jueves, 12 de marzo de 2015

LA SERPIENTE DE BRONCE


Cuarto Domingo de Cuaresma B
Evangelio según san Juan 3, 14 - 2 1.
 
En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:

— Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.

El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya esta juzgado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.

El juicio consiste en esto: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios.
 
El Maestro había salido de su cueva y hecho los ejercicios físicos de costumbre se sentó en su poyo de siempre y mientras daba gracias a Dios por el nuevo día, esperaba, como cada  mañana de domingo, la llegada del discípulo.
 Este llegó puntualmente, y sin mediar cualquier otra palabra pregunta a bocajarro:
 - Maestro, ¿conoces Monte Nebo, dónde según tradición murió Moisés?
 El Maestro miró a su amigo, le sonrió y calló durante un rato. Le disgustaba que fuera tan impetuoso, no respetara las formas y no le saludara correctamente a su llegada. Pensó en la posibilidad de corregirlo, pero sabía sobradamente cuanto sufría el discípulo cada vez que le llamaba la atención por este hecho, y decidió proseguir como si nada …
 - La muerte de Moisés en el Monte Nebo es algo más que una tradición, es un hecho descrito en la Biblia.  En el último capítulo del Deuteronomio dice: “ Moisés subió de la estepa de Moab al monte Nebo, a la cima del Pisgá, frente a Jericó; y el Señor le mostró toda la tierra: Galaad hasta Dan, todo Neptalí, el territorio de Efraín y Manasés, y todo el territorio de Judá hasta el mar occidental, el Negueb y la comarca del valle de Jericó (la ciudad de las palmeras) hasta Soar; y le dijo: <>. Y allí murió Moisés,  siervo del Señor, en el territorio de Moab, como había dicho el Señor” (Dt. 34, 1 – 5).
 Sí, estuve alguna vez en el Monte Nebo, y te puedo asegurar que la descripción del Deuteronomio es exacta. A los pies de la montaña, el valle del mar Muerto, un poco a la derecha la ciudad de Jericó con su historia y su verde llanura, y en el fondo a la izquierda, la ciudad Santa de Jerusalén. El único inconveniente es que estas vistas generalmente más que contemplarlas hay que imaginarlas, pues la evaporación de las aguas del mar Muerto produce una neblina casi permanente que impide una visión clara de lo descrito. ¿Pero a qué viene esta pregunta?
 - Es que he leído en algún lugar que allí hay un monumento a la serpiente de bronce que, por mandato del Señor, hizo Moisés y colocó en un estandarte (cfr. Num. 21, 4 – 9)?
 - Has leído bien. Efectivamente en el lugar más elevado del monte hay una escultura moderna, elaborada en hierro, que representa un estandarte con una serpiente enroscada, pero que vista a cierta distancia te recuerda un crucifijo, en clara alusión al evangelio que proclamamos este domingo.
 - He visto alguna ilustración, pero, Maestro, háblame del evangelio de hoy.
 - En primer lugar insisto en lo que te vengo contando en estos domingos de cuaresma: Jesús está muy preocupado por la pasión que se avecina. Por supuesto que está preocupado por si mismo, pues como llegará a decir en algún momento “el espíritu está pronto, pero la carne es débil (Mt. 26, 41), pero sobre todo le inquieta la fe de sus discípulos y como reaccionarán ante su pasión y muerte. Intenta por todos los medios que no lo vivan como un fracaso y como el final de algo que pudo ser y no fue. Hay que decir que a pesar de sus esfuerzos no tuvo mucho éxito; los discípulos solo comprendieron todo el misterio con la efusión del Espíritu Santo el día de Pentecostés.
 En segundo lugar, quisiera subrayar la imagen que tu has propuesto: la serpiente elevada en un mástil. La Biblia nos dice que: “cuando una serpiente mordía a alguien, este miraba a la serpiente de bronce y salvaba la vida” (Num. 21, 9). No había más gestos, más mediadores o intermediarios; la sanación era inmediata. Y Jesús dice: “así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en Él tenga vida eterna”.  Reformulando el paralelismo podríamos decir: el que herido por el pecado, fije sus ojos con fe en el crucificado, quedará sanado y alcanzará la vida eterna. ¿No hemos colocado demasiadas trabas, barreras y condiciones para alcanzar la sanación que de manera tan gratuita nos ofrece Jesús?
 El Maestro calló, dando por terminada su explicación dominical. Se hizo un largo silencio. El discípulo bajó la cabeza y meditó. Al ver que el Maestro cogía el libro de la Liturgia de las Horas, intervino:
 -¡Maestro!
 -¿Qué? contestó mientras pasaba las páginas y organizaba con las cintas el rezo de la oración matinal.
 - Yo esperaba algo más, por ejemplo que me explicaras aquello de: “Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Unigénito  para que todo el que cree en él  no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya esta juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios”.
 - Tienes razón, se me había pasado. Se ve que el Alzheimer me está afectando .  La primera parte de esta afirmación, vista desde nuestra perspectiva resulta evidente, y solo podemos manifestar nuestro agradecimiento por tanta gratuidad. La segunda parte sí que puede requerir alguna reflexión. Quizás tengamos que desterrar de nuestra memoria la imagen de Cristo Juez, o aún peor, Justiciero, tantas veces proclamada en algunas oraciones presentes en la Iglesia, como por ejemplo, el acto de contrición, “también me arrepiento porque puedes castigarme con las penas de infierno” o el famoso himno medieval “dies irae, dies illa” que se cantó durante siglos en la mayoría de los funerales, que resulta ser de una singular belleza pero un tanto terrorífico. Y no hablemos de los “novísimos del hombre”: muerte, juicio, infierno o paraíso. Creo que nos hemos pasado un poco en el tema del “juicio”.
 
- Pero. Maestro, Mateo nos dice en su evangelio que Jesús vendrá en el día del Juicio final  a juzgar a todas las naciones, y al final añade: “y estos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna”(Cfr. Mt. 25, 31 – 46).
 
 - Antes que me taches como hereje, diré que recito todos los días el Credo de la Iglesia Católica y en las dos formulaciones dice “vendrá a juzgar a vivos y muertos”; lo que pretendo exponer es que será un juicio “sui generis”.  Cuando dice que “separará a unos de otros como el pastor separa las ovejas de las cabras”, no determinará quién es oveja y quién es cabra. Cada cual se habrá mirado al espejo y sabrá que aspecto tiene. En este momento cumbre no valdrán ni mentiras,  ni máscaras, ni engaños. Cada cual conocerá perfectamente quien es – oveja o cabra -  e irá a ocupar el lugar que le corresponda. Jesús no te condenará, te condenará tu propia conciencia y el Juez apenas rubricará, como si de un notario se tratara, tu propio destino, por eso dice el evangelio de hoy: “Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya esta juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios”.
- Maestro, no conozco el himno que mencionaste “dies irae, dies illa”.
- Vale, te lo pasaré por escrito, pero recemos laudes, porque se está haciendo tarde.
   

    
 Dies irae, dies illa,

 Solvet saeclum in favilla

Teste David cum Sibylla.


 Aquel día, día de ira,

reducirá este mundo a cenizas,

como profetizaron David y la Sibila.

   
 Quantus tremor est futurus,

Quando iudex est venturus,

 Cuncta stricte discussurus!

   
 ¡Cuánto terror sobrevendrá

cuando venga el Juez

a pormenorizar todas las cosas con estricto rigor!

   
 Tuba mirum spargens sonum

Per sepulchra regionum

Coget omnes ante thronum.

   
 La trompeta, esparciendo un maravilloso sonido

por todos los sepulcros del mundo,

reunirá a todos ante el trono.

   
 Mors stupebit et natura,

Cum resurget creatura

Iudicanti responsura.

   
 La muerte y la naturaleza quedarán estupefactas

cuando resuciten las criaturas

para responder a su Juez.

   
 Liber scriptus proferetur,

 In quo totum continetur,

Unde mundus iudicetur.

   
 Saldrá a la luz el libro escrito

que todo lo contiene,

por el que el mundo será juzgado.

   
Iudex ergo cum censebit,

Quidquid latet apparebit:

Nil inultum remanebit.

   
 Cuando al Juez le parezca oportuno,

todo lo oculto saldrá a la luz;

nada quedará impune.

   
Quid sum miser tunc dicturus,

Quem patronum rogaturus,

Cum vix iustus sit securus?

   
 ¿Qué podré yo, desdichado, decir entonces?

¿A qué protector invocaré,

cuando apenas los justos están seguros?

   
 Rex tremendae maiestatis,

Qui salvandos salvas gratis,

Salva me, fons pietatis.

   
 Rey de tremenda majestad,

que salvas gratis a quienes van a ser salvados,

sálvame, fuente de piedad.

   
 Recordare, Jesu pie,

Quod sum causa tuae viae,

Ne me perdas illa die.

   
 Recuerda, piadoso Jesús,

que soy la causa de tu camino,

no me pierdas aquel día.

   
 Quaerens me sedisti lassus,

Redemisti crucem passus,

Tantus labor non sit cassus.

   
 Buscándome, te sentaste cansado;

me redimiste padeciendo muerte de cruz;

no sea vano tanto esfuerzo.

   
 Iuste iudex ultionis,

Donum fac remissionis

Ante diem rationis.

   
 Juez que castigas justamente,

hazme el regalo del perdón

antes del día del juicio.

   
 Qui Mariam absolvisti

Et latronem exaudisti,

Mihi quoque spem dedisti.

   
 Tú, que absolviste a María

y escuchaste al ladrón,

también a mí me diste esperanza.

   
 Preces meae non sunt dignae,

Sed tu, bonus, fac benigne,

 Ne perenni cremer igne.

   
 Mis ruegos de nada valen,

pero tú que eres bueno, haz misericordioso,

que no me queme en el fuego eterno.

   
 Inter oves locum praesta

Et ab haedis me sequestra

Statuens in parte dextra.

   
 Dame un lugar entre las ovejas

y separándome de los cabritos

colócame a tu diestra.


Confutatis maledictis,

Flammis acribus addictis,

Voca me cum benedictis.


 
    Rechazados ya los condenados,

y entregados a las duras llamas,

llámame con los bienaventurados.

   
Oro supplex et acclinis,

Cor contritum quasi cinis,

Gere curam mei finis.

   
Suplicante y humilde te ruego,

con el corazón casi hecho ceniza:

toma a tu cuidado mi destino.

   
Lacrimosa dies illa,

Qua resurget ex favilla,

Iudicandus homo reus;

   
Día de lágrimas será aquel

en que resurja del polvo

el hombre culpable para ser juzgado.

   
huic ergo parce, Deus.

Pie Iesu Domine,

Dona eis requiem.


 ¡Perdónale pues, oh Dios,

Piadoso Señor Jesús

¡Dales el descanso!

   


 
 


 
 
 


 

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