viernes, 7 de noviembre de 2014

Déjame primero ir a enterrar a mi padre.


XXXII Domingo del Tiempo Ordinario A
 
Evangelio según san Mateo, 25, 1 - 13.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
 
- Se parecerá el reino de los cielos a diez doncellas que tomaron sus lámparas y salieron a esperar al esposo. Cinco de ellas eran necias y cinco eran sensatas.
Las necias, al tomar las lámparas, se dejaron el aceite; en cambio, las sensatas se llevaron alcuzas de aceite con las lámparas.
El esposo tardaba, les entró sueño a todas y se durmieron.
A medianoche se oyó una voz: "¡Que llega el esposo, salid a recibirlo!"
  Entonces se despertaron todas aquellas doncellas y se pusieron a preparar sus lámparas.

Y las necias dijeron a las sensatas: "Dadnos un poco de vuestro aceite, que se nos apagan las lámparas."
Pero las sensatas contestaron: "Por si acaso no hay bastante para vosotras y nosotras, mejor es que vayáis a la tienda y os lo compréis."
Mientras iban a comprarlo, llegó el esposo, y las que estaban preparadas entraron con él al banquete de bodas, y se cerró la puerta.
Más tarde llegaron también las otras doncellas, diciendo "Señor, Señor, ábrenos." Pero él respondió: "Os lo aseguro: no os conozco."
Por tanto, velad, porque no sabéis el día ni la hora.»
 

Hacía poco tiempo del cambio horario, los relojes habían sido retrasados una hora, por lo que a la hora de siempre ya había un poco de luz. El sol aún no se había asomado al horizonte y unos nubarrones negros  estaban dispuestos a engullírselo  apenas tuviera la osadía de salir al espacio. El discípulo hacía un esfuerzo para leer un libro que tenía en sus manos.

- Bueno días, amigo mío, dijo el Maestro al salir de su cueva.

 - Buenos días, Maestro.

- ¿Qué estás leyendo? cortó el Maestro, pues percibió que el discípulo iba a continuar en el uso de la palabra.

 - Es un libro que me regalaron. Se llama “Evangelio Diario en la Compañía de Jesús. 2011”. Fíjate lo que dice – siguió embalado el joven – acerca del evangelio de hoy: “a veces leemos mal las parábolas y nos fijamos en detalles sin importancia. En esta parábola de las diez doncellas pensamos que las cinco prudentes fueron muy egoístas, que a media noche  las otras cinco no iban a poder conseguir nada de aceite, que el novio fue cruel al dejarlas fuera … No hay que leer así.  Una parábola es una historieta tomada de la vida real, posiblemente un suceso que ocurrió y la gente comentaba. Jesús lo cuenta tal cual, con detalles vivos que mantienen el interés, pero todo eso tiene poca importancia, ahí no está el mensaje. Cada cuento tiene un mensaje, un mensaje global, único; los detalles son solamente el ropaje, el envoltorio. Es como el papel del caramelo, que sirve para no pringarse y para que esté bonito, pero no se come. En esta parábola hay un solo mensaje: estad despiertos, la vida corre y no es tiempo de dormirse, hay que vivir con la lámpara encendida, siempre atentos, esperando siempre. Y merece la pena: lo que nos espera es una fiesta, algo así como una fiesta de bodas. No hay que perdérsela, hay que estar bien despiertos”.

 Acabada la lectura del texto el discípulo cierra el libro y mira al Maestro que había escuchado en religioso silencio. Y el silencio se prolonga durantes unos momentos. El discípulo se siente incómodo. Otra vez se había pasado unos cuantos telediarios, pensó. ¿Por qué sería tan impetuoso?  ¿Por qué no había pedido permiso al Maestro para leer el texto? Es verdad que le había gustado mucho, pero de ninguna manera pretendía enseñar al Maestro.

 Se percata el Maestro del sufrimiento interior del discípulo y le dice:

 - Muchas gracias, amigo mío, es un texto muy bonito y muy acertado. Creo que resume perfectamente el evangelio de hoy.

 Ya más tranquilo y aliviado por las palabras del Maestro, se atrevió a decir:

 - ¿Verdad que es un texto muy claro y que explica muy bien la parábola de las diez vírgenes?

 Sigue otro largo silencio, terminado el cual el Maestro coge su breviario como indicando que se inicia, como cada mañana, el rezo de laudes. Al discípulo le da un vuelco el corazón; el Maestro no va a explicarle el evangelio y una enorme congoja lo invade, de nuevo se siente en culpa.

 - Maestro – dijo entonces con lágrimas en los ojos – yo vengo a escuchar tus enseñanzas. Para eso vengo, por eso te sigo. Las demás lecturas puedo hacerlas en otros momentos.

 - Puedes y debes. Para madurar en la fe y adquirir una profunda formación religiosa hay beber de todas las fuentes y pescar en todos los caladeros. Podría añadir al comentario que me leíste que el novio pasa muchas veces en nuestras vidas y hay que ser capaces de reconocerlo en cada momento y estar siempre dispuesto a escucharle y a seguirle en cada instante de la vida en las pequeñas y grandes cosas. Es cierto que estamos ocupados en mil cosas, con tantos problemas de supervivencia que no tenemos oídos para voces que vienen de otros ámbitos y dimensiones; a menudo también nosotros contestamos: “si, Señor, mañana te dedicaré un tiempo”, “cuando tenga tiempo, ayudaré en una ONG”, “te seguiré, Señor, adondequiera que vayas, pero déjame primero ir a enterrar a mi padre” (Cfr. Lc. 9, 57 – 59). En estos momentos y circunstancias estamos con nuestras lámparas apagadas y nuestras alcuzas vacías.

 ¿Qué te parece esta oración de Charles de Foucauld:                                          

Padre, me pongo en tus manos,
haz de mí lo que quieras,
sea lo que sea, te doy las gracias.


Estoy dispuesto a todo,
lo acepto todo,
con tal que tu voluntad se cumpla en mí,
y en todas tus criaturas.

No deseo nada más, Padre.

Te confío mi alma,
te la doy con todo el amor
de que soy capaz,
porque te amo.


Y necesito darme,
ponerme en tus manos sin medida,
con una infinita confianza,
porque Tú eres mi Padre.


Terminadas estas palabras los dos fijaron su mirada en el horizonte. El sol se había asomado, pero había sido engullido por los negros nubarrones que amenazaban tormenta. Parecía que la crisis había llegado hasta recortar la luz del día.

 

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