martes, 7 de junio de 2016

MISERICORDIA QUIERO, NO EXCOMUNIONES.



Undécimo Domingo del tiempo ordinario C

Evangelio según san Lucas, 7, 36 — 8, 3.
En aquel tiempo, un fariseo rogaba a Jesús que fuera a comer con él. Jesús, entrando en casa del fariseo, se recostó a la mesa. Y una mujer de la ciudad, una pecadora, al enterarse de que estaba comiendo en casa del fariseo, vino con un frasco de perfume y, colocándose detrás junto a sus pies, llorando, se puso a regarle los pies con sus lágrimas, se los enjugaba con sus cabellos, los cubría de besos y se los ungía con el perfume. Al ver esto, el fariseo que lo había invitado se dijo:
— Si éste fuera profeta, sabría quién es esta mujer que lo está tocando y lo que es: una pecadora.
Jesús tomó la palabra y le dijo:

— Simón, tengo algo que decirte.
Él respondió:
— Dímelo, maestro.
Jesús le dijo:
— Un prestamista tenía dos deudores; uno le debía quinientos denarios y el otro cincuenta. Como no tenían con qué pagar, los perdonó a los dos. ¿Cuál de los dos lo amará más?
Simón contestó:
— Supongo que aquel a quien le perdonó más.
Jesús le dijo:
— Has juzgado rectamente.
Y, volviéndose a la mujer, dijo a Simón:
   ¿Ves a esta mujer? Cuando yo entré en tu casa, no me pusiste agua para los pies; ella, en cambio, me ha lavado los pies con sus lágrimas y me los ha enjugado con su pelo. Tú no me besaste; ella, en cambio, desde que entró, no ha dejado de besarme los pies. Tú no me ungiste la cabeza con ungüento; ella, en cambio, me ha ungido los pies con perfume. Por eso te digo: sus muchos pecados están perdonados, porque tiene mucho amor; pero al que poco se le perdona, poco ama.
Y a ella le dijo:
-        Tus pecados están perdonados.
Los demás convidados empezaron a decir entre sí:
— ¿Quién es éste, que hasta perdona pecados?
Pero Jesús dijo a la mujer:
— Tu fe te ha salvado, vete en paz.
Después de esto iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio del reino de Dios; lo acompañaban los Doce y algunas mujeres que él había curado de malos espíritus y enfermedades: María la Magdalena, de la que habían salido siete demonios; Juana, mujer de Cusa, intendente de Herodes; Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes.

Aquella mañana de domingo el ermitaño se acercó al camino y echó una mirada; a lo lejos un bulto se movía ágilmente en la penumbra como si quisiera desembarazarse de la oscuridad y entrar en la luminosidad del alba. El Maestro se sentó en el lugar de costumbre y allí esperó al discípulo. El discípulo tardaba y el ermitaño se acercó de nuevo al camino y esta vez no vio a nadie. Un tanto intrigado volvió a sentarse en el poyo de siempre y se dispuso a esperar con la mirada fija en el lugar por donde, lógicamente, tendría que aparecer su joven amigo y efectivamente por allí apareció a los pocos minutos.
- Buenos días, Maestro, dijo el joven al llegar.
- Buenos días, amigo mío, creía que habías sido abducido por algún alienígena.
- ¿Por qué lo dices, Maestro?
- Te pareces al Guadiana: apareces y desapareces para volver a aparecer a continuación.
- ¡Ah! entiendo. Me fui un momento a refrescarme al manantial, pues como vengo haciendo footing estaba muy sudado y necesitaba un remojón. ¿Te he hecho esperar mucho? ¡Lo siento!
Con tu permiso continuo: ¿por qué fue Jesús a comer a casa de un fariseo, cuando era evidente que esta secta le obstaculizaba por todas partes?
- Pregunta harto difícil de contestar, pero podemos afirmar que Jesús es un todoterreno en eso de las relaciones humanas. Lo mismo va a comer a casa de un fariseo como vemos en el evangelio de hoy, como se autoinvita a casa de un publicano llamado Zaqueo en Jericó (Lc. 19, 1 – 10); lo encontramos en Betania comiendo en casa de Lázaro, Marta y María y empezó “su hora” participando en un banquete nupcial en Caná de Galilea (Jn. 2, 1 – 11). Jesús no excluía, sino incluía, no  excomulgaba sino bendecía,  no separaba, sino acogía y abrazaba.
Antes de continuar permíteme una puntualización sobre este pasaje: o bien muchas mujeres repitieron este gesto de perfumar a Jesús, o bien – y yo me decanto por esta opción – cada evangelista la cuenta a su manera.
Mateo, 26, 6 – 13, lo sitúa en Betania, en casa de Simón el leproso, en los días previos a la pasión. Según Mateo el perfume fue derramado sobre la cabeza de Jesús.
Marcos, 14, 3 – 9, lo narra en los mismos términos que Mateo.
Lucas, 7, 36 – 50, como estamos viendo hoy, lo sitúa en Galilea, en casa de un fariseo, sin más datos, y la mujer unge los pies de Jesús, y parece ser más bien al principio de la predicación del Señor. Sólo en Lucas encontramos la catalogación de la mujer como una gran pecadora, y de amar mucho porque Jesús le perdonó mucho.
Juan, 12, 1 – 8, también lo sitúa en el contexto de la pasión: “seis días antes de la Pascua”, también en Betania  pero con sensibles diferencias con respeto a los demás evangelistas:
* están en casa de sus amigos Lázaro, Marta y María. María es la protagonista de la historia y es ella quien unge los pies al Señor. De ahí que a lo largo de los siglos muchos han identificado en una sola persona a María Magdalena, con la gran pecadora rescata por Jesús, con María de Betania, la hermana de Marta.  Creo que no existen suficientes datos históricos que garanticen esta identificación.
Pero ciñámonos  al texto de Lucas. Lo verdaderamente destacable es que Jesús se dejara tocar – acariciar, diría yo – por una mujer pecadora, sin miedo a incurrir en impureza legal, pues como dice en otra ocasión “el sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado” (Mc. 2, 27), o como dice el papa Francisco: “para ser pastor hay que oler a oveja”.
- Maestro, no entiendo la explicación de Jesús: ¿se le perdonó mucho porque amó mucho o amó mucho porque se le perdonó mucho?, en una palabra, qué fue primero el amor o el perdón?
- Has dado en la diana, y Jesús afirma las dos cosas: refiriéndose a la mujer dice que se le perdonó mucho porque amó mucho, es decir que el amor fue la fuente y el motor del perdón, mientras que en la conclusión afirma que “al que poco se le perdona, ama poco”.
Como mi formación bíblica es escasa y no encuentro respuesta para esta duda me atrevo a suponer que el silogismo está  mal formulado y que lo que verdaderamente dijo el Señor fue: “a quién mucho ama, mucho se le perdona, y al que poco ama poco se le perdona”.
Amigo mío, o la Iglesia es auténtico instrumento de misericordia y de perdón, o será una piadosa ONG, o cualquier otra cosa, pero no la Iglesia que quiso Jesucristo.
- Maestro, la Iglesia hoy es la que está más cerca de los pobres y de los que sufren.
- Entonces estarías de acuerdo en que es la mejor ONG que existe. Hay muchos palmeros y mucho bla, bla, bla. Decir que la Iglesia de hoy es instrumento de perdón y de misericordia es como afirmar que en tiempos de Jesús había una perfecta asistencia a los viajeros que entre Jerusalén y Jericó sufrían robos y violencia. Hay versos sueltos, instituciones y personas que se implican de verdad en esta tarea, como entonces hubo un buen samaritano, pero los demás dan rodeos y pasan de largo.


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