miércoles, 22 de julio de 2015

Un niño se te acercó …



Decimoséptimo Domingo del tiempo ordinario B.

Evangelio según san Juan, 6, 1 - 15.
En aquel tiempo, Jesús se marchó a la otra parte del lago de Galilea (o de Tiberíades). Lo seguía mucha gente, porque habían visto los signos que hacía con los enfermos. Subió Jesús entonces a la montaña y se sentó allí con sus discípulos.
Estaba cerca la Pascua, la fiesta de los judíos. Jesús entonces levantó los ojos, y al ver que acudía mucha gente, dice a Felipe:
— ¿Con qué compraremos panes para que coman éstos?
Lo decía para tantearlo, pues bien sabía él lo que iba a hacer.
Felipe le contestó:
— Doscientos denarios de pan no bastan para que a cada uno le toque un pedazo.
Uno de sus discípulos, Andrés, el hermano de Simón Pedro, le dice:
— Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y un par de peces; pero, ¿qué es eso para tantos?
Jesús dijo:
— Decid a la gente que se siente en el suelo.
Había mucha hierba en aquel sitio. Se sentaron; sólo los hombres eran unos cinco mil.
Jesús tomó los panes, dijo la acción de gracias y los repartió a los que estaban sentados, y lo mismo todo lo que quisieron del pescado.
Cuando se saciaron, dice a sus discípulos:
— Recoged los pedazos que han sobrado; que nada se desperdicie.
Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos de los cinco panes de cebada, que sobraron a los que habían comido.
La gente entonces, al ver el signo que había hecho, decía:
— Éste sí que es el Profeta que tenía que venir al mundo.
Jesús entonces, sabiendo que iban a llevárselo para proclamarlo rey, se retiró otra vez a la montaña él solo.

 
- Buenos días, amigo mío, dijo el Maestro, apenas vio llegar al discípulo.
 
- Buenos días, Maestro, contestó el discípulo mientras intentaba recuperar sus constantes vitales.
 
Se hizo un corto silencio que siempre imponía un cierto respeto al joven discípulo, pero al final se decidió a intervenir:
 
- ¿Por qué cambiamos de evangelista? Me explico: este año estamos en el Ciclo B, y toca la proclamación de San Marcos, y así lo hemos hecho hasta hoy en que nos encontramos con el evangelio de San Juan.
 
- La última razón, si la hay, la desconozco, pero te voy a dar una de orden práctico y que es evidente: el evangelio de Marcos es muy corto,  tiene tan sólo 16 capítulos, frente a los 28 de Mateo, a los 24 de Lucas y a los 21de Juan, y no hay texto suficiente para los 33 domingos del Tiempo Ordinario; entonces se enjerta aquí – y durante cinco domingos consecutivos - el capítulo 6 de Juan.  Este capítulo que empezamos a leer hoy y leeremos otros cuatro domingos más, es el tratado joánico de la Eucaristía. Si te fijas, Juan – el primer gran teólogo -  no nos narra la institución de la Eucaristía en la última cena, porque la ha desarrollado ampliamente en este capítulo.
 
Pero en mi reflexión de hoy me voy a detener tan solo en los primeros 15 versículos y en el milagro de la multiplicación de los panes y de los peces. Como sé que has leído detenidamente el texto de hoy…
 
- Sí, Maestro.
 
- … te voy a subrayar algunos puntos que a mí llaman fuertemente la atención:
 
1º - “Con qué compraremos panes para que coman estos? No me cansaré nunca de subrayar la ternura de Jesús la preocupación por los suyos. Su misión era anunciar el Reino y no alimentar a sus seguidores; pero ante Él había una muchedumbre inmadura, despreocupada, que como las cinco vírgenes necias de la parábola (Mt. 25, 1 – 13), se habían ido desprovistas de lo más imprescindible, salvo un niño (aquí se puede elucubrar muchas cosas, pero no es el momento), y que podría acabar desmayada por falta de alimento, y su corazón no se lo permite; tiene que alimentarlos. Este gesto me sugiere dos reflexiones complementarias:
 
A – hay que salvar al hombre en su integridad, para salvar el alma hay que alimentar el cuerpo;
 
B – la mayor parte de los líderes religiosos, sobre todo de sectas – aunque la Iglesia Católica en algunos casos también ha caído en la tentación – se aprovechan de sus seguidores en beneficio propio, mientras que Jesús no se aprovechaba sino que les socorría.
 
2 – “Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos peces”
 
- ¿No resulta extraño, Maestro, que fuera precisamente un niño el único precavido en llevarse comida?
 
- Puede ser que sí, pero si me permites utilizar la fantasía te diré que se trataba no de un niño sino de un adolescente pastorcillo cuya madre, por la mañana al salir con el rebaño, le había puesto la comida para el día en el zurrón, y que al ver el grupo que rodeaba a Jesús olvidó  sus ovejas y se fue a curiosear. Para mí este es el tema central del día de hoy e intentaré explicarlo.
 
A – la entrega por parte del joven de su almuerzo. Algunos dicen que este es el auténtico milagro, yo no estoy de acuerdo, y defiendo que aquí se han realizado dos milagros: por un lado la generosidad de aquel muchacho, que en un mundo egoísta y usurero, pone a disposición sus cinco panes y dos peces, cuando lógicamente servirían para muy poco: “pero, ¿qué es esto para tantos?”.  Él no calculó, no programó, simplemente hizo como la viuda pobre en el templo (Mc. 12, 41 – 44), y entregó todo lo que tenía; a partir de ahí la responsabilidad era de otros.
 
B – y Jesús no solo acoge benévolo esta donación sino que la multiplica exponencialmente hasta el resultado conocido.  Desde el punto de vista intelectual sabemos que Dios, y Jesús en cuanto Dios, todo lo puede, y, por consiguiente, podría sacar el alimento de la nada, o hacer que las piedras se transformaran en pan, pero no, acepta – y perdona que diga “necesita” – nuestras pequeñeces para transformarlas en grandezas, nuestras impotencias para transformaras en fuerzas salvadoras. Y así hizo que los cinco panes y los dos peces del almuerzo de un muchacho, tal vez despistado pero generoso, alimentaran a más de cinco mil personas.
 
3 – “Los recogieron y llenaron doce canastos con los pedazos de los cinco panes de cebada que sobraron a los que habían comido”.
 
- Anda, Maestro, que Jesús se pasó unos cuantos telediarios. ¿Doce canastos? Parece que los cálculos no eran su fuerte.
 
- Veo, amigo mío, que hoy estás un tanto sarcástico. También aquí hay una bellísima enseñanza: los que van con Jesús no solo tendrán lo justito, lo imprescindible para sobrevivir, sino que tendrán en abundancia. El Señor no es medidor, rácano, sino generoso en exceso.
 
Se hizo, como siempre, un largo silencio hasta que Maestro empezó a cantar sotto voce y en seguida se le sumó el discípulo:

Un niño se te acercó aquella tarde;
sus cinco panes te dio para ayudarte;
los dos hicisteis que ya no hubiera hambre.  (Bis)
 
La tierra, el aire y el sol son tus regalos
y mil estrellas de luz siembran su mano.
el hombre pone su amor y su trabajo.  (Bis)
 
También yo quiero poner sobre tu mesa
mis cinco panes que son una promesa
de darte todo mi amor y mi pobreza. (Bis)

 

 

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