martes, 14 de julio de 2015

Hoy es un día maravilloso …


Decimosexto Domingo del tiempo ordinario B

Evangelio según san Marcos,  6, 30 - 34.
En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Je­sús y le
contaron todo lo que hablan hecho y enseñado. Él les dijo:
— Venid vosotros solos a un sitio tranquilo a descansar un poco.
Porque eran tantos los que iban y venían que no encontra­ban tiempo ni para comer.
Se fueron en barca a un sitio tranquilo y apartado.
Muchos los vieron marcharse y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor; y se puso a enseñarles con calma.

El Maestro salió de su celda y miró al horizonte. Detrás de las montañas que estaban más allá del valle se asomaban los primeros rayos de luz con un color rojizo. Empezó a hacer unos ejercicios de estiramientos. En ese momento llegó el discípulo jadeante y sudoroso.
 
- Buenos días, amigo mío, se adelantó el Maestro sin interrumpir sus ejercicios. ¿Por qué estás tan sudado, estamos en verano pero a estas horas el calor es bastante soportable.
 
- Es que el camino de venida ya también el de vuelta lo suelo hacer corriendo,  haciendo footing como se dice ahora. Con tu permiso, Maestro, y mientras haces tu gimnasia me voy a refrescar al río.
 
A la vuelta  el Maestro que ya se había refrescado estaba sentado en el lugar de costumbre.
 
- Maestro, dijo el joven mientras tomaba asiento en su poyo, el fragmento del evangelio de este domingo es muy cortito y es la continuación del que hemos proclamado el domingo pasado.
 
- Desde el punto de vista narrativo es la continuación de la historia que efectivamente  se leyó la semana pasada, pero el evangelista Marcos intercala toda la historia del martirio de Juan Bautista. Creo, no obstante, que estos son datos técnicos no interesan para una reflexión espiritual. Es uno de los pasajes evangélicos que más me emocionan y al mismo tiempo más me frustran.
 
- ¿Te emociona y te frustra?
 
- Efectivamente. Me emociona contemplar la humanidad de Jesús. Sus amigos regresan de una misión arriesgada. Están cansados y eufóricos por los resultados obtenidos. Quieren hablar, me imagino que todos a la vez, contando con detalle sus experiencias. Y Jesús desea compartir la alegría y las experiencias de sus amigos. En este cuadro resalta la gran humanidad y ternura del Señor. Eran muchos los que andaban por allí, pero Jesús pretende crear un espacio para la intimidad con los suyos: “’venid vosotros a solas a un lugar desierto a descansar un poco … se fueron en barca a solas a un lugar desierto”.
Todo esto es maravilloso,  pero de repente todo se va al garete, porque “muchos los vieron marchar y los reconocieron; entonces de todas las aldeas fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Al desembarcar, Jesús vio una multitud y se compadeció de ella, porque andaban como ovejas que no tienen pastor; y se puso a enseñarles muchas cosas.”
 
Cabe subrayar el interés y el esfuerzo de aquellas gentes que buscan al Maestro, que van corriendo alrededor del lago consiguiendo llegar antes que la barca, que tocan el corazón de Jesús hasta el punto de hacerle cambiar de planes. Todo esto es maravilloso; seguro que los apóstoles han tenido múltiples oportunidades de estar a solas con el Señor, de contarle sus cuitas, de escuchar sus palabras, sus consejos, de intercambiar sus miradas,  de respirar sus silencios, etc, pero en esta ocasión no fue posible: el bien común prevaleció sobre el bien particular o de grupo.
 
Se hizo un silencio. Al rato el discípulo levantó la cabeza y vio que el Maestro a duras penas reprimía la risa, el cual al sentirse descubierto soltó una ligera carcajada.  El joven estaba perplejo. Nunca había visto el Maestro reírse de aquella manera; tenía un carácter afable, sonreía con frecuencia, pero reírse a carcajadas no lo había visto ni imaginado. Al darse cuenta de la situación y de la incomodidad del joven, dijo el Maestro:
 
- Perdóname este despropósito, y pienso que debo darte una explicación, aunque no me apetezca y sea un tanto inadecuada, pero es que en este caso me traicionó  y ganó la batalla la memoria.
 
El discípulo le seguía mirando con ojos como platos. Y el Maestro con la voz baja como se pretendiera no ser escuchado, siguió:
 
- Recuerdo un cartel que en el pasado encontré en varias oficinas y despachos y que es aplicable a la situación que nos ocupa, y se calló.
 
- ¡Maestro!
 
- Te lo pasaré por escrito.
 
 

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