miércoles, 17 de junio de 2015

Tsunami



Duodécimo Domingo del Tiempo Ordinario  B

 
Evangelio según san Marcos 4, 3 5 - 40.
 
Un día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos:
— Vamos a la otra orilla.
Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó un fuerte huracán, y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. El estaba a popa, dormido sobre un almohadón. Lo despertaron, diciéndole:
— Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?
Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago:
— ¡Silencio, cállate!
El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo:
— ¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?
Se quedaron espantados y se decían unos a otros:
— ¿Pero quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!
 

El ermitaño llevaba ya algún tiempo paseando delante de su gruta cuando vislumbró a lo lejos al discípulo que corría a su encuentro subiendo la montaña. Era muy pronto todavía. Esos encuentros siempre se realizaban a las primerísimas horas de la mañana, pero como era el tiempo del solsticio de verano, el día amanecía muy pronto y ya se gozaba de una cierta claridad.
 
Antes de llegar al lugar del encuentro, el joven se desvió hacia el manantial dónde el ermitaño había construido una pequeña balsa que se podía calificar de multiusos.
 
Poco tiempo después llegó dónde estaba el Maestro y saludó:
 
- Buenos días, Maestro. Disfrutemos del buen tiempo porque en estas latitudes el verano siempre es más corto que el invierno. Me gustaría vivir en Canarias o en cualquier otro lugar dónde siempre fuera verano.
 
- Buenos días, amigo mío, ¿cómo estás?
 
- ¡De maravilla! - respondió el joven - sobre todo después del chapuzón que me pegado en tu charca.
 
- Me alegro por ti, pero tengo miedo que algún día te dé una hidrocución, y te marches a gran velocidad a la Casa del Padre.
 
- ¿Y eso que es?
 
- ¿La Casa del Padre?
 
- No, eso no. Me refiero al palabro que has dicho antes.
 
- ¿Hidrocución? Es un término que probablemente no aparece en el Diccionario de la Real Academia, pero lo puedes encontrar en los diccionarios médicos. Se trata de lo que popularmente se conoce como "corte de digestión" y es un error ya que nada tiene que ver con el aparato digestivo. Se trata de un shock termodiferencial (diferencia brusca de la temperatura) caracterizado por un estado sincopal provocado por el contacto brusco de la piel y de las vías respiratorias superiores con el agua fría, lo que desencadena un reflejo de inhibición de la respiración y la circulación generando una sobrecarga cardíaca derecha que ocasiona en la mayoría de los casos una parada cardiorrespiratoria. En otras palabras: tú llegas sudado de tu footing, te tiras a las aguas frías de la balsa y te quedas "muertecito" para siempre. Por lo menos moja primero los brazos, la nuca y entra lentamente en el agua, para que el cuerpo se vaya adaptando a la nueva temperatura. Tardarás algún minuto más pero, al final, todos ganaremos.
 
- ¿Te has leído el evangelio de hoy? preguntó el ermitaño ya sentados en el lugar de costumbre.
 
- Maestro, sabes que siempre me leo el evangelio del día el sábado por la noche antes de acostarme; no solo el evangelio sino todas las lecturas de la liturgia dominical.  Es una historia muy bonita; se trata de la tempestad calmada; ¿pero me pregunto: ¿puede haber tempestades en un lago tan pequeño como el de Tiberíades?
 
- Contesto a tu pregunta. Tiberíades es efectivamente un lago pequeño; tiene un máximo de 21 kms. de largo, de norte a sur, y un máximo de 12 kms. de ancho, de este a oeste. La parte más profunda alcanza unos 48 metros. Hay que tener en cuenta que es uno de los lugares más bajos de la tierra (210 m. bajo el nivel del Mediterráneo).
 
Ahora bien, si por tempestad entendemos un tsunami, no las hay en este pequeño lago, pero dada la configuración geográfica de los alrededores: (al Norte, a pocos kilómetros, está el Monte Hermón que tiene nieves perennes  y al sur está el Mar Muerto, uno de los lugares más calurosos que he visitado) y por razones que no sé explicar hay  ocasiones en que sobre el lago se encuentran los vientos fríos del Norte y los aires calientes del sur, provocando unas olas respetables que sin ser oceánicas  hacen zozobrar las pequeñas barquichuelas que  por ahí navegan. Puedo asegurar que este ermitaño en alguna ocasión cruzó el lago durante una de estas tempestades y a pesar de ir en un ferry con todas las seguridades modernas los movimientos imponían cierto respeto. Pensando que la barca en que viajaba Jesús y sus discípulos era algo así como una cáscara de nuez, el miedo de los apóstoles estaba sobradamente justificado.
 
- Pero a Jesús no le pareció tan justificado porque recriminó su actitud.
 
- Si lo lees con buenos ojos, verás que no es exactamente así. Si te fijas bien, lo primero que hace es atender a la petición de sus amigos calmando las aguas, y después aprovecha la ocasión para una catequesis – no sé si con una mirada de cariño o con cierta sorna – invitándoles a la confianza. En el fondo si crees profundamente que estás en las manos de Dios, solo sucederá lo que a Él le plazca. Por mucho que llueva a raudales y soplen vientos huracanados si la casa está construida sobre roca resistirá.
 
De todas maneras, amigo mío, y con esto termino, la perfección es la meta y no el punto de partida, y mientras vamos de camino es lícito el miedo, las dudas, los temores, las inseguridades. Sólo con el tiempo y la experiencia te vas dando cuenta que eres demasiado pequeño e impotente para afrontar, por ti mismo, las contrariedades de la vida y aprendes a abandonarte en las manos de Aquel que todo lo puede.

 

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