miércoles, 15 de abril de 2015

VOSOTROS SOIS TESTIGOS …



Tercer Domingo de Pascua B

Evangelio según san Lucas 24,  35 - 48.
En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan.
Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice:
— Paz a vosotros.
Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo:
— ¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo.
Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo:
— ¿Tenéis ahí algo que comer?
Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo:
— Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse.
Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió:
— «Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto.»

 - Querido Maestro, no entiendo nada.
 
- Buenos días, amigo mío, gracias por lo de “querido”. Yo tampoco entiendo nada, pero ¿de qué va el asunto?
 
- Perdone, Maestro, la excesiva confianza, pero llevo una semana dándole vueltas al asunto y debo confesar que cada vez estoy más confuso. Me explico: esta semana he estado leyendo y estudiando el tema de la Resurrección – la de Jesús y la nuestra – y las cualidades del Cuerpo  Resucitado o Cuerpo Glorioso. Según el catecismo estas cualidades son:
 
. Impasibilidad es decir, la propiedad de que no sea accesible a ellos mal físico de ninguna clase, es decir, el sufrimiento, la enfermedad y la muerte. Definiéndola con mayor precisión, es “la imposibilidad de sufrir y morir”.
 
Jesús contestando a los saduceos cuando le plantearon el tema de la resurrección con el caso de aquella mujer que se había casado  sucesivamente con siete hermanos y le preguntaron: “¿cuándo llegue la resurrección  de cuál de ellos será mujer? (Lc. 20, 33), Él les contesta : “ … los que sean juzgados dignos de tomar parte en el mundo futuro y en la resurrección de entre los muertos no se casarán ni ellas serán dadas en matrimonio. Pues ya no pueden morir , ya que son como ángeles; y son hijos de Dios, porque son hijos de la resurrección” (Lc. 20, 35 – 36). Y el Apocalipsis en un texto que la liturgia usa frecuentemente en la misa de exequias  dice: “ …  y  Dios con ellos será su Dios  y enjugará toda lágrima de sus ojos, y ya no habrá muerte ni duelo,  ni llanto ni dolor, porque lo primero ha pasado” (Ap. 21,  3 - 4).
 
II. Sutilidad, sutileza o penetrabilidad:

Es la propiedad por la cual el cuerpo se hará semejante a los espíritus en cuanto podrá penetrar los cuerpos sin lesionarse ni lesionar, es decir, podrá atravesar otros cuerpos.
 
Los evangelios hablando de Jesús Resucitado dejan meridianamente claro – ¡perdón por la redundancia! – que atravesaba los cuerpos opacos. En Mateo 27, 66 ; 28, 1 – 7, se contempla como Jesús al resucitar salió del sepulcro que estaba cerrado con una pesada piedra y judicialmente sellado; en Juan, 20, 5 – 7, al llegar Pedro y Juan al sepulcro vieron los lienzos tendidos.

Aquí hay que hacer una observación: la traducción en español no es muy feliz. No dice “tendidos o estirados” como están las sábanas de una cama recién hecha, sino “desinflados” como se pliega sobre si mismo un globo. Es decir Jesús, al resucitar atravesó los lienzos como si se evaporara.

El evangelio que hemos proclamado el domingo pasado (Jn. 20, 19 – 31) y el de este domingo insisten en que Jesús se presentó en medio de sus discípulos estando las puertas cerradas;
 
III. Agilidad Es la capacidad del cuerpo para obedecer al espíritu en todos sus movimientos con suma facilidad y rapidez, es decir, en forma instantánea.
 
Resulta evidente en el evangelio que proclamamos hoy y en su contexto, como Jesús aparece y desaparece con mucha agilidad, como una imagen que se proyecta o se apaga.
 
En Lc. 24, 31: “A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero Él desapareció de su vista”;

En Lc 24, 34: “estaban diciendo: Era verdad, ¡ ha resucitado El Señor y se ha aparecido a Simón!”

Y en Lc 24, 36: “Estaban hablando de estas cosas, cuando se presentó en medio de ellos y les dice: ‘Paz a vosotros”.
 
IV. Claridad es el estar libre de todo lo ignominioso y rebosar hermosura y esplendor.
 
 En Mt. 13, 43 Jesús dice: “Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre”;
 
 en Mt 17, 2  hablando de Cristo transfigurado describe: “su rostro resplandecía como el sol y sus vestidos  se volvieron blancos como la luz;
 
y, por último, en los Hechos de los Apóstoles, 9,  3 - 5,  narrando la conversión de San Pablo dice:” … cuando estaba cerca de Damasco, de repente una luz celestial lo envolvió con su resplandor … y respondió: soy Jesús, a quien tu persigues”.
 
Bueno pues me surgen muchas preguntas:
 
1 . ¿cómo un cuerpo glorioso, sutil y ágil, puede comer pescado asado.  ¿Es que el pescado comido se transforma inmediatamente en “glorioso”?
 
2 - ¿cómo puede un cuerpo glorioso, sutil, ágil, y, por consiguiente, intangible, hacerse tocar por sus discípulos para ser reconocido?;
 
3 - ¿cómo puede un cuerpo  glorioso, clarísimo asar unos cuantos peces sin tiznarse?
 
El discípulo había soltado esta larga parrafada siguiendo un esquema escrito en un papel arrugado que había sacado del bolsillo. El Maestro escuchaba atentamente. Al terminar el discípulo fijó su mirada en el rostro del Maestro, y como siempre cuando hablaba un poco más largo empezó a sentirse incómodo y avergonzado. Pero el Maestro intervino en seguida:
 
- Amigo mío, has hecho un profundo y documentado estudio sobre el cuerpo glorioso, y eso te ha creado muchas dudas. Sinceramente, y como te dije al principio, tampoco yo lo  entiendo, pero te has metido en un jardín complicado dónde puede resultar difícil salir. Intentaré explicarme, y te pido que me ayudes en esta tarea.
 
- Sí, Maestro, soy todo oídos.
 
- Tiene que haber un acercamiento entre fe y cultura. Los teólogos, los filósofos y los científicos deben escrutar, hasta donde sea posible, los contenidos de la fe, inclusive pueden aportar ideas, sugerir hipótesis, hacerse y formular preguntas en busca de una respuesta, pero con la suficiente humildad para comprender que Dios es misterio y, por consiguiente, inescrutable.
 
Durante el siglo XX sobre todo en la última mitad y  esta primera década del actual siglo XXI, la ciencia ha aportado un gran tributo a la fe, también la filosofía y la teología, pero en algunos casos han dado como verdades científicas, y por consiguiente indiscutibles lo que eran tan solo óptimas hipótesis de investigación y muchos teólogos, con loables iniciativas de explicar lo inexplicable, utilizando la inteligencia empírica, intentan presentar solo a los cultos y leídos los misterios de la fe. En la mayoría de los casos presentan sus formulaciones, no como una posición personal de acercamiento al misterio, sino como verdad definitiva. ¡Craso error! No hacen más que provocar la ira de los dragones encargados de defender el castillo del dogma, la fortaleza de la ortodoxia, los cuales no dudaran en aniquilarlos con sus lanzallamas.
 
Te he contado todo esto porque un teólogo, precisamente alcanzado ya por los fogonazos de los dragones defensores de la verdad,  Andrés Torres Quiroga tiene un libro, “Repensar la Resurrección” (Trotta, Madrid, 2003) en que se plantea esas mismas preguntas e intenta aportar alguna respuesta.
 
Creo que sus esfuerzos merecen todo nuestro respeto, y que los teólogos y los pensantes deben leerlo y comentarlo, pero que no sirven ni a ti ni a mi, que como los patos, no somos animales de alto vuelo.
 
Valorando altamente el acercamiento fe – cultura, creo que esta, la cultura, no puede explicar el misterio de la fe. Dios que es creador de la ciencia no puede estar sometido ni  ser entendido por ella. Los puntos álgidos de  nuestra fe nunca tendrán explicación científica o racional. ¿Tiene explicación humana que un Dios Omnipotente se haga hombre en el vientre de una mujer? No. ¿Tiene explicación racional que ese Dios Omnipotente y Eterno muera humillado y clavado en una cruz? No. ¿Tiene algún tipo de explicación científica que un muerto, bien muerto y absolutamente desangrado, pueda resucitar y salir del sepulcro? No.

Creemos que Dios, el Señor de la vida y de la muerte, del tiempo y del espacio, actúa al margen de estos condicionantes no por juego o capricho sino para ofrecer al hombre, la obra más apreciada de cuantas realizó, una nueva oportunidad de vida y dignidad. Por eso el que es capaz de realizar tan grandes maravillas, ¿cómo no va a aparecer y desaparecer con un bocado de pescado en su estómago, o hacerse tangible para que los Apóstoles – y con ellos, todos nosotros – tuviéramos razones para creer que estaba vivo? ¿O como no va a asar unos peces para agasajar a sus discípulos después de una noche de arduo y estéril trabajo sin que con ello menoscabe su claridad? En definitiva creo que estos detalles que en si son importantes no son más que apéndices – hoy está de moda llamarles “flecos” – del gran misterio de la resurrección.
 
Pero el Evangelio de hoy, más allá de las cualidades del Cuerpo Glorioso en el que nos hemos enfrascado, tiene algún otro mensaje importante para nuestro quehacer cotidiano. Voy a subrayar solamente dos:

1º -“ … y cómo habían reconocido a Jesús al par­tir el pan” Desde siempre la Iglesia identifica el partir el pan – fractio panis – con el gesto de Jesús en la Ultima Cena, es decir, con la Eucaristía, y no seré quién ponga en duda este dogma. En el Pan Eucarístico el creyente ve y venera, sin ningún apoyo científico ni filosófico, pero con los ojos de la fe y la gracia del Espíritu, la persona de Jesucristo Resucitado, el mismo que se apareció a María Magdalena y a los Apóstoles, el mismo que aparecía y desaparecía atravesando paredes, el mismo que invitaba a sus amigos a almorzar un pescado asado. Pero creo sinceramente que este gesto tiene otro significado complementario y no excluyente: cuando alguien comparte su pan no sacramental con el hermano hace presente el amor de Jesucristo: “Venid vosotros, benditos de mi Padre, … porque tuve hambre y me distéis de comer. …  Cada vez que lo hicisteis con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis” (Cfr. Mt. 25, 31 – 46).
 
2º - “Vosotros sois testigos de esto”. ¿Testigos de qué? Pues testigos de todo. Testigos de que la tumba está vacía, testigos de que Cristo está vivo, testigos de que Cristo sigue presente en cada momento de la Historia y de nuestra historia particular, en cada momento de alegría, de gozo y de fiesta, pero Jesús sigue crucificado en cada hombre que sufre, y desde todas esas cruces sigue gritando: PAZ, LIBERTAD, JUSTICIA y SOLIDARIDAD.

 

 

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