Solemnidad de la Ascensión del Señor. A.
Evangelio
según san Mateo, 28, 16 - 20.
Acercándose a ellos, Jesús les
dijo:
- Se me ha dado pleno poder en
el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos,
bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y
enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con
vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.
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- Amigo mío,
llevamos casi tres años reuniéndonos cada mañana de domingo y compartiendo
nuestras reflexiones sobre el evangelio correspondiente. Esta es la tercera
vez que nos encontramos en la solemnidad de la Ascensión del Señor, y como
sé, pues alguna vez me lo dijiste, que reescribes lo que aquí comentamos voy
intentar no repetir lo que explicamos en años anteriores, aunque sugiero que
lo repases de nuevo pues encontrarás cosas interesantes.
- Ya lo hice, Maestro. He leído
las notas que tomé los últimos dos años, y estoy preparado para lo que
quieras añadir hoy, pero antes de empezar quisiera formularte dos preguntas.
- ¡Vamos a la primera!
- ¿La Ascensión se celebra
siempre en este domingo? Lo pregunto porque mis padres dicen que antes se
celebraba un jueves.
- Siempre se ha celebrado un jueves y ése es
su día natural, pues, según la tradición, Jesús subió a los cielos a los
cuarenta días de su resurrección y, desde el punto de vista de las
matemáticas los cuarenta días,
contando a partir del domingo de Pascua, se cumplieron el pasado jueves; de
hecho en muchos países de Europa, África y América, esta solemnidad sigue
celebrándose como día festivo en jueves, y en otros, como España, se traslada
al domingo siguiente, es decir, hoy.
- ¿Por qué?
- Es algo difícil de explicar.
El gobierno de acuerdo con los sindicatos determinaron un número de días
festivos (no laborables) anuales y de días laborables, y como aumentaron
sensiblemente los festivos civiles, hubo que reducir los religiosos, y del
calendario cayeron fiestas como la Ascensión, el Corpus Christi y otras. De
todas maneras y para decir toda la verdad hay que reconocer que se han
respetado otras muchas como Santa María Madre de Dios (quizás más por su
vertiente civil = año nuevo), la Epifanía, Viernes Santo, la Asunción de
Nuestra Señora, la festividad de Todos los Santos, la Inmaculada Concepción y
la Navidad. Además algunas autonomías añaden a sus calendarios laborales otras
fiestas religiosas, pero no me voy a detener más. ¿Era esta la segunda
pregunta o tienes otra más.
- Tengo otra, pero no sé si
hacértela ...
-¿Por qué?
- Porque lo mismo dedicas tres
o cuatro horas para explicarme, y darán nueve, las diez y las once y estaré
aquí escuchando tu exposición.
El ermitaño se echó a reír y
dijo:
- ¿Estás diciendo que me
enrollo como una persiana? Es probable que tengas razón y que no sepa
sintetizar pero, de todas maneras, pregunta.
- En la primera lectura de los
Hechos de los Apóstoles, parece que la Ascensión se dio en Jerusalén, y Mateo
la sitúa en Galilea, ¿se puede precisar con cierta seguridad el lugar de la
Ascensión?
- No, no se puede precisar, por
las razones que citas. La tradición más antigua la sitúa en Jerusalén y allí
hay una pequeña, pero hermosa capilla, hoy en manos de musulmanes y a quienes
hay que pagar para visitar, que recuerda y dónde se celebra este
acontecimiento. Mateo, como buen galileo lo sitúa en su tierra, pensando
quizás en el mismo monte de la transfiguración (¿el Tabor?), dado el
paralelismo existente entre los dos acontecimientos. Es cierto que algunas
apariciones del Resucitado se dieron en Galilea, a orillas de Lago de
Tiberíades, pero en Pentecostés estaban todos en el cenáculo de Jerusalén, y no creo que los
apóstoles estuvieran subiendo y bajando continuamente de Jerusalén a Galilea
y viceversa,... y tienes razón, ¡me enrollo demasiado!
¡Pero vamos al tema de hoy!
Quiero recordar que en años anteriores he insistido en la idea de que la Ascensión
marca el traspaso de poderes: el Señor se va y deja en nuestras manos la
tarea de continuar su misión y los deberes están muy bien indicados en la
segunda parte del texto de hoy: "Id
y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre
y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he
mandado". Si me permites. iré por partes e intentaré ser escueto:
"Id y haced discípulos": hay muy pocos imperativos en
el evangelio y estos son unos de ellos: el anunciar el evangelio no es una
invitación, una devoción o un piadoso hobby, sino que es un mandato, está en
la esencia misma de nuestra condición. Ser cristiano y no sentirse
interpelado a anunciar a Jesucristo es algo así como el café descafeinado, el
vino sin alcohol o una bebida espumosa desventada.
"Haced discípulos de todos los pueblos". Con su pasión
y muerte Jesús rescata a toda la humanidad, sin distinción de razas o color.
En otra ocasión, según Mateo, 10, 5 - 6, Jesús envió a los suyos al pueblo de
Israel: "No vayáis a tierras de
paganos ni entréis en las ciudades de Samaría, sino id a las ovejas
descarriadas de Israel", pero ahora corrige su testamento, anula
todas las fronteras y los (nos) envía a todos los pueblos.
Una tentación muy frecuente de
los sacerdotes, diáconos, catequistas y demás ministros de la palabra es
hacer discípulos suyos. Jesucristo es tan solo un pretexto para
convocar, un reclamo para atraer, pero
en fondo se parecen, conscientes o no, son embaucadores cuya gloria es ir por
la vida como gallinas que caminan ufanas seguidas por su nidada de pollos.
Nuestra misión, la de todos, es hacer discípulos de Jesucristo, lo más
semejantes a Él, ya que Él, y solo Él, es el modelo. Hablando de discípulos y
antes de continuar, voy a leerte un texto precioso de Florentino Ulibarri que
encontré ayer y que dice así:
Haced discípulos míos, no maestros;
haced personas, no esclavos;
haced caminantes, no gente asentada;
haced servidores, no jefes.
Haced
hermanos.
Haced creyentes, no gente creída;
haced buscadores de verdad, no amos de certezas;
haced creadores, no plagistas;
haced ciudadanos, no extranjeros.
Haced
hermanos.
Haced poetas, no pragmáticos;
haced gente de sueños y memoria,
no de títulos, arcas y mapas;
haced personas arriesgadas, no espectadores.
Haced
hermanos.
Haced profetas, no cortesanos;
haced gente inquieta, no satisfecha;
haced personas libres, no leguleyas;
haced gente evangélica, no agorera.
Haced
hermanos.
Haced sembradores, no
coleccionistas;
haced artistas, no soldados;
haced testigos, no inquisidores;
haced amigos de camino, no enemigos.
Haced
hermanos.
Haced personas de encuentro,
con entrañas y ternura,
con promesas y esperanzas,
con presencia y paciencia,
con misión y envío.
Haced
hermanos.
Haced discípulos míos;
dadles todo lo que os he dado;
descargad vuestras espaldas
y sentíos hermanos.
"Bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado", Es aquí
cuando surge la pregunta: ¿Qué es primero el bautismo o el anuncio":
primero se bautiza y después se le enseña o primero se le enseña y después se
bautiza. Este tema es muy amplio y necesita un desarrollo especial, voy a
proponer tan solo la resolución: Primero se anuncia, después se bautiza y
luego toda una vida para enseñar. El que habiendo recibido el anuncio cree
que Jesucristo es el Señor y se bautiza adquiere el compromiso de ir
profundizando cada vez más en las enseñanzas de Jesús, pero también la
Iglesia y la comunidad que anuncia y que bautiza adquiere el compromiso de
acompañar al bautizado a lo largo de
toda su vida para que vaya descubriendo y saboreando la ternura y el amor de
Dios.
Nos queda la gran esperanza, o
mejor, la absoluta certeza de que no estamos solos, no somos barcas a la
deriva, sino que el Espíritu de Jesús está con nosotros no de una manera
ocasional sino de un modo permanente y eficaz.
El joven miró al ermitaño, pero
este estaba cabizbajo y los dos hicieron silencio.
Después de un largo silencio el
joven sacó su Smartphone y se puso a buscar algunos links de cantos que había
preparado para que escucharan los dos. De nuevo miró al anciano y como éste
seguía cabizbajo y meditativo deslizó suavemente el móvil en el bolsillo y
esperó a que aquel reaccionara para despedirse y marcharse. Por el camino iba cantando.
No. Yo no dejo la tierra.
No. Yo no olvido a los hombres.
Aquí, Yo he dejado la guerra.
Arriba,
están vuestros nombres.
¿Qué hacéis mirando el cielo,
varones, sin alegría?
Lo que ahora parece un vuelo
ya es
vuelta y es cercanía.
No. Yo no dejo la Tierra...
El gozo es mi testigo.
La paz, mi presencia viva,
que al irme se va conmigo
la
cautividad cautiva.
No. Yo no
dejo la tierra...
El cielo ha comenzado.
Vosotros sois mi cosecha.
El Padre ya os ha sentado
conmigo, a
su derecha.
No. Yo no
dejo la tierra...
Partid junto a la aurora.
Salvad a todo el que crea.
Vosotros marcáis mi hora.
Comienza
vuestra tarea.
No. Yo no dejo la tierra.
No. Yo no olvido a los hombres.
Aquí, Yo he dejado la guerra.
Arriba, están vuestros nombres.
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