lunes, 2 de mayo de 2016

ASCENCIÓN: Traspaso de Poderes.


Solemnidad de la Ascensión del Señor C

Evangelio según san Lucas, 24, 46 – 53.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
— Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén.
Vosotros sois testigos de esto. Yo os enviaré lo que mi Padre ha prometido; vosotros quedaos en la ciudad, hasta que os revistáis de la fuerza de lo alto.
Después los sacó hacia Betania y, levantando las manos, los bendijo.
Y mientras los bendecía se separó de ellos, subiendo hacia el cielo.
Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.

Estaban los dos, Maestro y discípulo, sentados en el lugar de costumbre contemplando el horizonte. Despuntaba el alba y los primeros rayos de sol enrojecían parte de la bóveda celeste.
El discípulo, apuntando hacia su acimut, preguntó:
-  Maestro, ¿el cielo está allá arriba?
Como el Maestro seguía callado, el discípulo intentó justificar la pregunta:
- Es que el evangelio de hoy dice que Jesús subió a los cielos.
- Verdaderamente en ninguno de los escritos, contestó el Maestro, encontrarás la expresión literal “subió a los cielos”. Voy a repetirte al pie de la letra lo que ya te dije el año pasado con ocasión de esta misma celebración:
* Marcos, en el evangelio que proclamamos el año pasado (ciclo B ) dice: “assumptus est in caelum” cuya traducción más literal sería: “ fue recibido en el cielo”. La versión de la Conferencia Episcopal Española traduce como “fue llevado al cielo”.
* Lucas en el evangelio que leemos este año (ciclo C) dice: “dum benediceret illis, recessit ab eis, et ferebatur in caelum” (Lc. 24, 51) que se podría traducir como “mientras los bendecía, se separó de ellos, y era llevado al cielo”. La traducción de la CEE dice: “… mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado hacia el cielo”.
* El mismo autor, Lucas, en los Hechos de los Apóstoles lo narra de la siguiente manera: “Et cum haec dixisset , videntibus illis, elevatus est; et nubes suscepit eum ab oculos eorum” ( Hch. 1, 9), que se podría traducir como: “Dicho esto, siendo visto por ellos, fue elevado, y una nube lo ocultó a sus ojos”. La versión de la CEE dice: “Dicho esto, a la vista de ellos, fue levantado al cielo, hasta que una nube se lo quitó de la vista”.
Ninguna de los pasajes de la escritura dice literalmente “ascendit in caelum” (subió al cielo), aunque el de los Hechos de los  Apóstoles se le aproxima mucho al utilizar el término “fue elevado”, sobre todo si se tiene en cuenta que a continuación fue cubierto por una nube que, por supuesto, estaba en lo alto. De todas maneras desde el principio la Iglesia – y su liturgia – adoptó el término “subió al cielo”. El Credo de la Iglesia en sus dos versiones, la de los Apóstoles y la Niceoconstantinopolitana  coinciden en “ascendit in caelum”.
Te he dicho en repetidas ocasiones que las escrituras, y el mismo Jesús, se manifiestan en el lenguaje  y en la cultura propia del tiempo.  Sin entrar en grandes elucubraciones y admitiendo que a lo largo del Antiguo Testamento se puede vislumbrar algun otro concepto, la idea que el pueblo judío tenía del cosmos era el siguiente: En lo más alto estaba YAVÉ, rodeado de todas las maravillas, a continuación la bóveda celeste compuesta de agua. Permíteme mencionar aquí la creación:
1 – “Al principio creó Dios el cielo y la tierra, La tierra estaba informe y vacía, la tiniebla cubría la superficie del Abismo… ” (Gen. 1, 1).
2 – A continuación creó la luz: “Dijo Dios: “Exista la Luz”. Y la luz existió …” (Gen. 1, 3);
3 – En tercer lugar creó el firmamento: “Y dijo Dios: “Exista un firmamento entre las aguas, que separe aguas de aguas”. E hizo Dios el firmamento y separó Dios las aguas de debajo del firmamento de las aguas de encima del firmamento. Y así fue”. (Gen. 1, 6 – 7).
Y así sigue la creación hasta el séptimo día en que Dios descansó.
Continuando con la descripción, diríamos que ese firmamento tenía una puerta (la puerta del cielo que comunicaba a Yavé con el mundo. Debajo del firmamento el sol, la luna y  todos los elementos celestes;  abajo, la tierra plana con sus accidentes que, como un barco flota en las aguas que configuran los abismos inferiores; en el centro de la tierra, como si fuera la sala de máquinas o las bodegas de ese inmenso barco estaría el Sheol o lugar de tinieblas donde irían a parar los muertos.
En definitiva, amigo mío, cuando hablamos de arriba en el cielo, o abajo en el infierno, estamos utilizando categorías muy arraigadas en nuestra tradición cultural, pero de ninguna manera definimos como dogma de fe estas ubicaciones, aunque, eso sí, su existencia.
- Maestro, dijo el discípulo cuando el ermitaño paró para respirar, ¡a veces te enrollas como una persiana! Háblame de la fiesta de hoy o del evangelio que la liturgia nos propone.
- Tienes razón, me he pasado. Pero te iba a decir más cosas …
- Maestro, como los atenienses a Pablo en el Areópago, también yo te digo: “de esto te oiré hablar en otra ocasión” (Hech. 17, 32), háblame de la fiesta de hoy o del evangelio que la liturgia nos propone.
El Maestro sonrió, pues no solo reconocía que el joven tenía razón, sino que había estado hábil en la cita.
- Ante todo te digo que la escena que hoy vivimos es el cumplimiento de lo anunciado por el Resucitado a María Magdalena junto al sepulcro: “Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro” (Jn. 20, 17), pero es mucho más que una despedida, un “adiós” o un “hasta la vista”, es un auténtico traspaso de poderes: “Vosotros sois testigos de esto”; no solo testigos de los últimos acontecimientos, sino testigos de todo lo que dicen las Escrituras que ¡por fin! entendieron, y sobre todo, testigos de que “en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos”.  En ese momento los apóstoles (la Iglesia), reciben de manos del Maestro la muleta y el estoque (perdonen los no taurinos, como yo; es tan solo un ejemplo), y son invitados a continuar la faena hasta el final de la lidia. Después vendrá el día grande en que se confirmará esta alternativa; eso sucederá  el día en que “voy a enviar sobre vosotros la promesa de mi Padre”, es decir, el día grande de Pentecostés.
Hoy, día de la Ascensión, cabría formularnos muchas preguntas:
* ¿Sigue la Iglesia avanzando adecuadamente en esta carrera de relevos?
* ¿Interpretando cada generación como el corredor que debe entregar el testigo a la generación siguiente, está esta generación corriendo con generosidad, ahínco, entrega y limpieza, para entregar el testigo en óptima situación a las siguientes generaciones?
* y personalmente, ¿soy consciente, y consecuente, de que el Señor, al subir al Padre suyo y Padre mío me nombró testigo suyo allí dónde la vida (o su providencia) me ha plantado?
Después de un breve momento de silencio el joven sacó disimuladamente un papel del bolsillo y se disponía a leerlo, cuando el intervino el ermitaño:
- Por favor, lee en voz alta lo que tienes ahí escrito, pues estoy seguro que es muy hermoso, y yo estoy necesitado de escuchar.
El discípulo se ruborizó al sentirse descubierto y se justificó diciendo:
- Es una oración que encontré ayer en internet y me gustó; pero si me lo mandas la leeré a media voz:
“A ti, Señor, abro hoy mi ser; mis ganas de vivir y mi entusiasmo.
 En tus manos pongo mi entrega, mi esfuerzo, mis miedos y también mis ilusiones.
 Hacia ti quiero dirigir mis pasos, porque mi vida busca en ti la luz y el calor.
 Quiero que tú seas la referencia de mi caminar, el guía de mi sendero.
 Quiero que tus manos moldeen mi arcilla;
que tus ojos penetren mi mirada
y tu ternura y bondad impregnen mi corazón”.
- Amén, dijo el ermitaño, y los dos quedaron un largo rato en silencio.


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