Quinto Domingo del tiempo ordinario C
- El evangelio de hoy – decía el Maestro – contiene una serie de pinceladas un tanto anárquicas pero que, contempladas a cierta distancia, nos ofrecen un cuadro lleno de colorido y de belleza. Si te parece – prosiguió - analizaré, a grandes rasgos, algunas de esas pinceladas.
- Sí, Maestro, claro que sí, te escucho – contestó el discípulo que lo contemplaba con los ojos abiertos sin comprender aquella manera tan abrupta de entrar en el tema.
1ª - “Subiendo a una de las barcas, que era la de Simón, le pidió que la
apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente”. Probablemente
este detalle puede parecer insignificante, pero estimo que tiene su importancia.
Sabe crear el espacio adecuado para poder predicar al pueblo: la gente sentada
en la orilla, probablemente un tanto escalonada, en forma de anfiteatro, y Él
desde la barca, como se de un escenario se tratara, les hablaba de las cosas
del Padre. Jesús no era un mitinero o un agitador de masas que, de pie y con
estudiados gestos, vociferaba arengando a sus oyentes; es el Maestro, que, seguro de lo que habla y sentado, es decir,
“ex cáthedra”, enseña a su pueblo.
2ª - “Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada;
pero, por tu palabra, echaré las redes” Más allá del hecho histórico de la
pesca milagrosa, este pasaje contiene una gran enseñanza para nosotros. Para
las cosas de Dios de nada te valen tus experiencias y conocimientos.
Intentemos recrear por un
momento esta escena. Simón y los demás, habían nacido y crecido en Cafarnaún a
orillas del lago de Genesaret; pescadores e hijos de pescadores para los que el
lago era su segunda casa y lo conocían palmo a palmo, habían trabajado toda la
noche y ni un solo pez despistado había caído en sus redes; Jesús era del
interior – Nazaret – de oficio carpintero, no había visto más agua que la
fuente de su pueblo, y les dice a estos hombres, expertos en la materia, agotados
y desanimados: “Rema mar adentro, y echad
vuestras redes para la pesca”. La respuesta lógica hubiera sido: “Tú, ¿de
qué vas?, qué sabes tú de pesca?” en vez de esto contestó: “… por tu palabra echaré las redes”.
El ermitaño prosiguió
fijando su mirada en el joven que escuchaba un tanto aturdido la explicación
del Maestro:
- Cuando sientas que Dios te
habla, primero tienes que discernir si efectivamente es la palabra de Dios,
depurar todas las adherencias que tu mismo u otros puedan haber apegado y
después desterrar todas las dudas, obstáculos, reticencias, inclusive miedos y
contestar como Simón: “por tu palabra
echaré las redes” o como Samuel: “Habla,
que tu siervo escucha” (1Sam, 3, 10)
convencido que la pesca será exitosa.
3ª - “Entonces hicieron señas a los compañeros, que estaban en la otra
barca, para que vinieran a echarles una mano”. Otra frase de puro trámite, pero también de
esta fruta se pueda sacar algún jugo. No sé si llamaron a los de la otra barca
para compartir con ellos el éxito de la pesca, o para pedir ayuda porque se
hundían, o quizás por las dos causas a la vez; lo cierto es que compartieron.
En este mundo, aunque seamos eremitas o monjes, no somos islas perdidas en un
inmenso océano, sino personas necesitadas de compartir nuestras alegrías y
nuestras penas, nuestras victorias y nuestros fracasos, tender la mano cuando
estamos necesitados y socorrer al hermano cuando nos necesite.
4ª - “No temas, desde ahora serás pescador de hombres”. El sentido de
esta frase es evidente y ha sido bien entendido tanto por los presentes, Simón
Santiago y Juan, como por toda la Iglesia a través de los siglos: deja de ser
lo que eres y dedícate a una misión nueva: “evangelizar”. Tiene además muchos
paralelismos en el Antiguo Testamento. Te señalo algunos:
* “El Señor dijo a Abrán:
“Sal de tu tierra, de tu patria, y de la
casa de tus padres, hacia la tierra que te mostraré. Haré de ti una gran nación
…” Gn. 12, 1 – 2).
* El Señor dijo a Moisés,
el tranquilo pastor que había conseguido el anonimato pastoreando los rebaños
de su suegro Jetró por las montañas del Horeb: Deja atrás a tu suegro y a sus
rebaños, olvida tu tranquilidad y el anonimato “ y ahora marcha, te envío al faraón para que saques a mi pueblo, a los
hijos de Israel” (Ex. 3, 10).
* “Pero Amós
respondió a Amasías: “Yo no soy profeta
ni hijo de profeta. Yo era un pastor y un cultivador de sicomoros. Pero el
Señor me arrancó de mi rebaño y me dijo: “Ve, profetiza a mi pueblo Israel””.
(Am. 7, 14 – 15).
Como puedes ver todas estas
llamadas vocacionales siguen un mismo esquema: “Olvida lo que eres, deja lo que
tienes, yo te encargo una tarea nueva y diferente.
Permíteme ser un tanto
jocoso en este momento. Es evidente que Jesús cuando pronunciaba estas palabras
no pensaba en el siglo XXI. La imagen de “pescador de hombres” hoy no rige, ya
que los pececillos que son atrapados o bien en las redes o bien en los anzuelos
no tienen otra alternativa, carecen de libertad de elección. La pastoral desde
“casi” siempre y muy especialmente a
partir del concilio Vaticano II y en el magisterio de los últimos papas insiste
en que la fe no se impone – eso lo dejamos para otras religiones que todos
conocemos – sino que se propone. Esto resulta mucho más evidente en la parábola
del sembrador. El sembrador salió a sembrar; sembró semilla buena y el
resultado fue absolutamente desigual: la que cayó al borde del camino no llegó
ni tan siquiera a brotar, la que cayó en terreno pedregoso, brotó pero se secó
en seguida, la que cayó entre abrojos, brotó, creció pero acabó sucumbiendo
bajo el peso de aquellos, y la que cayó
en tierra buena, brotó, creció y dio fruto, para cada una a su manera, una
ciento, otra sesenta otro treinta (Cfr. Mt. 13, 3 – 9).
- ¿Y por qué esta
diferencia? Se atrevió a preguntar el discípulo que hasta entonces había
permanecido en un respetuoso e incómodo silencio.
- Esto hace parte del
misterio de la libertad del hombre. Cada uno responde según puede y quiere, es
libre. Decía hace un tiempo el papa Benedicto XVI que Dios, al crear al hombre
libre, renunció a parte de su poder.
5ª - “Entonces sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron”.
Este pasaje del evangelio y otros paralelos solo me
sugiere una pregunta: “¡¿qué atractivo humano y espiritual tendría Jesús que la
gente – y no solo los apóstoles – se olvidaban de si mismos, dejaban sus cosas
y lo seguían?!
- Lo seguían y lo siguen,
dijo el joven como haciendo eco de las palabras de eremita.