domingo, 10 de abril de 2016

OLOR A OVEJA


Cuarto Domingo de Pascua C



Evangelio según san Juan, 10, 27 - 30.




En aquel tiempo, dijo Jesús:
 Mis ovejas escuchan mi voz, y yo las conozco, y ellas me siguen, y yo les doy la vida eterna; no perecerán para siempre, y nadie las arrebatará de mi mano.
Mi Padre, que me las ha dado, supera a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre.
Yo y el Padre somos uno.



El cielo estaba despejado; aun brillaban las estrellas cuando el ermitaño salió de su cueva, y después de un corto paseo realizó los acostumbrados ejercicios físicos de cada mañana. Se presagiaba un bonito día de primavera, pero por el momento hacía un frío que pelaba.  Vislumbró a lo lejos al discípulo que, corriendo, se acercaba y se fue a la vera del sendero para esperarle.
- Buenos días, Maestro, dijo el discípulo al llegar, ¿cómo estás? Sé que no duermes mucho, pero ¿has descansado bien?
¡Caramba! pensó el ermitaño, este chico está cambiando las formas, pero no dijo nada al respeto.
- Muy bien, gracias, amigo, ¿y tú, cómo estás? ¿Cansado?
- Estoy bien. Esta última cuesta me altera un poco el resuello, pero enseguida recuperaré la normalidad.
Quedaron un rato de pie uno enfrente al otro hablando del tiempo y del camino, hasta que los inundó, aunque muy tenuemente, los primeros rayos del sol. El astro rey tenía por costumbre dedicar la primera visita, al asomarse por encima de las montañas que estaban al otro lado del valle, a la cueva del ermitaño, a su pequeño huerto y a su explanada. Este solía decir que era la caricia que el Creador le hacía cada mañana.
Después de sentarse en sus respectivos poyos dijo el discípulo:
- Maestro, hoy es el domingo del Buen Pastor.
- Sí. El cuarto domingo de pascua está dedicado a la bellísima imagen del Buen Pastor en los tres ciclos litúrgicos. Siempre se proclama el capítulo 10 del Evangelio de Juan, pero versículos diferentes cada año. Este, Ciclo C, nos presenta como el epílogo o resumen de todo lo explicado a lo largo del entero capítulo. Indica además una profunda interacción, como una simbiosis,  entre el pastor y sus ovejas:
mis ovejas escuchan mi voz,
yo las conozco,
ellas me siguen,
yo les doy la vida eterna.

Hubo un largo silencio. El Maestro callaba y el discípulo lo miraba un tanto sorprendido. Era imposible haber terminado la reflexión. Al final se atrevió a decir:
- ¡¿Maestro?!
- Perdona, estaba pensando. Pensando lo difícil que lo tiene la iglesia jerárquica para conducir al rebaño del Señor. Es cierto que tiene que gobernar, enseñar y santificar, pero ¿dónde está la ternura? ¿Dónde las caricias? Y no obstante las escrituras insisten precisamente en este detalle. El Profeta Ezequiel decía: “Yo mismo apacentaré mis ovejas y las haré reposar – oráculo del Señor Dios - . Buscaré la oveja perdida, recogeré a la descarriada; vendaré a las heridas; fortaleceré a las enfermas; pero a la que está fuerte y robusta la guardaré; la apacentaré con justicia” (Ez. 34, 15 – 16).. ¿Puede, acaso, haber mayor dedicación, mayor ternura que este comportamiento? Y ya en el Nuevo Testamento el mismo Jesús al hablar de la oveja terca y descarriada afirmaba: “va tras la descarriada hasta que la encuentra. Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento”.(Lc. 15, 4 – 5); ¿puede, acaso, haber mayor querencia y misericordia que esta? Juan, no obstante, da un paso adelante cualitativo: “Yo soy el Buen Pastor, … yo doy mi vida por las ovejas” (Jn. 10, 14 – 15). Ya no solo se trata de buscar a las perdidas y cargarlas cariñosamente sobre los hombros, vendar las heridas, curar las enfermas, sino dar la propia vida para salvarlas. ¡Cuánto amor!, ¡cuánta misericordia!, ¡cuánta ternura!
Te decía antes que estaba pensando. Estaba pensando cómo hemos fundamentado casi exclusivamente el cristianismo – y especialmente la Iglesia Católica – en los mandamientos, en las leyes, en las obligaciones y en las prohibiciones, dejando de lado el Mandamiento del Amor. Es cierto que a nivel individual o de pequeñas comunidades, ha habido siempre magníficas excepciones, pero da la sensación de que estas experiencias están en la periferia, no en el núcleo mismo de la Iglesia.
- Maestro, parece que el Papa Francisco, está en esta línea pastoral.
- Las palabras del Papa suenan a música celestial o casi celestial, pero las palabras no bastan. Tiene por delante todo un pontificado para poner en obra lo que dice, si no, provocará grandes frustraciones.
Es muy bonito decir: “el preocuparse, el custodiar, requiere bondad, pide ser vivido con ternura… no debemos tener miedo de la bondad, de la ternura”. (Homilía de inicio de Pontificado, 19 de Marzo de 2013), pero querrá impregnar todas las estructuras de la Iglesia de este principio, inclusive, la Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, ex Santo Oficio, ex Santa Inquisición?
Es muy bello escuchar: “esto os pido: que seáis pastores con «olor a oveja», que esto se perciba” (Homilía en la Misa Crismal del Jueves Santo de 2013), pero me temo que cuando alguno de estos se acerque, oirá algo así como:
- ¡Vete, que hueles a choto! 
… y seguirán en el candelero los mismos de siempre: los perfumados, los perfectos (¿?), los serviles, los que no tienen ni rasguños ni cicatrices sencillamente porque no se han lanzado a la aventura de ir y, a lo mejor, conducir su rebaño por cañadas oscuras en búsqueda de verdes praderas.
- Maestro, debemos rezar por el Papa.
- Si, debemos rezar por el Papa para que sea ante todo y sobre todo un buen pastor que cuide todas y cada una de las ovejas y de los corderos a él confiados.


No hay comentarios:

Publicar un comentario