lunes, 20 de junio de 2016

PADRE, ME PONGO EN TUS MANOS.

Decimotercer Domingo del tiempo ordinario. C


Evangelio según san Lucas, 9, 51 - 62.
Cuando se iba cumpliendo el tiempo de ser llevado al cielo, Jesús tomó la decisión de ir a Jerusalén. Y envió mensajeros por delante.
De camino, entraron en una aldea de Samaria para prepararle alojamiento. Pero no lo recibieron, porque se dirigía a Jerusalén.
Al ver esto, Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron:
— Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos?
Él se volvió y les regañó. Y se marcharon a otra aldea.
Mientras iban de camino, le dijo uno:
— Te seguiré adonde vayas.
Jesús le respondió:
— Las zorras tienen madriguera, y los pájaros nido, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza.
A otro le dijo:
— Sígueme.
Él respondió:
— Déjame primero ir a enterrar a mi padre.
Le contestó:
— Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios.
Otro le dijo:
— Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de mi familia.
Jesús le contestó:
— El que echa mano al arado y sigue mirando atrás no vale para el reino de Dios.


- Maestro, dijo el discípulo al llegar y sin mediar cualquier otra palabra o saludo, no entiendo el evangelio de hoy, y me cuesta aceptar la actitud de Jesús. Este Jesús no se parece al Jesús que quiero con todo mi corazón.
- Comprendo tu postura. Yo diría, aplicando conceptos modernos, que Jesús, a veces, carecía de una buena estrategia comunicativa. Nada más erróneo, pues es uno de los mejores comunicadores de la historia; lo que sucedía es que hablaba con claridad y rotundidad, sin miedo “a lo que dirán” o pensarán los de la oposición. No obstante este texto necesita una cierta hermenéutica.
Quisiera, no obstante, antes de entrar en ello, comentar brevemente  la primera parte, aunque, ya de por si, resulte muy clara.
- Sí, Maestro, está muy clara. La actitud de los samaritanos era, con frecuencia, muy hostil con sus vecinos, por lo que no acogieron a Jesús y a su séquito que desde Galilea se dirigía a Jerusalén. Los hermanos Santiago y Juan proponían venganza y Jesús les regañó. Es la aplicación de su doctrina que dice: “si uno te abofetea en la mejilla derecha, preséntala la otra, al que quiera ponerte pleito para quitarte la túnica, dale también la capa; a quien te requiera para caminar una milla, acompáñale dos” (Mt. 5, 39 – 41). En el plan de Jesús no entra la venganza y sí, el perdón.
- ¡Bueno!, después de tu explicación, por cierto muy acertada, entremos sin más en el comentario de la segunda parte (vv. 57 – 62). El Señor indica las condiciones para seguirle. Hay que seguirle sin condiciones ni cláusulas, no hay un seguimiento a medias o con un corazón compartido: “El que quiere a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mi, no es digno de mí, y el que no carga con su cruz y me sigue, no es digno de mí” (Mt. 10, 37 – 38).
Yo propondría dos puntos de reflexión:
* Jesús no es un prepotente, o un ser posesivo que pretende excluir cualquier otro afecto, y que, además, impone su voluntad.  Sencillamente  aplica el primer de los mandamientos que Él mismo formula de la siguiente manera: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente” (Mt. 22, 37). Te pide que tengas clara tu escala de valores, seguro que si te acercas a Él, que es la fuente de agua viva, podrás, entonces, atender de manera generosa y perfecta a los demás; por eso al texto antes citado sigue el siguiente: “Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. En estos dos mandamientos se sostienen toda la Ley y los Profetas” (Mt. 22, 38 – 40).
Desde esta perspectiva el texto de hoy resulta que la decisión del seguimiento de Cristo es o interesada o poco motivada. El primero parece buscar “un buen puesto”, por eso Jesús le advierte: si buscas a mi lado una buena situación social te equivocas, pues “las zorras tienen  madrigueras, y los pájaros del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza”. Los otros dos más que el cumplimiento de deberes familiares, enterrar a sus padres o despedirse de los suyos, intentan escabullirse del compromiso o posponer sine die una decisión.
* Desde la distancia y de discrepancia las palabras de Jesús pueden parecer duras y exigentes, pero desde el amor la invitación a seguirle suena a gloria. El amor cambia profundamente la percepción de las cosas. ¡Qué bellas aquellas palabras de Pablo!: “El amor es paciente, es benigno; el amor no tiene envidia, no presume, no se engríe; no es indecoroso ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”. (1Cor. 13, 4 – 7).
Al que ama de verdad a Jesús lo mejor que le pueda suceder en la vida es que este le invite a seguirle.
El joven agachó la cabeza; las últimas palabras del ermitaño habían hecho mella en su corazón. El Maestro seguía en silencio como si no se percatara de que estaba pasando en el alma de su joven amigo. Después de un largo silencio el discípulo se incorporó y dijo:
- Maestro, he traído dos copias de la oración de Charles de Foucauld.
- Es un texto precioso; es el ejemplo de una oración de confianza total porque se ama sin ningún tipo de barreras o condiciones.
Y los dos, Maestro y discípulo la recitaron pausadamente intentando poner en cada frase, en cada palabra toda su riqueza expresiva.
Padre, me pongo en tus manos,
haz de mí lo que quieras,
sea lo que sea, te doy las gracias.
Estoy dispuesto a todo,
lo acepto todo,
con tal que tu voluntad se cumpla en mí,
y en todas tus criaturas.
No deseo nada más, Padre.
Te confío mi alma,
te la doy con todo el amor
de que soy capaz,
porque te amo.
Y necesito darme,
ponerme en tus manos sin medida,
con una infinita confianza,
porque Tú eres mi Padre.




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