jueves, 30 de julio de 2015

LA PEOR CEGUERA


Décimo octavo Domingo del tiempo ordinario B. 

Evangelio según san Juan 6, 24 - 35.
En aquel tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron:
— Maestro, ¿cuándo has venido aquí?
Jesús les contestó:
— Os lo aseguro, me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios.
Ellos le preguntaron:
— Y, ¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?
Respondió Jesús:
— La obra que Dios quiere es ésta: que creáis en el que él ha enviado.
Le replicaron:
— ¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Les dio a comer pan del cielo».
Jesús les replicó:
— Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo.
Entonces le dijeron:
— Señor, danos siempre de este pan.
Jesús les contestó:
— Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasara hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed.
 

Aquella mañana el discípulo llegó todavía más temprano que de costumbre y como estaba sudoroso se dirigió al riachuelo para refrescarse un poco como hacía con frecuencia en los domingos de verano. De vuelta al eremitorio encontró al Maestro sentado en el lugar de costumbre preparado para la catequesis dominical.
 
- Buenos días, Maestro, ¿he llegado tarde? ¿te he hecho esperar? Perdona.
 
- Buenos días, amigo mío. Nada que perdonar, no has llegado tarde. He oído que llegabas antes que bajaras al río y he pensado esperarte fuera y gozar así de este magnífico amanecer.
 
- Me cuesta mucho levantarme cada mañana del domingo, pero después disfruto mucho del camino tanto en verano como en las demás estaciones. Esta experiencia compensa el sacrificio del madrugón.
 
- ¿Cuánto tardas en llegar? ¿Una hora?
 
- Poco más o menos; depende si vengo a paso rápido o corriendo. Cuando hay nieve o tormenta tardo algo más.  Cambiando de tercio, Maestro, qué frase subrayarías del evangelio de hoy?
 
- Cómo te dije el domingo pasado el capítulo VI de Juan es un tratado teológico sobre la Eucaristía, y creo que cada frase, cada palabra tiene un preso específico. Voy a fijarme en dos frases, pero insistiendo en que cada palabra es una perla de gran valor.
 
1ª - “¿Y qué signo haces tú, para que veamos y creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: ‘Pan del cielo les dio a comer’”.  Esta actitud me recuerda la de muchos políticos de hoy – y probablemente de siempre – que cuando carecen de inteligencia y de razones se preparan su discursito y lo sueltan al margen de la situación concreta en que se encuentren o la pregunta que se le haya formulado.  Estas gentes habían comido el pan del milagro: “me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros”; estas gentes, o por lo menos algunos de ellos, los más relevantes, iban a por él, como decimos en un lenguaje coloquial. No estaban abiertos a la verdad, sino todo lo contrario, hiciera lo que hiciera, dijera lo que dijera Jesús no importaba; estaban allí para llevarle la contraria hasta el mismo ridículo. Habían contemplado y participado en el milagro de la multiplicación de los panes del que el maná del desierto era tan solo un prototipo y no obstante preguntan: "¿qué signos haces tú?”. ¡Cómo resulta cierto aquel refrán popular con raíces bíblicas que dice: “No hay peor sordo que el que no quiere oír, no hay peor ciego que el que no quiere ver”!
 
-“Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás”. Hay que comprender que los milagros según el evangelista Juan tienen siempre tres dimensiones:
Primera: Tienen lo que llamaríamos hoy una función social, responden a una necesidad humana concreta. Multiplica los panes y los peces porque hay gente con hambre, cura los enfermos porque están discapacitados y sufren, etc. Hacer milagros no es para Jesús un juego, a ver quién lo hace mejor, no consta que se divirtiera haciendo pajaritos de barro y con un soplo haceros volar. Jesús hacía milagros porque había una situación dolorosa que requería su intervención.
 
Segunda: Jesús define sus milagros como “signos”. Hay algo más – mucho más – detrás del hecho milagroso; son señales luminosas para indicar que ahí está la presencia de Dios: “Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mi, y yo en el Padre” (Jn. 10, 37-38). En definitiva Jesús en cada milagro está  diciendo a gritos que él es el Hijo de Dios.
 
Tercera: En cada milagro Jesús se define a sí mismo y su misión entre los hombres. En la piscina de Siloé, cuando va a curar a un ciego de nacimiento, afirma: “mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo” (Jn. 9, 5);  en la aldea de Betania, cuando va a resucitar a su amigo Lázaro, en el diálogo con Marta, la hermana del difunto,  afirma: “Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá; y el que está vivo y cree en mi, no morirá para siempre. ¿Crees esto?” (Jn. 11, 25-26); Y para ceñirnos ya al evangelio de hoy, Jesús después de la multiplicación de los panes y de los peces, habiendo saciado sobradamente a una multitud que le seguía, exclama:Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás”.
 
Permíteme un epílogo, amigo mío, …
 
- Adelante, Maestro.
 
- Muchas veces en nuestras vidas andamos huidos y asustados, como Elías cuando escapaba de la ira de Jezabel, y como Él nos sentimos desfallecer, es entonces cuando en nuestro interior oiremos palabras como estas: “levántate y come, pues el camino que te queda es muy largo” (1Re. 19, 7), “Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás” y “ yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre”(Jn 6, 5).
 
Después de unos minutos de silencio el Maestro empezó un canto al que se unió de inmediato el discípulo:

TÚ ERES SEÑOR, EL PAN DE VIDA.
MI VIDA SIN TI NO SERÁ VIDA
 
Mi Padre es quien os da verdadero Pan del cielo.
 
Quien come de este pan vivirá eternamente.
 
Aquel que venga a mí no padecerá más hambre.
 
Mi carne es el manjar y mi sangre la bebida.
 
El pan que yo os daré ha de ser mi propio Cuerpo.
 
Quien come de mi Carne mora en Mí y yo en Él.
 
Bebed todos de Él que es Cáliz de mi Sangre.
 
Yo soy el Pan de Vida que ha bajado de los cielos.
 
Si no coméis mi Carne no tendréis Vida en vosotros.
 
Si no bebéis mi Sangre no tendréis Vida en vosotros.
 
Quien bebe de mi Sangre tiene ya la Vida Eterna.
 
Mi Cuerpo recibid entregado por vosotros.

 

miércoles, 22 de julio de 2015

Un niño se te acercó …



Decimoséptimo Domingo del tiempo ordinario B.

Evangelio según san Juan, 6, 1 - 15.
En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del lago de Galilea (o de Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos.
Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe:
— ¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?
Lo decía para tantearlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer.
Felipe le contestó:
— Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo.
Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice:
— Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero, ¿qué es eso para tantos?
Jesús dijo:
— Decid a la gente que se siente en el suelo.
Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; sólo los hombres eran unos cinco mil.
Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado.
Cuando se saciaron, dice a sus discípulos:
— Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie.
Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían comido.
La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía:
— Éste sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo.
Jesús entonces, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.

 
- Buenos días, amigo mío, dijo el Maestro, apenas vio llegar al discípulo.
 
- Buenos días, Maestro, contestó el discípulo mientras intentaba recuperar sus constantes vitales.
 
Se hizo un corto silencio que siempre imponía un cierto respeto al joven discípulo, pero al final se decidió a intervenir:
 
- ¿Por qué cambiamos de evangelista? Me explico: este año estamos en el Ciclo B, y toca la proclamación de San Marcos, y así lo hemos hecho hasta hoy en que nos encontramos con el evangelio de San Juan.
 
- La última razón, si la hay, la desconozco, pero te voy a dar una de orden práctico y que es evidente: el evangelio de Marcos es muy corto,  tiene tan sólo 16 capítulos, frente a los 28 de Mateo, a los 24 de Lucas y a los 21de Juan, y no hay texto suficiente para los 33 domingos del Tiempo Ordinario; entonces se enjerta aquí – y durante cinco domingos consecutivos - el capítulo 6 de Juan.  Este capítulo que empezamos a leer hoy y leeremos otros cuatro domingos más, es el tratado joánico de la Eucaristía. Si te fijas, Juan – el primer gran teólogo -  no nos narra la institución de la Eucaristía en la última cena, porque la ha desarrollado ampliamente en este capítulo.
 
Pero en mi reflexión de hoy me voy a detener tan solo en los primeros 15 versículos y en el milagro de la multiplicación de los panes y de los peces. Como sé que has leído detenidamente el texto de hoy…
 
- Sí, Maestro.
 
- … te voy a subrayar algunos puntos que a mí llaman fuertemente la atención:
 
1º - “Con qué compraremos panes para que coman estos? No me cansaré nunca de subrayar la ternura de Jesús la preocupación por los suyos. Su misión era anunciar el Reino y no alimentar a sus seguidores; pero ante Él había una muchedumbre inmadura, despreocupada, que como las cinco vírgenes necias de la parábola (Mt. 25, 1 – 13), se habían ido desprovistas de lo más imprescindible, salvo un niño (aquí se puede elucubrar muchas cosas, pero no es el momento), y que podría acabar desmayada por falta de alimento, y su corazón no se lo permite; tiene que alimentarlos. Este gesto me sugiere dos reflexiones complementarias:
 
A – hay que salvar al hombre en su integridad, para salvar el alma hay que alimentar el cuerpo;
 
B – la mayor parte de los líderes religiosos, sobre todo de sectas – aunque la Iglesia Católica en algunos casos también ha caído en la tentación – se aprovechan de sus seguidores en beneficio propio, mientras que Jesús no se aprovechaba sino que les socorría.
 
2 – “Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces”
 
- ¿No resulta extraño, Maestro, que fuera precisamente un niño el único precavido en llevarse comida?
 
- Puede ser que sí, pero si me permites utilizar la fantasía te diré que se trataba no de un niño sino de un adolescente pastorcillo cuya madre, por la mañana al salir con el rebaño, le había puesto la comida para el día en el zurrón, y que al ver el grupo que rodeaba a Jesús olvidó  sus ovejas y se fue a curiosear. Para mí este es el tema central del día de hoy e intentaré explicarlo.
 
A – la entrega por parte del joven de su almuerzo. Algunos dicen que este es el auténtico milagro, yo no estoy de acuerdo, y defiendo que aquí se han realizado dos milagros: por un lado la generosidad de aquel muchacho, que en un mundo egoísta y usurero, pone a disposición sus cinco panes y dos peces, cuando lógicamente servirían para muy poco: “pero, ¿qué es esto para tantos?”.  Él no calculó, no programó, simplemente hizo como la viuda pobre en el templo (Mc. 12, 41 – 44), y entregó todo lo que tenía; a partir de ahí la responsabilidad era de otros.
 
B – y Jesús no solo acoge benévolo esta donación sino que la multiplica exponencialmente hasta el resultado conocido.  Desde el punto de vista intelectual sabemos que Dios, y Jesús en cuanto Dios, todo lo puede, y, por consiguiente, podría sacar el alimento de la nada, o hacer que las piedras se transformaran en pan, pero no, acepta – y perdona que diga “necesita” – nuestras pequeñeces para transformarlas en grandezas, nuestras impotencias para transformaras en fuerzas salvadoras. Y así hizo que los cinco panes y los dos peces del almuerzo de un muchacho, tal vez despistado pero generoso, alimentaran a más de cinco mil personas.
 
3 – “Los recogieron y llenaron doce canastos con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido”.
 
- Anda, Maestro, que Jesús se pasó unos cuantos telediarios. ¿Doce canastos? Parece que los cálculos no eran su fuerte.
 
- Veo, amigo mío, que hoy estás un tanto sarcástico. También aquí hay una bellísima enseñanza: los que van con Jesús no solo tendrán lo justito, lo imprescindible para sobrevivir, sino que tendrán en abundancia. El Señor no es medidor, rácano, sino generoso en exceso.
 
Se hizo, como siempre, un largo silencio hasta que Maestro empezó a cantar sotto voce y en seguida se le sumó el discípulo:

Un niño se te acercó aquella tarde;
sus cinco panes te dio para ayudarte;
los dos hicisteis que ya no hubiera hambre.  (Bis)
 
La tierra, el aire y el sol son tus regalos
y mil estrellas de luz siembran su mano.
el hombre pone su amor y su trabajo.  (Bis)
 
También yo quiero poner sobre tu mesa
mis cinco panes que son una promesa
de darte todo mi amor y mi pobreza. (Bis)

 

 

martes, 14 de julio de 2015

Hoy es un día maravilloso …


Decimosexto Domingo del tiempo ordinario B

Evangelio según san Marcos,  6, 30 - 34.
En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Je­sús y le
contaron todo lo que hablan hecho y enseñado. Él les dijo:
— Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco.
Porque eran tantos los que iban y venían que no encontra­ban tiempo ni para comer.
Se fueron en barca a un sitio tranquilo y apartado.
Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma.

El Maestro salió de su celda y miró al horizonte. Detrás de las montañas que estaban más allá del valle se asomaban los primeros rayos de luz con un color rojizo. Empezó a hacer unos ejercicios de estiramientos. En ese momento llegó el discípulo jadeante y sudoroso.
 
- Buenos días, amigo mío, se adelantó el Maestro sin interrumpir sus ejercicios. ¿Por qué estás tan sudado, estamos en verano pero a estas horas el calor es bastante soportable.
 
- Es que el camino de venida ya también el de vuelta lo suelo hacer corriendo,  haciendo footing como se dice ahora. Con tu permiso, Maestro, y mientras haces tu gimnasia me voy a refrescar al río.
 
A la vuelta  el Maestro que ya se había refrescado estaba sentado en el lugar de costumbre.
 
- Maestro, dijo el joven mientras tomaba asiento en su poyo, el fragmento del evangelio de este domingo es muy cortito y es la continuación del que hemos proclamado el domingo pasado.
 
- Desde el punto de vista narrativo es la continuación de la historia que efectivamente  se leyó la semana pasada, pero el evangelista Marcos intercala toda la historia del martirio de Juan Bautista. Creo, no obstante, que estos son datos técnicos no interesan para una reflexión espiritual. Es uno de los pasajes evangélicos que más me emocionan y al mismo tiempo más me frustran.
 
- ¿Te emociona y te frustra?
 
- Efectivamente. Me emociona contemplar la humanidad de Jesús. Sus amigos regresan de una misión arriesgada. Están cansados y eufóricos por los resultados obtenidos. Quieren hablar, me imagino que todos a la vez, contando con detalle sus experiencias. Y Jesús desea compartir la alegría y las experiencias de sus amigos. En este cuadro resalta la gran humanidad y ternura del Señor. Eran muchos los que andaban por allí, pero Jesús pretende crear un espacio para la intimidad con los suyos: “’venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco … se fueron en barca a solas a un lugar desierto”.
Todo esto es maravilloso,  pero de repente todo se va al garete, porque “muchos los vieron marchar y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y se compadeció de ella, porque andaban como ovejas que no tienen pastor; y se puso a enseñarles muchas cosas.”
 
Cabe subrayar el interés y el esfuerzo de aquellas gentes que buscan al Maestro, que van corriendo alrededor del lago consiguiendo llegar antes que la barca, que tocan el corazón de Jesús hasta el punto de hacerle cambiar de planes. Todo esto es maravilloso; seguro que los apóstoles han tenido múltiples oportunidades de estar a solas con el Señor, de contarle sus cuitas, de escuchar sus palabras, sus consejos, de intercambiar sus miradas,  de respirar sus silencios, etc, pero en esta ocasión no fue posible: el bien común prevaleció sobre el bien particular o de grupo.
 
Se hizo un silencio. Al rato el discípulo levantó la cabeza y vio que el Maestro a duras penas reprimía la risa, el cual al sentirse descubierto soltó una ligera carcajada.  El joven estaba perplejo. Nunca había visto el Maestro reírse de aquella manera; tenía un carácter afable, sonreía con frecuencia, pero reírse a carcajadas no lo había visto ni imaginado. Al darse cuenta de la situación y de la incomodidad del joven, dijo el Maestro:
 
- Perdóname este despropósito, y pienso que debo darte una explicación, aunque no me apetezca y sea un tanto inadecuada, pero es que en este caso me traicionó  y ganó la batalla la memoria.
 
El discípulo le seguía mirando con ojos como platos. Y el Maestro con la voz baja como se pretendiera no ser escuchado, siguió:
 
- Recuerdo un cartel que en el pasado encontré en varias oficinas y despachos y que es aplicable a la situación que nos ocupa, y se calló.
 
- ¡Maestro!
 
- Te lo pasaré por escrito.
 
 

viernes, 10 de julio de 2015

De DOS en DOS.


Decimoquinto Domingo del tiempo ordinario  B

Evangelio según san Marcos, 6, 7 - 13.
 
En aquel tiempo, llamó Jesús a los Doce y los fue enviando de dos en dos, dándoles autoridad sobre los espíritus inmundos. Les encargó que llevaran para el camino un bastón y nada más, pero ni pan, ni alforja, ni dinero suelto en la faja; que llevasen sandalias, pero no una túnica de repuesto.
Y añadió:
      Quedaos en la casa donde entréis, hasta que os vayáis de aquel sitio. Y si un lugar no os recibe ni os escucha, al marcharos sacudíos el polvo de los pies, para probar su culpa.
Ellos salieron a predicar la conversión, echaban muchos demonios, ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban.

- Maestro, - dijo el discípulo al llegar y después de los saludos de rigor – yo algunas veces no entiendo nada del evangelio. ¡Bueno! Entiendo lo que dice, la historia que nos narra, pero no entiendo el por qué, el mensaje que pretende trasmitir.
 
- Pues me llevas la delantera, dijo el maestro un tanto en broma. Dices que algunas veces no entiendes, y yo no entiendo casi nunca o entiendo muy poco.
 
- Anda, Maestro, no bromees, que lo poquito que entiendes multiplica por mil lo que comprendo yo, por eso eres mi Maestro.
 
- Dejémonos de circunloquios y vayamos al grano. Formula alguna pregunta.
 
- Te formularé dos: ¿por qué Jesús le da poder sobre los espíritus inmundos y por qué los manda, como se suele decir, con lo puesto? ¿No corre el riesgo de presentar a su entorno como una comunidad llena de posesos?
 
- Voy a reflexionar en voz alta. Jesús no tenía la misión de enseñarnos ningún tipo de ciencia, fuera medicina, astrología,  álgebra o aritmética; vino para enseñarnos la Verdad sobre el Padre, sobre nosotros mismos y como relacionarnos con Dios y con los hermanos. Desde este punto de vista se acercó al pueblo utilizando su lenguaje y su cultura. Tiempo tendría el hombre, los tiempos y la historia para dirimir lo que es una enfermedad, lo que es una posesión y de buscar los medios adecuados para solucionarlos. Los que hoy nos sentimos enviados debemos aportar soluciones o alivio a los problemas reales de las personas, por lo necesitamos bajar de los púlpitos, de las grandes definiciones doctrinales y programáticas y empatizar con las gentes, con sus sufrimientos y sus esperanzas, para poder ofrecer desde esa realidad un rayo de luz.
 
Si te fijas en el evangelio, “Jesús les dio autoridad sobre los espíritus inmundos” y el resultado fue que “… ungían con aceite a muchos enfermos y los curaban”; pues de eso se trataba: de curarlos.
 
El Maestro calló, probablemente estaba haciendo su examen de conciencia, pero el discípulo lo interrumpió:
 
- ¿Y por qué los mandó con lo puesto?
 
- Pregunta complicada, amigo mío, y respuesta difícil, pero voy a ofrecerte dos posibles razones:
 
1ª - Quizás para poner a prueba la confianza de los suyos. En alguna ocasión dijo. “fijaos en los cuervos: ni siembran ni cosechan, no tienen dispensa ni granero y Dios los alimenta; ¡cuánto más valéis vosotros que los pájaros!; …  fijaos como crecen los lirios, no se fatigan ni hilan; pues os digo que ni Salomón en todo su esplendor se vistió como uno de ellos. Pues si Dios viste así a la hierba que hoy está en el campo y mañana es arrojada al horno, ¡Cuánto más a vosotros. Hombres de poca fe! … no andéis buscando qué vais a comer o qué vais a beber, ni estéis preocupados… vuestro Padre sabe que tenéis necesidad de estas cosas” (Lc. 12, 24 – 30). Ocasión tenían ahora los Doce para demostrar su confianza en la palabra del Maestro.
 
2ª - Una posible segunda razón es que el enviado no tiene que llevar cosas, objetos, riquezas, sino palabras y amor. Si analizáramos la historia de la evangelización a lo mejor nos llevaríamos la sorpresa al verificar que la fe está tanto más enraizada cuanto menos medios se utilizaron para sembrarla. Los pobres, las gentes que vagan sin rumban necesitan “enviados”, sus corazones, sus personas, no sus cosas.

 

 

 

jueves, 2 de julio de 2015

LOS HERMANOS DE JESÚS


Decimocuarto Domingo del tiempo ordinario  B

Evangelio según san Marcos, 6, 1 - 6.
En aquel tiempo, fue Jesús a su pueblo en compañía de sus
discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada:
— ¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?
Y esto les resultaba escandaloso.
Jesús les decía:
— No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa.
No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe.
Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.

- Maestro, Maestro, ¿Jesús tenía hermanos? ¿No decimos que es el Hijo Unigénito?
 
- Cada vez me haces preguntas más complicadas. Ante todo cuando hablamos que Jesús es el Unigénito, decimos que es el Unigénito del Padre, es decir que el tema de la encarnación es una aventura única e irrepetible. Pero no excluye que el matrimonio de José y María tuvieran otros hijos.
 
Ahora bien podemos afirmar que Jesús es el Unigénito del Padre e hijo único de María. Ante todo, y hay que mencionarlo, está el dogma de la virginidad de María “ante partum, in partu et post partum”. Sin entrar en disquisiciones muy profundas vamos a proponer algunas reflexiones más sencillas:
 
1º - Es de todos conocido que en muchas civilizaciones y muy especialmente en Medio Oriente el término “hermano” tiene todavía hoy dos acepciones:
 
A – lo que entendemos todos, dos personas hijas de unos mismos padres;
 
B – también se llaman entre sí hermanos los miembros de un mismo clan, lo que en nuestro lenguaje definimos como primos, parientes y familiares, con la particularidad de que en estos casos no solo tienen un vínculo sanguíneo, sino que tienen una misma religión, ideales y visión política.
 
2 – La virginidad de María sobrevoló el ánimo de los creyentes desde el principio del cristianismo, aunque no fue definido como dogma, - verdad indiscutible – hasta el Concilio o Sínodo de Letrán convocado por el Papa San Martín I en 649.
 
Es cierto que en los primeros tiempos la comunidad de creyentes estaba centrada en la figura de Jesús, el Resucitado,  pero si Jesús hubiera formado parte de una familia numerosa como se puede interpretar del texto de San Marcos, algún rastro de sus hermanos y hermanas hubiera quedado en la historia y en los escritos de los Padres de la Iglesia. Como anécdota, recuérdese que los musulmanes – cuya historia empieza en el siglo VII – veneran con gran devoción la familia del Profeta, su hija Fátima, su yerno y sobrino Alí, sus nietos Hasán y Huseín, etc. a los cuales han dedicado hermosas mezquitas a lo largo del mundo islámico.
 
Con todo esto pretendo decir que más allá del dogma – que ya sería suficiente – no hay ningún motivo convincente para pensar que Jesús tuviera hermanos carnales.
 
- Pero el evangelio de hoy tiene otros detalles interesantes.
 
- Efectivamente hay algunos detalles interesantes y, si me permites, voy a subrayar dos.
 
- Adelante, Maestro, te escucho.
 
- En primer lugar está la soberbia del hombre incapaz de reconocer los valores de los demás. Les resultaba evidente a los vecinos de Nazaret que Jesús tenía sabiduría: “¿de dónde saca todo esto? ¿qué sabiduría es esa que le ha sido dada”  y poderes extraordinarios :”¿y esos milagros que realizan sus manos?”,  pero no pueden permitir que uno de ellos “el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas” los supere, por lo que se escandalizan achacando todo a algún poder maligno. ¡Si viniera de lejos, si fuera un desconocido o un extraterrestre  le harían caso, pero no permitirían jamás que uno de los suyos les enseñara.
 
En segundo lugar está el tema de la fe. Se dice que la fe mueve montañas, aunque es una mala interpretación de Mt. 21, 21 – 22  “ … si tuviereis fe no vacilaseis … diríais a ese monte ‘quítate y arrójate al mar’ y así se realizaría. Todo lo que pidáis orando con fe, lo recibiréis”. El acento va puesto en la última frase. La fe en sí no cura, no salva, pero toca de manera efectiva el corazón del Padre, y el milagro se realiza. Curó a la hemorroisa porque tenía fe, resucitó a la hija de Jairo porque este, en su angustia, tenía fe,  no hizo allí ningún milagro porque no tenían fe.
 
Una curiosidad…
 
- ¿Cuál, Maestro?
 
- Se supone que alguno tendría fe porque “curó algunos enfermos imponiéndoles las manos”. Personalmente me resulta curiosa esta forma de redactar de San Marcos: primero afirma rotundamente: “no pudo hacer allí ningún milagro” para añadir a continuación: “solo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos”. Da la sensación que Marcos vive tan extasiado ante los grandes milagros de Jesús que curar enfermos es una minucia que no merece calificarlo como tal.