jueves, 19 de febrero de 2015

NO A LA CORRUPCIÓN.


Primer Domingo de Cuaresma B

 
Evangelio según san Marcos 1, 12 - 15.

En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto.
Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas, y los ángeles le servían.
Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía:
— Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios:
convertíos y creed en él Evangelio.
 

 
- Estamos en el primer domingo de Cuaresma, y todos los años la liturgia nos presenta el mismo tema: las tentaciones de Jesús.

 - Pero, Maestro, - interpeló el discípulo –  ¿de verdad que fue tentado? Porque si Él, siendo Dios, fue tentado, nosotros lo tenemos claro.

 - Claro que fue tentado. Otra cosa es la narración concreta de dichas tentaciones. San Marcos, cuyo evangelio estamos proclamando este año, es muy parco y se limita a decir: “se quedó en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás; vivía con las fieras y los ángeles lo servían”. Los demás sinópticos han desarrollado esta catequesis describiendo tanto los lugares como el contenido de las tentaciones. Sinceramente creo que se trata de un ropaje literario para dar más vida a dichos relatos. Como curiosidad te diré que, sin numerarlas, Mateo coloca en segundo lugar la tentación del pináculo del templo y en tercer lugar la de la montaña desértica  de Jericó donde lo recuerda un interesante monasterio ortodoxo, mientras que Lucas pone en segundo lugar la de Jericó y en último la del alero del templo. Pero esto no tiene mayor importancia.
 Creo que las tentaciones de Jesús siempre han tenido una gran importancia en la ascesis cristiana, pero hoy puede tener una lectura añadida: la corrupción. Si tengo el poder en mis manos, ¿por qué no utilizarlo para sacar algo en beneficio propio?  Si me dedico a la ingeniería y malabarismos económicos, ¿por qué no sacar de todo esto algo de provecho personal?, si casi todos lo hacen, ¿por qué yo no?, ¿por qué no servir unos cuantos cafés, invitar a unas cuántas – y buenas – comidas, por qué no proporcionar unos cuántos halagos si con ello consigo un buen puesto en el trabajo?

 Es cierto que Jesús tenía poderes. No consta que a lo largo de su vida transformara piedras en pan, pero multiplicó cinco panes y dos peces de manera tan generosa que después de haberse saciado muchísima gente se recogieron doce canastos de sobras.  Juan (6, 4 – 13) habla de unos cinco mil hombres; si añadimos mujeres y niños que probablemente no tenían colegio, el número resulta sensiblemente mayor –. Tampoco consta que volara desde el pináculo del templo, pero, sí, caminó sobre las aguas (Jn. 6, 16 – 21), superando igualmente las leyes de la física. Es cierto que nunca se arrodilló ante ningún poder de este mundo para conseguir beneficio alguno, y así le fue.

 En definitiva teniendo todo el poder y privilegios (Mt. 28,18) cumplió a rajatabla su misión aceptando inclusive la muerte – una muerte de cruz (Fl. 2, 8) - para dar pleno cumplimiento al guión que el Padre había escrito.

 - ¿Entonces Jesús fue tentado porque el Padre así lo determinó?

 - Podemos aceptar, como te he dicho antes, que estaba en el guión, pero no fue un capricho. Jesús, vino para ser nuestro modelo de vida, y muy poco ejemplo daría si caminaba en un plano diferente, por eso escribe Pablo: “el cual siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se despojó de si mismo tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres. Y así, reconocido como hombre por su presencia, se humilló a si mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz (Fl. 2, 6 – 8).

 - Para terminar, Maestro, ¿qué tenemos que hacer para convertirnos como se nos dice en el evangelio de hoy?

 - Muchas cosas, pero si queremos ser reflejo de Jesús debemos encarnarnos – hoy decimos de una manera muy eufemística “sentir empatía” - en los esclavos de hoy que los hay de todas razas y de diversas calañas. Si todos nos convirtiéramos un poco en este sentido, y no nos limitáramos solo a predicar desde nuestro púlpitos cada vez más adornados, en nuestros palacios, humildemente suntuosos, con un trabajo seguro y a veces hasta cómodo y con el estómago lleno, otro gallo cantaría. Acuérdate que lo que nos pide el Señor por medio del profeta Jeremías  (58, 6 – 7) que ya te cité el viernes pasado.

- De acuerdo, Maestro, lo leeré de nuevo.

 

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