martes, 9 de mayo de 2017

Yo soy el CAMINO.


Quinto Domingo de Pascua A.


Evangelio según san Juan, 14, 1 -1 2.


En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
- Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.
Tomás le dice:
- Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?
Jesús le responde:
- Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí. Si me conocéis a mí, conoceréis también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto.
Felipe le dice:
- Señor, muéstranos al Padre y nos basta.
Jesús le replica:
- Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: "Muéstranos al Padre"? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace sus obras. Creedme: yo estoy en el Padre, y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. Os lo aseguro: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aún mayores. Porque yo me voy al Padre.



 Aquella mañana el discípulo llegó muy pronto, era de noche todavía; muy sigilosamente se sentó en su lugar y esperó. Oía como el ermitaño canturreaba sus salmos a la luz de la vela y le entraban ganas de entrar y participar, pero pensó que sería mejor no interrumpir y esperó.
El Maestro salió de su cueva antes que el sol de su escondrijo y al   ver al discípulo se sorprendió y dijo:
- Buenos días, amigo mío, ¿cuándo has llegado? ¿has pasado aquí la noche?
- No, Maestro, llegué hace un ratito y como escuché que estabas recitando tus oraciones no quise interrumpirte.
- Bueno es que hoy he alterado un poco el orden de mis rezos; como hace una temperatura todavía fresquita pero muy agradable he preferido hacer primero aquí fuera mi meditación (ayer por la tarde había repasado un poco las textos de esta mañana) y después entré para rezar el Oficio de Lectura, de una manera un poco más ágil, a la luz de la vela. Generalmente lo hago al revés.
- El cambio de factores no altera el producto, dijo el joven con ánimo de zanjar el asunto.
- ¡Ya! - dijo el anciano - pero las cosas están organizadas de una manera determinada por algún motivo sensato. Lo que sucede es que como está prohibido hacer fuego en la montaña por causas de los incendios, debo ser muy cuidadoso no solo para evitar cualquier riesgo, sino también para ser ejemplar en el respeto a las leyes civiles.
- Te traeré una linterna de esas modernas con luz led que consumen muy poco, o si prefieres, tenemos en algún lugar un farol de petróleo que usaban mis abuelos para ir al campo de noche, o trabajar al anochecer en los días cortos del invierno. Creo que estará operativo porque esas cosas antiguas no tienen caducidad; lo pondré a punto y te lo traeré.
- Gracias, dijo el ermitaño sin explicitar nada más.
- Bueno, Maestro, háblame del "Camino, la Verdad y la Vida"; creo que es el mensaje central del evangelio de este domingo.
- Si te soy sincero, no sé qué añadir a lo que dice Jesús. Es un muy buen catequista, el mejor;  se le entiende todo y no hay nada que añadir, pero para que no digas que te he hecho madrugar y hacer cinco quilómetros en balde, te diré algunas cosas. Me voy a detener solo en "Yo soy el Camino".
Hay un axioma o quizás un dogma muy conocido "extra ecclesiam nulla est salus" (fuera de la Iglesia no hay salvación". Es una afirmación muy discutida, desde aquellos a los que llamaremos conservadores que la defienden a ultranza en su sentido literal condenando al fuego del infierno a todos los que no sean católicos, apostólicos y romanos hasta aquellos a los que llamaremos progresistas que afirman que la misericordia de Dios es tan grande que salvará a toda la humanidad por amor. Para estos tales el infierno es un edificio en ruinas por falta de uso y abandono total.
El concilio Vaticano II y muchos otros documentos anteriores y posteriores intentan explicar este dogma con cierta racionalidad. La Lumen Gentium, cap. II, nº 16 dice: "Pues quienes, ignorando sin culpa el Evangelio de Cristo y su Iglesia, buscan, no obstante, a Dios con un corazón sincero y se esfuerzan, bajo el influjo de la gracia, en cumplir con obras su voluntad, conocida mediante el juicio de la conciencia, pueden conseguir la salvación eterna".
No pretendo hoy reflexionar o discutir sobre este axioma, sino que lo traigo aquí como introducción a otra afirmación que tengo muy clara: "extra Jesum, nulla est salus" (fuera de Jesús, al margen de Jesús no hay salvación). Él es el camino que conduce al Padre. Puede ser que en este planeta al que llamamos tierra todos los caminos lleven a Roma, pero en el plan de Dios hay un solo camino que nos lleva a Dios: Jesús. "Nadie va al Padre, sino por mí", dice Él.
- Entonces estamos en las mismas, dijo el discípulo, quién no conozca a Jesús nunca será llevado al Padre, nunca se salvará.
- No he dicho eso. Jesús es lazarillo para los ciegos, para los que caminan en el mundo de la oscuridad. Se pone a su lado, los coge de la mano, y si dóciles a los dictámenes de sus conciencias se fían, Él los guía, amoroso, hasta la casa del Padre. ¿Cuántas veces en la ciudad has ayudado a un ciego a cruzar la calle o a recorrer  un tramo algo accidentado sin que él te conociera y no obstante se haya dejado llevar? Jesús es el único puente que nos une a Dios, y por él debemos pasar todos los hombres de buena voluntad; los discípulos por derecho, los demás por pura misericordia, pero insisto, los hombres de buena voluntad, para los demás el puente está cerrado.
Hablando de la Salvación la apologética ha puesto el acento fundamentalmente en "el más allá", en "ir al cielo", y es cierto: el hombre solo alcanzará su plenitud cuando contemple cara a cara a su Hacedor, pero Jesús murió en la cruz para liberarnos no solo del pecado, pero también de sus consecuencias, es decir, no quiere que carguemos con el peso de nuestro pecados y tampoco quiere que suframos las consecuencias del mismo.
Sin ánimo de escandalizar a nadie, yo diría que Jesús no vino a salvarnos, como el socorrista que salva al que se está ahogando, quiera este ser salvado o no; sino que con su muerte pagó el rescate que teníamos pendiente con el maligno y nos dejó en libertad para que eligiéramos a quien seguir en el futuro y nos ofreció de manera gratuita y sin ningún tipo de tasas los instrumentos para irnos salvando:
* en Jesús y en su palabra encontraremos la solución para erradicar la pobreza con todas sus adherencias;
* en Jesús y en su palabra  encontraremos la razón del dolor y del sufrimiento, la fuerza y el ánimo  para sobrellevarlos;
* en Jesús y en su palabra encontraremos la esperanza que amainará nuestras tristezas, inseguridades y depresiones:
* en Jesús y en su palabra encontramos, en definitiva, el asidero donde agarrarse o el refugio donde cobijarse cuando vendavales de origen desconocido y malicioso intenten derribarnos y destruir nuestras vidas.
En definitiva, amigo mío, Jesús es el ÚNICO CAMINO que en este mundo puede llevarnos a la felicidad, y a la plenitud de la Vida en la eternidad.
Después del acostumbrado silencio de meditación, el discípulo, muy moderno él, saco del bolsillo su Smartphone y buscó este canto que en silencio escucharon los dos:

1. No se turbe vuestro corazón.
 Creéis en Dios: creed también en Mí.
 Pues subo al cielo, donde mi Padre,
 a prepararles un lugar allí.
Y al final Yo volveré
 para llevarlos conmigo.
 Yo soy Camino, Vida y Verdad.
 Nadie va al Padre sino por Mí.
2. Y los que coman de mi Carne
 tendrán vida y Yo los resucitaré,
 para que un día, junto a María,
 gocen del cielo por una eternidad.
Y al final Yo volveré
 para llevarlos conmigo.
 Yo soy Camino, Vida y Verdad.
 Nadie va al Padre sino por Mí.
 Yo soy Camino, Vida y Verdad.
 Nadie va al Padre sino por Mí.



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