domingo, 31 de enero de 2016

¿PESCADORES O SEMBRADORES?


Quinto Domingo del tiempo ordinario C



Evangelio según san Lucas, 5, 1 - 11.
En aquel tiempo, la gente se agolpaba alrededor de Jesús para oír la palabra de Dios, estando él a orillas del lago de Genesaret. Vio dos barcas que estaban junto a la orilla; los pescadores habían desembarcado y estaban lavando las redes.
Subió a una de las barcas, la de Simón, y le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente.
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón:
— Rema mar adentro, y echad las redes para pescar.
Simón contestó:
— Maestro, nos hemos pasado la noche bregando y no hemos cogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes.
Y, puestos a la obra, hicieron una redada de peces tan grande que re-ventaba la red. Hicieron señas a los socios de la otra barca, para que vinieran a echarles una mano. Se acercaron ellos y llenaron las dos barcas, que casi se hundían. Al ver esto, Simón Pedro se arrojó a los pies de Jesús diciendo:
— Apártate de mí, Señor, que soy un pecador.
Y es que el asombro se había apoderado de él y de los que estaban con él, al ver la redada de peces que habían cogido; y lo mismo les pasaba a Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón.
Jesús dijo a Simón:
— No temas; desde ahora serás pescador de hombres.
Ellos sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron.

- El evangelio de hoy – decía el Maestro – contiene una serie de pinceladas un tanto anárquicas pero que, contempladas a cierta distancia, nos ofrecen un cuadro lleno de colorido y de belleza. Si te parece – prosiguió -  analizaré, a grandes rasgos,  algunas de esas pinceladas.

- Sí, Maestro, claro que sí, te escucho – contestó el discípulo que lo  contemplaba con los ojos abiertos sin comprender aquella manera tan abrupta de entrar en el tema.
1ª - “Subiendo a una de las barcas, que era la de Simón, le pidió que la apartara un poco de tierra. Desde la barca, sentado, enseñaba a la gente”. Probablemente este detalle puede parecer insignificante, pero estimo que tiene su importancia. Sabe crear el espacio adecuado para poder predicar al pueblo: la gente sentada en la orilla, probablemente un tanto escalonada, en forma de anfiteatro, y Él desde la barca, como se de un escenario se tratara, les hablaba de las cosas del Padre. Jesús no era un mitinero o un agitador de masas que, de pie y con estudiados gestos, vociferaba arengando a sus oyentes; es el Maestro, que,  seguro de lo que habla y sentado, es decir, “ex cáthedra”,  enseña a su pueblo.
2ª - “Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada; pero, por tu palabra, echaré las redes” Más allá del hecho histórico de la pesca milagrosa, este pasaje contiene una gran enseñanza para nosotros. Para las cosas de Dios de nada te valen tus experiencias y conocimientos.
Intentemos recrear por un momento esta escena. Simón y los demás, habían nacido y crecido en Cafarnaún a orillas del lago de Genesaret; pescadores e hijos de pescadores para los que el lago era su segunda casa y lo conocían palmo a palmo, habían trabajado toda la noche y ni un solo pez despistado había caído en sus redes; Jesús era del interior – Nazaret – de oficio carpintero, no había visto más agua que la fuente de su pueblo, y les dice a estos hombres, expertos en la materia, agotados y desanimados: “Rema mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca”. La respuesta lógica hubiera sido: “Tú, ¿de qué vas?, qué sabes tú de pesca?” en vez de esto contestó: “… por tu palabra echaré las redes”.
El ermitaño prosiguió fijando su mirada en el joven que escuchaba un tanto aturdido la explicación del Maestro:
- Cuando sientas que Dios te habla, primero tienes que discernir si efectivamente es la palabra de Dios, depurar todas las adherencias que tu mismo u otros puedan haber apegado y después desterrar todas las dudas, obstáculos, reticencias, inclusive miedos y contestar como Simón: “por tu palabra echaré las redes” o como Samuel: “Habla, que tu siervo escucha” (1Sam, 3,  10) convencido que la pesca será exitosa.
- “Entonces hicieron señas a los compañeros, que estaban en la otra barca, para que vinieran a echarles una mano”.  Otra frase de puro trámite, pero también de esta fruta se pueda sacar algún jugo. No sé si llamaron a los de la otra barca para compartir con ellos el éxito de la pesca, o para pedir ayuda porque se hundían, o quizás por las dos causas a la vez; lo cierto es que compartieron. En este mundo, aunque seamos eremitas o monjes, no somos islas perdidas en un inmenso océano, sino personas necesitadas de compartir nuestras alegrías y nuestras penas, nuestras victorias y nuestros fracasos, tender la mano cuando estamos necesitados y socorrer al hermano cuando nos necesite.
4ª - “No temas, desde ahora serás pescador de hombres”. El sentido de esta frase es evidente y ha sido bien entendido tanto por los presentes, Simón Santiago y Juan, como por toda la Iglesia a través de los siglos: deja de ser lo que eres y dedícate a una misión nueva: “evangelizar”. Tiene además muchos paralelismos en el Antiguo Testamento. Te señalo algunos:
* “El Señor dijo a Abrán: “Sal de tu tierra, de tu patria, y de la casa de tus padres, hacia la tierra que te mostraré. Haré de ti una gran nación …” Gn. 12, 1 – 2).
* El Señor dijo a Moisés, el tranquilo pastor que había conseguido el anonimato pastoreando los rebaños de su suegro Jetró por las montañas del Horeb: Deja atrás a tu suegro y a sus rebaños, olvida tu tranquilidad y el anonimato “ y ahora marcha, te envío al faraón para que saques a mi pueblo, a los hijos de Israel” (Ex. 3, 10).
* “Pero Amós respondió a Amasías: “Yo no soy profeta ni hijo de profeta. Yo era un pastor y un cultivador de sicomoros. Pero el Señor me arrancó de mi rebaño y me dijo: “Ve, profetiza a mi pueblo Israel””. (Am. 7, 14 – 15).
Como puedes ver todas estas llamadas vocacionales siguen un mismo esquema: “Olvida lo que eres, deja lo que tienes, yo te encargo una tarea nueva y diferente.
Permíteme ser un tanto jocoso en este momento. Es evidente que Jesús cuando pronunciaba estas palabras no pensaba en el siglo XXI. La imagen de “pescador de hombres” hoy no rige, ya que los pececillos que son atrapados o bien en las redes o bien en los anzuelos no tienen otra alternativa, carecen de libertad de elección. La pastoral desde “casi”  siempre y muy especialmente a partir del concilio Vaticano II y en el magisterio de los últimos papas insiste en que la fe no se impone – eso lo dejamos para otras religiones que todos conocemos – sino que se propone. Esto resulta mucho más evidente en la parábola del sembrador. El sembrador salió a sembrar; sembró semilla buena y el resultado fue absolutamente desigual: la que cayó al borde del camino no llegó ni tan siquiera a brotar, la que cayó en terreno pedregoso, brotó pero se secó en seguida, la que cayó entre abrojos, brotó, creció pero acabó sucumbiendo bajo el peso de aquellos, y  la que cayó en tierra buena, brotó, creció y dio fruto, para cada una a su manera, una ciento, otra sesenta otro treinta (Cfr. Mt. 13, 3 – 9).
- ¿Y por qué esta diferencia? Se atrevió a preguntar el discípulo que hasta entonces había permanecido en un respetuoso e incómodo silencio.
- Esto hace parte del misterio de la libertad del hombre. Cada uno responde según puede y quiere, es libre. Decía hace un tiempo el papa Benedicto XVI que Dios, al crear al hombre libre, renunció a parte de su poder.
5ª - “Entonces sacaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, lo siguieron”.  Este pasaje  del evangelio y otros paralelos solo me sugiere una pregunta: “¡¿qué atractivo humano y espiritual tendría Jesús que la gente – y no solo los apóstoles – se olvidaban de si mismos, dejaban sus cosas y lo seguían?!
- Lo seguían y lo siguen, dijo el joven como haciendo eco de las palabras de eremita.




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