores o intermediarios; la sanación era inmediata. Y Jesús dice: “así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en Él tenga vida eterna”.  Reformulando el paralelismo podríamos decir: el que herido por el pecado, fije sus ojos con fe en el crucificado, quedará sanado y alcanzará la vida eterna. ¿No hemos colocado demasiadas trabas, barreras y condiciones para alcanzar la sanación que de manera tan gratuita nos ofrece Jesús?
 El Maestro calló, dando por terminada su explicación dominical. Se hizo un largo silencio. El discípulo bajó la cabeza y meditó. Al ver que el Maestro cogía el libro de la Liturgia de las Horas, intervino:
 -¡Maestro!
 -¿Qué? contestó mientras pasaba las páginas y organizaba con las cintas el rezo de la oración matinal.
 - Yo esperaba algo más, por ejemplo que me explicaras aquello de: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Unigénito  para que todo el que cree en él  no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya esta juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios”.
 - Tienes razón, se me había pasado. Se ve que el Alzheimer me está afectando .  La primera parte de esta afirmación, vista desde nuestra perspectiva resulta evidente, y solo podemos manifestar nuestro agradecimiento por tanta gratuidad. La segunda parte sí que puede requerir alguna reflexión. Quizás tengamos que desterrar de nuestra memoria la imagen de Cristo Juez, o aún peor, Justiciero, tantas veces proclamada en algunas oraciones presentes en la Iglesia, como por ejemplo, el acto de contrición, “también me arrepiento porque puedes castigarme con las penas de infierno” o el famoso himno medieval “dies irae, dies illa” que se cantó durante siglos en la mayoría de los funerales, que resulta ser de una singular belleza pero un tanto terrorífico. Y no hablemos de los “novísimos del hombre”: muerte, juicio, infierno o paraíso. Creo que nos hemos pasado un poco en el tema del “juicio”.
 
- Pero. Maestro, Mateo nos dice en su evangelio que Jesús vendrá en el día del Juicio final  a juzgar a todas las naciones, y al final añade: “y estos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna”(Cfr. Mt. 25, 31 – 46).
 
 - Antes que me taches como hereje, diré que recito todos los días el Credo de la Iglesia Católica y en las dos formulaciones dice “vendrá a juzgar a vivos y muertos”; lo que pretendo exponer es que será un juicio “sui generis”.  Cuando dice que “separará a unos de otros como el pastor separa las ovejas de las cabras”, no determinará quién es oveja y quién es cabra. Cada cual se habrá mirado al espejo y sabrá que aspecto tiene. En este momento cumbre no valdrán ni mentiras,  ni máscaras, ni engaños. Cada cual conocerá perfectamente quien es – oveja o cabra -  e irá a ocupar el lugar que le corresponda. Jesús no te condenará, te condenará tu propia conciencia y el Juez apenas rubricará, como si de un notario se tratara, tu propio destino, por eso dice el evangelio de hoy: “Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya esta juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios”.
- Maestro, no conozco el himno que mencionaste “dies irae, dies illa”.
- Vale, te lo pasaré por escrito, pero recemos laudes, porque se está haciendo tarde.
   

    
 Dies irae, dies illa,

 Solvet saeclum in favilla

Teste David cum Sibylla.


 Aquel día, día de ira,

reducirá este mundo a cenizas,

como profetizaron David y la Sibila.

   
 Quantus tremor est futurus,

Quando iudex est venturus,

 Cuncta stricte discussurus!

   
 ¡Cuánto terror sobrevendrá

cuando venga el Juez

a pormenorizar todas las cosas con estricto rigor!

   
 Tuba mirum spargens sonum

Per sepulchra regionum

Coget omnes ante thronum.

   
 La trompeta, esparciendo un maravilloso sonido

por todos los sepulcros del mundo,

reunirá a todos ante el trono.

   
 Mors stupebit et natura,

Cum resurget creatura

Iudicanti responsura.

   
 La muerte y la naturaleza quedarán estupefactas

cuando resuciten las criaturas

para responder a su Juez.

   
 Liber scriptus proferetur,

 In quo totum continetur,

Unde mundus iudicetur.

   
 Saldrá a la luz el libro escrito

que todo lo contiene,

por el que el mundo será juzgado.

   
Iudex ergo cum censebit,

Quidquid latet apparebit:

Nil inultum remanebit.

   
 Cuando al Juez le parezca oportuno,

todo lo oculto saldrá a la luz;

nada quedará impune.

   
Quid sum miser tunc dicturus,

Quem patronum rogaturus,

Cum vix iustus sit securus?

   
 ¿Qué podré yo, desdichado, decir entonces?

¿A qué protector invocaré,

cuando apenas los justos están seguros?

   
 Rex tremendae maiestatis,

Qui salvandos salvas gratis,

Salva me, fons pietatis.

   
 Rey de tremenda majestad,

que salvas gratis a quienes van a ser salvados,

sálvame, fuente de piedad.

   
 Recordare, Jesu pie,

Quod sum causa tuae viae,

Ne me perdas illa die.

   
 Recuerda, piadoso Jesús,

que soy la causa de tu camino,

no me pierdas aquel día.

   
 Quaerens me sedisti lassus,

Redemisti crucem passus,

Tantus labor non sit cassus.

   
 Buscándome, te sentaste cansado;

me redimiste padeciendo muerte de cruz;

no sea vano tanto esfuerzo.

   
 Iuste iudex ultionis,

Donum fac remissionis

Ante diem rationis.

   
 Juez que castigas justamente,

hazme el regalo del perdón

antes del día del juicio.

   
 Qui Mariam absolvisti

Et latronem exaudisti,

Mihi quoque spem dedisti.

   
 Tú, que absolviste a María

y escuchaste al ladrón,

también a mí me diste esperanza.

   
 Preces meae non sunt dignae,

Sed tu, bonus, fac benigne,

 Ne perenni cremer igne.

   
 Mis ruegos de nada valen,

pero tú que eres bueno, haz misericordioso,

que no me queme en el fuego eterno.

   
 Inter oves locum praesta

Et ab haedis me sequestra

Statuens in parte dextra.

   
 Dame un lugar entre las ovejas

y separándome de los cabritos

colócame a tu diestra.


Confutatis maledictis,

Flammis acribus addictis,

Voca me cum benedictis.


 
    Rechazados ya los condenados,

y entregados a las duras llamas,

llámame con los bienaventurados.

   
Oro supplex et acclinis,

Cor contritum quasi cinis,

Gere curam mei finis.

   
Suplicante y humilde te ruego,

con el corazón casi hecho ceniza:

toma a tu cuidado mi destino.

   
Lacrimosa dies illa,

Qua resurget ex favilla,

Iudicandus homo reus;

   
Día de lágrimas será aquel

en que resurja del polvo

el hombre culpable para ser juzgado.

   
huic ergo parce, Deus.

Pie Iesu Domine,

Dona eis requiem.


 ¡Perdónale pues, oh Dios,

Piadoso Señor Jesús

¡Dales el descanso!