martes, 15 de septiembre de 2015

CADA CUAL A SU BOLA.


Vigésimo quinto Domingo del tiempo ordinario B

Evangelio según san Marcos, 9, 30 - 37.
En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos se marcharon de la montaña y atravesaron Galilea; no quería que nadie se enterase, porque iba instruyendo a sus discípulos. Les decía:
— El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres, y lo matarán; y, después de muerto, a los tres días resucitará.
Pero no entendían aquello, y les daba miedo preguntarle. Llegaron a Cafarnaún, y, una vez en casa, les preguntó:
- ¿De qué discutíais por el camino?
Ellos no contestaron, pues por el camino habían discutido quién era el más importante. Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo:
— Quien quiera ser el primero, que sea el último de todos y el servidor de todos.
Y, acercando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo:
- El que acoge a un niño como éste en mi nombre me acoge a mí; y el que me acoge a mí no me acoge a mí, sino al que me ha enviado.

Era domingo por la mañana, mejor dicho, la madrugada del domingo.
 
El Maestro se levantó temprano, salió y se sentó en el poyo de siempre, su cátedra particular. Y allí esperó a que llegara el discípulo. Sentía una cierta alegría interior, y en principio pensó que era por ser domingo, el día del Señor, pero tenía que ser sincero consigo mismo, su alegría tenía otra razón: dentro de poco llegaría el discípulo, su joven amigo; con él tendría una breve tertulia sobre el evangelio del día y, juntos, rezarían laudes.
 
El Eremita, el solitario de la montaña anhelaba que llegara el domingo para tener ese encuentro, esa charla, ese intercambio de ideas con su discípulo. La soledad del “desierto” tenía sus  encantos, pero necesitaba una fuerte vocación y un gran equilibrio psíquico y emocional para vivirla, pues el hombre, como ya lo había definido en la antigüedad Aristóteles, “es un animal social, más aún que las abejas y todo otro animal gregario” (Política, lib. 1, 1).
 
El Maestro se había hecho el propósito de tratarlo con un mayor respeto, y alejar cualquier palabra o frase que pudiera herirlo, ya que el chico era extremadamente sensible.  También pasaba por allí de vez en cuando su amigo, el pastor, y charlaban un rato, pero la conversación era a otro nivel: hablaban del tiempo, del rebaño, del mal que iban las cosas,  de lo que pasaba en el pueblo, en los alrededores, en la nación, etc.. Todo esto le interesaba al ermitaño, pero nada que ver con las reflexiones evangélicas que tenía con su joven discípulo.
 
En el horizonte, y por detrás de las montañas se veía una luz roja indicadora de que el sol otoñal estaba a punto de asomarse. En esto estaba cuando llegó el discípulo. Después de saludar y de hacer algunos movimientos suaves para transitar del ejercicio a la inactividad, se sentó, miró al  ermitaño y con cierta desfachatez fruto de la confianza en sí mismo que había adquirido en su experiencia del verano, pero con una sonrisa de complicidad dijo:
 
- ¡Maestro, al grano! Si quieres empiezo yo: No se me ocurre ninguna pregunta; lo que Jesús dice está claro, no hay espacio para interpretaciones. Jesús les sigue hablando de su pasión, muerte y resurrección, ellos no entienden nada y al final les indica que para ser sus discípulos hay que ser humildes por un lado y caritativos por otro, sabiendo que por todo ello serán recompensados. El mismo Jesús nos dice:“el que os dé a beber un vaso de agua porque sois de Cristo, en verdad os digo que no se quedará sin recompensa” (Mc. 9, 41).
 
- El versículo que has citado lo encontraremos en el evangelio del próximo domingo, pero tienes razón: es un pasaje muy claro. No obstante, y si me permites, voy a buscar algún mensaje  subliminal, es decir, que se encuentra entre líneas.
 
- ¡Adelante, Maestro!
 
- Analicemos las actitudes de los protagonistas.

A – Jesús, siguiendo lo que ya hemos visto el domingo pasado, los va preparando para el gran momento, momento doloroso y traumático, pero necesario y definitivo: “El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres y lo matarán; y después de muerto, a los tres días, resucitará”
 
B – Los discípulos mientras tanto iban a su bola. Sinceramente y como ya te he dicho en alguna otra ocasión, no creo que los apóstoles tuvieran aspiraciones políticas, salvo algún infiltrado como Judas Iscariote. Sencillamente eran los amigos de Jesús, un hombre fascinante, carismático, que los llevaba de calle. Estarían con Él en cualquier aventura que emprendiera. Si me apuras, amigo mío, me atrevo a decir que no discutían quién tendría más poder, sino quien lo serviría mejor, quién le estaría más cerca: “Por el camino habían discutido quién era el más importante”
 
Lo cierto es que estaban en niveles muy diferentes: mientras Jesús les hablaba de cosas muy serias, ellos, enfrascados en sus quimeras, pasaban absolutamente de sus enseñanzas.
 
- Y en la enseñanza es evidente…
 
- Efectivamente la moraleja es clara. Dios nos habla a través de los acontecimientos y de la historia y nosotros, los creyentes, en vez de agudizar el oído, escuchar su mensaje y actuar en consecuencia, hablamos de crisis, ponemos parches, remiendos y cataplasmas sin ir a la raíz del declive de nuestra sociedad.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario