jueves, 9 de abril de 2015

¡SHALOM!



Segundo Domingo de Pascua B

Evangelio según san Juan, 20, 19 - 31.
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
— Paz a vosotros.
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
— Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
— Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
— Hemos visto al Señor.
Pero él les contestó:
  — Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
— Paz a vosotros.
Luego dijo a Tomas:
— Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.
Contestó Tomás:
— ¡Señor mío y Dios mío!
Jesús le dijo:
- ¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.
 

 - Buenos días, Maestro. Feliz Pascua de Resurrección. Hace ya una semana que fue la celebración de la Pascua, pero como dice mi abuela “todas las fiestas tienen su octava”.

- Buenos días, amigo mío, no sé si todas las fiestas tienen octava, pero Pascua sí que la tiene, y muy solemne, así que “Feliz Pascua” también a ti. ¿Cómo te ha ido?

 - Muy bien, Maestro. He participado activamente en todos los oficios de la Semana Santa y del Triduo Pascual y en alguna procesión. Por lo demás encuentro con la familia y amigos. Han sido unos días llenos de alegría también en lo humano.

 - ¡Shalom! amigo mío, que la luz de Cristo Resucitado ilumine tus pasos y disipe todos los miedos, inseguridades, desánimos, tinieblas y oscuridades.

-  Igualmente, Maestro, y hablando de “shalom” ese saludo aparece en el evangelio de hoy.

- Exactamente, lo encontramos bien tres veces. El saludo de Jesús, en sí, no tiene nada de  original. Era entonces y sigue siendo hoy tan corriente como nuestro “hola”, y nuestro “adiós” todo junto ya que se usa tanto al encuentro como a la despedida, pero dicho por el Señor y en aquellas circunstancias, trasciende toda barrera y frontera, raza y color, filosofía y religión, traspasa lo humano y se instala en lo divino. La paz del Resucitado reconcilia al hombre consigo mismo, al hombre con su hermano, al hombre con la creación y al hombre con Dios.

 - Pero el texto de hoy tiene también otras enseñanzas interesantes …

 - Efectivamente. Pero antes de nada quisiera hacer una aclaración. La palabra de Dios, en general, y el Evangelio, en particular son como una fuente de agua cristalina, dónde cada cual  sacia su sed, pero el agua sigue brotando generosa y nunca se agota.

 - ¿Quieres decir, Maestro,  que por mucho que comentemos y meditemos la Palabra, nunca llegaremos a consumirla del todo?

 - ¿Poco más o menos; quiero decir que en cada momento encontrarás  la respuesta a tus preguntas, y cada vez es fresca, original y genuina, y apaga la sed de todos los que se acerquen a beber sea cual sea su situación, sus necesidades y las características de su sed. Te he dicho esto porque hoy pretendo subrayar tres puntos, pero de ninguna manera pretendo agotar el tema. Tú mismo y todos los demás que se acerquen a este texto encontrarán otras reflexiones, todas de gran calado.

 Del evangelio de este segundo domingo de Pascua yo elegiría, además del saludo de Jesús, “shalom”, tres puntos más:

 Punto 1º - “Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor”.  Esa es la bendición del Resucitado: transformarlo todo. Los discípulos estaban acobardados, asustados, con las puertas cerradas por miedo a los judíos, viene el Señor y se llenan de gozo. Es cierto que es una experiencia temporal, será permanente a partir de Pentecostés.

 Punto 2º - “a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados, a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”. Es evidente que aquí se refiere al poder de la Iglesia de perdonar los pecados que lo ejerce en el sacramento de la penitencia, pero en las citas paralelas de Mateo amplía mucho este contenido. En Mateo 16, 19 y dirigiéndose a Pedro le dice. ”Tolo lo que ates en la tierra quedará atado en  el cielo  y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo” y en Mateo 18, 18, dirigiéndose esta vez al conjunto de los discípulos (a la Iglesia) dice: “todo lo que atéis en la tierra quedará atado en los cielos y todo lo que desatéis en la tierra quedará desatado en los cielos”. Esta es la realidad. El Papa, en particular, y la Iglesia en su conjunto tienen, por delegación, plenos poderes para atar y desatar. ¡Cuántas veces se habrá arrepentido Jesús de esto!

 - Maestro, interrumpió el discípulo, Dios no puede arrepentirse.

- Bueno, es una forma de hablar. No soy y no pretendo ser un exegeta, pero en el Antiguo Testamento consta varias veces que el Señor se arrepiente. Algunos ejemplos:

* se arrepiente de haber creado al hombre (Gn. 6, 6);
* se arrepiente de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo (Ex. 32, 14);
* se arrepiente de haber constituido a Saúl como rey sobre Israel (1Sam. 15, 35);
* se arrepiente de la peste que había mandado sobre Israel (2Sam. 24, 16);
* se arrepiente de las amenazas hechas contra los ninivitas (Jon. 3, 10).

No consta que el Dios del Nuevo Testamento tenga por qué arrepentirse de algo, pero si lo tuviera, sería precisamente del enorme poder concedido a la Iglesia y que no siempre lo ejerce en plena sintonía con la misericordia de Dios.

 Punto 3º - “Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos  y no meto la mano en su costado, no lo creo”.  Esta actitud le ha granjeado a Tomás  no pocas críticas a lo largo de la historia, y a mi me parece enormemente positiva. 

La Resurrección de Cristo es un misterio. Los teólogos intentan en vano explicarlo y los que tienen el poder de atar y de desatar lo usan para darle palos a los que intentan explicarlo, pero los agnósticos tienen sobradas razones para negarla, sobre todo porque no es racional. Como pruebas de dicha Resurrección unas pobres mujeres, unos seguidores fanáticos, y poco más.  Tañéndome al  episodio de este domingo resultaría fácil decir que los apóstoles, unos pobres fanáticos, cerrados en una pequeña habitación, llenos de miedo, probablemente hambrientos y hasta deshidratados habían sufrido una alucinación colectiva. Pero Tomás, que por razones que desconocemos estaba fuera, alimentado e hidratado conociendo lo que se rumoreaba por la ciudad se niega a creer, pero resulta tan evidente la presencia de Jesús en la segunda aparición que Tomás muerde el polvo y exclama: “Señor mío y Dios mío” . La incredulidad de Tomás ha dado razón casicientífica a mi credulidad.

 

 

 

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