sábado, 2 de agosto de 2014

Para Dios eres imprescindible



Decimoctavo Domingo del Tiempo Ordinario A 
 
Evangelio según san Mateo, 14, 13 - 21.
 
En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan, el Bautista, se marchó de allí en barca, a un sitio tranquilo y apartado. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos.
 Al desembarcar, vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos. Como se hizo tarde, se acercaron los discípulos a decirle:
  - Estamos en despoblado y es muy tarde, despide a la multitud para que vayan a las aldeas y se compren de comer.
  Jesús les replicó:
  - No hace falta que vayan, dadles vosotros de comer.
Ellos le replicaron:
  - Si aquí no tenemos más que cinco panes y dos peces.
Les dijo:
  - Traédmelos.
Mandó a la gente que se recostara en la hierba y, tornando los cinco panes y los dos peces, alzó la mirada al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos; los discípulos se los dieron a la gente. Comieron todos hasta quedar satisfechos y recogieron doce cestos llenos de sobras.  Comieron unos cinco mil hombres, sin contar mujeres y niños.
 Era domingo, pero aquel domingo y algunos más como todos los días laborables el ermitaño estaba solo. El discípulo, el joven que lo visitaba cada domingo y compartía con él la oración matutina, aprovechando las vacaciones de verano, estaba haciendo una experiencia misionera en África junto a una comunidad de los padres combonianos.
Como había hecho en otras ocasiones similares y sabiendo que no había a aquella horas de la madrugada un alma en cuatro o cinco quilómetros alrededor decidió a hacer la reflexión a media voz invitando a toda la naturaleza que le rodeaba a ocupar el lugar de escucha que su amigo, ahora lejano, había dejado baldío.
- Hemos dejado atrás - empezó diciendo el ermitaño - el capítulo 13 de Mateo, el capítulo de las parábolas catequéticas de Jesús y empezamos un nuevo bloque: los capítulos 14 al 17 constituyen un rico grupo de relatos diversos recogidos aquí por el evangelista para preparar el discurso eclesial que nos presenta en el capítulo 18.
El capítulo 14 nos narra un grupo de milagros. Hay que destacar que los milagros de Jesús no son un fin en sí mismos - no era un taumaturgo - sino que son un medio para manifestar la presencia de Dios en medio de su pueblo. Los sinópticos perciben exquisitas diferencias en el hecho milagroso:
*Mateo insiste en que los milagros serían signos del mesianismo de Jesús; es decir, tendrían como misión orientar al lector a descubrir en Jesús otra realidad más honda como es el cumplimiento en él del verdadero mesianismo, de la autenticidad mesiánica de Jesús.
*Marcos, entiende los milagros como manifestaciones del poder que emana de un hombre. Los milagros conducirían la atención del espectador o del lector de los relatos en esta dirección y para responder a este interrogante: ¿cómo es posible que este hombre llamado Jesús sea el Hijo de Dios con poder? La finalidad es fundamentalmente cristológica y está al servicio de la cristología.
*Lucas entiende los milagros como expresión y manifestación de la misericordia universal de Jesús. Los milagros revelan que Jesús es el lugarteniente en la tierra del amor misericordioso y gratuito de Dios. Este marco es imprescindible para llegar a la significación de cada unos de los relatos milagrosos. Se podría decir que hay otras realidades mucho más importantes y que deben atraer con más fuerza la atención de los espectadores, beneficiarios o lectores de los milagros. Un verdadero discípulo de Jesús debe ser cauto ante estas manifestaciones y llegar a la realidad que esconden, iluminan e interpelan.
Entrando ya en el evangelio de este domingo quería subrayar, amigo mío, - echó una mirada al poyo vacío donde suele sentarse el joven discípulo, una enorme tristeza invadió su corazón, acarició ligeramente sus escasos cabellos y continuó - quería subrayar, amigo mío, unos cuantos puntos que te presentaré en forma esquemática:
* Jesús no pudo vivir el luto por Juan, el Bautista. Este no solo era pariente suyo, sino que había sido su precursor, que había ido por delante preparando el terreno para que él, Jesús, hiciera su siembra. De hecho "se marchó de allí en barca, a un sitio tranquilo y apartado, (pero) al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos".
* Hablando en términos modernos diríamos que Jesús tenía una enorme empatía, es decir capacidad para hacer suyos los problemas y sufrimientos de los demás: "Al desembarcar, vio Jesús el gentío, le dio lástima y curó a los enfermos". Jesús nunca hizo ningún milagro "por capricho" sino respondiendo a la necesidad del pueblo.
* Por último Jesús pide nuestra colaboración para resolver los problemas materiales y espirituales de la humanidad. Es cierto que somos muy limitados, que no tenemos medios para resolver todos los problemas de nuestro mundo: solo tenemos cinco panes y dos peces. Pues bien, no escatimemos nada, no nos reservemos nada, pongamos los cinco panes y los dos peces en manos del Señor, confiando que Él alzando la mirada al cielo, pronunciará la bendición y distribuirá nuestros cinco panes y dos peces y seguro que saciará a todos.
Decía San Agustín que  "Dios que te creo sin ti, no puede salvarte sin ti". Aplicado este principio al evangelio de hoy podríamos afirmar "no tengo pan para tanta gente, pero mi mendrugo es imprescindible para que Dios alimente a la multitud.
Después de un largo silencio solo interrumpido por el canto de los pájaros que saludaban el amanecer, el ermitaño se puso a recitar una de las muchas oraciones que, cuando adolescente, aprendió de memoria:
Sólo Dios puede dar la fe pero tú puedes dar tu testimonio.
Sólo Dios puede dar esperanza pero tú puedes devolverla a tu hermano.
Sólo Dios puede dar el amor pero tú puedes enseñar a amar.
Sólo Dios puede dar la paz pero tú puedes sembrar la unión.
Sólo Dios puede dar la fuerza pero tú puedes animar al desanimado.
Sólo Dios es el camino pero tú puedes señalarlo a los otros.
Sólo Dios es la luz pero tú puedes hacer que brille a los ojos de todos.
Sólo Dios es la vida pero tú puedes hacer que florezca el deseo de vivir.
Sólo Dios puede hacer lo que parece imposible  pero tú puedes hacer lo posible.
Sólo Dios se basta a sí mismo pero prefiere contar contigo.

 

 

 

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