martes, 20 de enero de 2015

TIEMPOS NUEVOS



Tercer Domingo del tiempo ordinario B

Evangelio según San Marcos 1, 14 - 20.
Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio
de Dios. Decía:
—Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.
Pasando junto al lago de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo.
Jesús les dijo:
—Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él.

 - Maestro, Maestro, dijo el discípulo apenas alcanzó el atrio  o espacio abierto que había delante de la cueva del ermitaño, el evangelio de hoy contradice el que hemos leído el domingo pasado.
El Maestro se alegró al ver que el discípulo había recuperado la espontaneidad de siempre, aunque su impulsividad le llevara a decir cosas desacertadas.
- ¿Por qué lo dices?
- Pues porque el domingo pasado leímos que Andrés estaba con Juan Bautista cuando pasó Jesús y lo siguió y después invitó a su hermano Simón, y hoy dice que los dos estaban juntos echando el copo en el lago, es decir, pescando.
- Son dos versiones diferentes pero no contradictorias, pero si te parece, hablamos de esto más tarde, porque …
- Sí, Maestro, como tú digas, interrumpió el discípulo.
- Yo creo que el evangelio de hoy, de San Marcos, tiene dos partes bien diferenciadas. En la primera parte Jesús presenta su misión o, si prefieres, su programa electoral: “se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio”. Jesús va directamente al grano, no engaña, no miente, no dice medias verdades que generalmente encubren grandes mentiras.
En nuestros tiempos comerciantes, predicadores, políticos, - y a veces hasta la misma Iglesia Católica, o por lo menos algunos de sus representantes, aunque hay que insistir que de todo hay en la viña del Señor, y aquí hay mucho bueno – vendedores de humo todos, nos ofrecen el oro y moro y después de lo dicho nada de nada o poco más. ¡Cuántas mentiras en los programas electorales! ¡Cuánto engaño en las ofertas comerciales sobre todo de las grandes empresas, que a veces rayan o sobrepasan el fraude! Jesús pone un título claro a su misión: “se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio”. Por delante queda toda una vida, muy corta por cierto, para explicar eso del “tiempo cumplido”, de “reino de Dios”, de “conversión” y de “Evangelio” o buena nueva. Pero, repito, el título es claro, inequívoco y no pretende defraudar a nadie. Sin ánimo de explicar este tema, tiempo habrá, solo subrayo el hecho de que efectivamente con Jesús, se alcanza una nueva época, tiempos nuevos, una nueva era, una nueva cosmogonía, o, por lo menos, una nueva manera de leer el tiempo y la historia.
La segunda parte es más complicada. A mí me sorprende, y siempre me sorprendió, la manera rápida y tajante de la respuesta de los apóstoles: “inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron” y “dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon en pos de él”. Algunos dicen que esta manera de expresarse es tan solo una forma literaria, que los hechos no sucedieron exactamente así, que hubo más tiempo entre la llamada y la respuesta. Yo sinceramente, con el riesgo de que me cataloguen como integrista y radical, creo que las cosas sucedieron así o de una manera muy parecida. Jesús tenía en sí mismo, en su persona, una fuerza de atracción tal que resultaba atractivo y cautivador. La verdad, la sinceridad y, sobre todo la fuerza del Espíritu, resulta un imán para los que honradamente buscan eso: la verdad. Por eso hoy, dos mil años después, las personas de toda índole y cultura que despojadas de prejuicios se acercan a Cristo, descubren su rostro y cruzan con él sus miradas, lo dejan todo y lo siguen. Después vendrán las dudas, los altibajos – también los apóstoles los tuvieron ¡y cuántos! – pero ahí están mano a mano con el Señor, ayudando a los demás a descubrir esos tiempos nuevos.
El Maestro abrió el libro “Liturgia de las Horas” y se disponía a recitar laudes, pero el discípulo lo interrumpió:
- Maestro, no has contestado a mis dudas.
- ¿Cuáles?
- Las diferencias entre el evangelio del domingo pasado y este, y el seguimiento de Andrés y Simón a Jesús.
- ¡Ah ya! Creo que esto no tiene mayor importancia. Fíjate, los evangelistas no eran cronistas que iban con papel y lápiz detrás de Jesús para anotar todo lo que decía y mucho menos reporteros que van con sus máquinas de grabación de imagen y sonido para que no se les escape ningún detalle. Dos de ellos, Marcos y Lucas, ni siquiera eran discípulos, no estaban allí, y cuando, décadas más tarde deciden poner por escrito lo que se les han trasmitido para que no se pierda, intentan ser fieles al mensaje aunque no cuiden tanto el hecho histórico. Creo que aquí la relevancia está en el inmediato seguimiento de los apóstoles. Si me apuras mucho yo creo que la versión más auténtica es la de Juan, la que hemos leído el domingo pasado, sencillamente porque él es testigo directo, forma parte de su propia historia. Esto sin menoscabo de la versión de Marcos que hemos leído este domingo.
- Gracias, Maestro. Estoy listo para rezar laudes.
 

 

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