jueves, 30 de julio de 2015

LA PEOR CEGUERA


Décimo octavo Domingo del tiempo ordinario B. 

Evangelio según san Juan 6, 24 - 35.
En aquel tiempo, cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron:
— Maestro, ¿cuándo has venido aquí?
Jesús les contestó:
— Os lo aseguro, me buscáis, no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad, no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a éste lo ha sellado el Padre, Dios.
Ellos le preguntaron:
— Y, ¿qué obras tenemos que hacer para trabajar en lo que Dios quiere?
Respondió Jesús:
— La obra que Dios quiere es ésta: que creáis en el que él ha enviado.
Le replicaron:
— ¿Y qué signo vemos que haces tú, para que creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: “Les dio a comer pan del cielo».
Jesús les replicó:
— Os aseguro que no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo.
Entonces le dijeron:
— Señor, danos siempre de este pan.
Jesús les contestó:
— Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no pasara hambre, y el que cree en mí nunca pasará sed.
 

Aquella mañana el discípulo llegó todavía más temprano que de costumbre y como estaba sudoroso se dirigió al riachuelo para refrescarse un poco como hacía con frecuencia en los domingos de verano. De vuelta al eremitorio encontró al Maestro sentado en el lugar de costumbre preparado para la catequesis dominical.
 
- Buenos días, Maestro, ¿he llegado tarde? ¿te he hecho esperar? Perdona.
 
- Buenos días, amigo mío. Nada que perdonar, no has llegado tarde. He oído que llegabas antes que bajaras al río y he pensado esperarte fuera y gozar así de este magnífico amanecer.
 
- Me cuesta mucho levantarme cada mañana del domingo, pero después disfruto mucho del camino tanto en verano como en las demás estaciones. Esta experiencia compensa el sacrificio del madrugón.
 
- ¿Cuánto tardas en llegar? ¿Una hora?
 
- Poco más o menos; depende si vengo a paso rápido o corriendo. Cuando hay nieve o tormenta tardo algo más.  Cambiando de tercio, Maestro, qué frase subrayarías del evangelio de hoy?
 
- Cómo te dije el domingo pasado el capítulo VI de Juan es un tratado teológico sobre la Eucaristía, y creo que cada frase, cada palabra tiene un preso específico. Voy a fijarme en dos frases, pero insistiendo en que cada palabra es una perla de gran valor.
 
1ª - “¿Y qué signo haces tú, para que veamos y creamos en ti? ¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: ‘Pan del cielo les dio a comer’”.  Esta actitud me recuerda la de muchos políticos de hoy – y probablemente de siempre – que cuando carecen de inteligencia y de razones se preparan su discursito y lo sueltan al margen de la situación concreta en que se encuentren o la pregunta que se le haya formulado.  Estas gentes habían comido el pan del milagro: “me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros”; estas gentes, o por lo menos algunos de ellos, los más relevantes, iban a por él, como decimos en un lenguaje coloquial. No estaban abiertos a la verdad, sino todo lo contrario, hiciera lo que hiciera, dijera lo que dijera Jesús no importaba; estaban allí para llevarle la contraria hasta el mismo ridículo. Habían contemplado y participado en el milagro de la multiplicación de los panes del que el maná del desierto era tan solo un prototipo y no obstante preguntan: "¿qué signos haces tú?”. ¡Cómo resulta cierto aquel refrán popular con raíces bíblicas que dice: “No hay peor sordo que el que no quiere oír, no hay peor ciego que el que no quiere ver”!
 
-“Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás”. Hay que comprender que los milagros según el evangelista Juan tienen siempre tres dimensiones:
Primera: Tienen lo que llamaríamos hoy una función social, responden a una necesidad humana concreta. Multiplica los panes y los peces porque hay gente con hambre, cura los enfermos porque están discapacitados y sufren, etc. Hacer milagros no es para Jesús un juego, a ver quién lo hace mejor, no consta que se divirtiera haciendo pajaritos de barro y con un soplo haceros volar. Jesús hacía milagros porque había una situación dolorosa que requería su intervención.
 
Segunda: Jesús define sus milagros como “signos”. Hay algo más – mucho más – detrás del hecho milagroso; son señales luminosas para indicar que ahí está la presencia de Dios: “Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mi, y yo en el Padre” (Jn. 10, 37-38). En definitiva Jesús en cada milagro está  diciendo a gritos que él es el Hijo de Dios.
 
Tercera: En cada milagro Jesús se define a sí mismo y su misión entre los hombres. En la piscina de Siloé, cuando va a curar a un ciego de nacimiento, afirma: “mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo” (Jn. 9, 5);  en la aldea de Betania, cuando va a resucitar a su amigo Lázaro, en el diálogo con Marta, la hermana del difunto,  afirma: “Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto vivirá; y el que está vivo y cree en mi, no morirá para siempre. ¿Crees esto?” (Jn. 11, 25-26); Y para ceñirnos ya al evangelio de hoy, Jesús después de la multiplicación de los panes y de los peces, habiendo saciado sobradamente a una multitud que le seguía, exclama:Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás”.
 
Permíteme un epílogo, amigo mío, …
 
- Adelante, Maestro.
 
- Muchas veces en nuestras vidas andamos huidos y asustados, como Elías cuando escapaba de la ira de Jezabel, y como Él nos sentimos desfallecer, es entonces cuando en nuestro interior oiremos palabras como estas: “levántate y come, pues el camino que te queda es muy largo” (1Re. 19, 7), “Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás” y “ yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre”(Jn 6, 5).
 
Después de unos minutos de silencio el Maestro empezó un canto al que se unió de inmediato el discípulo:

TÚ ERES SEÑOR, EL PAN DE VIDA.
MI VIDA SIN TI NO SERÁ VIDA
 
Mi Padre es quien os da verdadero Pan del cielo.
 
Quien come de este pan vivirá eternamente.
 
Aquel que venga a mí no padecerá más hambre.
 
Mi carne es el manjar y mi sangre la bebida.
 
El pan que yo os daré ha de ser mi propio Cuerpo.
 
Quien come de mi Carne mora en Mí y yo en Él.
 
Bebed todos de Él que es Cáliz de mi Sangre.
 
Yo soy el Pan de Vida que ha bajado de los cielos.
 
Si no coméis mi Carne no tendréis Vida en vosotros.
 
Si no bebéis mi Sangre no tendréis Vida en vosotros.
 
Quien bebe de mi Sangre tiene ya la Vida Eterna.
 
Mi Cuerpo recibid entregado por vosotros.

 

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