viernes, 21 de abril de 2017

Gracias, Tomás.


Segundo Domingo de Pascua  A

Evangelio según san Juan,   20, 19 -  31.
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús,  se puso en medio y les dijo:
- Paz a vosotros.
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
- Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:     
- Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
- Hemos visto al Señor.
Pero él les contestó:
- Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
- Paz a vosotros.
Luego dijo a Tomás:
- Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.
Contestó Tomás:
- ¡Señor mío y Dios mío!
Jesús le dijo:
- ¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.

Llegó el joven discípulo a la cueva del eremita. Como siempre había hecho los cinco quilómetros corriendo, y, como siempre en circunstancias similares, después de saludar al Maestro se retiró unos momentos al manantial para refrescar y quitarse el sudor.
El anacoreta se alegraba inmenso de tenerlo allí. La oración matinal de los domingos, compartida con su amigo  resultaba más profunda y emocionante. En muchas ocasiones había dudado de la autenticidad de estas emociones.
Como en años anteriores el joven no había subido el domingo de Pascua; su párroco, anciano y cura de muchos pueblos, lo necesitaba, y él, aunque añorando el encuentro con su también anciano amigo de la montaña, ayudaba en su parroquia a los oficios y procesiones propias de las solemnidades litúrgicas. Había subido, es cierto, la tarde del domingo, pero fue un encuentro lúdico; además de las felicitaciones pascuales el joven llevó al ermitaño una cesta con dulces que su madre había confeccionado ex profeso para el él: torrijas, buñuelos, arroz con leche y algunas exquisiteces más que el Maestro, poco habituado a  estas viandas, disfrutó a lo largo de toda la octava y compartió, además, con su amigo, el pastor, que como todas las semanas pasó por el lugar apacentado el rebaño.
En estas estaba cuando se acercó el discípulo, ya refrescado y más airoso que las amapolas en primavera y, como de costumbre, se sentó en el  poyo a la derecha de la entrada  y entró en el tema.
- Maestro, ya estamos otra vez en el segundo domingo de pascua y de nuevo nos encontramos con Tomás, el incrédulo ...
- Como sabes muy bien todos los ciclos litúrgicos ofrecen en este segundo domingo de pascua la doble aparición del Resucitado a los apóstoles en el cenáculo, la primera sin Tomás y la segunda con Tomás. Es un pasaje evangélico llenos de detalles y de riqueza.
Hace dos años he puesto el acento en la frase: "Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos". y te comentaba de manera un tanto jocosa, cuántas veces se habría arrepentido Jesús de haber dado a la Iglesia tanto poder que ha usado mucho para perdonar, pero también, con demasiada frecuencia, para retener.
El año pasado nos hemos parado en el término "shalom", paz, que el Señor repite bien tres veces en este texto. Era - y sigue siendo - el saludo usual del pueblo judío pero, pronunciado por Jesús, adquiere una fuerza y un significado más profundo y, me atrevo a decir, más ambicioso: Cristo con su resurrección da inicio a una nueva creación, pone en órbita un nuevo mundo, y esa creación y ese nuevo mundo llegarán a su plenitud cuando la humanidad entera conquiste la Paz. No hablo de la paz, ausencia de guerras o de la paz consecuencia del equilibrio de las fuerzas bélicas, sino de la Paz que brota del corazón del hombre y es capaz de transformar el entero universo. Amigo mío, cuando cada uno de nosotros  construye esa paz en su hogar, en su trabajo, en su entorno está anunciando y perpetuando en el tiempo la resurrección de Jesús.
Este año quisiera fijarme en la incredulidad de Tomás y darle las gracias...
- ¿Darle las gracias? interrumpió el discípulo.
- Sí, darle las gracias e intentaré explicarme. La semana pasada contemplaba yo la consternación de la Magdalena al encontrar el sepulcro vacío. Ella no estaba, todavía, pensando en resurrecciones ni en fantasmas, ni se le pasaba por la cabeza que su amigo Jesús estuviera vivo. Solo tenía una certeza, para ella amarga certeza, de que el sepulcro estaba vacío.
Cuando este ermitaño estaba en la sociedad como un ciudadano más escuchó en más de una ocasión expresiones como esta: "la resurrección de Cristo es un hecho prácticamente indiferente. Lo cierto es que los apóstoles y sus amigos estaban tan unidos a Él y tan imbuidos en su doctrina que para ellos seguía tan vivo en su memoria y en sus recuerdos que se sintieron  impulsados a extender y a perpetuar su mensaje.
 Amigo mío, también yo estaba muy unido a mis padres, tengo cada vez más viva en mí su presencia, su recuerdo y todo lo que, en su día, me enseñaron, pero sus sepulturas no están vacías. Aquí no caben ni bromas ni interpretaciones: CRISTO HA RESUCITADO de verdad. Aquí nos lo jugamos todo a una carta; ya Pablo lo comentó con todo el realismo que le distinguía: "si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicación y vana también vuestra fe" (1ª Cor. 15, 14). Si Cristo no ha resucitado el cristianismo no es más que una bonita doctrina - ¡que es bonita! - con sus leyes, sus principios, sus valores, pero equiparable a muchas otras corrientes filosóficas, religiosas o místicas. Pero Pablo a continuación afirma para alejar cualquier duda: "Pero Cristo ha resucitado de entre los muertos y es primicia de los que han muerto" (v. 20). La resurrección de Jesús da trascendencia a todo lo que somos y a todo lo que hacemos, ilumina y da sentido a nuestro presente y nos proyecta hacía el futuro.
El Maestro calló, pero el discípulo, incómodo, miraba al ermitaño esperando algo más. Como este permanecía en su silencio el joven intervino:
- Sí Maestro y gracias por tus palabras, pero ¿qué entra la incredulidad de Tomás en todo esto?
- Es un cabo o maroma más que afianza esta nave. Piensa un momento. Los apóstoles, según se nos dice en el libro los Hechos estaban cerrados, y atrancados, en el cenáculo por miedo a los judíos; llevaban unos cuantos días de angustia, miedo y desolación. Es, incluso posible que no hubieran comido ni bebido desde la última cena tenida allí mismo con Jesús. Se podría deducir fácilmente que en esas circunstancias  las visiones y alucinaciones serían lógicas. Pero Tomás había salido,  respirado aire puro,  entrado en contacto con la gente y, muy probablemente, comido satisfactoriamente en casa de algún amigo galileo u otro lugar apropiado, y ya no estaba propenso a tener alucinaciones; por eso, cuando le cuentan la visita del resucitado, sencillamente se niega a creer hasta que la evidencia del Resucitado en la segunda visita lo doblega y le obliga a creer muy a pesar suyo.
El sepulcro vacío que contempló la Magdalena y las llagas de las manos y del costado que vio y tocó Tomás son pruebas irrefutables de que Cristo ya no está muerto, sino vive.  Por eso me atrevo a decir hoy "Gracias, Tomás, porque tus dudas afianzan mi fe".
- Gracias, Tomas, dijo el discípulo haciendo eco a las palabras del Maestro.
Después del acostumbrado silencio meditativo, dijo el anacoreta:
- ¿Has preparado algún texto o canto para sellar este rato de oración?
- Sí, Maestro. Tengo dos para que elijas. Y le pasó un folio con estos dos canciones:

Creo Señor pero aumenta mi fe.
Creo, Señor pero aumenta mi fe.
1. Creo en Dios Padre todopoderoso
Creador del cielo y de la tierra.
2. Creo en Jesucristo su único Hijo,
que se hizo hombre y murió por salvarnos.
3. Creo en Espíritu Santo
y en la Iglesia Católica nuestra madre.

RESUCITÓ, RESUCITÓ,
RESUCITÓ, ALELUYA.
ALELUYA, ALELUYA,
ALELUYA, RESUCITÓ.
La muerte:
¿dónde está la muerte?,
¿dónde está mi muerte?,
¿dónde su victoria?
RESUCITÓ ...
¡Gracias sean dadas al Padre,
que nos pasó a su Reino
donde se vive de amor!
RESUCITÓ ...
Alegría, alegría hermanos
que si hoy nos queremos
es porque resucitó.
RESUCITÓ ...
¡Si con él morimos
con él vivimos,
con él cantamos:
Aleluya!
ALELUYA, ALELUYA,
ALELUYA, RESUCITÓ.
RESUCITÓ, RESUCITÓ,
RESUCITÓ, ALELUYA.


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