miércoles, 22 de marzo de 2017

Soy LA LUZ DEL MUNDO.


Cuarto Domingo de Cuaresma  A

Evangelio según san Juan, 9, 1 – 41.
En aquel tiempo, al pasar Jesús vio a un hombre ciego de nacimiento. Y sus discípulos le preguntaron:
-  Maestro, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que naciera ciego?
Jesús contestó:
- Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Mientras es de día, tenemos que hacer las obras del que me ha enviado; viene la noche, y nadie podrá hacerlas. Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo.
Dicho esto, escupió en tierra, hizo barro con la saliva, se lo untó en los ojos al ciego y le dijo:
  Ve a lavarte a la piscina de Siloé (que significa Enviado).
Él fue, se lavó, y volvió con vista. Y los vecinos y los que antes solían verlo pedir limosna preguntaban:   “¿No es ése el que se sentaba a pedir?” Unos decían: “El mismo”; otros decían: “No es él, pero se le parece.”
Él respondía:
- Soy yo.
Y le preguntaban:
- ¿Y cómo se te han abierto los ojos?
Él contestó:
- Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a ver.
Le preguntaron:
- ¿Dónde está él?
Contestó:
- No sé.
Llevaron ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día que Jesús hizo barro y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaban cómo había adquirido la vista. Él les contestó:
- Me puso barro en los ojos, me lavé, y veo.
Algunos de los fariseos comentaban:
- Este hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado.
Otros replicaban:
 - ¿Cómo puede un pecador hacer semejantes signos?
Y estaban divididos. Y volvieron a preguntarle al ciego:
-Y tú, ¿qué dices del que te ha abierto los ojos?
Él contestó:
- Que es un profeta.
Pero los judíos no se creyeron que aquél había sido ciego y había recibido la vista, hasta que llamaron a sus padres y les preguntaron:
- ¿Es éste vuestro hijo, de quien decís vosotros que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?
Sus padres contestaron:
- Sabernos que éste es nuestro hijo y que nació ciego; pero cómo ve ahora, no lo sabemos nosotros, y quién le ha abierto los ojos, nosotros tampoco lo sabemos. Preguntádselo a él, que es mayor y puede explicarse.
Sus padres respondieron así porque tenían miedo a los judíos; porque los judíos ya habían acordado excluir de la sinagoga a quien reconociera a Jesús por Mesías. Por eso sus padres dijeron: “Ya es mayor, preguntádselo a él.”
Llamaron por segunda vez al que había sido ciego y le dijeron:
- Confiésalo ante Dios: nosotros sabemos que ese hombre es un pecador.
Contestó él:
- Si es un pecador, no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo.
Le preguntaron de nuevo:
 - ¿Qué te hizo, cómo te abrió los ojos?
Les contestó:
- Os lo he dicho ya, y no me habéis hecho caso; ¿para qué queréis oírlo otra vez?; ¿también vosotros queréis haceros discípulos suyos?
Ellos lo llenaron de improperios y le dijeron:
- Discípulo de ése lo serás tú; nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios, pero ése no sabemos de dónde viene.
Replicó él:
- Pues eso es lo raro: que vosotros no sabéis de dónde viene y, sin embargo, ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es religioso y hace su voluntad. Jamás se oyó decir que nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento; si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder.
Le replicaron:
- Empecatado naciste tú de pies a cabeza, ¿y nos vas a dar lecciones a nosotros?
Y lo expulsaron. Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo:
 - ¿Crees tú en el Hijo del hombre?
Él contestó:
- Y quién es, Señor, para que crea en él?
Jesús le dijo:
- Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es.
Él dijo:
- Creo, Señor.
Y se postró ante él.
Jesús añadió:
-  Para un juicio he venido yo a este mundo; para que los que no ven vean, y los que ven queden ciegos.
Los fariseos que estaban con él oyeron esto y le preguntaron:
- ¿También nosotros estamos ciegos?
Jesús les contestó:
- Si estuvierais ciegos, no tendríais pecado, pero como decís que veis, vuestro pecado persiste.

- Maestro, dijo aquella mañana el discípulo al ermitaño, los textos evangélicos que la liturgia nos ofrece en estos domingos de cuaresma son verdaderamente interesantes.
- ¿Por qué dices que son interesantes?
- No sé si conseguiré explicarme. Más allá del mensaje que nos transmiten y que ¡seguro! me lo explicarás de una manera profunda, clara y concisa – me gusta ver a Jesús en medio de la gente hablando, enseñando y curando. Lo veo muy cercano.
- Déjate de remilgos y elogios no merecidos e innecesarios, y vayamos al evangelio de hoy. De todas maneras y para tu tranquilidad te diré que también a mi me gustan estos pasajes y comparto plenamente tus apreciaciones.
- Maestro, te escucho.
- Quisiera empezar con una premisa que debía haber hecho el primer domingo de cuaresma, pero al no haberla planteado, la expongo ahora en forma de cuña. En la Iglesia de los primeros siglos y que hoy se intenta recuperar los Sacramentos de la Iniciación Cristiana, Bautismo Confirmación y Eucaristía se administraban en la Solemne Vigilia Pascual, por lo que los domingos de cuaresma con sus lecturas y homilías significaban una catequesis sistemática y profunda: Hoy los podríamos considerar como unos ejercicios espirituales preparatorios para el gran acontecimiento.
De esta manera,
* el primer domingo, las tentaciones de Jesús en el desierto nos indican que el cristiano no es diferente de los demás, tiene las mismas sensaciones, deseos y tentaciones que el resto de los mortales. La única diferencia estriba en que por la gracia de Dios tendrá fuerza suficiente para plantar cara al maligno, y al final, vencedor, le servirán los ángeles (cfr. Mt. 4, 11);
* el segundo domingo al presentarnos la Transfiguración indica que nuestra vida está llena de vaivenes, contrariedades y hasta amarguras pero después de tantos tira y afloja  vamos a contemplar cara a cara a Jesús Resucitado, todo luz, todo resplandor. Ese será nuestro fin último, nuestras postrimerías.
* el tercer domingo al proclamar el evangelio de la mujer samaritana, nos asegura que a los suyos Jesús dará una agua viva (Espíritu Santo) que les guiará personalmente hasta la vida eterna. Los bautizados no peregrinamos solos, con nosotros va el Espíritu.
* en este cuarto domingo, como veremos más detenidamente, se nos recuerda el compromiso de ser testigos fieles de la verdad, aunque parezca que las olas de los mares que nos rodean nos van a engullir tratando de invalidar nuestro testimonio;
* el quinto domingo nos llevará a Betania donde encontraremos a Marta y a María llorando la muerte de su hermano Lázaro. Vamos a encontrar dos enseñanzas de capital importancia: 1ª - Los que creemos en Jesús no moriremos para siempre, pues Él es la Resurrección y la Vida (Cfr. Jn. 11, 25) y - 2ª - el Señor tiene atenciones “especiales” con sus amigos “especiales”; así resucita a Lázaro y lo devuelve a sus hermanas. Es un gesto de amor hacia esta familia que tantas veces lo había recibido en su casa.
- Maestro, creo que ya me has dado bastantes ideas para reflexionar durante toda la semana.
- La verdad es que aún no he entrado en el tema que hoy nos convoca, y que es humanamente fascinante. ¿Puedo?
- Por favor, Maestro, ¡adelante!
- Recuerdo emocionado el día en que con un grupo de peregrinos leí este texto sentados al borde de la piscina de Siloé. Parecía estar viendo a aquel joven milagrosamente curado.
¡Qué seguridad, valentía y arrojo!  Era consciente del peligro que corría, pues podía ser declarado cómplice de un blasfemo y participar de su misma suerte; de hecho lo expulsaron de la sinagoga. Una vez recuperada la vista podría haberse escabullido, pero no, con determinación afirma: “Soy yo el curado, soy yo el tocado por el dedo de Dios”
En un primer momento se limita a relatar reiteradamente los hechos tal como han sucedido: “Ese hombre que se llama Jesús hizo barro, me lo untó en los ojos y me dijo que fuese a Siloé y que me lavase. Entonces fui, me lavé, y empecé a ver”;  “si es un pecador, no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo”. Después da un paso adelante y   define a Jesús: “es un profeta”; a continuación viendo que esto no es suficiente pasa al contraataque y a darles lecciones de religión: “Pues eso es lo raro: que vosotros no sabéis de dónde viene y, sin embargo, ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, sino al que es religioso y hace su voluntad. Jamás se oyó decir que nadie le abriera los ojos a un ciego de nacimiento; si éste no viniera, de Dios, no tendría ningún poder” y por último dada la testarudez de los fariseos directamente les provoca: “Os lo he dicho ya, y no me habéis hecho caso; ¿para qué queréis oírlo otra vez?; ¿también vosotros queréis haceros discípulos suyos?”
Este joven apaleado por la vida había adquirido la arrogancia de los que no tienen nada que perder, se enfrenta abiertamente con los fariseos, pero con afable ternura coge la mano tendida de Jesús: “¿Crees tú en el Hijo del hombre?” Él contestó: “Y quién es, Señor, para que crea en él?” Jesús le dijo: “Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es”. Él dijo: “Creo, Señor”. Y se postró ante él”.
- Se ve, Maestro, que sientes una simpatía especial por este personaje.
- Es cierto, por su entereza y por su testimonio bien merecería el título del Santo Ciego de Siloé.
Pero no nos equivoquemos, el auténtico protagonista de este relato y todo el hecho de la Salvación es Jesús. Es Jesús quién hace el barro con que le untó los ojos y lo mandó lavarse a la piscina haciendo que obtuviera la vista; es Jesús quién después de todo lo ocurrido se hace el encontradizo para culminar su obra: “¿Crees tú en el Hijo del hombre? …” Es Jesús quién, en definitiva, ha hecho que el ciego viera no solo físicamente sino también espiritualmente al reconocer en Jesús al Hijo del hombre, y que los sabios y entendidos de leyes y de costumbres quedaran absolutamente confundidos y espiritualmente ciegos.
Después de un largo silencio, quizás más largo que de costumbre, el ermitaño preguntó al discípulo:
- ¿Has preparado algún canto para hoy?
- He encontrado cosas bonitas en internet, pero no las sé cantar. Concretamente he elegido dos que he imprimido la letra y grabado la música en mi iPhone de dos canciones.
* la primera, religiosa, cantada por Dei Verbum que es una entidad pública, de nacionalidad Salvadoreña, no lucrativa, apolítica y que tiene entre sus fines la ayuda espiritual, la divulgación de los principios cristianos y el fomento del desarrollo social. El grupo está dirigido por el Sacerdote Martín Avalos.
* la segunda, es profana pero muy bonita, escrita y cantada por un cantautor que debes conocer muy bien de tus años mozos – dijo el discípulo son cierta sorna – que se llama José Luis Perales. ¿Cuál ponemos?
- Las dos, dijo el anciano sin inmutarse mientras cogía el folio que le pasaba el joven. Y silenciosamente escucharon:
De Dei Verbum
No fue el lodo que pusiste en sus ojos,
Ni fue el agua cuando él se los lavó,
Fue su fe que creció cuando pasabas,
Donde el tirado estaba y pudo ver,
por primera vez.
No fue el lodo que pusiste en sus ojos,
Ni fue el agua cuando él se los lavó,
Fue su fe que creció cuando pasabas,
Donde el tirado estaba y pudo ver,
por primera vez.
Sana mis ojos, mis ojos del corazón
Quita el pecado que no me deja ver.
Sáname Jesús que hoy quiero ver señor tu luz.

De José Luis Perales 
¿De qué color es la luz?
preguntaba un ciego un día
a un muchacho juguetón.
Y el niño le respondía:
La luz es blanca, señor
y el ciego se sonreía;
blanca, blanca...
Y el ciego se entristeció
blanca, blanca...
Y el ciego se entristeció.
¿Y el blanco es algún color?
Blanca es la luna y el día,
mi traje de comunión,
mi casa es blanca, mis tizas,
la barca del pescador,
las gaviotas, la ermita...
calla, calla...
y el juguetón se calló
calla, calla...
y el juguetón se calló.
Y se fue, con la sonrisa marchita
y persiguiendo a un gorrión
voló doblando la esquina
y vuela, vuela...
y del ciego se olvidó,
y vuela, vuela...
y del ciego se olvidó.
¿De qué color es la mar?
preguntaba el ciego un día
a un marinero guasón
que del mundo se reía,
La mar es azul, señor
¿o es que no mira la ría?
y calla, calla...
y el ciego se entristeció
y calla, calla.
y el ciego se entristeció.
Y se fue, con la palabra marchita
y el marinero zarpó
disimulando la risa
y canta, canta...
y del ciego se olvidó,
y canta, canta...
y del ciego se olvidó,
y canta, canta...
y del ciego se olvidó.


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