viernes, 19 de diciembre de 2014

El valor de un “SI”, el peso de un “NO”.


IV Domingo de Adviento B.

Evangelio según san Lucas 1, 26 - 38.
En aquel tiempo; el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea
llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.
El ángel, entrando en su presencia, dijo:
— Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél.
El ángel le dijo:
— No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.
Y María dijo al ángel:
— ¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?
El ángel le contestó:
— El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.
María contestó:
— Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.
Y la dejó el ángel.

 - Maestro, Maestro, yo tengo muchas ganas de escucharte, porque sé que me va a hablar de María, la Madre de Jesús, y me consta que le tienes especial devoción.

El Maestro le miró un momento antes de responder. El chico había vuelto a las andadas; de nuevo lo arrollaba con sus palabras, ni “buenos días nos dé Dios”, ni “¿cómo estás”, ni nada: llegar y disparar. Había decidido no llamarle más a la atención por este comportamiento, pues esto lo cohibía y le quitaba frescura y espontaneidad. Es cierto que el joven tenía que aprender los buenos modales, pero tiempo y ocasión  tendría para limar las aristas de su personalidad. Por otra parte estas preguntas o intervenciones tan inmediatas - para no usar el término “abruptas” -  indicaban que eran la continuidad de los pensamientos y reflexiones que venía haciendo por el camino, y esto era una muy buena señal.
- Ciertamente que le tengo mucho cariño y por muchas razones. Le tendría mucho respeto por el mero hecho de ser la madre de Jesús, pero además de eso, por ser importante, hay mucho más:

* por su disponibilidad, entrega, generosidad, capacidad de sacrificio, intimidad con el Señor, etc. es el modelo perfecto para cualquier creyente;

* porque por voluntad de Jesús, en un momento que le da valor de testamento, es Madre de todos los discípulos, en particular, y en su conjunto, es decir, de la Iglesia;
* y además, -  ¿qué quieres que te diga? - siempre la he sentido muy cercana a lo largo de mi vida. ¿Cómo no voy a tenerle una especial devoción?

Pero entremos en tema. Durante este tiempo de adviento van surgiendo una serie de personajes muy ocupados directa o indirectamente en preparar la llegada del Hijo de Dios. De manera indirecta aparecen Zacarías e Isabel, de manera muy inmediata aparece de manera muy vistosa Juan el Bautista a quien hemos visto los últimos domingos, aparecerá un tanto de refilón y sin la importancia que verdaderamente tiene – en la liturgia de la misa de vigilia de Navidad, es decir la misa del sábado, 24 de Diciembre por la tarde; misa que en muchos lugares no se celebra, y allí  dónde se celebra ya se hace con espíritu navideño: Niño en Belén, pastores, vacas y bueyes, etc -  decía, que sin la importancia que verdaderamente tiene aparece José.
Hoy – y algunas otras veces a lo largo del adviento - surge de manera preeminente, pero también con la delicadeza y humildad que la caracteriza la figura de María, la esclava del Señor, la Madre de Jesús. Ella tiene un rol fundamental en la historia del Hijo de Dios que es lo mismo que decir en la historia de nuestra redención.

El “sí” de María, su “fiat mihi”, o “γένοιτό μοι” hace posible que se cumpla el plan de Dios y dé inicio el último capítulo de la historia de la Salvación
Se ha escrito y hablado profusamente acerca del “si” de María por hombres y mujeres que saben mucho más que este pobre ermitaño. Doctores tiene la Santa Madre Iglesia, pero yo quisiera tan solo plantear una pregunta: “¿qué hubiera sucedido si la Virgen, en aras de su sacrosanta libertad hubiese dicho “no”?

- No lo sé, dijo el discípulo sintiéndose interpelado.
- Yo tampoco, pero quisiera que todos reflexionáramos sobre el peso que puede tener un “si” o un “no” en algunos momentos de nuestra existencia. Ciertas decisiones determinan el futuro de la vida no solo del sujeto sino de todo su entorno. Te pongo un ejemplo muy conocido, pero cada uno de nosotros es un ejemplo: Teresa de Calcuta. ¿Cuántos “sies” hay en su vida? Voy a señalar solo dos. Imagínate por un momento que hubiera quedado en Skopje, Albania, actual Macedonia? ¿Si hubiera formado una familia? Todo muy normal y legal en pleno uso de su libertad, pero … . ¿Imagínate por un momento que hubiera seguido de profesora en el  St. Mary's High School de Calcuta, que parece ser lo más lógico y para lo que había profesado. Pero sus “sies” no solo la han hecho muy feliz, con sus lógicos problemas, pero han derramado mucha felicidad y paz a su alrededor.

En definitiva, amigo mío, siguiendo el ejemplo de María que nuestros “sies” provengan de una profunda reflexión, pero sean  también generosos y entregados, sabiendo que si nos ponemos en las manos de Dios, el nos conducirá, aunque por cañadas oscuras y caminos tortuosos hasta fuentes tranquilas y verdes praderas (cfr. Salmo 23, 1 – 4).
¿Puedo decir algo más?

- Claro, Maestro.
- Pues ahí va. Llamo la atención a los padres, profesores y a todos aquellos que se dedican a la formación de los niños y de los jóvenes para que les ayuden a madurar y a decidir, pero nunca a decidir por ellos y a la misma Iglesia Institucional a dejar que el Espíritu sople donde quiere y cuando quiere no y no confundir la defensa de sus intereses o de sus proyectos con la voluntad de Dios. Confundir la autoridad eclesial sobre la vida y bienes de sus miembros con la voluntad de Dios es, cuanto menos, arriesgado.

 

 

 

 

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