jueves, 2 de julio de 2015

LOS HERMANOS DE JESÚS


Decimocuarto Domingo del tiempo ordinario  B

Evangelio según san Marcos, 6, 1 - 6.
En aquel tiempo, fue Jesús a su pueblo en compañía de sus
discípulos. Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada:
— ¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?
Y esto les resultaba escandaloso.
Jesús les decía:
— No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa.
No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe.
Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.

- Maestro, Maestro, ¿Jesús tenía hermanos? ¿No decimos que es el Hijo Unigénito?
 
- Cada vez me haces preguntas más complicadas. Ante todo cuando hablamos que Jesús es el Unigénito, decimos que es el Unigénito del Padre, es decir que el tema de la encarnación es una aventura única e irrepetible. Pero no excluye que el matrimonio de José y María tuvieran otros hijos.
 
Ahora bien podemos afirmar que Jesús es el Unigénito del Padre e hijo único de María. Ante todo, y hay que mencionarlo, está el dogma de la virginidad de María “ante partum, in partu et post partum”. Sin entrar en disquisiciones muy profundas vamos a proponer algunas reflexiones más sencillas:
 
1º - Es de todos conocido que en muchas civilizaciones y muy especialmente en Medio Oriente el término “hermano” tiene todavía hoy dos acepciones:
 
A – lo que entendemos todos, dos personas hijas de unos mismos padres;
 
B – también se llaman entre sí hermanos los miembros de un mismo clan, lo que en nuestro lenguaje definimos como primos, parientes y familiares, con la particularidad de que en estos casos no solo tienen un vínculo sanguíneo, sino que tienen una misma religión, ideales y visión política.
 
2 – La virginidad de María sobrevoló el ánimo de los creyentes desde el principio del cristianismo, aunque no fue definido como dogma, - verdad indiscutible – hasta el Concilio o Sínodo de Letrán convocado por el Papa San Martín I en 649.
 
Es cierto que en los primeros tiempos la comunidad de creyentes estaba centrada en la figura de Jesús, el Resucitado,  pero si Jesús hubiera formado parte de una familia numerosa como se puede interpretar del texto de San Marcos, algún rastro de sus hermanos y hermanas hubiera quedado en la historia y en los escritos de los Padres de la Iglesia. Como anécdota, recuérdese que los musulmanes – cuya historia empieza en el siglo VII – veneran con gran devoción la familia del Profeta, su hija Fátima, su yerno y sobrino Alí, sus nietos Hasán y Huseín, etc. a los cuales han dedicado hermosas mezquitas a lo largo del mundo islámico.
 
Con todo esto pretendo decir que más allá del dogma – que ya sería suficiente – no hay ningún motivo convincente para pensar que Jesús tuviera hermanos carnales.
 
- Pero el evangelio de hoy tiene otros detalles interesantes.
 
- Efectivamente hay algunos detalles interesantes y, si me permites, voy a subrayar dos.
 
- Adelante, Maestro, te escucho.
 
- En primer lugar está la soberbia del hombre incapaz de reconocer los valores de los demás. Les resultaba evidente a los vecinos de Nazaret que Jesús tenía sabiduría: “¿de dónde saca todo esto? ¿qué sabiduría es esa que le ha sido dada”  y poderes extraordinarios :”¿y esos milagros que realizan sus manos?”,  pero no pueden permitir que uno de ellos “el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas” los supere, por lo que se escandalizan achacando todo a algún poder maligno. ¡Si viniera de lejos, si fuera un desconocido o un extraterrestre  le harían caso, pero no permitirían jamás que uno de los suyos les enseñara.
 
En segundo lugar está el tema de la fe. Se dice que la fe mueve montañas, aunque es una mala interpretación de Mt. 21, 21 – 22  “ … si tuviereis fe no vacilaseis … diríais a ese monte ‘quítate y arrójate al mar’ y así se realizaría. Todo lo que pidáis orando con fe, lo recibiréis”. El acento va puesto en la última frase. La fe en sí no cura, no salva, pero toca de manera efectiva el corazón del Padre, y el milagro se realiza. Curó a la hemorroisa porque tenía fe, resucitó a la hija de Jairo porque este, en su angustia, tenía fe,  no hizo allí ningún milagro porque no tenían fe.
 
Una curiosidad…
 
- ¿Cuál, Maestro?
 
- Se supone que alguno tendría fe porque “curó algunos enfermos imponiéndoles las manos”. Personalmente me resulta curiosa esta forma de redactar de San Marcos: primero afirma rotundamente: “no pudo hacer allí ningún milagro” para añadir a continuación: “solo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos”. Da la sensación que Marcos vive tan extasiado ante los grandes milagros de Jesús que curar enfermos es una minucia que no merece calificarlo como tal.

 

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