lunes, 18 de abril de 2016

VIVIR LA CARIDAD, HACER CARIDAD

Quinto Domingo de Pascua C

Evangelio según san Juan 13, 31-33a. 34-35.
Cuando salió Judas del cenáculo, dijo Jesús:
— Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará.
Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros.

Aquella mañana de domingo llegó el discípulo adonde estaba el Maestro le saludó y le preguntó:
- ¿Maestro repetimos hoy el evangelio del Jueves Santo?
- Pues sí y no.
- ¿Sí y no?
- Me explico: el texto que la liturgia proclama hoy está dentro de la Gran – y maravillosa -  Catequesis que el evangelista Juan sitúa el Jueves Santo en el Cenáculo (capítulos 13, 14, 15, 16 y 17); es más, hace parte del mismo capítulo 13 que se lee el Jueves Santo, pero que termina en el versículo 15, mientras que hoy empezamos con el versículo 31.
Ahora bien es cierto que el mandamiento del amor subyace en toda la liturgia del Jueves Santo; aparece, por ejemplo, en el versículo antes del evangelio y como la Conferencia Episcopal Española – y muchas otras conferencias episcopales – decidió celebrar ese día la Jornada del Amor Fraterno, estas palabras de Jesús impregnan toda la celebración: homilías, cantos, etc. ¿Está claro porque te he dicho que “sí y no”?
Pero vamos a ceñirnos al texto de hoy. Hace dos domingos – tercero de pascua – vimos como Jesús confiaba su rebaño a Pedro para que lo apacentara. El Papa Francisco utiliza otro término: custodiar, y creo que con mucho acierto, ya que el vocablo griego que utiliza el evangelista Juan, βόσκω, significa: “cuidar de”, “alimentar”. Para que tengas claro lo que te digo te leo un texto del papa: “el Papa, para ejercer el poder, debe entrar cada vez más en ese servicio que tiene su culmen luminoso en la cruz; debe poner sus ojos en el servicio humilde, concreto, rico de fe, de san José y, como él, abrir los brazos para custodiar a todo el Pueblo de Dios y acoger con afecto y ternura a toda la humanidad, especialmente los más pobres, los más débiles, los más pequeños”. (Homilía de inicio de Pontificado, 19 de Marzo de 2013).
El domingo pasado – cuarto de pascua – nos indicaba la relación personal entre el Buen Pastor y su rebaño y, por ende, entre los pastores de la iglesia y el pueblo a ellos confiado, Te acordarás que yo hablaba de simbiosis. “mis ovejas escuchan mi voz, yo las conozco, ellas me siguen, yo les doy la vida eterna” (Jn. 10, 27 – 28).
Hoy Jesús ya no habla de pastores y de rebaño, habla al Pueblo de Dios en su conjunto.
Si me permites abro aquí un pequeño paréntesis. Dice el evangelista: “cuando Judas salió del cenáculo dijo Jesús: Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él. Si Dios es glorificado en él, también Dios lo glorificará en sí mismo: pronto lo glorificará. Hijos míos, me queda poco de estar con vosotros. Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros; como yo os he amado, amaos también entre vosotros. La señal por la que cono­cerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros.»
 Puede ser que Juan se limite a describir los hechos tal como sucedieron, pero yo, que no soy ni teólogo ni exegeta, creo que Juan no da punto sin hilo, y que aquí hay un mensaje subliminal. Cuando Judas se marchó se quedaron en el cenáculo los discípulos de verdad, humanos, débiles, pecadores, pero entregados, sin requiebros, sin segundas intenciones o ánimo de sacar provecho, y es precisamente a estos que les revela lo más genuino de su doctrina: “amaos”. Está convencido que solo ellos lo pueden comprender. Cuando alguien se acerca a Jesús con el corazón dividido, con segundas y escondidas intenciones, nunca entenderá el Mandamiento del Amor.
Debemos diferenciar en español el “vivir en caridad” y “hacer caridad”. Vaya por delante que no pretendo criticar el que se haga caridad, que se den limosnas, mucho o poco, lo que buenamente se quiera o pueda, como la pobre viuda (Cfr. Lc. 21, 1 – 4). Siempre, pero muy especialmente en momentos y lugares de crisis, bienvenidas sean las limosnas, pero el Amor al que se refiere Jesús es mucho más amplio; es lo que los italianos llaman un “atteggiamento” ante la vida. En español podríamos decir que es una actitud o postura, una forma de ser, de sentir y de actuar. Me atrevo a decir – y que me perdonen los científicos - que ese Amor del que nos habla Jesús debe estar en el centro de nuestro propio genoma.
- ¿Maestro, pretendes decir que en este mandamiento están excluidos los pastores?
- No. No están excluidos, pero están colocados a la misma altura, en el mismo escalón que el resto del Pueblo de Dios. Cada creyente, cada bautizado, por su ADN, debe vivir el Mandamiento Nuevo, sin esperar el ejemplo, instrucciones o iniciativas de sus pastores – jerarquía – porque no siempre están a la altura; algunas veces porque no pueden, otras porque no saben y muchas otras porque no quieren.
El discípulo quedó mirando al Maestro, mientras éste, con la cabeza inclinada miraba al suelo. Después de un lar silencio los dos cantaron:
Cuando el pobre nada tiene y aún reparte,
cuando alguien pasa sed y agua nos da,
cuando el débil a su hermano fortalece.
va Dios mismo en nuestro mismo caminar.
Cuando alguien sufre y logra la esperanza,
cuando espera y no se cansa de esperar,
cuando amamos, aunque el odio nos rodee:
va Dios mismo en nuestro mismo caminar.
Cuando crece la alegría y nos inunda,
cuando dicen nuestros labios la verdad,
cuando amamos el sentir de los sencillos:
va Dios mismo en nuestro mismo caminar.
Cuando abunda el bien y todos lo comparten,
cuando alguien donde hay guerra pone paz,
cuando "hermano" le llamamos al extraño:
va Dios mismo en nuestro mismo caminar.




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