domingo, 26 de febrero de 2017

Solo al Señor darás culto.


Primer Domingo de cuaresma A

Evangelio según san Mateo, 4, 1 - 11.
En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre. El tentador se le acercó y le dijo:
- Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en partes.
Pero él le contestó, diciendo:
- Está escrito: "No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios."
Entonces el diablo lo lleva a la ciudad santa, lo pone en el alero del templo y le dice:
- Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: «Encargará a los ángeles que cuiden de ti, y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras.»”
Jesús le dijo:
- También está escrito: "No tentarás al Señor, tu Dios."
Después el diablo lo lleva a una montaña altísima y, mostrándole los reinos del mundo y su gloria, le dijo:
- Todo esto te daré, si te postras y me adoras.
Entonces le dijo Jesús:
- Vete, Satanás, porque está escrito: "Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto."
Entonces lo dejó el diablo, y se acercaron los ángeles y le servían.

- Ya estamos otra vez en cuaresma, exclamó el discípulo cuando entró donde estaba el ermitaño.
- Ya estamos en cuaresma y como siempre en este primer domingo nos encontramos con las tentaciones de Jesús en el desierto.
- Ya me has explicado en otras ocasiones en qué consistieron las tentaciones de Jesús, pero sigo teniendo muchas dudas acerca de la literalidad de las mismas.
- Y tienes mucha razón cuando hablas de la literalidad. Indudablemente se trata de un texto catequético y no de un texto histórico en el sentido moderno de la palabra. Siempre partiendo de la lógica, podríamos preguntarnos, ¿cómo llevó el Espíritu a Jesús al desierto? Y no encontraríamos dificultad en afirmar que le animó, le inspiró, etc; pero ¿como lo llevó el diablo a la Ciudad Santa y lo puso sobre el alero del templo y lo llevó después a una montaña altísima, cabe suponer que se trate de del Monte Hermón, que con sus 2814 metros de altitud es la montaña más alta de aquellos lugares? ¿Se dejó Jesús engatusar por el diablo o este lo llevó a la fuerza y volando de un lugar a otro? ¡Sería todo un espectáculo! ¿Por qué al desierto lo llevó el Espíritu y a los otros dos lugares lo llevó el diablo? Todas estas preguntas son demagógicas y solo pretendo decir que este texto con estilo apocalíptico no puede ser interpretado desde su literalidad sino, como te decía antes desde un punto de vista catequético.
- Pues espero esa catequesis, dijo el joven.
Pues ahí van algunos puntos:
A – Al inicio de su predicación, Jesús, y por consiguiente todos los evangelistas, quieren dejar muy claro que no era una fantasma, inmune a las características de su humanidad, un ser superior que no se ensuciaba sus pies con el polvo de este mundo. Todo lo contrario; como dice el autor de la Carta a los Hebreos: “No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo, como nosotros, menos en el pecado” (Heb. 4, 15), y el evangelio de hoy ahonda en este tema: en el pecado no fue probado, pero en la tentación sí, ¡y de que manera! Y todo esto nos lleva por lo menos a dos conclusiones:
1ª – En la vida de Jesús no hay nada de fantasmagórico, todo es real y muy real, inclusive su pasión y muerte en cruz y todo el sufrimiento que eso significó.
2ª – para inspirarnos confianza. El texto de la Carta a los Hebreos que te he citado antes, sigue diciendo: “Por eso, comparezcamos confiados ente el trono de la gracia, para alcanzar misericordia y encontrar gracia para un auxilio oportuno” (v.16). Nadie – salvo nosotros mismos – nos separará del amor de Dios (Cfr. Rom.8, 31 – 39).
B – En los evangelios las tentaciones van circunscritas a un momento concreto de la historia de Jesús y a partir de ahí “aquí paz y después gloria” y no fue exactamente así; como verdadero hombre Jesús fue tentado durante toda su vida. Lucas, siempre muy atento a los detalles, termina la narración de las tentaciones diciendo: “completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión” (Lc. 4, 13). Aunque los evangelistas no vuelven a hablarnos de tentaciones, se puede, no obstante, vislumbrar un atisbo de tentación en Getsemaní cuando pide: “Padre mío, si es posible que pase de mi este cáliz”, aunque a continuación añade: “Pero no se haga como yo quiero, sino como quieres tú” (Mt. 26, 39), y en la misma cruz cuando exclama: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? (Mt. 27, 56), aunque a continuación con total aceptación añade: “Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc. 23, 46).
 - Maestro, ¿qué significa cada una de las tentaciones?
- Hay muchas interpretaciones y todas muy válidas. Sin excluir ninguna yo creo que Jesús desde el principio mismo de su ministerio pretende derribar el “mito” que los judíos se habían creado acerca del Mesías:
Primera tentación: “Di que estas piedras se conviertan en pan”. Es evidente la relación con el maná del desierto. El nuevo Masías debía ser un caudillo como Moisés. Libraría a Israel del yugo romano como Moisés derrotó a Amalec en Rafidín con solo levantar los brazos en oración y lo alimentaría milagrosamente en tiempos de carestía, pero Jesús aclara que no solo el pan (lo material) es importante en la vida, sino todo lo que viene de Dios.
Segunda tentación: “tírate abajo, porque está escrito: «Encargará a los ángeles que cuiden de ti, y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras»”.  Es muy parecida a la primera. Israel necesita un líder carismático que lo conduzca a la victoria sobre sus enemigos y que lo haga sentirse orgulloso de sí mismo y de su historia. La  liberación que le ofrece Jesús es desde una cruz;  desde allí les libera a ellos y a todos de la ley, del pecado y de la muerte. La segunda tentación marca la dialéctica entre la manifestación ostentosa que esperaba el pueblo judío y el ocultamiento salvador de Jesús.
Tercera tentación: “todo esto te daré si te postras y me adoras”. La tercera tentación hay que entenderla desde la perspectiva de un pueblo sometido duramente por los romanos (roban, violan, extorsionan sin escrúpulo) que necesita una liberación tangible que esperan sea llevada de la mano del Mesías; para eso querrán hacerle rey, le ofrecerán el liderazgo político-militar. Pero Jesús tiene otros planes:
“porque el mundo entero es ante ti
como un gramo en la balanza,
como una gota de rocío mañanero sobre la tierra.
Porque te compadeces de todos,
porque todo lo puedes
y pasas por alto los pecados de los hombres
para que se arrepientan.
Amas a todos los seres
Y no aborreces nada de lo que hiciste;
Pues si odiaras algo, no lo habrías creado” (Sab. 11, 22 -24)
- Es decir, Maestro, que la auténtica salvación del hombre no llegará por el mucho poder económico, militar o político, sino del amor de Dios y de su misericordia hacia todas sus criaturas.



martes, 21 de febrero de 2017

Siempre confío en mi Dios.


Octavo Domingo del Tiempo Ordinario  A

Evangelio según san Mateo,  6, 24 - 34.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

- Nadie puede estar al servicio de dos amos.  Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo.  No podéis servir a Dios y al dinero.
Por eso os digo: No estéis agobiados por la vida, pensando qué vais a comer o beber, ni por el cuerpo, pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido?  Mirad a los pájaros: ni siembran, ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos?
¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida?
¿Por qué os agobiáis por el vestido?  Fijaos como crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan.  Y os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos.  Pues, si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe?  No andéis agobiados, pensando qué vais a comer, o qué vais a beber, o con qué os vais a vestir.  Los gentiles se afanan por esas cosas.  Ya sabe vuestro Padre del cielo que tenéis necesidad de todo eso.
Sobre todo buscad el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura.  Por tanto, no os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio.  A cada día le bastan sus disgustos.

Llovía aquella mañana.  Había llovido toda la noche y además hacía un viento de miedo que se metía por todas las rendijas de la cueva del ermitaño, haciendo que la humedad se colase hasta los huesos. El pastor que había pasado por allí con su rebaño informó al anacoreta que esos fenómenos atmosféricos a los que siempre se referían como borrasca, temporal o huracán ahora se llamaban ciclogénesis explosiva. El pastor sonreía y se preguntaba por qué los que saben se preocupan tanto en inventarse palabras nuevas en vez de trabajar en cosas más productivas y el ermitaño, a su vez, se preguntaba si “ciclogénesis” estaba ya en el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua.
El Maestro, que mantenía el fuego a buen ritmo para calentar la cueva y agasajar así a su joven amigo, se encontraba preocupado; estaba muy oscuro todavía pero evidentemente era más tarde que de costumbre y el discípulo no había llegado. ¿Se habría perdido? Creía que no, pues el joven conocía aquellos andurriales mejor que la palma de sus manos, pero ¿habría sufrido algún percance?
Estaba en estos pensamientos cuando por en la entrada se asomó el joven.
- Buenos días, Maestro. Perdona que llegue tarde, los caminos están intransitables por el barro y por los árboles caídos; llegar hasta aquí supone una aventura.
El joven, aunque llevaba chubasquero y otras piezas impermeables, lo cierto es que estaba mojado y lleno de barro.
- ¡Ale! Acércate al fuego y tómate todo el tiempo que necesites para secarte y ponerte  cómodo.
El joven se despojó de las ropas impermeables y se acercó al fuego para calentarse; mientras el ermitaño, que en esta época del año no disponía de leche, le preparó una infusión de hierbas de la montaña a la que añadió una cucharada de miel.
- ¡Maestro, dijo el joven, esto hace resucitar a un muerto!
- Resucitar a un muerto, no, pero reanimar a un joven empapado de lluvia y transido de frío, sí.
- ¿Me enseñarás algún día tus recetas de alimentación y de medicinas naturales?
- Eso, eso, algún da, algún día, dijo el ermitaño indicando de esta manera que no le apetecía continuar con este tema.
Situados ya cada uno en su sitio, preguntó el discípulo:
- Maestro, ¿tener dinero, es malo?
- Tener dinero en sí no es malo, pero ser esclavo del dinero, sí, es malo. Te cuento una pequeña historia. Un día tenía yo una maceta con una bonita planta. Un buen día vi que surgían unas hierbas muy verdes, no me preocupé demasiado porque eran muy pequeñas y descuidé el asunto. Pasó el tiempo y un buen día me fijé en la maceta: a la planta se le había caído las hojas y parecía irremediablemente perdida, la hierba había crecido y parecía estar a gusto. Saqué la tierra de la maceta y quedé totalmente aturdido: dentro había un entramado de raíces de las malas hierbas que se habían comido todos los nutrientes y ahogado la planta primigenia. Pues así son las riquezas: si no las controlas, aunque no se exterioricen demasiado sus raíces se van apoderando de tu corazón, adueñándose totalmente de ti, haciendo que otros valores, el amor, la misericordia, los  buenos propósitos y las buenas intenciones que anteriormente anidaban en ese espacio se ahoguen totalmente, llegando a desaparecer. Cuando el hombre es rico, se cree autosuficiente, protegido y se olvida de Dios.
Ya en el Deuteronomio el Señor, que conoce el corazón del hombre, sabiendo que cuando el pueblo de Israel fuera rico le olvidaría, le previene: “Pero ten cuidado: no olvides al Señor, tu Dios, ni dejes de observar sus mandamientos, sus leyes y sus preceptos, que yo te prescribo hoy. Y cuando comas hasta saciarte, cuando construyas casas confortables y vivas en ellas, cuando se multipliquen tus vacas y tus ovejas, cuando tengas plata y oro en abundancia y se acrecienten todas tus riquezas, no te vuelvas arrogante, ni olvides al Señor, tu Dios, que te hizo salir de Egipto, de un lugar de esclavitud” (Deut. 8, 11 - 14). Y como, a pesar de todo, el pueblo elegido dejó que su corazón se endureciera, los profetas recordaban con insistencia:
“Así dice el Señor:
«Maldito quien confía en el hombre, y en la carne busca su fuerza, apartando su corazón del Señor. Será como un cardo en la estepa, no verá llegar el bien; habitará la aridez del desierto, tierra salobre e inhóspita.
Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza. Será un árbol plantado junto al agua, que junto a la corriente echa raíces; cuando llegue el estío no lo sentirá, su hoja estará verde; en año de sequía no se inquieta, no deja de dar fruto” (Jer. 17, 5 - 8).
En definitiva, amigo mío, para seguir el paso del Señor hay que ir muy ligeros de equipaje: “Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más; pero ni pan, ni alforjas, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto” (Mc.  6, 8 - 9). Lo nuestro es buscar el reino de Dios y su justicia y confiar – saber – que lo demás se nos dará por añadidura.
Como en otras ocasiones el discípulo entonó y los dos cantaron. El discípulo hacía los solos y los dos el coro:
(Coro)
Siempre confío en mi Dios,
siempre confío en mi Dios,
Él me conduce, no temo.
Me acompaña al caminar
(Solo)
Aunque sin luz camine yo en la noche,
aunque el temor me impida avanzar.
(Coro)
siempre confío en mi Dios,
siempre confío en mi Dios,
Él me conduce, no temo.
Me acompaña al caminar
(Solo)
Aunque perdido yo vaya por las calles,
sin encontrar amor y amistad,
(Coro)
siempre confío en mi Dios,
siempre confío en mi Dios,
Él me conduce, no temo.
Me acompaña al caminar
(Solo)
Aunque yo inquieto me mueva todo el día,
sin encontrar la paz del corazón,
(Coro)
siempre confío en mi Dios,
siempre confío en mi Dios,
Él me conduce, no temo.
Me acompaña al caminar
(Solo)
Aunque las fuerzas me falten en la vida,
y la ilusión se apague frente a mí,
(Coro)
siempre confío en mi Dios,
siempre confío en mi Dios,
Él me conduce, no temo.
Me acompaña al caminar
(Solo)
Aunque el camino se oculte en las tinieblas,
aunque no vea tu sombra avanzar,
(Coro)
siempre confío en mi Dios,
siempre confío en mi Dios,
Él me conduce, no temo.
Me acompaña al caminar.




lunes, 13 de febrero de 2017

sólo OJO POR OJO.

Séptimo Domingo del Tiempo Ordinario  A

Evangelio según san Mateo, 5, 38 - 48.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
- Habéis oído que se dijo: "Ojo por ojo, diente por diente." Yo, en cambio, os digo: No hagáis frente al que os agravia.  Al contrario, si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntale la otra; al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica; dale también la capa; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos; a quien te pide, dale, y al que te pide prestado, no lo rehuyas.
Habéis oído que se dijo: "Amarás a tu prójimo" y aborrecerás a tu enemigo.  Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen.  Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos.
Porque, si amáis a los que os aman, ¿qué premio tendréis? ¿No hacen lo mismo también los publicanos?  Y, si saludáis sólo a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de extraordinario? ¿No hacen lo mismo también los gentiles?  Por tanto, sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto.


- Seguimos en el Sermón de la Montaña, dijo el Maestro apenas el discípulo asomó la cabeza por la entrada a la cueva donde el ermitaño le esperaba con la hoguera a pleno rendimiento.
El joven quedó sorprendido con aquellas palabras y se paró unos instantes intentando comprender por qué el Maestro había empezado de manera tan inusual  su explicación dominical. Pero no hizo falta devanarse demasiados los sesos, pues en seguida continuó el anciano con una sonrisa y cierta sorna:
- No te preocupes, amigo mío, solo pretendí adelantarme a lo que tu pensabas decirme, ¿acerté?
- Más o menos, contestó el joven ya un poco más tranquilo y también sonriendo. La verdad es que pensaba decirte: “seguimos con las antítesis”, pero supongo que es lo mismo.
- Refundimos los dos textos y decimos que continuamos con el Sermón de la Montaña y más concretamente con la última de las seis antítesis: "Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo.  Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos”. Si me permites entro en materia haciendo dos premisas.
- Adelante, Maestro, te escucho.
1ª Premisa - Cabe resaltar que la cita de Mateo es inexacta. En el Levítico 19, 18 se lee: “No serás vengativo ni guardarás rencor a los hijos de tu pueblo. Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor”. ¿Por qué Mateo añade “y aborrecerás a tu enemigo”?
Hay dos probables respuestas:
 a) Los judíos conocían las Escrituras de memoria y es posible que se colara algún gazapo, ya que la formulación “amarás a los de tu pueblo” en el contexto del Levítico parece indicar una actitud diferente con los extranjeros, por lo que si bien no estaba escrito se entendía de esta manera: “amarás a los tuyos y odiarás a los demás”;
b) Lo insiere adrede el mismo evangelista para recalcar la novedad del mensaje de Jesús: “Amarás – también – a tus enemigos y rezarás por ellos”.
2ª Premisa. Entiendo que Jesús no vino a fundar una nueva religión sino a dar un rostro más humano y al mismo tiempo más divino al pueblo elegido de toda la vida, por eso Juan en su prólogo escribe: “Vino a su casa y los suyos no le recibieron” (Jn. 1, 11),  y el mismo Jesús en el discurso programático al inicio de su misión, como hemos visto el domingo pasado, proclamó: “No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley” (Mt. 5, 17 – 8).
Creo, amigo mío, que debo hablarte un poco sobre la ley del talión que es el tema central de este domingo: “ojo por ojo, diente por diente, quemadura por quemadura”. Con frecuencia se ha interpretado, sobre todo en el acervo popular, como la Ley de la venganza, como si cualquiera, por si solo y automáticamente, debiera casi obligatoriamente vengarse por los daños recibidos, y no es así, en absoluto. Los capítulos 21 y 22 del Éxodo constituyen un código penal que da a los jueces el necesario instrumento para juzgar los delitos cometidos e indica las penas a aplicar, por cierto de una manera bastante equitativa. Todos sabemos, que la violencia genera violencia, y la experiencia histórica nos enseña que pequeños actos de agresión han evolucionado hasta causar auténticas masacres. Ahora bien y para evitar estas situaciones el autor del Éxodo determina que por un ojo la pena a aplicar sea “un ojo” y nada más, por un diente, un diente y nada más, etc.
Jesús no anula o deroga dicha ley, sino que la lleva a la plenitud y ofrece una alternativa: “el perdón”. Cuando tú amas a tu enemigo y le perdonas, la ley, como tal, sigue vigente pero no se aplica.
Resumiendo te diré, amigo mío, que las sociedades necesitan códigos de leyes para su funcionamiento, y penas justas que los jueces deben aplicar a los infractores, pero los seguidores de Jesús nos situamos en otra dimensión, no fuera o al margen de la ley, sino muy por encima. Nuestra Ley es la Ley del Amor que lleva en su reverso la efigie del perdón. Jesús, modelo perfecto, en la cruz exclamó: “Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen” (Lc. 23, 34), y después de Él miles y miles de mártires han muerto perdonando a sus verdugos, y muchos millones de creyentes siguen devolviendo, hoy por hoy, bien por mal, haciendo de esta manera que en nuestro mundo todavía haya un aire respirable, que muy probablemente no existiría con la sola aplicación de la ley del talión.
- Al atardecer de la vida me examinarán del Amor, susurró el discípulo.
- Ya que has citado este canto de Cesáreo Gabaráin, podríamos terminar este encuentro de oración con este canto.
- Lo he escuchado muchas veces y me gusta mucho, pero no conozco de memoria toda la letra.
El Maestro se levantó, buscó un viejo cancionero entre los pocos papeles que tenía en su cueva, lo abrió por la página correspondiente y los dos cantaron:
Al atardecer de la vida
me examinarán del amor.(bis)
Si ofrecí mi pan al hambriento,
si al sediento di de beber,
si mis manos fueron sus manos,
si en mi hogar le quise acoger.
Al atardecer de la vida
me examinarán del amor.(bis)
Si ayudé a los necesitados,
si en el pobre he visto al Señor,
si los tristes y los enfermos
me encontraron en su dolor.
Al atardecer de la vida
me examinarán del amor.(bis)
Aunque hablara miles de lenguas,
si no tengo amor nada soy,
aunque realizara milagros,
si no tengo amor nada soy.
Al atardecer de la vida
me examinarán del amor.(bis)
Venid, benditos de mi Padre,
tuve hambre y me disteis de comer
estaba solo y me acompañaste
estaba triste y me alegrasteis
estaba feliz y sonreísteis conmigo.
Venid, benditos de mi Padre.
Al atardecer de la vida
me examinarán del amor.(bis)

lunes, 6 de febrero de 2017

La Ley, el Amor y la Misericordia.

Sexto Domingo del Tiempo Ordinario A

Evangelio según san Mateo, 5, 17 – 37.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
- No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley.
El que se salte uno sólo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos. Os lo aseguro: Si no sois mejores que los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
Habéis oído que se dijo a los antiguos: "No matarás", y el que mate será procesado. Pero yo os digo: Todo el que esté peleado con su hermano será procesado.  Y si uno llama a su hermano "imbécil", tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama "renegado", merece la condena del fuego. Por tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda.
Con el que te pone pleito, procura arreglarte en seguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez, y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel.  Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último cuarto.
Habéis oído el mandamiento "no cometerás adulterio".  Pues yo os digo: El que mira a una mujer casada deseándola, ya ha sido adúltero con ella en su interior.
Si tu ojo derecho te hace caer, sácatelo y tíralo.  Más te vale perder un miembro que ser echado entero en el infierno. Si tu mano derecha te hace caer, córtasela y tírala, porque más te vale perder un miembro que ir a parar entero al infierno.
 Está mandado: "El que se divorcie de su mujer, que le dé acta de repudio. Pues yo os digo: El que se divorcie de su mujer, excepto en caso de impureza, la induce al adulterio, y el que se case con la divorciada comete adulterio.
Habéis oído que se dijo a los antiguos: "No jurarás en falso" y "Cumplirás tus votos al Señor". Pues yo os digo que no juréis en absoluto: ni por el cielo, que es el trono de Dios; ni por la tierra, que es estrado de sus pies; ni por Jerusalén, que es la ciudad del Gran Rey.  Ni jures por tu cabeza, pues no puedes volver blanco o negro un solo pelo.  A vosotros os basta decir "si" o "no".  Lo que pasa de ahí viene del Maligno.

Como cada mañana de domingo al romper el alba llegó el discípulo corriendo – haciendo footing, decía él – a la cueva del ermitaño. Como cada mañana de invierno, llamó, entró y saludó al viejo ermitaño que, como de costumbre, estaba cuidando el fuego para que el joven pudiera calentarse. Después de los saludos de siempre y de unos momentos de silencio el joven se sentó en el lugar que tenía preparado junto al fuego y como también era ya su costumbre empezó:
- Seguimos, Maestro, con el Sermón de la Montaña.
- Y seguiremos durante tres domingos más. Permíteme, no obstante, un paréntesis: como dentro de poco empezaremos la cuaresma, y después vendrá el tiempo de Pascua, y Pentecostés, a continuación viene la fiesta de la Santísima Trinidad y en la mayoría de las naciones, por motivos civiles, la solemnidad del Corpus Christi se traslada al domingo, cuando allá para el mes de Junio volvamos al tiempo ordinario  habrán caído unos cuantos domingos. Todo esto para decirte que casi nunca se proclama en la liturgia dominical todo el Sermón de la Montaña. Los capítulos 5, 6 y 7 de Mateo – el Sermón de la Montaña – constituyen el prólogo de todo su evangelio; Jesús presenta de manera sencilla y muy clara en qué va a consistir su predicación. “No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley”. Para comprender estas palabras del Señor hay que situarlas en su contexto.
La Ley promulgada en el Sinaí era, sin lugar a dudas la más perfecta, la más humana -  algunos hoy dirían que la más progresista - de todas las que regían los pueblos de su entorno geográfico y cultural, pero con el tiempo estaba tan anquilosada y la habían  encorsetando de tal manera que ya no servía a los fines para los que había sido promulgada. Los expertos, doctores de la Ley, la interpretaban de una manera tan literal que con frecuencia rayaba el ridículo. Algunos ejemplos:
* “pero ¡ay de vosotros, fariseos! Pagáis el diezmo de la hierbabuena, de la ruda y de toda verdura, y pasáis por alto la justicia y el amor de Dios”  (Lc.11, 42);
* “En aquel tiempo, un sábado, iba Jesús por los sembrados; los discípulos sintieron hambre y empezaron a arrancar espigas y a comer” A las críticas de los fariseos, Jesús les explica el alcance de la Ley y termina diciendo: “Si comprendiereis lo que significa “misericordia quiero y no sacrificios”, no condenaríais a los que tienen culpa” (cfr. Mt. 12, 1 – 8).
* Jesús realizó varias curaciones en sábado lo que indignaba enormemente a los judíos, pero no se amilana nunca dando siempre las explicaciones pertinentes, siendo de especial relieve la que ofrece cuando cura a una pobre mujer que camina absolutamente encorvada: “Hipócritas, cualquier de vosotros, ¿no desata del pesebre al buey o al burro y lo lleva a abrevar aunque sea en sábado? Y a esta, que es hija de Abrahán, y que Satanás ató hace ya dieciocho años, ¿no habría que soltarla de su cadena en sábado? (Lc. 13, 15 – 16). Y lo mismo dice en Lc. 14, 5: “ Si a uno de vosotros se le cae al pozo el burro o el buey, ¿no lo saca en seguida, aunque sea sábado?”
Jesús no viene a cambiar la Ley, sino a darle el valor primigenio, y a colocarla en su justo lugar con el respeto y la reverencia que se merece. Marcos, en el suceso de las espigas que he mencionado antes, recoge unas palabras de Jesús que son muy reveladoras: “El sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado” (Mc. 2, 27).
Se suele presentar este texto del evangelio de hoy como las “antítesis”, y lo son desde el punto de vista formal pero creo que no lo son desde el punto de vista conceptual, pues Jesús no opone su doctrina a lo que dice la Ley, sino que le otorga una mayor amplitud, una gran flexibilidad y, sobre todo, una gran humanidad. No ha cambiado la Ley, sino su interpretación. Los judíos y muy especialmente los fariseos colocaban en el centro de su universo la Ley que dirigía y organizaba al pueblo y a los individuos, pero que  también con frecuencia los aplastaba y los anulaba, de manera muy especial a los más pobres y desfavorecidos que o bien desconocían o bien carecían de los medios para liberarse de los pesados fardos que cargaban sobre sus hombros; Jesús colocaba en el centro de su universo al hombre, a todos los hombres, de cuya naturaleza quiso participar y a los que amó hasta el extremo.
- ¿Me dejas resumir, Maestro?
- Si, claro. ¡Adelante!
- La Ley, y por extensión todas las leyes, deben ser instrumentos para que el hombre alcance una mayor plenitud, una mayor libertad y una mayor dignidad.
- Sí, añadiendo que con estos bagajes el hombre tiene el camino despejado para acercarse a Dios.
Hubo un largo silencio, más allá de lo normal. Al final intervino el ermitaño:
- ¡Eh, Estoy esperando! ¿No has elegido algún canto para cerrar el encuentro de hoy?
- Tengo uno – y te paso la letra – pero no sé si está muy relacionado con el tema de hoy, aunque creo que describe muy bien la vivencia de la nueva ley del amor, de la misericordia y del perdón.
- Me gusta. ¡Adelante!
Cristo nos da la libertad, Cristo nos da la salvación,
Cristo nos da la esperanza, Cristo nos da el amor.
Cuando luche por la paz y la verdad, la encontraré.
Cuando cargue con la cruz de los demás, me salvaré.
Dame señor tu palabra, oye Señor mi oración.
Cuando sepa perdonar de corazón, tendré perdón.
Cuando siga los caminos del amor, veré al Señor.
Dame Señor tu palabra, oye Señor mi oración.
Cuando siembre la alegría y la amistad, vendrá el amor.
Cuando viva en comunión con los demás, seré de Dios.
Dame Señor tu palabra, oye Señor mi oración.