Solemnidad de la Santísima Trinidad C
Una
vez llegado, como siempre al romper la aurora y después de los saludos de
rigor, dijo el discípulo:
- Maestro, hoy es el día de la Santísima Trinidad, y
yo he venido a escucharte. He hecho el propósito de no formularte ninguna
pregunta.
- ¿Y por qué no vas a hacer preguntas? ¿Te declaras
en huelga?
- No, Maestro, solamente que no quiero interrumpir
ni entorpecer tu reflexión.
- No entorpeces nunca con tus preguntas, al
contrario me ayudas a profundizar el tema. Este encuentro dominical no es una
clase particular de religión o algo parecido, sino una oración compartida; tu
presencia, tus preguntas y tus reflexiones constituyen una aportación
incalculable a esta tarea común.
- Gracias, Maestro, por tu valoración, pero… te
escucho.
- Te debo confesar que es uno de los temas que mayor
dificultad presentan a la hora de hablar. Ante todo quiero subrayar que
suele mencionarse este dogma como Misterio de la Santísima Trinidad.
Eso significa que la Santísima Trinidad es, ante todo un Misterio, y
siguiendo los dictados de la Real Academia de la Lengua Española se trata de “cosa inaccesible a la razón y que debe
ser objeto de fe”. Es cierto, como te dije en otras ocasiones, que los
teólogos deben profundizar estos temas para acercarlos lo más posible a la
inteligencia humana, pero también es cierto que los misterios son como arenas
movedizas a las que hay que adentrarse con máximo cuidado porque pueden
abismarte, y de hecho a lo largo de la historia muchos han sido engullidos en
el abismo arrastrando consigo a comunidades y a naciones enteras. El dogma de la Santísima Trinidad
ha sido uno de los que más cismas y
rupturas ha provocado en la Iglesia; y eso tan solo por intentar definir lo
que en si es misterio, es decir, indefinible.
Estamos, no obstante, tratando el núcleo de nuestra fe: creo en un solo Dios que es Padre,
Hijo y Espíritu Santo, es decir, un solo Dios que se manifiesta (la palabra
es pobre, lo sé, ¿pero existe algún término que agote totalmente esta
realidad?), decía un solo Dios que se manifiesta en tres personas distintas,
según a Él le place:
* Padre: principio y fin, Ἀ y Ὠ, creador de sí mismo, del cosmos y del hombre, que todo
coordina y todo abraza con inmensa ternura;
* Hijo: la caricia del Padre, el cual al llegar la plenitud del tiempo nos lo envió para que rescatara a los que estábamos bajo la ley y
recibiéramos la adopción filial (cfr. Gal. 4, 4 – 5). El Dios lejano,
misterioso, casi una entelequia, se hace uno de los nuestros, tangible,
cercano, que - ¡oh paradoja! - revela
todo su poderío y su inmenso amor, cuando, aparentemente derrotado, es
levantado sobre el altar del mundo clavado en una cruz.
* Espíritu
Santo: es la presencia
actual y eterna de Dios en la Iglesia y con nosotros.
Es
el motor que impulsa y el guía que te conduce;
es
la mano que acaricia y te venda la herida;
es el sol que calienta y la brisa en horas de fuego;
es
el gozo que enjuga las lágrimas y te reconforta en el duelo;
es
el que da Vida a la vida, e ilumina tu sendero.
Compañero
de camino que te lleva a la eternidad.
Creyendo el discípulo que el Maestro
había terminado, dijo:
- Tengo aquí una oración que me dictó mi
abuela y que ella recita todos los días; es un poco larga, pero me gustó. No
comprendo como ella sabe de memoria oraciones tan largas.
El ermitaño echó una mirada a los papeles
que le pasó el joven y dijo:
- Son los gozos a la Santísima Trinidad,
que mucha gente reza con gran devoción llamándole erróneamente el Trisagio a
la Santísima Trinidad. Aunque hay quienes lo rezan todos los días y quienes
en circunstancias especiales, en algunos lugares se reza sobre todo para
alejar las tormentas. Tiene un sabor popular, como es típico de los gozos,
pero son muy bonitos. Vamos a
recitarlos como himno de laudes, ¿de acuerdo?
- De acuerdo, respondió el discípulo. Y rezaron:
Dios Uno y Trino a quien tanto
arcángeles, querubines, ángeles y serafines dicen Santo, Santo, Santo.
Gózate, amable Deidad,
en tu incomprensible esencia y de que por tu clemencia perdonas nuestra maldad; por esa benignidad, en místico y dulce canto, ángeles y serafines dicen Santo, Santo, Santo.
Interminable bondad,
suma esencia soberana, de donde el bien nos dimana, Santísima Trinidad, pues tu divina piedad pone fin a nuestro llanto, ángeles y serafines dicen Santo, Santo, Santo.
El Trisagio que Isaías
escribió con gran celo, le oyó cantar en el cielo a angélicas jerarquías, para que en sus melodías repita nuestra voz cuanto ángeles y serafines dicen Santo, Santo, Santo.
Es el Iris que se ostenta
precursor de la bonanza, es Áncora de Esperanza en la deshecha tormenta; es la Brújula que orienta al tender la noche el manto, ángeles y serafines dicen Santo, Santo, Santo.
¡Oh, inefable Trinidad!
Bien sumo, eterno, increado, al hombre comunicado por exceso de bondad, y porque en la eternidad esto te complace tanto, ángeles y serafines dicen Santo, Santo, Santo.
Este Trisagio sagrado,
voz del Coro celestial, contra el poder infernal la Iglesia le ha celebrado con este elogio ensalzado que en fe y amor adelanto, ángeles y serafines dicen Santo, Santo, Santo.
Santísima Trinidad,
Una Esencia Soberana de donde en raudales mana la Divina Caridad, de Tu inmensa Majestad, ante el Trono Sacrosanto, ángeles y serafines dicen Santo, Santo, Santo.
Gózate, pues, tu luz pura,
con ser tan esclarecida, no llega a ser comprendida por alguna criatura: por eso al ver tu hermosura, con sagrado horror y espanto, ángeles y serafines dicen Santo, Santo, Santo. De la súbita muerte, del rayo de la centella, libra este Trisagio, y sella a quien le reza y advierte, que por esta feliz suerte en este mar de quebranto, ángeles y serafines dicen Santo, Santo, Santo
De la guerra fratricida,
que ensangrienta nuestro suelo, el Trisagio, Don del Cielo, nos preserva con su acogida; y en dulce paz bendecida, suba hasta Dios nuestro canto: ángeles y serafines dicen Santo, Santo, Santo. Espero, Dios de verdad, me cumplas lo que dijiste en la promesa que hiciste de perdonar mi maldad; por esta dulce bondad con que me consuelas tanto, ángeles y serafines dicen Santo, Santo, Santo.
Es el Iris que en el mar,
en la tierra y en el fuego, en el aire ostenta luego que nos quiere libertar; por favor tan singular de este prodigio y encanto, ángeles y serafines dicen Santo, Santo, Santo.
¡Oh, Misteriosa Deidad!
de Una Esencia y Tres Personas, pues que piadosa perdonas nuestra miseria y maldad, oye con benignidad este fervoroso canto: ángeles y serafines dicen Santo, Santo, Santo.
Es escudo soberano,
de la divina Justicia, y de la infernal malicia triunfa devoto el cristiano: y hace que el dragón tirano huya con terror y espanto, ángeles y serafines dicen Santo, Santo, Santo.
En vuestra bondad me fundo,
Señor, Dios fuerte e inmortal, que en el coro celestial cantaré este himno jocundo; pues en los riesgos del mundo me cubrís con vuestro manto, ángeles y serafines dicen Santo, Santo, Santo.
Amo la bondad del Padre,
amo la bondad del Hijo, y al Espíritu que dijo: “nadie a mi amor llega tarde”, alma mía cobarde, ama a tu Dios entre tanto, ángeles y serafines dicen Santo, Santo, Santo.
Dios Uno y Trino a quien tanto
arcángeles, querubines,
ángeles y serafines
dicen Santo, Santo, Santo. |
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