martes, 10 de enero de 2017

MISIÓN CUMPLIDA

Segundo Domingo del Tiempo Ordinario. A

Evangelio según san Juan,  1,  29 – 34.
En aquel tiempo, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó:
- Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Éste es aquel de quien yo dije: "Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo." Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel.
Y Juan dio testimonio diciendo:
- He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo." Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.

- ¿Maestro, resumiendo el evangelio de hoy y poniéndolo en relación con el domingo anterior, fiesta del Bautismo del Señor, podríamos decir que tenemos más de lo mismo?
- Desde luego que intervienen los mismos protagonistas: Juan el Bautista, Jesús y el respaldo del Padre. Pero los temas no son paralelos sino complementarios. Con tu permiso hoy voy a ser muy breve y señalaré tan solo dos elementos un tanto antagónicos.
En primer lugar está el tema emocional. Uno se va haciendo mayor y, como dice el refrán, se ha dejado muchos pelos – y hasta la piel - en la gatera, sabe lo que significa llegar al ocaso de una misión. Juan había trabajado duro para allanar los senderos, rellenar los valles, rebajar los montes y colinas, enderezar lo torcido  y preparar un pueblo dispuesto a acoger al Mesías que viene y al cual confesaba no merecer ni siquiera desatarle la correa de sus sandalias (cfr. Is. 40, 3 – 4 y Lc. 3, 4 -5 . 16). El momento ha llegado, toca el relevo,  la entrega de la antorcha, y eso duele. Contempla como algunos de sus discípulos siguen al  nuevo Maestro (Cfe. Jn. 1, 37), y aunque sigue predicando y bautizando a orillas del Jordán tiene noticias agridulces de que Jesús está predicando y bautizando en la otra orilla (cfr. Jn. 3, 27). Juan era plenamente consciente de que era necesario que él menguara para que Jesús brillara con todo su esplendor (cfr. Jn. 3, 30), algo así como el lucero del alba que palidece en la medida que brilla el sol …
- ¿Maestro, por qué dices que son noticias agridulces?
- Pues es eso que intento explicar: dulces, porque puede constatar que la antorcha sigue encendida; es más, está abrasando nuevos corazones; agrias, porque para él solo queda la soledad, la travesía del segundo desierto. Le espera la cárcel, el sufrimiento, las dudas: “¿Eres tú el que ha de venir, o tenemos que esperar a otro?” (Lc. 7, 19), y por último la decapitación. Olvidamos con frecuencia la dimensión humana de los grandes personajes de la Biblia y de la historia y que también ellos tienen su corazoncito.
En segundo lugar tiene la gran satisfacción de la obediencia incondicional a la revelación recibida y sobre todo el gozo del deber cumplido. Debe ser algo parecido a la sensación que sintió Miguel Ángel cuando dio el último retoque a la “Pietà” o Lenardo Da Vinci cuando dio la última pincelada a la Gioconda. Lo deja muy claro el Bautista en el evangelio proclamado: “Él que me envió a bautizar con agua me dijo: ‘Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo’. Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios”
En definitiva, amigo mío, espejándonos en la figura del Precursor debemos aceptar que la única recompensa válida y sólida que en este mundo podemos esperar de nuestras acciones es aquella que nos ofrece nuestra conciencia: el sentimiento del deber cumplido. Cualquier otro halago es efímero y debemos tener en cuenta la amonestación de Jesús en el contexto del Sermón de la Montaña: “¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Porque así es como los padres de éstos  trataban a los falsos profetas” (Lc. 6, 26).



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