martes, 24 de noviembre de 2015

PRÓLOGO


Primer Domingo de Adviento  C

Evangelio según san Lucas, 21, 25 - 28. 34 - 36.
 
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
— Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes,
enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros se tambalearán. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad.
Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación.
Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra.
Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y manteneros en pie ante el Hijo del hombre.

- Buenos días, Maestro, ¿cabría decir hoy: “Feliz Año Nuevo”?
 
- Buenos días, amigo mío. Has formulado correctamente la pregunta. Efectivamente cabría que los cristianos se felicitaran hoy por el inicio de un nuevo año o ciclo litúrgico, pero no está en la cultura ni en la tradición popular, ni siquiera, cuanto sepa yo, en los monasterios donde se conservan tradiciones antiquísimas  generalmente desconocidas por el resto de los vivientes; pero antes de entrar en el tema que nos ha convocado aquí esta mañana, una pregunta: ¿has pasado mucho frío?
 
- Un poco sí, sobre todo al principio, pues como ves está todo cubierto de nieve que, por cierto, este año ha llegado muy pronto., pero el camino se distinguía bien. Cómo ves vengo bien abrigado e, inclusive, tuve que quitarme alguna pieza de ropa, pues al venir  corriendo tenía algo de calor.
 
- Entra  dentro que tengo preparado un tazón de leche bien caliente y la lumbre encendida; si quedáramos fuera en un rato seríamos como unos carámbanos de hielo en lo alto de la montaña.
 
- Perdón, Maestro, más que carámbanos yo diría que pareceríamos dos muñecos de nieve, y me imagino a un montón de chiquillos, y sus padres, tirándonos pelotas de nieve sin que  podamos defendernos.
 
- ¡Anda, entra, que tienes mucha imaginación!
 
Entraron en la cueva y el Maestro llenó de leche humeante un tazón de leche de sus cabras, y echó un poco en otro tazón. Pasó el tazón lleno al discípulo y se quedó con el otro.  El joven lo cogió abrazándolo con sus manos con ánimo de calentarlas, pero en seguida lo depositó sobre la piedra que fungía de mesa porque quemaba. Se fijó en el tazón que tenía el ermitaño y dijo:
 
- Maestro, te has puesto muy poca leche; toma y dividámosla en partes iguales.
 
- Yo ya he tomado esta madrugada. Ahora tomo esta poca para acompañarte.
 
Mentía.
 
Terminado el frugal desayuno dejaron los tazones en el barreño con agua que estaba al fondo de la cueva y volvieron a sentarse alrededor de la mesa.
 
- Maestro – dijo el discípulo – hoy empezamos el tiempo de adviento, y con él un nuevo año litúrgico, pero el evangelio es el mismo del penúltimo domingo o último si no contamos la fiesta de Cristo Rey.
 
- Podríamos decir que “los extremos se tocan”, pero esta frase – título de un libro del escritor español Joaquín Trincado Mateo escrito en 1914 y publicado en 1929 – fue utilizada, y sigue siendo utilizada hoy en un contexto y un campo muy diferente y tiene una fuerte carga política.
 
En segundo lugar te diría que no es el mismo texto, pero sí, paralelo. Durante los domingos del ciclo B – que terminamos el domingo pasado se proclamó el evangelio de Marcos y el domingo trigésimo tercero del tiempo ordinario se proclamó el capítulo 13, los versículos del 24 al 32; hoy empezamos el ciclo C y durante todo este año nos acompañará el evangelista Lucas, por lo que no es el mismo texto pero si el mismo contenido narrado por dos evangelistas diferentes casi con las mismas palabras.
 
-¿Y por qué empezamos el año con este texto un tanto difícil y que nada tiene que ver con el adviento  ni con la Navidad?
 
-  La segunda lectura y el evangelio no tienen ninguna relación con el tiempo de adviento - la primera lectura, Jr. 33, 14 – 16,  tiene un atisbo navideño - sino pretende ser el marco que encuadre todo el año litúrgico. Es un poco difícil de comprender por el pueblo llano, pero para eso están los sesudos teólogos y liturgistas para explicarlo. Yo, que no soy  teólogo ni liturgista y mucho menos sesudo, intentaré explicarlo como pueda. Durante el año vamos a encontrar los grandes acontecimientos que fundamentan nuestra salvación: nacimiento, pasión, muerte y resurrección de Jesús, Pentecostés, etc. y las enseñanzas del Señor, pero este primer domingo, es el prólogo; pretende que vayamos viviendo todo esto no como compartimentos estancos sino como etapas que nos conducen a un lugar o fin determinado: el encuentro total y definitivo con Jesús, el Señor, el día de la Parusía o Juicio Final..
 
Te voy a poner un ejemplo: por un momento imagínate el tour de Francia; todos los ciclistas parten y van sufriendo y disfrutando cada etapa, sacando lo máximo de cada una de ellas, pero en su mente está la etapa última en los Campos Elíseos, con toda la gloria y esplendor que la caracteriza y allí  cada cual ocupará el lugar que le corresponda. ¡Lástima  los que quedan por el camino!
 
Para terminar y como propósito para este domingo, primero del año litúrgico, propongo vivir esta oportunidad, gracia que se nos da una vez más, viviendo intensamente los acontecimientos que la Iglesia nos irá presentando, degustando y saboreando  la Palabra de Dios de cada domingo, pedaleando con ahínco con la esperanza de entrar un día victoriosos en nuestro especial “Campos Elíseos”.
 
-  ¡y dices que yo tengo mucha imaginación !...

El Maestro sonrió y los dos callaron. Dentro el fuego se iba apagando, fuera el sol se había asomado en el horizonte e iluminaba las montañas y los valles cubiertos de nieve.

 

 

 

 

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