jueves, 25 de mayo de 2017

Id , haced discípulos.

Solemnidad de la Ascensión del Señor.  A.

Evangelio según san Mateo, 28, 16 - 20.


Acercándose a ellos, Jesús les dijo:

- Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.



- Amigo mío, llevamos casi tres años reuniéndonos cada mañana de domingo y compartiendo nuestras reflexiones sobre el evangelio correspondiente. Esta es la tercera vez que nos encontramos en la solemnidad de la Ascensión del Señor, y como sé, pues alguna vez me lo dijiste, que reescribes lo que aquí comentamos voy intentar no repetir lo que explicamos en años anteriores, aunque sugiero que lo repases de nuevo pues encontrarás cosas interesantes.

- Ya lo hice, Maestro. He leído las notas que tomé los últimos dos años, y estoy preparado para lo que quieras añadir hoy, pero antes de empezar quisiera formularte dos preguntas.

- ¡Vamos a la primera!

- ¿La Ascensión se celebra siempre en este domingo? Lo pregunto porque mis padres dicen que antes se celebraba un jueves.

-  Siempre se ha celebrado un jueves y ése es su día natural, pues, según la tradición, Jesús subió a los cielos a los cuarenta días de su resurrección y, desde el punto de vista de las matemáticas  los cuarenta días, contando a partir del domingo de Pascua, se cumplieron el pasado jueves; de hecho en muchos países de Europa, África y América, esta solemnidad sigue celebrándose como día festivo en jueves, y en otros, como España, se traslada al domingo siguiente, es decir, hoy.

- ¿Por qué?

- Es algo difícil de explicar. El gobierno de acuerdo con los sindicatos determinaron un número de días festivos (no laborables) anuales y de días laborables, y como aumentaron sensiblemente los festivos civiles, hubo que reducir los religiosos, y del calendario cayeron fiestas como la Ascensión, el Corpus Christi y otras. De todas maneras y para decir toda la verdad hay que reconocer que se han respetado otras muchas como Santa María Madre de Dios (quizás más por su vertiente civil = año nuevo), la Epifanía, Viernes Santo, la Asunción de Nuestra Señora, la festividad de Todos los Santos, la Inmaculada Concepción y la Navidad. Además algunas autonomías añaden a sus calendarios laborales otras fiestas religiosas, pero no me voy a detener más. ¿Era esta la segunda pregunta o tienes otra más.

- Tengo otra, pero no sé si hacértela ...

-¿Por qué?

- Porque lo mismo dedicas tres o cuatro horas para explicarme, y darán nueve, las diez y las once y estaré aquí escuchando tu exposición.

El ermitaño se echó a reír y dijo:

- ¿Estás diciendo que me enrollo como una persiana? Es probable que tengas razón y que no sepa sintetizar pero, de todas maneras, pregunta.

- En la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles, parece que la Ascensión se dio en Jerusalén, y Mateo la sitúa en Galilea, ¿se puede precisar con cierta seguridad el lugar de la Ascensión?
- No, no se puede precisar, por las razones que citas. La tradición más antigua la sitúa en Jerusalén y allí hay una pequeña, pero hermosa capilla, hoy en manos de musulmanes y a quienes hay que pagar para visitar, que recuerda y dónde se celebra este acontecimiento. Mateo, como buen galileo lo sitúa en su tierra, pensando quizás en el mismo monte de la transfiguración (¿el Tabor?), dado el paralelismo existente entre los dos acontecimientos. Es cierto que algunas apariciones del Resucitado se dieron en Galilea, a orillas de Lago de Tiberíades, pero en Pentecostés estaban todos en el   cenáculo de Jerusalén, y no creo que los apóstoles estuvieran subiendo y bajando continuamente de Jerusalén a Galilea y viceversa,... y tienes razón, ¡me enrollo demasiado!

¡Pero vamos al tema de hoy! Quiero recordar que en años anteriores he insistido en la idea de que la Ascensión marca el traspaso de poderes: el Señor se va y deja en nuestras manos la tarea de continuar su misión y los deberes están muy bien indicados en la segunda parte del texto de hoy: "Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado". Si me permites. iré por partes e intentaré ser escueto:

"Id y haced discípulos": hay muy pocos imperativos en el evangelio y estos son unos de ellos: el anunciar el evangelio no es una invitación, una devoción o un piadoso hobby, sino que es un mandato, está en la esencia misma de nuestra condición. Ser cristiano y no sentirse interpelado a anunciar a Jesucristo es algo así como el café descafeinado, el vino sin alcohol o una bebida espumosa desventada.

"Haced discípulos de todos los pueblos". Con su pasión y muerte Jesús rescata a toda la humanidad, sin distinción de razas o color. En otra ocasión, según Mateo, 10, 5 - 6, Jesús envió a los suyos al pueblo de Israel: "No vayáis a tierras de paganos ni entréis en las ciudades de Samaría, sino id a las ovejas descarriadas de Israel", pero ahora corrige su testamento, anula todas las fronteras y los (nos) envía a todos los pueblos.

Una tentación muy frecuente de los sacerdotes, diáconos, catequistas y demás ministros de la palabra es hacer discípulos suyos. Jesucristo es tan solo un pretexto para convocar,  un reclamo para atraer, pero en fondo se parecen, conscientes o no, son embaucadores cuya gloria es ir por la vida como gallinas que caminan ufanas seguidas por su nidada de pollos. Nuestra misión, la de todos, es hacer discípulos de Jesucristo, lo más semejantes a Él, ya que Él, y solo Él, es el modelo. Hablando de discípulos y antes de continuar, voy a leerte un texto precioso de Florentino Ulibarri que encontré ayer y que dice así:

Haced discípulos míos, no maestros;
haced personas, no esclavos;
haced caminantes, no gente asentada;
haced servidores, no jefes.
Haced hermanos.
Haced creyentes, no gente creída;
haced buscadores de verdad, no amos de certezas;
haced creadores, no plagistas;
haced ciudadanos, no extranjeros.
Haced hermanos.
 Haced poetas, no pragmáticos;
haced gente de sueños y memoria,
no de títulos, arcas y mapas;
haced personas arriesgadas, no espectadores.
Haced hermanos.
 Haced profetas, no cortesanos;
haced gente inquieta, no satisfecha;
haced personas libres, no leguleyas;
haced gente evangélica, no agorera.
Haced hermanos.
 Haced sembradores, no coleccionistas;
haced artistas, no soldados;
haced testigos, no inquisidores;
haced amigos de camino, no enemigos.
Haced hermanos.
 Haced personas de encuentro,
con entrañas y ternura,
con promesas y esperanzas,
con presencia y paciencia,
con misión y envío.
Haced hermanos.
 Haced discípulos míos;
dadles todo lo que os he dado;
descargad vuestras espaldas
y sentíos hermanos.

"Bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado", Es aquí cuando surge la pregunta: ¿Qué es primero el bautismo o el anuncio": primero se bautiza y después se le enseña o primero se le enseña y después se bautiza. Este tema es muy amplio y necesita un desarrollo especial, voy a proponer tan solo la resolución: Primero se anuncia, después se bautiza y luego toda una vida para enseñar. El que habiendo recibido el anuncio cree que Jesucristo es el Señor y se bautiza adquiere el compromiso de ir profundizando cada vez más en las enseñanzas de Jesús, pero también la Iglesia y la comunidad que anuncia y que bautiza adquiere el compromiso de acompañar al bautizado a lo  largo de toda su vida para que vaya descubriendo y saboreando la ternura y el amor de Dios.

Nos queda la gran esperanza, o mejor, la absoluta certeza de que no estamos solos, no somos barcas a la deriva, sino que el Espíritu de Jesús está con nosotros no de una manera ocasional sino de un modo permanente y eficaz.

El joven miró al ermitaño, pero este estaba cabizbajo y los dos hicieron silencio.

Después de un largo silencio el joven sacó su Smartphone y se puso a buscar algunos links de cantos que había preparado para que escucharan los dos. De nuevo miró al anciano y como éste seguía cabizbajo y meditativo deslizó suavemente el móvil en el bolsillo y esperó a que aquel reaccionara para despedirse y marcharse. Por el camino iba cantando.

No. Yo no dejo la tierra.
No. Yo no olvido a los hombres.
Aquí, Yo he dejado la guerra.
Arriba, están vuestros nombres.
¿Qué hacéis mirando el cielo,
varones, sin alegría?
Lo que ahora parece un vuelo
ya es vuelta y es cercanía.
No. Yo no dejo la Tierra...
El gozo es mi testigo.
La paz, mi presencia viva,
que al irme se va conmigo
la cautividad cautiva.
No. Yo no dejo la tierra...
El cielo ha comenzado.
Vosotros sois mi cosecha.
El Padre ya os ha sentado
conmigo, a su derecha.
No. Yo no dejo la tierra...
Partid junto a la aurora.
Salvad a todo el que crea.
Vosotros marcáis mi hora.
Comienza vuestra tarea.
No. Yo no dejo la tierra.
No. Yo no olvido a los hombres.
Aquí, Yo he dejado la guerra.
Arriba, están vuestros nombres.




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