sábado, 8 de abril de 2017

Pueri Hebraeorum



Evangelio según san Mateo,  21, 1 – 11.
Cuando se acercaban a Jerusalén y llegaron a Betfagé, junto al monte de los Olivos, Jesús mandó dos discípulos, diciéndoles:
  - Id a la aldea de enfrente, encontraréis en seguida una borrica atada con su pollino, desatadlos y traédmelos. Si alguien os dice algo, contestadle que el Señor los necesita y los devolverá pronto.
Esto ocurrió para que se cumpliese lo que dijo el profeta:
«Decid a la hija de Sión:
"Mira a tu rey, que viene a ti,
humilde, montado en un asno,
en un pollino, hijo de acémila".»
Fueron los discípulos e hicieron lo que les había mandado Jesús: trajeron la borrica y el pollino, echaron encima sus mantos, y Jesús se montó. La multitud extendió sus mantos por el camino; algunos cortaban ramas de árboles y alfombraban la calzada. Y la gente que iba delante y detrás gritaba:
  - ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en el cielo!
Al entrar en Jerusalén, toda la ciudad preguntaba alborotada:
  - ¿Quién es éste?
La gente que venía con él decía:
  - Es Jesús, el Profeta de Nazaret de Galilea.
En la misa de hoy se lee la Pasión según san Mateo. 26, 14‑27, 66.


El domingo anterior Maestro y discípulo habían llegado al acuerdo – sin ninguna dificultad, por cierto – de que el encuentro dominical de hoy fuera una hora antes, pues el joven pensaba participar activamente en la procesión de ramos y en toda la liturgia de Semana Santa en su parroquia, pequeño pueblo de montaña, el más cercano al lugar dónde vivía el ermitaño aunque distara de allí una buena legua española.

En la madrugada el Maestro se había levantado de su catre para rezar el oficio de lecturas y no había vuelto a acostarse. Intentaba meditar sobre este día litúrgico, domingo de ramos, pero la mente se fue a su niñez y adolescencia cuando era monaguillo en su parroquia y, al mismo tiempo miembro, como tiple, de la coral parroquial, e instintivamente se puso a cantar con música gregoriana:

Pueri Hebraeorum,                                                         Los niños de los hebreos,
portantes ramos olivarum,                       tomando en sus manos ramos de olivos,
obviaverunt Domino,                                            salieron al encuentro del Señor;
clamantes et dicentes:                                                                gritaban y decían:
Hosanna in excelsis.                                                                ¡Alegría en el cielo!
Dómini est terra, et plenitúdo eius,            Del Señor es la tierra y cuanto la llena,
orbis terrárum et univérsi qui hábitant in eo.         el orbe y todos sus  habitantes.
Quia ipse super mária fundávit eum,                         Él la fundó sobre los mares,
et super flúmina præparávit eum.                                  y la afianzó sobre los ríos.

Attóllite portas, príncipes, vestras :                          ¡Portones!, alzad los dinteles,
et elevámini, portæ æternáles :                          que se alcen las puertas eternales:
et introíbit rex glóriæ.                                             Va a entrar el Rey de la gloria.
Quis est iste rex glóriæ?                                      - ¿Quién es ese Rey de la gloria?
Dóminus fortis et potens:                                              - El Señor, héroe valeroso.
Dóminus potens in proelio.                                    El Señor valeroso en la batalla.

Attóllite portas, príncipes, vestras :                         ¡Portones!, alzad los dinteles,
et elevámini, portæ æternáles :                          que se alcen las puertas eternales:
et introíbit rex glóriæ.                                             va a entrar el Rey de la gloria.
Quis est iste rex glóriæ?  -                                     ¿Quién es ese Rey de la gloria?
Dóminus virtútum                                                       El Señor Dios del Universo
ipse est rex glóriæ.                                                            Él es el Rey de la gloria.

Glória Patri, et Fílio,                                                        Gloria al Padre, al Hijo, 
 et Spirítui Sancto.                                                                   y al Espíritu Santo.
 Sicut erat in princípio,                                                   Como era en el principio,
et nunc, et semper,                                                                        ahora y siempre
et in saecula sæculórum.                                               por los siglos de los siglos.
Amen.                                                                                                           Amén.  

Colocado de cuclillas con la cabeza apoyada en las manos entrelazadas y estas, a su vez, en la losa que le servía de mesa, seguía reviviendo recuerdos de su juventud: domingo de ramos, con sus ramos de olivo y palmas blancas, el Via Crucis por el calvario del pueblo, las procesiones y sobre todo, el oficio de tinieblas que se rezaba en la iglesia de los frailes del pueblo vecino a la que acudía para escuchar el canto solemne de los salmos, al final de cada cual se apagaba una vela del tenebrario, candelabro de forma triangular con quince velas,  y de las profecías, pero sobre todo por el ruido final que se hacía dando puñetazos en los bancos y patadas en el suelo de madera. Resulta curioso  como en estas fechas, sobre todo los chiquillos hacían unos cuantos quilómetros, regresando de noche, a veces con lluvia y siempre con frío, para escuchar unos cantos bellos, pero en una lengua que no entendían, solo para disfrutar de un minuto de alboroto y de ruido. Todo resultaba un poco aburrido, pero el fin era apoteósico.
En estas estaba cuando escuchó la voz del discípulo que desde fuera decía a media voz, como si quisiera no despertar:
- ¡Maestro!
- ¡Voy! Dijo el Maestro levantándose y dirigiéndose a la salida.
- Buenos días, amigo mío, ¿cómo estás? ¿No te has perdido por el camino?
- Buenos días, Maestro,  no me perderé nunca, conozco el camino de memoria, ni la oscuridad ni la nieve me desorientarán; podría hacerlo con los ojos cerrados.
- ¡Eres un exagerado! Pero de todas maneras no se te ocurra hacerlo, a ver si tenemos que rescatarte del fondo de un precipicio.
- De acuerdo, no lo haré. Yo, por el camino, venía reflexionando sobre la liturgia de hoy y sobre la Pasión que este año se lee en la versión de San Mateo. Pero hay tantos detalles, tantas enseñanzas, que al final me agobio.
- Es que esta semana es santa de verdad, es muy densa. Si me permites daré solo unas pinceladas; de ninguna manera pretendo agotar el tema, que es por si inagotable. Es más: lo que pueda decirte no es, ni siquiera, lo más importante.
La liturgia de hoy nos ofrece dos “evangelios”: uno que se proclama en la bendición de los ramos, y que enmarca la espiritualidad del día: la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, y otro, en la celebración eucarística, que es la Pasión según San Mateo, que enmarca todo el contenido de la semana Santa.
La entrada triunfal de Jesús en Jerusalén marca la auténtica personalidad de Jesús: “- ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en el cielo!  Tanto para seguidores como para detractores, Jesús no es un personaje de medio pelo, un ladronzuelo o un criminal de poca monta. Para unos es, y para otros pretende ser, nada más y nada menos que el restaurador de la dinastía de David, ya extinta, y como David, elegido directamente por Yavé, después de la traición y decadencia del establishment reinante. Se trataba, o cuanto menos podría tratarse de un magnicidio, aunque de hecho fue el único deicidio de la historia.
- ¿Me permites una pregunta, antes de pasar a la segunda parte?
- Por supuesto, Maestro.
- ¿Dónde estaba María, la madre de Jesús, en medio de todo esto?
- No lo sé, Maestro, pero me imagino que estaría cerca.
- Tampoco yo lo sé y, como tú, me imagino que estaría cerca. En la Pasión de San Mateo María no viene citada ni al pie de la cruz:  “Había allí muchas mujeres que miraban desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para atenderlo; entre ellas, María Magdalena y María, la madre de Santiago y José, y la madre de los Zebedeos”.  ¿Por qué no la cita?  Muy probablemente porque es tan obvia su presencia, que no hay que mencionarla. Pero sabemos que sí, estaba, por lo menos en el calvario, porque San Juan lo explicita “junto a la cruz de Jesús estaban su madre, María, la de Cleofás y María, la Magdalena” (Jn. 19, 25).
María, como la mayoría de las madres, no quiere apoderarse de la gloria de su hijo, - chupar cámara, diríamos hoy – pero está presente cuando todos lo abandonan, cuando la necesita. ¡Así es María, así son las madres!
La lectura de la Pasión, nos introduce en  el misterio de toda la semana. Tengo que terminar porque tienes prisa, así que voy a hacer una comparación. Es como los pórticos de las iglesias románicas y góticas. Te presentan con sus imágenes y bajorrelieves una síntesis de la historia de la salvación de manera, que al llegar, te pares un momento, te concentres y te prepares para entrar en el lugar sagrado. Así, la lectura de la Pasión en el domingo de ramos, nos prepara para vivir paso a paso en los próximos días  la entrega total de Jesús, por voluntad del Padre, para la plena salvación de la humanidad.


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